jueves, 6 de julio de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 DE JULIO – SÁBADO – 13 – SEMANA DE T.O. – A San Procopio

 

 

 


8 DE JULIO – SÁBADO – 

13 – SEMANA DE T.O. – A

San Procopio

 

       Lectura del libro del Génesis (27,1-5.15-29):

 

Cuando Isaac se hizo viejo y perdió la vista, llamó a su hijo mayor:

«Hijo mío.»

Contestó:

«Aquí estoy.»

Él le dijo:

«Mira, yo soy viejo y no sé cuándo moriré. Toma tus aparejos, arco y aljaba, y sal al campo a buscarme caza; después me guisas un buen plato, como sabes que me gusta, y me lo traes para que coma; pues quiero darte mi bendición antes de morir.»

Rebeca escuchó la conversación de Isaac con Esaú, su hijo. Salió Esaú al campo a cazar para su padre. Rebeca tomó un traje de su hijo mayor, Esaú, el traje de fiesta, que tenía en el arcón, y vistió con él a Jacob, su hijo menor; con la piel de los cabritos le cubrió los brazos y la parte lisa del cuello. Y puso en manos de su hijo Jacob el guiso sabroso que había preparado y el pan.

Él entró en la habitación de su padre y dijo:

«Padre.»

Respondió Isaac:

«Aquí estoy; ¿quién eres, hijo mío?»

Respondió Jacob a su padre:

«Soy Esaú, tu primogénito; he hecho lo que me mandaste; incorpórate, siéntate y come lo que he cazado; después me bendecirás tú.»

Isaac dijo a su hijo:

«¡Qué prisa te has dado para encontrarla!»

Él respondió:

«El Señor, tu Dios, me la puso al alcance.»

Isaac dijo a Jacob:

«Acércate que te palpe, hijo mío, a ver si eres tú mi hijo Esaú o no.»

Se acercó Jacob a su padre Isaac, y éste lo palpó, y dijo:

«La voz es la voz de Jacob, los brazos son los brazos de Esaú.»

Y no lo reconoció, porque sus brazos estaban peludos como los de su hermano Esaú. Y lo bendijo.

Le volvió a preguntar:  

«¿Eres tú mi hijo Esaú»

Respondió Jacob:

«Yo soy.»

Isaac dijo:

«Sírveme la caza, hijo mío, que coma yo de tu caza, y así te bendeciré yo.»

Se la sirvió, y él comió. Le trajo vino, y bebió.

Isaac le dijo:

«Acércate y bésame, hijo mío.»

Se acercó y lo besó.

Y, al oler el aroma del traje, lo bendijo, diciendo:

«Aroma de un campo que bendijo el Señor es el aroma de mi hijo; que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra, abundancia de trigo y vino. Que te sirvan los pueblos, y se postren ante ti las naciones. Sé señor de tus hermanos, que ellos se postren ante ti. Maldito quien te maldiga, bendito quien te bendiga.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 134

 

     R/. Alabad al Señor porque es bueno

 

Alabad el nombre del Señor,

alabadlo, siervos del Señor,

que estáis en la casa del Señor,

en los atrios de la casa de nuestro Dios. R/.

Alabad al Señor porque es bueno,

tañed para su nombre, que es amable.

Porque él se escogió a Jacob,

a Israel en posesión suya. R/.

Yo sé que el Señor es grande,

nuestro dueño más que todos los dioses.

El Señor todo lo que quiere lo hace:

en el cielo y en la tierra,

en los mares y en los océanos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-17):

 

En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole:

«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?»

Jesús les dijo:

«¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán.

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor.

Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Es importante darse cuenta de que este relato marca la ruptura que se produjo entre Jesús e Israel. 

Jesús da a entender, en su respuesta, que sus discípulos representan lo nuevo que él trae al mundo (U. Luz).

Una religiosidad desligada de ascetismos y observancias. Y cuyo centro está en la felicidad compartida, en el gozo comunitario, en el amor de todos con todos.

Insistamos, una vez más, en que la novedad del Evangelio se vio limitada o quizá controlada por la cultura estoica, que puso en el centro de la vida la pureza y no la justicia. Al tiempo que se marginó la cultura dionisiaca, en la que la "felicidad compartida de la bacanal" tiene la virtualidad de "poner las almas en común" (M. Daraki).

