29 - DE ENERO – SÁBADO –
3ª – SEMANA DEL T.O. – C
San Pedro Nolasco
Lectura del segundo libro de
Samuel (12,1-7a.10-17):
En aquellos
días, el Señor envió a Natán a David.
Entró Natán ante el rey y le dijo:
«Había dos hombres en un pueblo, uno rico
y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y bueyes; el pobre sólo
tenía una corderilla que había comprado; la iba criando, y ella crecía con él y
con sus hijos, comiendo de su pan, bebiendo de su vaso, durmiendo en su regazo:
era como una hija.
Llegó una visita a casa del rico, y no
queriendo perder una oveja o un buey, para invitar a su huésped, cogió la
cordera del pobre y convidó a su huésped.»
David se puso furioso contra aquel
hombre y dijo a Natán:
«Vive Dios, que el que ha hecho eso es
reo de muerte. No quiso respetar lo del otro; pues pagará cuatro veces el valor
de la cordera.»
Natán dijo a David:
«¡Eres tú! Pues bien, la espada no se
apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de
Urías, el hitita, y matándolo a él con la espada amonita.
Así dice el Señor:
"Yo haré que de tu propia casa
nazca tu desgracia; te arrebataré tus mujeres y ante tus ojos se las daré a
otro, que se acostará con ellas a la luz del sol que nos alumbra.
Tú lo hiciste a escondidas, yo lo haré
ante todo Israel, en pleno día."»
David respondió a Natán:
«¡He pecado contra el Señor!»
Natán le dijo:
«El Señor ha perdonado ya tu pecado, no
morirás. Pero, por haber despreciado al Señor con lo que has hecho, el hijo que
te ha nacido morirá.»
Natán marchó a su casa. El Señor hirió
al niño que la mujer de Urías había dado a David, y cayó gravemente enfermo.
David pidió a Dios por el niño, prolongó su ayuno y de noche se acostaba en el
suelo. Los ancianos de su casa intentaron levantarlo, pero él se negó y no
quiso comer nada con ellos.
Palabra de Dios
Salmo: 50,12-13.14-15.16-17
R/. Oh, Dios, crea en mí un
corazón puro
Oh, Dios, crea
en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la
alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.
¡Líbrame de la
sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Marcos (4,35-41):
Un día, al
atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en
barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.
Se levantó un fuerte huracán, y las olas
rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido
sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que nos
hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo
al lago:
«¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no
tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos
a otros:
«¿Pero quién es éste? ¡Hasta el
viento y las aguas le obedecen!»
Palabra del Señor
1. No es lo más importante
analizar aquí sí, efectivamente, en el pequeño lago de Galilea se producían
huracanes. Ni tampoco si resulta verosímil que, en las angustias de quienes sufren
un huracán de muerte, un hombre duerma tranquilamente. Lo que interesa, en este
relato, es comprender la experiencia que vivieron los discípulos.
La clave de tal experiencia está en la
pregunta que se hacen ellos mismos
"Pero ¿Quién es este?".
El texto dice literalmente que "les
entró miedo con un gran temor" (ephobéthenan phobon mégan) (Mc 4,41).
Pero lo curioso es que no sintieron este
temor tan enorme cuando estaban a punto de hundirse, sino cuando ya estaba todo
en calma.
2. Por eso se hacían la gran
pregunta:
"¿quién es este?".
Lo que allí sucedió es que aquellos
hombres tuvieron la experiencia de una auténtica teofanía, que produce el temor
ante el "Mysterium tremendum"(R. Otto).
Los discípulos veían ante ellos a un
hombre que se cansaba y dormía. Hechos propios que se viven en "lo
inmanente", lo terreno, lo humano. Pero en aquel hombre sentían
la presencia de "lo trascendente", lo celestial, lo divino.
Es exactamente lo mismo que les ocurrió
cuando la pesca milagrosa, cuando Pedro sintió el "asombro" (thambos)
(Lc 5, 9), que equivale al "miedo" (phobos) (Lc 5, 10).
3. En Jesús, un ser humano como los
demás, los discípulos veían y sentían la presencia del ser divino.
