martes, 25 de enero de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 - DE ENERO – MIERCOLES – 3ª – SEMANA DEL T.O. – C SAN TIMOTEO y SAN TITO

  


 

26 - DE ENERO – MIERCOLES –

3ª – SEMANA DEL T.O. – C

SAN  TIMOTEO y SAN TITO

 

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo1,1-8

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Doy gracias a Dios, a quien sirvo, como mis antepasados, con conciencia limpia, porque te tengo siempre presente en mis oraciones noche y día.

Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría. Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza.

Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el evangelio, según la fuerza de Dios.

Palabra de Dios

 

Salmo: 39,2.4ab.7-8a.10.11

 

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

 

V/. Yo esperaba con ansia al Señor;

él se inclinó y escuchó mi grito.

Me puso en la boca un cántico nuevo,

un himno a nuestro Dios. R/.

 

V/. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,

y, en cambio, me abriste el oído;

no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios,

entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.

 

V/. He proclamado tu justicia

ante la gran asamblea;

no he cerrado los labios,

Señor, tú lo sabes. R/.

 

V/. No me he guardado en el pecho tu justicia,

he contado tu fidelidad y tu salvación,

no he negado tu misericordia y tu lealtad

ante la gran asamblea. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,31-35):

 

EN aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.

La gente que tenia sentada alrededor le dice:

«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».

Él les pregunta:

«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».

Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:

«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

 

Palabra del Señor

 

1.  Está claro que, para Jesús, era más importante la relación que le unía a quienes estaban allí, escuchándole y conversando con él, que la relación que tenía con su madre y sus hermanos. Es decir, para Jesús, era más importante la relación humana, basada en la amistad o en la fe, que la relación humana basada   en el parentesco. Jesús pensaba así, por la importancia que para él tenía la libertad.

Las relaciones de amistad o de fe son libres porque se basan en convicciones libremente asumidas, mientras que las relaciones de parentesco nos son dadas.  Nadie puede elegir libremente quién es su madre o quiénes son sus hermanos.

 

2.  Para Jesús, los más cercanos a él son los que hacen la voluntad de Dios.

    Ahora bien, la voluntad de Dios es que todos nos respetemos, nos ayudemos, nos queramos, y que jamás nos hagamos daño.

La voluntad de Dios es que no nos relacionemos desde el interés y, menos aún, desde el egoísmo. Pero de sobra sabemos con qué frecuencia y hasta qué extremos de brutalidad se deforman las relaciones de parentesco, que empiezan por manifestaciones de prepotencia, de uso y de abuso, y terminan en rivalidades, rencores, desprecios, odios, venganzas y muerte.

Por una herencia o por una envidia, hay hermanos que se odian. Como hay madres castradoras que anulan a sus hijos.

No. Jesús solo quería la relación humana enteramente libre. Porque es la única que nos hace más humanos y más libres.

 

3. Vistas, así las cosas, se puede afirmar que la forma de relación humana más perfecta es la amistad. Porque la amistad —en cuanto tal amistad— es la única relación entre los humanos que no tiene sobre sí ningún mandamiento, ninguna obligación, ninguna prohibición. Ni en los códigos de leyes civiles o religiosas, nunca se manda o se prohíbe algo en nuestras relaciones con nuestros amigos.  La amistad tiene su consistencia en sí misma. Por eso es completamente libre. Un amigo es una persona que me quiere o me aprecia porque así lo quiere con total libertad. Nuestros mejores amigos tendrían que ser nuestros padres, hermanos, los esposos entre sí, los padres con sus hijos,

etc.

Dietrich Bonhoeffer escribió a un amigo, poco antes de ser asesinado por los nazis en la 2ª Guerra Mundial: "creo que, dentro del ámbito de la libertad, la amistad es con mucho el bien más precioso y raro". Porque la amistad es la única relación que se mantiene desde la más completa libertad.

Este tipo de relación es el ideal para Jesús.

