lunes, 24 de julio de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 DE JULIO – MIERCOLES – 16 – SEMANA DE T.O. – A San Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen María

 

 


 

26 DE JULIO – MIERCOLES –

16 – SEMANA DE T.O. – A

San Joaquín y santa Ana, 

padres de la Virgen María

 

       Lectura del libro del Éxodo (16,1-5.9-15):

 

   Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.

    La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto diciendo:

    «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad.»

    El Señor dijo a Moisés:

    «Yo haré llover pan del cielo; que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi ley o no. el día sexto prepararán lo que hayan recogido, y será el doble de lo que recojan a diario.»

    Moisés dijo a Aarón:

    «Di a la comunidad de los israelitas: "Acercaos al Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones".»

    Mientras Aarón hablaba a la asamblea, ellos se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube.

    El Señor dijo a Moisés:

    «He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles de mi parte: "Al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan, para que sepáis que yo soy el Señor, Dios vuestro".»

    Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana había una capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo parecido a la escarcha.

    Al verlo, los israelitas se dijeron:

    «¿Qué es esto?»

    Pues no sabían lo que era.

    Moisés les dijo:

    «Es el pan que el Señor os da de comer.»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 77,18-19.23-24.25-26.27-28

 

    R./ El Señor les dio pan del cielo

 

    Tentaron a Dios en sus corazones,

pidiendo una comida a su gusto;

hablaron contra Dios: «¿Podrá Dios

preparar una mesa en el desierto?» R./

       

    Pero dio orden a las altas nubes,

abrió las compuertas del cielo:

hizo llover sobre ellos maná,

les dio un trigo celeste. R./

 

Y el hombre comió pan de ángeles,

les mandó provisiones hasta la hartura.

Hizo soplar desde el cielo el Levante,

y dirigió con su fuerza el viento sur. R./

 

    Hizo llover carne como una polvareda,

y volátiles como arena del mar;

los hizo caer en mitad del campamento,

alrededor de sus tiendas. R./                                                 

 

         Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-9):

 

    Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Acudió tanta gente, que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.

    Les habló mucho rato en parábolas:

    «Salió el sembrador a sembrar. al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol. se abrasó, y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento, otros sesenta, otros treinta.

    El que tenga oídos, que oiga.»

 

Palabra del Señor

 

      1.  Se ha dicho con razón que "los sermones reflejan los problemas de cada época y de cada predicador" (Ulrich Luz). Por eso tenía razón Lutero cuando decía que esta parábola le parecía bastante terrible (satis terribilis). ¡Solo oír a contadas personas produce fruto el Evangelio! ¡Solo una cuarta parte se salva!

        "La culpa no está en el sembrador, sino en el terreno... es decir, en el que se descuida" (Juan Crisóstomo).

        Todo esto —es verdad— se puede afirmar. Pero el problema, en este momento, es más complejo.

 

        2.  Si sembrar la palabra de forma que diera fruto, ya era difícil en tiempos Jesús, en nuestro tiempo resulta una tarea mucho más complicada que entonces.  Porque vivimos integrados en un sistema (el sistema capitalista) que ha impuesto un modo de "acción comunicativa" (J. Habermas) toda ella orientada en función del beneficio (económico-político).

        Por eso, porque nos han condicionado para que interese solo el beneficio, la comunicación propiamente tal se ha cortado. Los mensajes que recibimos, los aceptamos o rechazamos en función del beneficio. Porque el sistema nos ha programado para ese solo interés.

 

      3.  En tales condiciones, la palabra religiosa (propiamente tal) ha quedado desplazada de nuestro sistema de comunicación y de la "acción comunicativa".

      En la enseñanza, por lo general, la religión no interesa. Y la catequesis es asimilada por los niños hasta que hacen la primera comunión. Las homilías -salvo excepciones- se oyen de forma convencional y "para cumplir", el que predica y el que oye. Sin que, por tales discursos, se modifique la vida y la conducta de los oyentes. 

        Cuando el Papa o los obispos hablan, son escuchados si dicen cosas estridentes, que pueden ser noticia en los medios. Si no dicen algo de eso, casi nadie les presta atención.

 

        4.  El discurso religioso puede dar algún fruto, en estos tiempos, solamente cuando la persona que habla vive de tal forma que, de la manera que sea, se sitúa al margen del sistema.  Solamente en la medida en que nos situamos al margen de los intereses del sistema, en esa misma medida la palabra que decimos se convierte en semilla que puede dar fruto.

        A demasiados sembradores de la Palabra se les ve demasiado integrados en el sistema. Por eso hacen estéril la semilla.

        Y es que los sembradores de la semilla y el Evangelio no siempre se llevan bien.

 

San Joaquín y santa Ana, 

padres de la Virgen María


 

Memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyos nombres se conservaron gracias a tradición de los cristianos.

