sábado, 15 de julio de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 DE JULIO – LUNES – 15 – SEMANA DE T.O. – A San Alejo mendigo

 

 

 

17 DE JULIO – LUNES –

15 – SEMANA DE T.O. – A

San Alejo mendigo

 

        Lectura del libro del Éxodo (1,8-14.22):

 

   En aquellos días, subió al trono en Egipto un Faraón nuevo, que no había conocido a José, y dijo a su pueblo:

    «Mirad, el pueblo de Israel está siendo más numeroso y fuerte que nosotros; vamos a vencerlo con astucia, pues si no, cuando se declare la guerra, se aliará con el enemigo, nos atacará, y después se marchará de nuestra tierra.»

    Así, pues, nombraron capataces que los oprimieron con cargas, en la construcción de las ciudades granero, Pitom y Ramsés. Pero, cuanto más los oprimían, ellos crecían y se propagaban más.     Hartos de los israelitas, los egipcios les impusieron trabajos crueles, y les amargaron la vida con dura esclavitud: el trabajo del barro, de los ladrillos, y toda clase de trabajos del campo; les imponían trabajos crueles.

    Entonces el Faraón ordenó a toda su gente:

    «Cuando nazca un niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida.»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 123,1-3.4-6.7-8

 

    R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor

 

   Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte

–que lo diga Israel–,

si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,

cuando nos asaltaban los hombres,

nos habrían tragado vivos:

tanto ardía su ira contra nosotros. R/.

 

   Nos habrían arrollado las aguas,

llegándonos el torrente hasta el cuello;

nos habrían llegado hasta el cuello

las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó

en presa a sus dientes. R/.

 

   Hemos salvado la vida,

como un pájaro de la trampa del cazador;

la trampa se rompió, y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,

que hizo el cielo y la tierra. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,34–11,1):

 

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

    «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.

    El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.

    El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe,  recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.

    El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»

    Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

                   

Palabra del Señor

 

1.  Lo que dice Jesús sobre la espada que divide a la familia resulta lógicamente provocativo y duro de aceptar. Para entenderlo, es necesario recordar que la familia judía del tiempo de Jesús era distinta de la actual. Era la "familia patriarcal", en la que el padre y patriarca tenía todos los derechos, mientras que la mujer y los hijos no tenían más que obligaciones, la sumisión era total. Eso precisamente es lo que Jesús no tolera. Y porque no lo tolera, puede afirmar que ha venido a "sembrar" los conflictos que simbolizan las "espadas".

 

2.  Los conflictos que anuncia Jesús en la familia no provienen de que en ella unos crean en Jesús y otros no. Lo que Jesús ataca no es un problema de fe religiosa, sino una estructura familiar opresora, en la que:

 

1) No hay libertad para decidir.

2)  Hay una desigualdad total de derechos entre hombres y mujeres. 

 

Las divisiones que enumera Jesús son conflictos generacionales y de sexos. No habla para nada de enfrentamientos religiosos.

 

3.  La familia reproduce lo que es la sociedad, y es la institución transmisora del modelo de sociedad existente y de los valores que la determinan. El movimiento, que originó Jesús, en cuanto movimiento socio-religioso de una revolución de valores, afecta, antes que nada, a la fuente donde se trasmiten los valores y así se perpetúan los conflictos sociales y de relaciones humanas.

Aquí está el nudo del problema más fuerte que a muchos nos plantea el Evangelio.

 

San Alejo mendigo

 


Mendigo - Siglo V

Era hijo de un rico senador romano. Nació y pasó su juventud en Roma. Sus padres le enseñaron con la palabra y el ejemplo que las ayudas que se reparten a los pobres se convierten en tesoros para el cielo y sirven para borrar pecados. Por eso Alejo desde muy pequeño repartía entre los necesitados cuánto dinero conseguía, y muchas otras clases de ayudas, y esto le traía muchas bendiciones de Dios.

Pero llegando a los veinte años se dio cuenta de que la vida en una familia muy rica y en una sociedad muy mundana le traía muchos peligros para su alma, y huyó de la casa, vestido como un mendigo y se fue a Siria.

En Siria estuvo durante 17 años dedicado a la adoración y a la penitencia, y mendigaba para él y para los otros muy necesitados. Era tan santo que la gente lo llamaba "el hombre de Dios". Lo que deseaba era predicar la virtud de la pobreza y la virtud de la humildad. Pero de pronto una persona muy espiritual contó a las gentes que este mendigo tan pobre, era hijo de una riquísima familia, y él por temor a que le rindieran honores, huyó de Siria y volvió a Roma.

Llegó a casa de sus padres en Roma a pedir algún oficio, y ellos no se dieron cuenta de que este mendigo era su propio hijo. Lo dedicaron a los trabajos más humillantes, y así estuvo durante otros 17 años durmiendo debajo de una escalera, y aguantando y trabajando hacía penitencia, y ofrecía sus humillaciones por los pecadores.

Y sucedió que al fin se enfermó, y ya moribundo mandó llamar a su humilde covacha, debajo de la escalera, a sus padres, y les contó que él era su hijo, que por penitencia había escogido aquél tremendo modo de vivir. Los dos ancianos lo abrazaron llorando y lo ayudaron a bien morir.

Después de muerto empezó a conseguir muchos milagros en favor de los que se encomendaban a él. En Roma le edificaron un templo y en la Iglesia de Oriente, especialmente en Siria, le tuvieron mucha devoción.

La enseñanza de la vida de San Alejo es que para obtener la humildad se necesitan las humillaciones. La soberbia es un pecado muy propio de las almas espirituales, y se le aleja aceptando que nos humillen. Aún las gentes que más se dedican a buenas obras tienen que luchar contra la soberbia porque si la dejan crecer les arruinará su santidad. La soberbia se esconde aún entre las mejores acciones que hacemos, y si no estamos alerta esteriliza nuestro apostolado. Un gran santo reprochaba una vez a un discípulo por ser muy orgulloso, y este le dijo: "Padre, yo no soy orgulloso". El santo le respondió: "Ese es tu peor peligro, que eres orgulloso, y no te das cuenta de que eres orgulloso".

La vida de San Alejo sea para nosotros una invitación a tratar de pasar por esta tierra sin buscar honores ni alabanzas vanas, y entonces se cumplirá en cada uno aquello que Cristo prometió: "El que se humilla, será enaltecido".

Dijo Jesús: "Los últimos serán los primeros. Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos". (Mt. 5)

 

 

 

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