30 - DE ENERO – DOMINGO –
4ª – SEMANA DEL T.O. – C
Santa Martina
de Roma
Lectura del libro de Jeremías
(1,4-5.17-19):
EN los días de
Josías, el Señor me dirigió la palabra:
«Antes de formarte en el vientre, te
elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí
profeta de las naciones.
Tú cíñete los lomos: prepárate para
decirles todo lo que yo te mande.
No les tengas miedo, o seré yo quien te
intimide.
Desde ahora te convierto en plaza
fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce, frente a todo el país: frente
a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y al pueblo de la
tierra.
Lucharán contra ti, pero no te podrán,
porque yo estoy contigo para librarte
—oráculo del Señor—».
Palabra de Dios
Salmo: 70,1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17
R/. Mi boca contará tu salvación, Señor.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre.
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame. R/.
Sé tú mi roca
de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.
Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.
Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación,
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los Corintios (12,31–13,13):
Hermanos:
Ambicionad los
carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Si hablara las lenguas de los hombres y
de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un
címbalo que aturde.
Si tuviera el don de profecía y
conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover
montañas, pero no tengo amor, no sería nada.
Si repartiera todos mis bienes entre los
necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada
me serviría.
El amor es paciente, es benigno; el amor
no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se
irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza
con la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.
Las profecías, por el contrario, se
acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.
Porque conocemos imperfectamente e
imperfectamente profetizamos; más, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se
acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como un
niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre,
acabé con las cosas de niño.
Ahora vemos como en un espejo,
confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado;
entonces conoceré como he sido conocido por Dios.
En una palabra, quedan estas tres: la
fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (4,21-30):
En aquel
tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que
acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se
admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me diréis aquel refrán:
“Médico, cúrate a ti mismo”, haz también
aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad os digo que ningún profeta es
aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros de que en Israel había muchas viudas en
los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo
una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado
Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos
había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos
fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se
pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron
hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con
intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su
camino.
Palabra del Señor
Hoy se cumple esta Escritura
Como en una serie de televisión, el
evangelio de este domingo comienza recordando lo contado en el episodio
anterior. Jesús ha leído en la sinagoga de Nazaret un texto de Isaías que
proclama una buena noticia a los pobres, ciegos, prisioneros, oprimidos. Cuando
termina, afirma: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis
de oír».
- ¿Cómo reaccionará el auditorio a estas
palabras?
Es lo que se cuenta en el evangelio de
hoy, en el que podemos distinguir tres momentos: la reacción inicial del
auditorio, un ataque desconcertante de Jesús, y la reacción final de los
nazarenos.
La reacción inicial del auditorio
En aquel
tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se cumple esta Escritura que
acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las
palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de
José?»
Aparte de leer a Isaías, Jesús no ha
dicho prácticamente nada. Sin embargo, Lucas indica de inmediato la triple
reacción de los presentes: aprobación, admiración y desconcierto. Al parecer,
les gusta lo que han oído, pero no comprenden que lo diga alguien a quien
conocen desde pequeño.
Un ataque desconcertante de Jesús
Si Jesús hubiera sido un político,
habría aprovechado la ocasión para ganarse más aún al auditorio, solventando
las posibles dudas sobre su autoridad. Sabe lo que esperan de él: no que lea
textos de la Biblia, sino que haga milagros. Le bastaría realizar algunos
parecidos a los que ha hecho en Cafarnaúm para que todos le aplaudan y crean en
él. Sin embargo, se niega a ello e incluso adopta una postura agresiva.
Sin que los nazarenos hayan dado motivo,
Jesús da por supuesto que lo van a rechazar. No se basa en nada concreto que
hayan hecho o dicho, sino en un proverbio: “Ningún profeta es bien mirado en su
tierra”.
En consecuencia, tampoco él mira bien a
los nazarenos y no hará allí ningún milagro. Igual que Elías fue enviado por
Dios a ayudar a una viuda fenicia, y Eliseo a un leproso sirio, él también se
siente enviado a los paganos. Y Jesús les dijo: - «Sin duda me recitaréis aquel
refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra lo
que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm.»
