1 DE AGOSTO
– MARTES –
17 –
SEMANA DE T.O. – A
San Alfonso María de Ligorio
Lectura del libro del Éxodo
(33,7-11;34,5b-9.28):
En aquellos
días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del
campamento, y la llamó «tienda del encuentro».
El que tenía que visitar al Señor salía
fuera del campamento y se dirigía a la tienda del encuentro. Cuando Moisés
salía en dirección a la tienda, todo el pueblo se levantaba y esperaba a la
entrada de sus tiendas, mirando a Moisés hasta que éste entraba en la tienda;
en cuanto él entraba, la columna de nube bajaba y se quedaba a la entrada de la
tienda, mientras él hablaba con el Señor, y el Señor hablaba con Moisés.
Cuando el pueblo vela la columna de nube
a la puerta de la tienda, se levantaba y se prosternaba, cada uno a la entrada
de su tienda. El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con
un amigo. Después él volvia al campamento, mientras Josué, hijo de Nun, su
joven ayudante, no se apartaba de la tienda. Y Moisés pronunció el nombre del
Señor.
El Señor pasó ante él, proclamando:
«Señor, Señor, Dios compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Misericordioso
hasta la milésima generación, que perdona culpa, delito y pecado, pero no deja
impune y castiga la culpa de los padres en los hijos y nietos, hasta la tercera
y cuarta generación.»
Moisés, al momento, se inclinó y se echó
por tierra.
Y le dijo:
«Si he obtenido tu favor, que mi
Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona
nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»
Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta
días con sus cuarenta noches: no comió pan ni bebió agua; y escribió en las
tablas las cláusulas del pacto, los diez mandamientos.
Palabra de
Dios
Salmo: 102,6-7.8-9.10-11.12-13
R/. El Señor es compasivo y
misericordioso
El Señor hace
justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.
El Señor es
compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R/.
No nos trata
como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R/.
Como dista el
oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (13,36-43):
En aquel
tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a
decirle:
«Acláranos la parábola de la cizaña en
el campo.»
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el
Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del
reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es
el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se
quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y
arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al
horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Entonces los justos brillarán como el
sol en el reino de su Padre.
El que tenga oídos, que oiga.»
Palabra del
Señor
1. Si algo hay claro,
en esta explicación de la parábola de la cizaña, es que el juicio sobre la
conducta humana, sobre quién merece premio o castigo, eso corresponde
exclusivamente a Dios.
Nadie, por tanto, tiene derecho a hacer
juicios o dictar sentencias sobre lo que hacen o dejan de hacer los
demás. Eso lo harán los ángeles de Dios, lo cual es una forma de
decir que ningún ser humano se debe considerar con derecho a hacer lo que
no le corresponde
2. Esto quiere decir
que, mientras estemos en este mundo, tenemos que acostumbrarnos a saber
convivir con toda clase de personas, de mentalidades, de creencias, de usos y
costumbres, y también de formas de pensar.
No juzgando nunca a nadie.
No despreciando nunca a nadie.
Respetando a
todos.
Estimando a todos.
Recordando siempre aquel aforismo de la
sabiduría sufí: "Un día visito una iglesia, otro día visito una mezquita.
Yendo de templo en templo, no te busco más que a ti".
3. ¿Es esto un relativismo
cómodo e irresponsable?
No se trata de renunciar cada cual a sus
propias convicciones. Se trata de tener muy claro que la primera de todas las
convicciones debe ser el respeto y la tolerancia que nos unen más a todos, y
nos unen más a Dios. Más que todas las ortodoxias y las fidelidades a lo que
aprendimos de nuestros mayores. Ellos no vivieron en esta sociedad,
esta cultura y este tiempo. Ahora es el momento de vivir la parábola
de la cizaña.
San Alfonso María de Ligorio
(1696 - 1787)
Nació en Nápoles en el
año 1696; obtuvo el doctorado en ambos derechos, recibió la ordenación sacerdotal
e instituyó la Congregación llamada del Santísimo Redentor (redentoristas).
Para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó a la predicación y
a la publicación de diversas obras, sobre todo de teología moral, materia en la
que es considerado un auténtico maestro.
Fue elegido obispo de Sant’Agata dei Goti, pero algunos años después
renunció a dicho cargo y murió entre los suyos, en Pagani, cerca de Nápoles, en
el año 1787.
Alfonso significa: "listo para el combate".
Nació
cerca de Nápoles el 27 de septiembre de 1696. Sus padres fueron Don José,
Marqués de Ligorio y Capitán de la Armada naval, y Doña Ana Cabalieri.
Nuestro santo fue el
primogénito de siete hermanos, cuatro varones y tres niñas. Siendo aún niño fue
visitado por San Francisco Jerónimo el cual lo bendijo y anunció: "Este
chiquitín vivirá 90 años, será obispo y hará mucho bien".
A los
16 años, caso excepcional obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y
canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios.
Para
conservar la pureza de su alma escogió un director espiritual, visitaba
frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y
huía como de la peste de todos los que tuvieran malas conversaciones.
Su
padre, que deseaba hacer de él un brillante político, lo hizo estudiar varios
idiomas modernos, aprender música, artes y detalles de la vida caballeresca. Y
en su profesión de abogado iba obteniendo resaltantes triunfos. Pero todo esto
no lo dejaba satisfecho, por el gran peligro que en el mundo existe de ofender
a Dios.
A sus
compañeros les repetía: "Amigos, en el mundo corremos peligro de condenarnos".