¿Quiere decir esto que Jesús es Dios?
Tal afirmación no está a nuestro alcance.
Porque es Dios el que, por ser "trascendente" a nuestro
entendimiento, de Él no podemos conocer su ser (lo que es).
Más bien, hay que decir que los
discípulos sentían, ante Jesús, la cercanía de Dios, la manifestación de Dios,
la revelación de Dios. Dios estaba presente en Jesús. Porque, en Jesús, Dios se
había "humanizado".
En Jesús, Dios está cerca de todo ser
humano. Sobre todo, del ser humano amenazado, en peligro, asustado,
del que ha perdido toda esperanza y se ve sin futuro. Esto expresa que,
efectivamente, el Dios que se nos reveló en Jesús se ha humanizado y se
identifica con todo lo que es verdaderamente humano.
San Pedro Nolasco
Fundador de la Orden
de la Madre de Dios de la Merced (los Mercedarios) -1189-1258
Nace en Barcelona, España, 1189. A los 15
años sufre la muerte de su padre y se dispone a repartir santamente sus muchos
bienes a lo que su madre asiente.
Años más tarde, estando en edad de casarse,
peregrina a Monserrat. Allí, a los pies de la Virgen, pudo comprender mejor el
vacío de las vanidades mundanas y el tesoro que es la vida eterna. Prometió
entonces a la Virgen mantenerse puro y dedicarse a su servicio.
Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban
las costas y llevaban a los cristianos como esclavos al África. La horrenda
condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos por eso perdían la fe
pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante. Decidió
dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos.
Recordaba la frase del evangelio: "No almacenen su fortuna en esta tierra
donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenen
su fortuna en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore
ni óxido que las dañe" Mt 6,20.
En 1203 el laico San Pedro Nolasco iniciaba
en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300
cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza
expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes les
facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó el
dinero forman grupos -cofradías- para recaudar la "limosna para los
cautivos". Pero llega un momento en que la ayuda se agota. Pedro Nolasco
se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en
una etapa de reflexión y oración profunda.
Intervención de la
Virgen para la fundación
La noche del 1 al 2 de agosto del año 1218,
la Virgen se le apareció a Pedro Nolasco. Según una tradición dudosa, también
se apareció la Virgen a San Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y
les comunicó a los tres por separado su deseo de fundar una orden para redimir
cautivos.
El hecho es que la Virgen María movió
profundamente el corazón de Pedro Nolasco para fundar la orden de la Merced y
formalizar el trabajo que él y sus compañeros hacían ya por 15 años. El 10 de
agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del
rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva
institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo
con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de Aragón y la
cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro
Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la
orden mercedaria. Su patrona es La Virgen de la Merced. "Merced" significa
"misericordia".
La nueva orden fue laica en los primeros
tiempos. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia, junto al
palacio real. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras
de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían de crear
conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Eran
acompañados con frecuencia de excautivos, ya que, cuando uno era rescatado,
tenía obligación de participar durante algún tiempo en este servicio.
Normalmente iban cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus
viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, África, lo
hicieron prisionero, pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones
de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los
esclavos.
Los frailes hacían, además de los tres votos
de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, un cuarto: dedicar su
vida a liberar esclavos. Al entrar en la orden los miembros se comprometían a
quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, en
caso de que el dinero no alcanzara a pagar su redención. Entre los que se
quedaron como esclavos está San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden
tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la nueva comunidad de
mercedarios.
El Papa Gregorio Nono aprobó la comunidad y
San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General.
El rey Jaime decía que, si había logrado
conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de Pedro
Nolasco. Cada vez que obtenía algún triunfo lo atribuía a las oraciones de este
santo.
Antes de morir, a los 77 años, pronunció el
Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los
pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y
esclavizados".
Su intercesión logró muchos milagros y el
Sumo Pontífice lo declaró santo en 1628.
La misión redentora la continúa hoy la familia
mercedaria a través de sus institutos religiosos y asociaciones de laicos. Es
también la misión de todo buen cristiano.
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y
fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que
cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis." Mateo 25:39-40
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