domingo, 9 de julio de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 DE JULIO – LUNES – 14 – SEMANA DE T.O. – A San Cristóbal de Licia

 

 

 

 

10 DE JULIO – LUNES –

14 – SEMANA DE T.O. – A 

San Cristóbal de Licia


       Lectura del libro del Génesis (28,10-22a):

 

   En aquellos días, Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Casualmente llegó a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Cogió de allí mismo una piedra, se la colocó a guisa de almohada y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella.

    El Señor estaba en pie sobre ella y dijo:

    «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac.   La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia.

    Yo estoy contigo; yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido.»

    Cuando Jacob despertó, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.»

    Y, sobrecogido, añadió:

    «Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo.»

    Jacob se levantó de madrugada, tomó la piedra que le había servido de almohada, la levantó como estela y derramó aceite por encima. Y llamó a aquel lugar «Casa de Dios»; antes la ciudad se llamaba Luz.

    Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme, si vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, y esta piedra que he levantado como estela será una casa de Dios.»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 90,1-2.3-4.14-15ab

 

    R/. Dios mío, confío en ti

 

   Tú que habitas al amparo del Altísimo,

que vives a la sombra del Omnipotente,

di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,

Dios mío, confío en ti.» R/.

 

   Él te librará de la red del cazador,

de la peste funesta.

Te cubrirá con sus plumas,

bajo sus alas te refugiarás. R/.

 

   «Se puso junto a mí: lo libraré;

lo protegeré porque conoce mi nombre,

me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación.» R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,18-26):

 

    En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo:

    «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.»

    Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.

    Jesús se volvió y, al verla, le dijo:

    «¡Animo, hija! Tu fe te ha curado.»

    Y en aquel momento quedó curada la mujer.

    Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:   

    «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.»

    Se reían de él.

     Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

 

Palabra del Señor

 

     1.  El relato de Mateo, en este evangelio, se centra en tres personas que se destacan sobre los demás: un "personaje" de la clase dominante, una mujer enferma y Jesús.

     El texto paralelo de Mc 5, 22 presenta al "personaje" como "jefe de la sinagoga", pero se trata de una traducción incorrecta.

     Lo que se puede decir de este hombre distinguido, según este relato, es que era un jefe gobernante (archón), es decir, un miembro de la clase gobernante, un hombre distinguido y con poder. Pero, tal como lo presenta el evangelio, en realidad era un hombre humilde (que se postra delante de Jesús) y además un hombre de fe, que se fía totalmente de Jesús.

     Es ejemplar que una persona así no duda en acudir, entre el público, a pedir vida para una hija ya difunta.

     Pide vida ante la evidencia de la muerte.

     Así y una vez más, el Evangelio nos presenta un nuevo y ejemplar modelo de la vida que lucha contra la muerte.

 

     2. La segunda persona que destaca este episodio es "una mujer que padecía flujos de sangre".

     La enfermedad de esta mujer se indica mediante el verbo "aimorreó", que en Lev 15,33 indica flujos corporales (el seminal o el menstrual) que, en las culturas antiguas, eran causa de impureza. Pero podía denotar cualquier tipo de hemorragia (Liddell-Scott; Hipócrates, Coac. 292, 300).

     Por el comportamiento de la mujer, al acercarse como a escondidas, para tocar el manto de Jesús, parece que se trataba de una mujer que padecía, no solo una "enfermedad", sino, además, una "impureza" legal.

     El hecho es que el solo contacto con Jesús le devolvió la "salud" y la "dignidad".

     Se cumple, al pie de la letra, el admirable hecho de la curación por contagio. Cuando vivimos de tal manera, que contagiamos salud y dignidad, eso es el indicador más elocuente de que nuestra vida está de parte de lo que más anhela todo ser humano: vida y dignidad.

 

     3. La persona central de todo el relato es Jesús.

      En este caso, Jesús es fuente de vida, de salud y de dignidad.

     Una vez más, el Evangelio nos presenta a Jesús dando vida, felicidad, motivos de gozo, alegría y sentimientos positivos a quienes se ven privados de todo eso.

     Así entendió Jesús la vida. Así presentó sus convicciones, su ética, su espiritualidad y su mística.

     Todo lo que sea entender y vivir la religiosidad de otra manera es andar extraviados, por mucha categoría religiosa que se tenga; o por muchas devociones y piedades que se vivan y fomenten.

      Ni la finalidad o intención más noble de obtener obediencia, sumisión, observancia..., nada de eso puede justificar que vayamos por la vida contagiando sufrimiento, preocupaciones o sentimientos de culpa e indignidad.

 

San Cristóbal de Licia



 

San Cristóbal (Portador de Cristo) es venerado por la Iglesia católica y la ortodoxa como un mártir asesinado durante el reinado de Decio (Decius), emperador de Roma (que reinó del 249 al 251) o durante el reinado del emperador romano Maximino Daya (Maximinus II Dacianus) (que reinó del 308 al 313). Patrón de transportistas y conductores.

 

Martirologio Romano: En Licia, san Cristóbal, mártir.

 

Etimológicamente: Cristóbal = Aquel que es el Portador de Cristo, es de origen griego

 

Patronazgo: Viajeros, transportistas y conductores.

 

Breve Biografía

 

San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con su barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro durante aquel día. Hoy que se suele viajar en coche, los automovilistas piadosos llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante.

¿Quién era? Con la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo V. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él.

Cristóbal sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vio temblando un día cuando le mencionaron al demonio.

Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entonces si él le temía a las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le pregunto entonces si el demonio temía también a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una Cruz donde murió él tal Jesucristo.

¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aun después de morir? Se lanza a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo.

Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.

--¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero? --Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.

Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo.

San Cristóbal es un Santo muy popular, y poetas modernos, como García Lorca y Antonio Machado, lo han cantado con inspiradas estrofas. Su efigie, siempre colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, y nos inspira a todos protección y confianza.

Sus admiradores, para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un árbol lleno de hojas por báculo.

Esto ha dado lugar a las leyendas con que se ha oscurecido su vida. Se le considera patrono de los transportadores y automovilistas.

 

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