 

SAN  TIMOTEO y SAN TITO



 

Timoteo y Tito, discípulos y colaboradores del apóstol Pablo, presidieron las Iglesias de Éfeso y de Creta, respectivamente. Ellos fueron los destinatarios de las cartas llamadas «pastorales», cartas llenas de excelentes recomendaciones para la formación de pastores y fieles.

San Timoteo, obispo y mártir. Año 97.

San Timoteo significa: tengo un gran respeto a Dios.

San Timoteo fue un discípulo muy amado de san Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los Apóstoles dicen: Había en Listra un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego. Los creyentes de la ciudad y de los alrededores daban de él muy buenos testimonios. Pablo quiso que se fuera con él.

San Pablo le impuso las manos y le confió el misterio de la predicación, y en adelante lo consideró siempre como un hijo suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los Corintios, el apóstol lo llama "Timoteo: mi hijo amado" (1 Cor. 4,7) y de la misma manera lo llama en las dos cartas que le escribió a él.

Timoteo acompañó a San Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros. El apóstol al escribirle más tarde le recordará lo buena que fue su familia: "Quiero refrescar el recuerdo de la gran fe que había en tu familia: en tu abuela Loida y en tu madre Eunice. Que esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna infancia te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras" (1 Tim. 1,5;4,14)

La familia de Timoteo progresó mucho en santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron hospedados en su casa en Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos apóstoles un hecho muy singular.

Las gentes al ver cómo Pablo curó instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre de Jesucristo, se imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados de hombres.

Que Bernabé, por alto y elegante, era Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era Mercurio, el mensajero de los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a llamar a los sacerdotes del Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un toro para ofrecérselo en sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta del engaño en que estaban, y rasgándose la camisa les gritó: "Hombres, nosotros no somos dioses, somos pobres criaturas como todos ustedes."

Y entonces la situación cambió por completo. Los judíos incitaron al populacho contra los predicadores y los apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa de Timoteo y allí les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada salieron de la ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy profundamente el modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San Pablo para ofrecer sus padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las almas, y esto lo movió más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.

Después de viajar con él en sus correrías de predicación por varios países, Timoteo acompañó a San Pablo en la prisión que tuvo que sufrir en Roma, pues en las cartas que desde Roma escribió el gran apóstol anuncia que lo está acompañando Timoteo, su fiel discípulo.

Muy famosas son las dos cartas de San Pablo a Timoteo. En ellas le recomienda: "Que nadie te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe"(1 Tim. 4,12) y hasta desciende a detalles prácticos: "Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclale de vez en cuando un poco de vino, por tus continuos males de estómago" (1 Tim. 5,23).

El historiador Eusebio dice que San Pablo nombró a Timoteo como obispo de Éfeso, y San Juan Crisóstomo afirma que fue nombrado presidente de los obispos de esa región. Se cuenta también que en tiempos del emperador Domiciano, hacia el año 97, Timotio fue martirizado, apaleado y apedreado por haber tratado de impedir una fiesta muy corrompida en aquella ciudad.

San Juan Crisóstomo y San Jerónimo narran que, junto a los restos o reliquias de San Timoteo, los cristianos obtenían muy grandes favores de Dios (y ojalá los obtengamos también hoy nosotros al recordarlo con cariño).

Lo que más simpatía le atrae a San Timoteo es haber sido discípulo siempre fiel y muy preferido del gran San Pablo. (Que bueno que él nos prendiera un poquito de su aprecio por las palabras de tan gran apóstol).

 

San Tito, obispo (Siglo I).

 Tito fue discípulo y secretario de San Pablo. Acompañó al apóstol en muchos de sus viajes. En las dos cartas a los Corintios San Pablo declara que él confía plenamente en su discípulo Tito, y a él lo envía a tratar de que los cristianos cumplan lo que les ha dicho en sus cartas. Y después dice que ha quedado muy satisfecho por las noticias que Tito le ha traído.

San Pablo lo nombró obispo de la isla de Creta y le escribió una bella carta, señalándole las cualidades que deben tener los sacerdotes.

Parece que murió muy anciano y venerado. Tito significa: defensor. Que él sea nuestro defensor contra los errores que atacan a nuestra religión.

 

 

 

   

 

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