Y añadió: «Os aseguro ningún profeta es
bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel habla muchas viudas en
tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo
una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado
Elías, a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos
habla en Israel en tiempos del profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos
fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Reacción final de los nazarenos
¿Cuál sería la reacción lógica de los
nazarenos? Levantarse e irse de la sinagoga, soltando probablemente bastantes
maldiciones contra Jesús. Sin embargo, lo que cuenta Lucas es mucho más fuerte:
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo
empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su
pueblo, con intención de despeñarlo…
Un relato desconcertante
Cuando se lee con atención el relato de
Lucas surgen varias preguntas:
- ¿Por qué adopta Jesús una postura tan
agresiva?
- ¿Por qué da por supuesto que lo van a
rechazar?
- ¿Por qué compara su actitud con la de
Elías y Eliseo, enviados a los paganos, cuando reconoce haber hecho milagros en
Cafarnaúm, que no es una ciudad pagana sino israelita?
- ¿Por qué reaccionan los nazarenos de
forma tan terrible, queriendo matarlo?
Para responder a estas preguntas
conviene recordar cómo cuenta Marcos la visita de Jesús a Nazaret.
La versión de Marcos
Marcos cuenta la visita de forma muy
distinta. Jesús ya es bastante conocido cuando vuelve a Nazaret con sus
discípulos. Y ocurre lo siguiente: “Un sábado se puso a enseñar en la sinagoga.
Muchos al escucharlo comentaban asombrados:
- ¿De dónde saca este todo eso?
- ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado?
Y, ¿qué hay de los grandes milagros que
realiza con sus manos?
- ¿No es éste el artesano, el hijo de
María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón?
- ¿No viven aquí, entre nosotros, sus
hermanas?
Y esto lo sentían como un obstáculo.
Jesús les decía: “A un profeta sólo lo
desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Y no pudo hacer
allí ningún milagro, salvo sanar a unos pocos enfermos a quienes impuso las
manos. Y se asombraba de su incredulidad.”
Las diferencias son claras.
En Marcos, la reacción del auditorio no
es de aprobación, admiración y desconcierto, sino de desconcierto y rechazo.
Entonces es cuando Jesús recuerda que “a
un profeta solo lo desprecian en su tierra”. Pero nadie intenta matarlo.
Simplemente, no creen en él ni en su poder. Y Jesús se admira de su
incredulidad.
Nazaret como símbolo
- ¿Por qué ha escrito Lucas un relato
tan distinto?
Porque él no ha pretendido contar lo
ocurrido, sino convertir la visita de Jesús a Nazaret en símbolo de la relación
de Jesús con el pueblo judío y con los paganos.
Para ello, lo primero que hace es
comenzar la actividad de Jesús con esta visita. Mientras Mateo y Marcos dicen
que Jesús comenzó predicando por los pueblos y aldeas de Galilea, sin concretar
cuáles, Lucas nos sitúa en la sinagoga de Nazaret. Sabe que Jesús no fue
aceptado por los nazarenos, ni tampoco por su familia, que lo consideraba medio
loco. Recoge y lleva al límite ese rechazo, convirtiéndolo en símbolo de la
oposición de la mayor parte del pueblo judío, que terminó provocando su muerte.
En el Nuevo Testamento se indican
distintos motivos por los que Jesús entró en conflicto con las autoridades
judías: por no observar el sábado, por ser un peligro desde el punto de vista político…
En el relato de Lucas, el motivo
principal de conflicto es el nacionalismo de los que quieren un Mesías al
servicio exclusivo de Israel, mientras que Jesús se ve enviado a toda la
humanidad. Pero nadie debe escandalizarse de eso, mucho menos los judíos:
también Elías y Eliseo fueron enviados por Dios a los paganos en unos momentos
en que los israelitas estaban muy necesitados de ayuda.
