martes, 11 de julio de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 DE JULIO – JUEVES – 14 – SEMANA DE T.O. – A San Enrique emperador

 

 


 
 

13 DE JULIO – JUEVES –

14 – SEMANA DE T.O. – A

 San Enrique emperador

 

         Lectura del libro del Génesis (44,18-21.23b-29;45,1-5):

 

   En aquellos días, Judá se acercó a José y le dijo:

    «Permite a tu siervo hablar en presencia de su señor; no se enfade mi señor conmigo, pues eres como el Faraón.

    Mi señor interrogó a sus siervos: "¿Tenéis padre o algún hermano?", y respondimos a mi señor: "Tenemos un padre anciano y un hijo pequeño que le ha nacido en la vejez; un hermano suyo murió, y sólo le queda éste de aquella mujer; su padre lo adora." Tú dijiste: "Traédmelo para que lo conozca. Si no baja vuestro hermano menor con vosotros, no volveréis a verme."

    Cuando subimos a casa de tu siervo, nuestro padre, le contamos todas las palabras de mi señor; y nuestro padre nos dijo: "Volved a comprar unos pocos víveres."

    Le dijimos: "No podemos bajar si no viene nuestro hermano menor con nosotros"; él replicó: "Sabéis que mi mujer me dio dos hijos: uno se apartó de mí, y pienso que lo ha despedazado una fiera, pues no he vuelto a verlo; si arrancáis también a éste de mi presencia y le sucede una desgracia, daréis con mis canas, de pena, en el sepulcro."»

    José no pudo contenerse en presencia de su corte y ordenó:    «Salid todos de mi presencia.»

    Y no había nadie cuando se dio a conocer a sus hermanos. Rompió a llorar fuerte, de modo que los egipcios lo oyeron, y la noticia llegó a casa del Faraón.

    José dijo a sus hermanos:

    «Yo soy José; ¿vive todavía mi padre?»

    Sus hermanos se quedaron sin respuesta del espanto.

    José dijo a sus hermanos:     «Acercaos a mí.»

    Se acercaron, y les repitió:

    «Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Pero ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí; para salvación me envió Dios delante de vosotros.»

 

Palabra de Dios

 

       Salmo: 104,16-17.18-19.20-21

 

     R/. Recordad las maravillas que hizo el Señor

 

   Llamó al hambre sobre aquella tierra:

cortando el sustento de pan;

por delante había enviado a un hombre,

a José, vendido como esclavo. R/.

 

    Le trabaron los pies con grillos,

le metieron el cuello en la argolla,

hasta que se cumplió su predicción,

y la palabra del Señor lo acreditó. R/.

 

   El rey lo mandó desatar,

el Señor de pueblos le abrió la prisión,

lo nombró administrador de su casa,

señor de todas sus posesiones. R/.

 

       Lectura del santo Evangelio según san Mateo (10,7-15):

 

   En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

    «ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca.

    Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

    No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento.

    Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.»

 

Palabra del Señor

 

     1.  Lo primero que Jesús deja claro, en lo que les dice a los apóstoles, es que hay una relación directa entre la proclamación del Reino y todo lo que es dar vida.

     Jesús piensa, por tanto, que el Reino de Dios se hace presente, antes que, mediante doctrinas y teorías, dando vida a los que la tienen limitada o amenazada. Es una equivocación pensar que el anuncio del Reino se hace obligando a la gente a que acepte una "teología ortodoxa", cuando lo que más urge Jesús es que trabajemos y luchemos por dar vida y por dignificar la vida.

 

     2.  Jesús pensó en la misión de los apóstoles de forma que, para realizar tal misión no necesitaban dinero. Más aún, Jesús pensaba que, para hacer visible el Reino de Dios, el dinero es un estorbo. Lo mismo que es un estorbo todo lo que sea (o parezca) ostentación o imagen que llama la atención. Jesús no quiere nada de eso, ni para sus apóstoles, ni por tanto para los sucesores de sus apóstoles.

        - ¿Por qué esta postura tan radical de Jesús?

 

     3.  Un Evangelio que se transmite sin dinero, ni con dinero ni por dinero, ¿no es la prueba más evidente de que es la fuerza de la vida, que brota del amor y solo busca amor, respeto, bondad, tolerancia, en definitiva, otro modelo de persona, que ya no puede ser nada más   que el "hombre-no-económico" (M. Daraki), el ser humano que añoramos y nunca alcanzamos? 

      Pablo parece que lo entendió así. Por eso insiste, hasta diez veces, que él renunció a recibir dinero por su apostolado, "para no crear obstáculos al Evangelio" (1 Tes 4, 10 ss; 2, 3. 6-12; 1 Cor 4, 12; 9,4-18; 2 Cor 11, 7-12; 12, 13-18; Hech 20, 33-35; cf. Hech 18, 1-4).

 

San Enrique emperador

 


 

Nació en Baviera en el año 973; sucedió a su padre en el gobierno del ducado y, más tarde, fue elegido emperador. Se distinguió por su interés en la reforma de la vida de la Iglesia y en promover la actividad misionera. Fundó varios obispados y dotó monasterios.