 

Vida de San Joaquín, padre de María

 

No conocemos por los Evangelios a Ana y Joaquín, los padres de la Madre de Dios, sino sólo por ciertas tradiciones que se pueden remontar hasta la primera mitad del siglo II. El padre y la madre de María constituyen el eslabón que une el antiguo Israel con el nuevo: Recibieron la bendición del Señor» y por ellos nos llega «la salvación prometida a todos los pueblos».

Dieron el ser a aquélla de la que había de nacer el Hijo único de Dios. De ahí que San Juan Damasceno les pueda saludar en estos términos: «Joaquín y Ana, ¡feliz pareja! la creación entera os es deudora; por vosotros ofreció ella al Creador el don más excelente entre todos los dones: una madre venerable, la única digna de Aquel que la creó».

El culto de Santa Ana ha crecido junto con la irradiación del de María. En Jerusalén, en la basílica de «Santa María, donde ella nació», conmemoraba Juan Damasceno, en el siglo VIII, a los abuelos de Jesús. Del modo más natural dicha basílica se convertiría en la iglesia de Santa Ana de los Cruzados. Pero, ya desde el siglo VI, se honraba a Santa Ana en Constantinopla, en una basílica que fue dedicada en su honor un 25 de julio. El culto de San Joaquín pasó mucho más tarde a unirse al de su esposa.

 

Oración a San Joaquín, padre de María

 

Insigne y glorioso patriarca San Joaquín y bondadosísima Santa Ana, ¡cuánto es mi gozo al considerar que fuisteis   escogidos entre todos los santos de Dios para dar cumplimiento divino y enriquecer al mundo con la gran Madre de Dios, María Santísima! Por tan singular privilegio, han llegado a tener la mayor influencia sobre ambos, Madre e Hijo, para conseguirnos las gracias que más necesitamos.

 

Con gran confianza recurro a vuestra protección poderosa y os encomiendo todas mis necesidades espirituales y materiales y las de mi familia. Especialmente la gracia particular que confío a su solicitud y vivamente deseo obtener por vuestra intercesión.

Como vosotros fuisteis ejemplo perfecto de vida interior, obtenedme el don de la más sincera oración. Que yo nunca ponga mi corazón en los bienes pasajeros de esta vida.

Dadme, vivo y constante amor a Jesús y a María. Obtenedme también una devoción sincera y obediencia a la Santa Iglesia y al Papa que la gobierna para que yo viva y muera con fe, esperanza y perfecta caridad.

Que yo siempre invoque los santos Nombres de Jesús y de María, y así me salve.

 

 

Vida de Santa Ana, madre María

 

No conocemos por los Evangelios a Ana y Joaquín, los padres de la Madre de Dios, sino sólo por ciertas tradiciones que se pueden remontar hasta la primera mitad del siglo II. El padre la madre de María constituyen el eslabón que une el antiguo Israel con el nuevo: Recibieron la bendición del Señor» y por ellos nos llega «la salvación prometida a todos los pueblos».

Dieron el ser a aquélla de la que había de nacer el Hijo único de Dios. De ahí que San Juan Damasceno les pueda saludar en estos términos: «Joaquín y Ana, ¡feliz pareja! la creación entera os es deudora; por vosotros ofreció ella al Creador el don más excelente entre todos los dones: una madre venerable, la única digna de Aquel que la creó».

El culto de Santa Ana ha crecido junto con la irradiación del de María. En Jerusalén, en la basílica de «Santa María, donde ella nació», conmemoraba Juan Damasceno, en el siglo VIII, a los abuelos de Jesús. Del modo más natural dicha basílica se convertiría en la iglesia de Santa Ana de los Cruzados. Pero, ya desde el siglo VI, se honraba a Santa Ana en Constantinopla, en una basílica que fue dedicada en su honor un 25 de julio. El culto de San Joaquín pasó mucho más tarde a unirse al de su esposa.

 

 

Oración a Santa Ana, madre de María

 

Insigne y glorioso patriarca San Joaquín y bondadosísima Santa Ana, ¡cuánto es mi gozo al considerar que fuisteis escogidos entre todos los santos de Dios para dar cumplimiento divino y enriquecer al mundo con la gran Madre de Dios, María Santísima! Por tan singular privilegio, han llegado a tener la mayor influencia sobre ambos, Madre e Hijo, para conseguirnos las gracias que más necesitamos.

Con gran confianza recurro a vuestra protección poderosa y os encomiendo todas mis necesidades espirituales y materiales y las de mi familia. Especialmente la gracia particular que confío a su solicitud y vivamente deseo obtener por vuestra intercesión.

Como vosotros fuisteis ejemplo perfecto de vida interior, obtenedme el don de la más sincera oración. Que yo nunca ponga mi corazón en los bienes pasajeros de esta vida.

Dadme, vivo y constante amor a Jesús y a María. Obtenerme también una devoción sincera y obediencia a la Santa Iglesia y al Papa que la gobierna para que yo viva y muera con fe, esperanza y perfecta caridad.

Que yo siempre invoque los santos Nombres de Jesús y de María, y así me salve.

 

 

 

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