Es central en el Evangelio el proyecto de la unión, la bondad y el amor común, que no fomenta el orgullo personal, sino la dicha en común.

 

2.  Por otra parte, la práctica del ayuno indica, en el fondo, que creemos en un Dios al que le gusta que la gente se prive de lo más elemental para la vida: el alimento.

El Dios del ayuno es un Dios de luto y muerte. Sin embargo, el Dios de Jesús es como un novio: el ser enamorado, que une su vida y su destino a la persona a la que ama.  Por eso, la boda es, en todas las culturas, una de las celebraciones más bellas, más gozosas y más cargadas de esperanza y disfrute que hay en este mundo.  

San Juan de la Cruz escribió, en el Cántico espiritual, el poema más bello y profundo del amor a Dios, utilizando para ello lo que en la vida de los seres humanos representa el cariño de los enamorados.

 

3.  Lo más opuesto a un día de ayuno es un día de boda.  Como lo más opuesto a un funeral es el banquete en el que los invitados gritan "¡Vivan los novios!".

Pues bien, esto supuesto, lo genial es que el Dios de Jesús no es el Dios del ayuno, sino el Dios de la boda. 

Esto es tan sorprendente, que al común de la gente no le entra en su cabeza. Sin saber por qué, el hecho es que somos muchos los que tenemos la impresión de que nos acercamos más a Dios mediante la "privación" que mediante la "satisfacción".

- ¿Qué extraño mecanismo interior funciona en nosotros para producir semejante impresión?

Sin duda alguna, la experiencia religiosa está más asociada al dolor que al disfrute.

 

San Procopio



En Cesarea de Palestina, san Procopio, mártir, que en tiempo del emperador Diocleciano fue conducido desde la ciudad de Scytópolis a Cesarea, donde, por manifestar audazmente su fe, fue inmediatamente decapitado por el juez Fabiano (c. 303).

 

 

Vida de San Procopio

 

El primero de los mártires en Palestina fue Procopio. Era un varón lleno de la gracia divina, que desde niño se había mantenido en castidad y había practicado todas las virtudes. Había domado su cuerpo hasta convertirlo, por decirlo así, en un cadáver; pero la fuerza que su alma encontraba en la palabra de Dios daba vigor a su cuerpo. Vivía a pan y agua; y sólo comía cada dos o tres días; en ciertas ocasiones, prolongaba su ayuno durante una semana entera. La meditación de la palabra divina absorbía su atención día y noche, sin la menor fatiga. Era bondadoso y amable, se consideraba como el último de los hombres y edificaba a todos con sus palabras. Sólo estudiaba la palabra de Dios y apenas tenía algún conocimiento de las ciencias profanas. Había nacido en Aelia (Jerusalén), pero residía en Escitópolis (Betsán), donde desempeñaba tres cargos eclesiásticos. Leía y podía traducir el sirio, y arrojaba los malos espíritus mediante la imposición de las manos. Enviado con sus compañeros de Escitópolis a Cesárea, fue arrestado en cuanto cruzó las puertas de la ciudad. Aun antes de haber conocido las cadenas y la prisión, se encontró ante el juez Flaviano, quien le exhortó a sacrificar a los dioses. Pero él proclamó en voz alta que sólo hay un Dios, creador y autor de todas las cosas. Esta respuesta impresionó al juez. No encontrando qué replicar, Flaviano trató de persuadir a Procopio de que por lo menos ofreciese sacrificios a los emperadores. Pero el mártir de Dios despreció sus consejos. "Recuerda —le dijo— el verso de Homero: No conviene que haya muchos amos; tengamos un solo jefe y un solo rey." Como si estas palabras constituyesen una injuria contra los emperadores, el juez mandó que Procopio fuese ejecutado al punto. Los verdugos le cortaron la cabeza, y así pasó Procopio a la vida eterna por el camino más corto, al séptimo día del mes de Desius, es decir, el día que los latinos llaman las nonas de julio, el año primero de nuestra persecución. Este fue el martirio que tuvo lugar en Cesárea.

 

 

 

 

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