5 DE JULIO
– MIERCOLES –
13 –
SEMANA DE T.O. – A
San Antonio María Zaccaría
Lectura del libro del Génesis (21,5.8-20):
Abrahán tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac. El chico creció, y lo
destetaron. El día que destetaron a Isaac, Abrahán dio un gran banquete.
Pero Sara vio
que el hijo que Abrahán había tenido de Hagar, la egipcia, jugaba con Isaac, y
dijo a Abrahán:
«Expulsa a esa
criada y a su hijo, porque el hijo de esa criada no va a repartirse la herencia
con mi hijo Isaac.»
Como al fin y al
cabo era hijo suyo, Abrahán se llevó un gran disgusto.
Pero Dios dijo a
Abrahán:
«No te aflijas
por el niño y la criada. Haz exactamente lo que te dice Sara, porque es Isaac
quien continúa tu descendencia. Aunque también del hijo de la criada sacaré un
gran pueblo, por ser descendiente tuyo.»
Abrahán madrugó,
cogió pan y un odre de agua, se lo cargó a hombros a Hagar y la despidió con el
niño. Ella se marchó y fue vagando por el desierto de Berseba.
Cuando se le
acabó el agua del odre, colocó al niño debajo de unas matas; se apartó y se
sentó a solas, a la distancia de un tiro de arco, diciéndose:
«No puedo ver
morir a mi hijo.»
Y se sentó a
distancia.
El niño rompió a
llorar.
Dios oyó la voz del niño, y el ángel de
Dios llamó a Hagar desde el cielo, preguntándole:
«¿Qué te
pasa, Hagar? No temas, que Dios ha oído la voz del niño que está ahí.
Levántate, toma al niño y tenlo bien agarrado de la mano, porque sacaré de él
un gran pueblo.»
Dios le abrió
los ojos, y divisó un pozo de agua; fue allá, llenó el odre y dio de beber al
muchacho. Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y
se hizo un experto arquero.
Palabra de Dios
Salmo: 33
R/. Si el afligido
invoca al Señor, él lo escucha
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege. R/.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le
temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de
nada. R/.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R/.
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (8,28-34):
En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos.
Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan
furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.
Y le dijeron a
gritos:
«¿Qué quieres de
nosotros, Hijo de Dios?
¿Has venido a
atormentarnos antes de tiempo?»
Una gran piara
de cerdos a distancia estaba hozando.
Los demonios le rogaron:
«Si nos echas,
mándanos a la piara.»
Jesús les dijo:
«Id.»
Salieron y se
metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se
ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo,
incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde
estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.
Palabra del Señor
1. Se discute el lugar o
ciudad en el que ocurrió este episodio. Pudo ser Gerasa, Gadara o Gergesa
(Warren Carter). En cualquier caso, fue en un país que tenía otras
costumbres y otras creencias religiosas, distintas de las que se tenían en
Israel.
Jesús no teme, ni duda, ir también a
visitar y convivir con otros pueblos, otras culturas y otras religiones. Para
Jesús, las fronteras nacionales, culturales y religiosas, que nos dividen, han
de ser superadas.
Son frecuentes los enfrentamientos de
violencia y muerte que se producen cuando se traspasan las fronteras. Lo
estamos viendo en los conflictos con los inmigrantes que intentan pasar de
África a Europa. O los "espaldas mojadas" que, desde
México, quieren entrar en Estados Unidos. Estas dificultades se plantean
con los pobres. Los ricos no tienen problemas para circular por todo el mundo.
2. Según este relato, los
demonios son fuerzas de muerte (salen del cementerio) y de violencia (eran
furiosos y nadie se atrevía a acercarse a ellos).
Al expulsar a los demonios, Jesús muestra
con vigor que su proyecto es acabar con la muerte y la violencia que son origen
de tanto sufrimiento. La postura, tan frecuente, de quienes asumen una posición
de pasividad o de imposible neutralidad ante los poderes de muerte y violencia,
que actúan a sus anchas en nuestra sociedad, es una forma de comportamiento más
cercano a lo demoníaco que a Jesús.
3. El episodio de los
cerdos no se limita al obvio significado económico que tiene, ya que una piara
de miles de cerdos era una inmensa fortuna. Pero, además del interés de las
gentes de aquella región por sus cerdos, al interpretar este extraño relato,
hay que recordar también que los cerdos eran utilizados en ritos religiosos con
los que se buscaba la protección divina para la producción agraria (E.
Firmage, F. J. Stendebach).
Al permitir que los demonios se metiesen
en los cerdos, Jesús expresaba su oposición a los extraños rituales que tenían
un carácter mágico. Y así tranquilizaban las conciencias de gentes que, como
suele ocurrir, querían llevarse bien con la religión y con el dinero.
Una conducta así es indigna del Evangelio
de Jesús.
San Antonio María Zaccaría
San Antonio María Zaccaria, presbítero, fundador de la Congregación de los
Clérigos Regulares de San Pablo o Barnabitas, para la reforma de las costumbres
de los fieles cristianos, y de las Hermanas Angélicas de San Pablo. Voló al
encuentro del Salvador en Cremona, ciudad de la Lombardía.
Vida de San Antonio María
Zaccaría
En este sacerdote que murió muy joven, sí que se cumplió aquella frase del
Libro de la Sabiduría en la S. Biblia "Vivió muy poco tiempo, pero hizo
obras como si hubiera tenido una vida muy larga".