Murió en el año 1024 y fue canonizado por el papa Eugenio III en 1146.

El ducado de Baviera está de fiesta por el nacimiento de Enrique. Es el año del Señor 973. En Abbach ha visto la luz el hijo de Enrique el Batallador y de la princesa Gisela de Borgoña. La Iglesia está pasando por la terrible Edad de Hierro; la construcción de la sociedad civil está en pleno feudalismo con sus continuas peleas y revueltas que dejan siempre la estela de dolor, luto y sangre; por si fuera poco, se añade al desastre la peste y epidemias.

El Batallador fue desterrado y la familia desunida; por esta razón educó a Enrique el obispo de Raisbona, Wolfgang, que había sido su padrino.

A los veintidós años había muerto su padre y Enrique le sucedió como legítimo duque de Baviera; se casó con la princesa Cunegunda, que también llegará a ser venerada en los altares el día 3 de marzo.

Parece que su gestión se saltó los moldes de crueldad imperante en su tiempo, procediendo noblemente y con justicia, pero por la vía del razonamiento e inclinado más bien a la misericordia, en los frecuentes casos de levantamientos y rebeldías de los nobles, en vez de destruir fortalezas, pasar a cuchillo y purificar a fuego las ciudades rebeldes. Sus biógrafos lo presentan como hombre convencido de que el poder le había sido dado para construir y no para destruir. Quizá su oración y penitencias altamente alabadas le llevaban a esta infrecuente manera de actuar entre los mandatarios de la época.

Fue elegido por la nobleza germana emperador de Alemania el 1 de enero del 1002, después de que muriera sin descendencia directa su primo Otón III; para defender este derecho al Imperio Romano Germánico tuvo que guerrear contra familiares que aspiraban a la misma dignidad. Organizó un formidable ejército, disuasorio para los levantiscos y útil pasa asentar su dominio en otras tierras; hacía falta esta imponente fuerza para calmar a los nobles y obispos que se peleaban continuamente entre ellos, para defender a su territorio de la invasión intencionada de Polonia sobre Alemania –venció al rey Boleslao I, para recuperar Bohemia, uno de los territorios germanos arrebatados– y porque los bizantinos acosaban sus fronteras del sur. Era parte de sus deberes reales.

Con una paz relativa, se dispuso a proceder a la reforma tan necesaria en el clero. Se mostró como un favorecedor incondicional de los cluniacenses, y facilitó reunir un concilio en Franfort (1007) para que los obispos tomaran las medidas eclesiásticas necesarias y restaurasen la disciplina que él se mostraba dispuesto a apoyar, haciendo cumplir las decisiones que salieran de la asamblea. Patrocinó la construcción de numerosas iglesias y monasterios, señalándose especialmente la de Bamberg. Se ocupó de ayudar en la solución de los problemas que el papa tenía en los mismos Estados Pontificios, que presentaban una situación caótica, de profunda anarquía, reflejo de lo que era toda Italia, en ebullición permanente por las luchas fratricidas. A la muerte de Sergio IV, y elegido sucesor Benedicto VIII, se vio forzado a intervenir hasta reponer por la fuerza al papa legítimo en su puesto, porque los seguidores del antipapa Gregorio lo habían depuesto y desterrado. A raíz de este hecho, Enrique y Cunegunda fueron ungidos como emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico el 14 de febrero del 1014.

Es digno de mencionar que Enrique, amigo de la paz, del claustro y de la oración, no parase en toda su vida de un continuo vagabundeo por el mundo, en guerra continua y sin disfrutar de la vida tranquila que le pedían el alma y el cuerpo. Hasta quiso hacerse –no se sabe muy bien si de bromas o de veras– canónigo en Estrasburgo.

Dejando a un pueblo que le estaba agradecido, murió en Grona el 13 de julio de 1024. Luego se trasladaron sus restos a la catedral de Bamberg donde reposan.

 

Lo canonizaron en 1146.

A la muerte de su marido, Cunegunda se metió en una abadía fundada por ella, la de Kaffungen, hasta su muerte en el año 1033. Luego, fue enterrada en Baviera, junto a su marido, en el lugar donde se reunían en vida cada vez que podían.

Dicen los hagiógrafos que los esposos vivieron de común acuerdo en continencia; incluso hay quien se atreve a poner en boca de Enrique las palabras que supuestamente dijo a sus suegros poco antes de morir: «Virgen me la entregasteis, virgen os la entrego». ¿Qué sabrán de eso y de otras cosas los hagiógrafos? ¿O será que pensaban que era cosa mala, o poco digna, o menos perfecta la vida marital con todas sus consecuencias? ¿No hubiera sido más fácil decir de Cunegunda y Enrique no tuvieron o no pudieron tener descendencia, sin que ello –por múltiples razones– suponga desdoro? ¡Qué cosas!

Archimadrid.org

 

 

 

 

 

 

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