21 DE JULIO
– VIERNES –
15 –
SEMANA DE T.O. – A
San Lorenzo de Brindisi
Lectura del libro del Éxodo
(11,10-12.14):
En aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del
Faraón; pero el Señor hizo que el Faraón se empeñara en no dejar marchar a los
israelitas de su territorio.
Dijo
el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este
mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer
mes del año.
Decid
a toda la asamblea de Israel:
"El
diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si
la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de
casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta
terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo
guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará
al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la
casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego,
comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. No comeréis de ella nada crudo
ni cocido en agua, sino asado a fuego: con cabeza, patas y entrañas. No
dejaréis restos para la mañana siguiente; y, si sobra algo, lo quemaréis. Y lo
comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la
mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.
Esta
noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos,
de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy
el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la
sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase
hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la
fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»
Palabra de Dios
Salmo:
115,12-13.15-16be.17-18
R/.
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el
nombre del Señor
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus
fieles.
Siervo tuyo
soy, hijo de tu esclava:
rompiste mis
cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu
nombre, Señor.
Cumpliré al
Señor mis votos
en presencia
de todo el pueblo. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (12,1-8):
Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que
tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los
fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira,
tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.»
Les
replicó:
«¿No
habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre?
Entró
en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba
permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes.
¿Y
no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el
templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el
templo.
Si
comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no
sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del
hombre es señor del sábado.»
Palabra del Señor
1. Uno
de los peligros más serios, que llevan consigo las religiones, está en que
establecen preceptos, que afectan a cosas importantes en la vida de las
personas, y convencen a sus fieles que la observancia de esos preceptos es más
importante que la felicidad, la dignidad o incluso la vida misma de los seres
humanos.
Cuando
las religiones hacen eso, lo que en realidad hacen es dar más importancia a la
religión que a la vida del ser humano. Con lo cual se llega a la absurda
situación de que se anteponen los medios al fin.
La
religión es un medio para un fin, que es la plenitud de vida del ser humano.
Una religión que no funciona así, no puede ser la religión que representa al
Dios de la vida.
2. Así
era la religión de los fariseos que interpelaron a Jesús y le exigieron que
reprendiera a sus discípulos por arrancar espigas en sábado para quitarse el
hambre. La religión de los fariseos anteponía la observancia del sábado (el
medio) a la necesidad de saciar el hambre y poder vivir (el fin). Es algo que
ocurre constantemente en la vida de las gentes que se someten a la religión.
Por eso hay cada día más gente que no quiere saber nada de la religión, ni de
los dirigentes de la religión, ni del Dios al que la religión y sus dirigentes
representan.
3. La
respuesta de Jesús viene a decir que las exigencias de la vida, y de una vida
que no pasa faltas y se siente feliz, está antes que la religión y sus
observancias. Porque, de no ser así, tendríamos que llegar a la horrible
conclusión de que Dios quiere sumisión sin condiciones, aun a costa del
sufrimiento de las personas.
- ¿Quién puede creer en semejante
Dios?
San Lorenzo de Brindisi
Año 1619
Lorenzo significa: coronado de laurel.
Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de
Padres Capuchinos.
Nació
en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria
asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un
sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.
Cuando
pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le
advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan
austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un
crucifijo?". "Si, lo habrá", respondió el superior. "Pues
eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor
a Él, cualquier padecimiento".
La
facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo
lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se
aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de
libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e
italiano.
Y su
capacidad para predicar era tan excepcional, que, siendo simple seminarista, ya
le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de
Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oír sus
sermones, y muchos se convertían.
Un
sacerdote le preguntó: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para
predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte
se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a
prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis
predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía
y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del
cielo".
Los
capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de
Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar,
lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de
superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos
para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había
días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud
con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de
Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque
sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo, servía a la
mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.
El
Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de
extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de
capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos
mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la
nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a
los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla
fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo
de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos:
"Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión". Y la victoria
fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: "La batalla fue ganada
por el Padre Lorenzo".
El
Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un
ejército.
El
Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy
activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos,
predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la
conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas
de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era
arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios.
Por eso es por lo que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.
Dormía
sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con
frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir
honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con
todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era
acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
En
1959 fue declarado "Doctor de la Iglesia", por el Sumo Pontífice Juan
XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800
sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.
Cuando
viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle
que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin
fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió
santamente. Ha sido llamado el "Doctor apostólico".
Ruega
por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y
desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú.
Dijo Jesús: "Si el grano de trigo muere, produce mucho
fruto".
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