Nació en Cremona, Italia, en 1502. Quedó huérfano de padre cuando tenía muy
pocos años. Su madre, viuda a los 18 años, renunció a nuevos matrimonios que se
le ofrecían con tal de dedicarse totalmente a la educación de su hijita y los
resultados que obtuvo fueron admirables.
Estudió medicina en la Universidad de Padua, y allí supo cuidarse muy bien
para huir de las juergas universitarias y así conservar la santa virtud de la
castidad. Desde joven renunció a los vestidos elegantes y costosos, y vistió
siempre como la gente pobre, y el dinero que ahorraba con esto, lo repartía
entre los más necesitados.
A los 22 años se graduó de médico y su gran deseo era dedicarse
totalmente a atender a las gentes más pobres, la mayor parte de las veces
gratuitamente, y aprovechar su profesión para ayudarles también a sus pacientes
a salvar el alma y ganarse el cielo. Pero unos años después, sus directores
espirituales le aconsejaron que hiciera también los estudios sacerdotales, y
así logró ordenarse de sacerdote. Así fue doblemente médico: de los cuerpos y
de las almas.
Antonio María tuvo siempre desde muy pequeño un inmenso amor por los pobres.
Ya en la escuela, volvía a veces a casa sin saco, porque lo había regalado a
algún pobrecito que había encontrado por ahí tiritando de frío. Durante sus
años de profesional y sacerdote, todo lo que consigue lo reparte entre los más
necesitados.
Se trasladó a Milán (la ciudad de mayor número de habitantes en Italia)
porque en esa gran ciudad tenía más posibilidades de extender su apostolado a
muchas gentes. Y allí, por medio de la hermana Luisa Torelli fundó la comunidad
de las hermanas llamadas "Angelicales" (nombre que les pusieron
porque su convento se llamaba de "Los Santos Ángeles"). El fin de
esta comunidad era preservar a las jovencitas que estaban en peligro de caer en
vicios, y redimir y volver al buen camino a las que ya habían caído. Estas
hermanas le ayudaron muchísimo a nuestro santo en todos sus apostolados.
Luego con otros compañeros fundó la Comunidad llamada "Clérigos de San
Pablo" los cuales, por vivir en un convento llamado de San Bernabé, fueron
llamados por la gente "Los Padres Bernabitas". Esta congregación
tenía por fin predicar para convertir a los pecadores, extender por todas
partes la devoción a la Pasión y muerte de Cristo, y a su santa Cruz. Y
esforzarse lo más posible por tratar de obtener la renovación de la vida espiritual
y piadosa entre el pueblo, que estaba muy decaída y relajada. Estos religiosos
hicieron tanto bien en la ciudad y sus alrededores que unos años más tarde, San
Carlos, gran arzobispo de Milán, dirá de ellos: "Son la ayuda más
formidable que he encontrado en mi arquidiócesis".
San Antonio María sentía un gran cariño por la Sagrada Eucaristía, donde
está Cristo presente en la Santa Hostia, con su Cuerpo, Sangre, alma y
divinidad. Por eso propagó por todas partes la devoción de las Cuarenta Horas,
que consiste en dedicar tres días cada año, en cada templo, a honrar
solemnemente a la Stma. Eucaristía con rezos, cantos y otros actos solemnes de
culto.
Otra de sus grandes devociones era la pasión y muerte de Cristo. Cada
viernes, a las tres de la tarde hacía sonar las campanas, para recordar a la
gente que a esa hora había muerto Nuestro Señor. Siempre llevaba una imagen de
Jesús crucificado, y se esmeraba por hacer que sus oyentes meditaran en los
sufrimientos de Jesús en su Pasión y Muerte, porque esto aumenta mucho el amor
hacia el Redentor. Y una tercera devoción que lo acompaño en sus años de
sacerdocio fue un enorme entusiasmo por las Cartas de San Pablo. Su lectura lo
emocionaba hasta el extremo, y de ellas predicaba, y a sus discípulos les
insistía en que leyeran tan preciosas cartas frecuentemente, y que meditaran en
sus importantísimas enseñanzas. A él le sucedió lo que le ha pasado a miles y
millones de creyentes en el mundo entero, que al leer las Cartas de San Pablo
han descubierto en ellas unos mensajes celestiales tan interesantes que quedan
entusiasmados para siempre por su lectura y meditación.
A nuestro santo le correspondió vivir en los tiempos difíciles en los
que en Alemania el falso reformador Lutero proclamaba una falsa reforma en la
religión, y en Roma y España, San Ignacio y sus jesuitas empezaban a trabajar
por conseguir una verdadera reforma de la Iglesia, y muchísimos católicos
sentían un intenso deseo que empezara una era de mayor fervor y menos frialdad
y maldad. San Antonio María fue uno de los que con su enorme apostolado preparó
la gran Reforma de la Iglesia Católica que iba a traer el Concilio de Trento.
Siendo aún muy joven, sintió que de tanto trabajar por el apostolado, le
faltaban las fuerzas. Se fue a casa de su santa madre, y en sus brazos murió el
5 de julio de 1539. Tenía apenas 37 años, pero había hecho labores apostólicas
como si hubiera trabajado por tres docenas de años más. El Papa León XIII lo
declaró santo en 1897. Y nosotros le pedimos a San Antonio Zaccaría, que pida mucho
al buen Dios para que la Iglesia Católica se renueve día por día y no vaya a
caer nunca en la relajación y que no se enfríe nunca en el santo fervor que
Nuestro Señor quiere de cada uno de los creyentes.
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