Más
tarde escribiría: "Las vanidades del mundo están llenas de amargura y
desengaños. Lo sé por propia y amarga experiencia"
Su
padre quería casarlo con alguna joven de familia muy distinguida para que
formara un hogar de alta clase social. Pero cada vez que le preparaban algún
noviazgo, la novia tenía que exclamar: "Muy noble, muy culto, muy atento,
pero... ¡Vive más en lo espiritual que en lo material!.
Hubo
un pleito famoso entre el Doctor Orsini y el gran duque de Toscana. El Dr.
Alfonso defendía al de Orsini. Su exposición fue maravillosa, brillante.
Sumamente aplaudida. Creía haber obtenido el triunfo para su defendido. Pero
apenas terminada su intervención, se le acerca el jefe de la parte contraria,
le alarga un papel y le dice: "Todo lo que nos ha dicho con tanta
elocuencia cae de su base ante este documento".
Alfonso
lo lee, y exclama: "Señores, me he equivocado", y sale de la sala
diciendo en su interior: "Mundo traidor, ya te he conocido. En adelante no
te serviré ni un minuto más".
Se
encierra en su cuarto y está tres días sin comer. No hace sino rezar y llorar.
Después
se dedica a visitar enfermos, y un día en un hospital de incurables le parece
que Jesús le dice: "Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo a servirme
a mí". Emocionado le responde: "Señor, ¿qué queréis que yo
haga?".
Y se
dirige luego a la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced y ante el sagrario
hace voto de dejar el mundo. Y como señal de compromiso deja su espada ante el
altar de la Stma. Virgen.
Pero
tuvo que sostener una gran lucha espiritual para convencer a su padre, el cual
cifraba en este hijo suyo, brillantísimo abogado, toda la esperanza del futuro
de su familia. "Fonso mío - le decía llorando - ¿Cómo vas a dejar tu
familia? - y él respondía: Padre, el único negocio que ahora me interesa es el
de salvar almas".
Al
fin, a los 30 años logra ser ordenado sacerdote. Desde entonces se dedica
trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras
ciudades. Reúne a los niños y a la gente humilde, al aire libre y les enseña
catecismo.
Su
padre que gozaba oyendo sus discursos de abogado, ahora no quiere ir a escuchar
sus sencillos sermones sacerdotales. Pero un día entra por curiosidad a
escucharle una de sus pláticas, y sin poderse contener exclama emocionado:
"Este hijo mío me ha hecho conocer a Dios". Y esto lo repetirá
después muchas veces.
Se
le reunieron otros sacerdotes y con ellos, el 9 de noviembre de 1752, fundó la
Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas). Y a imitación de
Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el
evangelio. Su lema era el de Jesús: "Soy enviado para evangelizar a los
pobres".
Durante
30 años, con su equipo de misioneros, recorre campos, pueblos, ciudades,
provincias, permaneciendo en cada sitio 10 o 15 días predicando, para que no
quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente.
La
gente al ver su gran espíritu de sacrificio, corría a su confesionario a
pedirle perdón de sus pecados. Solía decir que el predicador siembra y el
confesor recoge la cosecha.
Es
admirable como a San Alfonso le alcanzaba el tiempo para hacer tantas cosas.
Predicaba, confesaba, preparaba misiones y escribía. Hay una explicación: Había
hecho votos de no perder ni un minuto de su tiempo. Y aprovechaba este tesoro
hasta lo máximo. Al morir deja 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil
manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras.
Su
obra ha sido traducida a 70 lenguas, y ya en vida llegó a ver más de 40
traducciones de sus escritos.
Para
su libro más famoso, Las Glorias de María, empezó San Alfonso a recoger
materiales cuando tenía 38 años, y terminó de escribirlo a los 54 años, en 1750.
Su redacción le gastó 16 años.
Sus
obras las escribió en sus últimos 35 años, que fueron años de terribles
sufrimientos.
En
1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Agueda. Quedó aterrado y dijo que
renunciaba a ese honor. Pero el Papa no le aceptó la renuncia. "Cúmplase
la Voluntad de Dios. Este sufrimiento por mis pecados" - exclamó - y
aceptó. Tenía 66 años.
Estuvo
13 años de obispo. Visitó cada dos años los pueblos. En cada pueblo de su
diócesis hizo predicar misiones, y él predicaba el sermón de la Virgen o el de
la despedida.
Vino
el hambre y vendió todos sus utensilios, hasta su sombrero y anillo y la mula y
el carro del obispo para dar de comer a los hambrientos.
Cuando
le aceptaron su renuncia de obispo exclamó: Bendito sea Dios que me ha quitado
una montaña de mis hombros.
Dios
lo probó con enfermedades. Fue perdiendo la vista y el oído. "Soy medio
sordo y medio ciego - decía - pero si Dios quiere que lo sea más y más, lo
acepto con gusto".
Su
delicia era pasar las horas junto al Santísimo Sacramento. A veces se acercaba
al sagrario, tocaba a la puertecilla y decía: "¿Jesús, me oyes?"
Le
encantaba que le leyeran Vidas de Santos. Un hermano tras otro pasaba a leerle
por horas y horas.
Preguntaba:
¿Ya rezamos el rosario? Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi
salvación . "Traedme, a Jesucristo", decía, pidiendo la comunión.
San
Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, (Tenía 90 años).
El
Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de
la Iglesia en 1875.
Para
un devoto de la Virgen ninguna lectura más provechosa que Las Glorias de María
de San Alfonso.
No
hay gente débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente
que sí sabe rezar.
(San Alfonso)