22 DE JULIO
– SÁBADO –
15 –
SEMANA DE T.O. – A
Santa María Magdalena
Lectura del libro del Cantar de los
Cantares (3,1-4a):
Así dice la esposa:
«En mi cama, por la noche, buscaba al amor
de mi alma: lo busqué y no lo encontré.
Me levanté y recorrí la ciudad por las
calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré.
Me han encontrado los guardias que rondan
por la ciudad:
"¿Visteis al amor de mi alma?"
Pero, apenas los pasé, encontré al amor de
mi alma.»
Palabra de Dios
Salmo: 62,2.3-4.5-6.8-9
R/. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios
Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi
alma está sedienta de ti;
mi
carne tiene ansia de ti,
como
tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo
tu fuerza y tu gloria!
Tu
gracia vale más que la vida,
te
alabarán mis labios. R/.
Toda mi vida te bendeciré
y
alzaré las manos invocándote.
Me
saciaré como de enjundia y de manteca,
y
mis labios te alabarán jubilosos. R/.
Porque fuiste mi auxilio,
y
a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi
alma está unida a ti,
y
tu diestra me sostiene. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 14-17
Hermanos:
El
amor de Cristo nos apremia, al considerar que, si uno solo murió por todos,
entonces todos han muerto. Y él murió por todos, a fin de que los que viven no
vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Por
eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios
puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos
más así.
El
que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser
nuevo se ha hecho presente.
Palabra de Dios.
Lectura del santo evangelio según san
Juan (20,1.11-18):
El primer día de la semana, María Magdalena
fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada
del sepulcro.
Fuera, junto al sepulcro, estaba María,
llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio
dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies,
donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé
dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de
pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le
contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde
lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice:
«¡María!»
Ella
se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice:
«Suéltame, que todavía no he subido al Padre.
Anda, ve a mis hermanos y diles:
"Subo al Padre mío y Padre vuestro, al
Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los
discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto.»
Palabra del Señor
1. Hay realidades que nos
acompañan durante todo el año, pero no siempre se perciben igual; en
determinados momentos se hacen especialmente visibles, aunque estén siempre
ahí. Algo de eso pasa con los santos, con aquellos hermanos y hermanas que han
recorrido ya el camino de la fe y, tras hacer suyo el Evangelio, comparten la
gloria del Padre. Siempre están ahí, caminando a nuestro lado y velando por
nosotros, aunque haya fechas del año en que tomemos conciencia de su presencia
de un modo singular.
2. En este año litúrgico 2023
esta semana (la decimoquinta del tiempo ordinario) se presenta llena de santos
y además (¡que me perdonen otros!) de santos de primera. Nuestra lectura
continua de la Palabra se va a ver interrumpida, y hasta quizá algún día
oigamos proclamar lecturas que no esperamos, pero la incomodidad merece la
pena.
Este Año de la Fe es una buena ocasión
para profundizar en el lugar de los santos en nuestra vida. Una lectura
afectuosa de la constitución Lumen gentium puede ayudarnos: en estos discípulos
del Señor en que el Padre nos revela su rostro y muestra caminos seguros
que llevan a él. Nosotros, peregrinos, podemos acogernos a su intercesión,
protección y socorro. Si la presencia del Espíritu nos garantiza que nunca
caminamos solos, la cercanía de los santos lo confirma claramente. La
Eucaristía es, además, el lugar por excelencia para que, junto a María, nos
encontremos con ellos.
3. María Magdalena, llamada
apóstol de los apóstoles. Las dos lecturas de la eucaristía insisten en el
amor; el Cantar de los Cantares resalta sobre todo la búsqueda apasionada de la
que dan fe el salmo y el texto evangélico. También las oraciones de la liturgia
nos invitan a fijarnos en la “gran ofrenda de amor” de “la que se entregó a
Jesús para siempre”:
María, contágianos tu amor por Jesús.
Enséñanos a buscarle sin desfallecer, a no dejar jamás de anunciarle y de
transmitir la alegría que Él siembra entre nosotros.
Magdalena, ayúdanos a no despreciar nunca
a nadie. Y mucho menos a los que parecen amar con exceso.
Santa María Magdalena
Santa María Magdalena,
que, liberada por el Señor de siete demonios formó parte de los discípulos de
Cristo, estuvo presente en el momento de su muerte y, en la madrugada del día
de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver al Redentor resucitado
de entre los muertos (Mc 16,9).
Fue sobre todo durante
el siglo XII cuando su culto se difundió en la Iglesia occidental.
Breve
Biografía
Hoy celebramos a Santa María Magdalena,
debemos referirnos a tres personajes bíblicos, que algunos identifican en una
sola persona: María Magdalena, María la hermana de Lázaro y Marta, y la
pecadora anónima que unge los pies de Jesús.
Tres
personajes para una historia
María Magdalena, así, con su nombre completo,
aparece en varias escenas evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres
que acompañan a Jesús (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la
Pasión (Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25);
observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y que Juan al
sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a quien se
aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14), aunque no lo reconoce
y lo confunde con el hortelano (Jn 20, 15); es enviada a ser apóstol de los
apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había
expulsado de ella «siete demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9)
María de Betania es la hermana de Marta y de
Lázaro; aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11);
derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1;
12, 3); escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10,
38-42) mientras su hermana trabaja.