La primera lectura (Jeremías
1,4-5. 17-19)
Ha sido elegida para probar que “ningún
profeta es bien visto en su tierra”. Al contrario, encuentra la oposición de
los más diversos estamentos del país: reyes, príncipes, sacerdotes, grandes
propietarios (el término “gente del campo” fue cambiando de sentido, pero
parece que aquí se refiere a los propietarios de grandes fincas).
En los días de Josías, recibí esta
palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que
salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles. Tú
cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo,
que, si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza
fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país:
frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del
campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para
librarte.» Oráculo del Señor.
Las palabras finales coinciden muy bien
con el final del evangelio, donde Jesús pasa serenamente entre quienes intentan
matarlo y se aleja. Con una gran diferencia: Jeremías se verá libre gracias a
la compañía de Dios; Jesús tiene en sí mismo el poder para enfrentarse al
enemigo. Cuando muera será porque él lo acepta libremente.
Reflexión final
El evangelio de hoy podría interpretarse
como un ataque al nacionalismo político. En parte lo es, porque los judíos
identificaban religión y política. Pero el ataque de Jesús se dirige sobre todo
al “nacionalismo” religioso. Aplicándolo a nuestros días, a los cristianos que
pensasen que son los elegidos de Dios y los únicos que merecen su atención.
Cabe el peligro de parecernos a los nazarenos, de pecar de exclusivistas al
hablar de la salvación de Dios.
Santa Martina de
Roma
Martirologio
Romano: En Roma, conmemoración de santa Martina, a
quien el papa Dono dedicó una basílica a su nombre en el foro romano (677).
Etimología:
Martina = femenino de Martín = martillo, es de
origen latino.
Breve Biografía
La historia de esta joven santa comienza por su tumba, 1400 años después de
su martirio; es decir, cuando en 1634 el activísimo Urbano VIII, empeñado en lo
espiritual en la contrareforma católica, y en lo material en la restauración de
famosas iglesias romanas, descubrió las reliquias de la mártir, les propuso a
los romanos la devoción a Santa Martina y fijó la celebración para el 30 de
enero. El mismo compuso el elogio con el himno: “Martinae celebri plaudite
nomini, Cives Romulei, plandite gloriae”, que era una invitación a honrar a la
santa en la vida inmaculada, en la caridad ejemplar y en el valiente testimonio
que demostró a Cristo con su martirio.
Son pocas las noticias históricas. La más antigua es del siglo VI, cuando el
Papa Onorio le dedicó una iglesia en Roma. Quinientos años después, al hacer
excavaciones en esta iglesia, se encontraron efectivamente las tumbas de tres
mártires. En el siglo VIII ya se celebraba la fiesta de la santa. No se sabe
nada más, y por eso es necesario buscar noticias en una Passio legendaria.
Según esta narración, Santa Martina era una diaconisa, hija de un noble romano.
Debido a su abierta profesión de fe, la arrestaron y la llevaron al tribunal
del emperador Alejandro Severo (222-235). Este príncipe semioriental, abierto a
todas las curiosidades, hasta el punto de incluir a Cristo entre los dioses
venerados en la familia imperial, fue muy tolerante con los cristianos y su
gobierno marcó un fructuoso paréntesis de calma respecto de la Iglesia, que en
ese tiempo logró una gran expansión misionera.
El autor de la Passio ignora todo esto, y hace más bien una lista de las atroces
tortures con que el emperador martirizó a la santa. Cuenta que cuando Martina
fue llevada ante la estatua de Apolo, la convirtió en pedazos y ocasionó un
terremoto que destruyó el temple y mató a los sacerdotes del dios.
El prodigio se repitió con la estatua y el templo de Artemidas. Todo esto
hubiera debido hacer pensar a sus perseguidores; pero no, se obstinaron más y
sometieron a la jovencita a crueles tormentos, de los que salió siempre ilesa.
Entonces resolvieron cortarle la cabeza con una espada, y su sangre corrió a
fertilizar el terreno de la Iglesia romana.
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