10 DE JULIO
– LUNES –
14 – SEMANA DE T.O. – A
San Cristóbal de Licia
Lectura del libro del Génesis
(28,10-22a):
En aquellos días, Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Casualmente
llegó a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol.
Cogió de allí mismo una piedra, se la colocó a guisa de almohada y se echó a
dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con
la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella.
El
Señor estaba en pie sobre ella y dijo:
«Yo
soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de
Isaac. La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti
y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la
tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las
naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia.
Yo
estoy contigo; yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra
y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido.»
Cuando
Jacob despertó, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo
sabía.»
Y,
sobrecogido, añadió:
«Qué
terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo.»
Jacob
se levantó de madrugada, tomó la piedra que le había servido de almohada, la
levantó como estela y derramó aceite por encima. Y llamó a aquel lugar «Casa de
Dios»; antes la ciudad se llamaba Luz.
Jacob
hizo un voto, diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que
estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme, si vuelvo
sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, y esta piedra
que he levantado como estela será una casa de Dios.»
Palabra de Dios
Salmo:
90,1-2.3-4.14-15ab
R/.
Dios mío, confío en ti
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a
la sombra del Omnipotente,
di al Señor:
«Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío,
confío en ti.» R/.
Él te librará de la red del cazador,
de la peste
funesta.
Te cubrirá
con sus plumas,
bajo sus alas
te refugiarás. R/.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré
porque conoce mi nombre,
me invocará y
lo escucharé.
Con él estaré
en la tribulación.» R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (9,18-26):
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba,
se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo:
«Mi
hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.»
Jesús
lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre
desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto,
pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.
Jesús
se volvió y, al verla, le dijo:
«¡Animo,
hija! Tu fe te ha curado.»
Y
en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús
llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la
gente, dijo:
«¡Fuera! La niña no está muerta, está
dormida.»
Se
reían de él.
Cuando
echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en
pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Palabra del Señor
1. El
relato de Mateo, en este evangelio, se centra en tres personas que se destacan
sobre los demás: un "personaje" de la clase dominante, una mujer
enferma y Jesús.
El
texto paralelo de Mc 5, 22 presenta al "personaje" como "jefe de
la sinagoga", pero se trata de una traducción incorrecta.
Lo
que se puede decir de este hombre distinguido, según este relato, es que era un
jefe gobernante (archón), es decir, un miembro de la clase gobernante, un
hombre distinguido y con poder. Pero, tal como lo presenta el evangelio, en
realidad era un hombre humilde (que se postra delante de Jesús) y además un
hombre de fe, que se fía totalmente de Jesús.
Es
ejemplar que una persona así no duda en acudir, entre el público, a pedir vida
para una hija ya difunta.
Pide
vida ante la evidencia de la muerte.
Así
y una vez más, el Evangelio nos presenta un nuevo y ejemplar modelo de la vida
que lucha contra la muerte.
2.
La segunda persona que destaca este episodio es "una mujer que padecía
flujos de sangre".
La
enfermedad de esta mujer se indica mediante el verbo "aimorreó", que
en Lev 15,33 indica flujos corporales (el seminal o el menstrual) que, en las
culturas antiguas, eran causa de impureza. Pero podía denotar cualquier tipo de
hemorragia (Liddell-Scott; Hipócrates, Coac. 292, 300).
Por
el comportamiento de la mujer, al acercarse como a escondidas, para tocar el
manto de Jesús, parece que se trataba de una mujer que padecía, no solo una
"enfermedad", sino, además, una "impureza" legal.
El
hecho es que el solo contacto con Jesús le devolvió la "salud" y la
"dignidad".
Se
cumple, al pie de la letra, el admirable hecho de la curación por contagio.
Cuando vivimos de tal manera, que contagiamos salud y dignidad, eso es el
indicador más elocuente de que nuestra vida está de parte de lo que más anhela
todo ser humano: vida y dignidad.
3.
La persona central de todo el relato es Jesús.
En
este caso, Jesús es fuente de vida, de salud y de dignidad.
Una
vez más, el Evangelio nos presenta a Jesús dando vida, felicidad, motivos de
gozo, alegría y sentimientos positivos a quienes se ven privados de todo eso.
Así
entendió Jesús la vida. Así presentó sus convicciones, su ética, su
espiritualidad y su mística.
Todo
lo que sea entender y vivir la religiosidad de otra manera es andar
extraviados, por mucha categoría religiosa que se tenga; o por muchas
devociones y piedades que se vivan y fomenten.
Ni
la finalidad o intención más noble de obtener obediencia, sumisión,
observancia..., nada de eso puede justificar que vayamos por la vida
contagiando sufrimiento, preocupaciones o sentimientos de culpa e indignidad.
San Cristóbal de Licia
San Cristóbal (Portador de Cristo) es venerado por
la Iglesia católica y la ortodoxa como un mártir asesinado durante el reinado
de Decio (Decius), emperador de Roma (que reinó del 249 al 251) o durante el
reinado del emperador romano Maximino Daya (Maximinus II Dacianus) (que reinó
del 308 al 313). Patrón de transportistas y conductores.
Martirologio Romano: En Licia, san Cristóbal, mártir.
Etimológicamente: Cristóbal = Aquel que es el Portador de Cristo,
es de origen griego
Patronazgo: Viajeros,
transportistas y conductores.
Breve Biografía
San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con su
barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que
bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro
durante aquel día. Hoy que se suele viajar en coche, los automovilistas
piadosos llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante.
¿Quién
era? Con la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá
un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo V. Su nombre
griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las
leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo
pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física,
y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de
él.
Cristóbal
sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vio
temblando un día cuando le mencionaron al demonio.
Cristóbal
entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este
mundo, y buscó a un brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó
junto a una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entonces si él le
temía a las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había
muerto en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le pregunto entonces si el demonio
temía también a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola
mención de una Cruz donde murió él tal Jesucristo.
¿Quién
podrá ser ese raro personaje tan poderoso aun después de morir? Se lanza a los
caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde
pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de
unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al
Diablo.
Hasta
que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se
molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río
su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue
llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al
mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien
buscaba.
--¿Quién
eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?
--Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el
creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora
te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que
ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.
Cristóbal
fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos.
Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador
Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió
dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por
Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó
degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se
convirtieron a Cristo.
San
Cristóbal es un Santo muy popular, y poetas modernos, como García Lorca y
Antonio Machado, lo han cantado con inspiradas estrofas. Su efigie, siempre
colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, y nos
inspira a todos protección y confianza.
Sus
admiradores, para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de
sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros
y con un árbol lleno de hojas por báculo.
Esto
ha dado lugar a las leyendas con que se ha oscurecido su vida. Se le considera
patrono de los transportadores y automovilistas.
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