Finalmente, hay un tercer personaje, la
pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el
Fariseo.
Dos
en una, tres en una
No era difícil, leyendo todos estos
fragmentos, establecer una relación entre la unción de la pecadora y la de
María de Betania, es decir, suponer que se trata de una misma unción (aunque
las circunstancias difieren), y por lo tanto de una misma persona.
Por otra parte, los «siete demonios» de
Magdalena podían significar un grave pecado del que Jesús la habría liberado.
No hay que olvidar que Lucas presenta a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón
seguido del relato de la pecadora arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).
San Juan, al presentar a los tres hermanos de
Betania (Marta, María y Lázaro), dice que «María era la que ungió al Señor con
perfumes y le secó los pies con sus cabellos». El lector atento piensa:
"Conozco a este personaje: es la pecadora de Lucas 7". Además, en el
mismo evangelio de Lucas, inmediatamente después del episodio de la unción, se
nos presenta a María Magdalena, de la que habían salido «siete demonios». El
lector ratifica su impresión: "María Magdalena es la pecadora que ungió a
Jesús". Y por último, en el mismo evangelio de San Lucas, pocos capítulos
después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece escuchando al Señor sentada a
sus pies. El lector concluye: "María Magdalena y esta María son una misma
persona, la pecadora penitente y perdonada, que Juan también menciona por su
nombre aclarándonos que vivía en Betania".
Pero esta conclusión no es necesaria porque:
no hay por qué relacionar a Juan con Lucas; los relatos difieren en varios
detalles. Así, por ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de
Simón el Fariseo; su relato hace explícita referencia a los pecados de la mujer
que unge a Jesús. Pero Mateo, Marcos y Juan, por su parte, hablan de la unción
en Betania en casa de un tal Simón (Juan no aclara el nombre del dueño de casa,
sólo señala que Marta servía y que Lázaro estaba presente), y mencionan el
gesto hipócrita de Judas en relación con el precio del perfume, sin sugerir que
la mujer fuese una pecadora. Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que
los demás no mencionan.
Los «siete demonios» no significan un gran
número de pecados, sino -como lo aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y
enfermedades»; este significado es más conforme con el uso habitual en los
evangelios.
Dos
teorías
Los argumentos a favor de la identificación
de los tres personajes, como vemos, son débiles. Sin embargo, tal
identificación cuenta a su favor con una larga tradición, como se ha
mencionado. Hay que decir también que los argumentos a favor de la distinción entre
las tres mujeres tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas
teorías cuentan con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la
historia, ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por
ejemplo, los latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a las
tres mujeres, y los griegos en distinguirlas.
Una
respuesta "oficial"
A pesar de que ambas posturas cuentan
con argumentos, hoy en día la Iglesia Católica se ha inclinado claramente por
la distinción entre las tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos,
ya no se hace ninguna referencia -como sí ocurría antes del Concilio- a los
pecados de María Magdalena o a su condición de "penitente", ni a las
demás características que le provendrían de ser también María de Betania,
hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado oportuno
atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.
Por ello, actualmente se considera que la
identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión
"sin ningún fundamento", como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de
"El Libro del Pueblo de Dios". No hay dudas de que la Iglesia, a
través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de
Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena,
por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue
"pecadora pública", "adúltera" ni "prostituta",
sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para
anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.
La
liturgia de su fiesta
Los textos bíblicos que se proclaman en su
Memoria (que se celebra el 22 de julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi
alma» (Cant 3, 1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de
amor que nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2
Cor 5, 14-17). Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es
decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la
Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha
visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta
identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta supuesta
identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra
justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29
de julio. Santa María de Betania aún no tiene fiesta propia en el Calendario
Litúrgico oficial.
Los textos eucológicos de la Misa de la
Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de
Dios le «confió, antes que a nadie... la misión de anunciar a los suyos la
alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor
aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas)
y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo»
(Oración Postcomunión).
En la Liturgia de las Horas ocurre otro
tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica
(Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié
en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la
Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora
de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio
Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados
de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.
Como claro contraste, cabe señalar que, en la
liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María
Magdalena, penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por
Jesús y a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era
justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer
pecadora que había en la ciudad»: "in civitate peccatrix".
Finalmente, mencionemos que el culto a Santa
María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo
especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de
julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente
su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las
tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas
fechas. A partir de la Contrarreforma, el culto a María Magdalena,
"pecadora perdonada", adquiere aún más fuerza.
La leyenda oriental señala que después de la
Ascensión habría vivido en Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y
sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y
depositadas en el monasterio de San Lázaro.
Otra tradición -que prevalece en Occidente-
cuenta que los tres "hermanos" (Marta, María "Magdalena" y
Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí, en la
Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por
treinta años a una gruta (del "Santo Bálsamo") a hacer penitencia.
Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para
su última comunión, que le da San Máximo. Diversos avatares sufren sus
reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.
Estas leyendas, naturalmente, no tienen
ningún fundamento histórico y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad
Media para explicar y autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de
las supuestas reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.
Finalmente, cabe consignar que el apelativo
"Magdalena" significa "de Magdala", ciudad que ha sido
identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de
Galilea.
Oración
María Magdalena, te pido me ayudes a
reconocer a Cristo en mi vida evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a
lograr una verdadera conversión de corazón para que pueda demostrar con obras,
mi amor a Dios.
Amén.
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