martes, 12 de septiembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 DE SEPTIEMBRE – JUEVES – 23 – SEMANA DE T.O. – A Exaltación de la Santa Cruz

 


 

14 DE SEPTIEMBRE – JUEVES –

23 – SEMANA DE T.O. – A

Exaltación de la Santa Cruz

 

      Lectura del libro de los Números (21,4b-9):

 

En aquellos días, el pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés:

«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto?

No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.»

El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas.

Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:

«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.»

Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:

«Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.»

Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 77,1-2.34-35.36-37.38

 

    R/. No olvidéis las acciones del Señor

 

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,

inclina el oído a las palabras de mi boca:

que voy a abrir mi boca a las sentencias,

para que broten los enigmas del pasado. R/.

 

Cuando los hacía morir, lo buscaban,

y madrugaban para volverse hacia Dios;

se acordaban de que Dios era su roca,

el Dios Altísimo su redentor. R/.

 

Lo adulaban con sus bocas,

pero sus lenguas mentían:

su corazón no era sincero con él,

ni eran fieles a su alianza. R/.

 

Él, en cambio, sentía lástima,

perdonaba la culpa y no los destruía:

una y otra vez reprimió su cólera,

y no despertaba todo su furor. R/.

 

 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):

 

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

Palabra de Dios

 

      Lectura del santo evangelio según san Juan (3,13-17):

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

 

Palabra del Señor

 

1.  La cruz es la imagen distintiva de los cristianos. A fin de cuentas, los cristianos creemos que fuimos salvados por la cruz de Cristo, por Cristo Crucificado. De ahí que, en la liturgia de la Iglesia, además de la adoración de la cruz el Viernes Santo, se celebra la exaltación de la cruz, en este día.  El origen de esta fiesta se atribuye al emperador Constantino, que, en el año 335, entrega a los cristianos la basílica del Gólgota y de la Resurrección. Y, antes de esa en el año 313, según la leyenda de Eusebio de Cesarea y de Lactancio, el mismo Constantino vio el signo de la Cruz como "signo de poder" y de victoria.

Todo esto es lo que le dio a la cruz en que murió Jesús un significado de triunfo y de exaltación. Un sentimiento que ha marcado a la tradición y a la espiritualidad cristianas.

 

2.  Pero es de suma importancia tener muy claro que la cruz no es un signo de triunfo y exaltación. Sino que su sentido profundo es exactamente lo contrario.

Nunca deberíamos olvidar que la historia de este mundo es la "historia de los triunfadores" y, por tanto, es la "historia de los vencedores". Con lo que la vergonzosa realidad de "los vencidos" ha quedado como una cosa insignificante. Y, sin embargo, los cristianos nunca deberíamos olvidar que Jesús fue un vencido, un fracasado, un excluido, que asoció su destino al de todos los derrotados de la vida y de la historia. De forma que ahí, precisamente en eso, está la clave de comprensión del Dios de los cristianos, el Dios que se nos dio a conocer en Jesús.

 

3. En efecto, según el conocido himno de Pablo, en la carta a los Filipenses (2, 6-11), en Jesús, Dios se despojó de su rango, tomó la condición de esclavo (la más baja condición de su tiempo), y se hizo como uno de tantos (Fil 2, 7).

El himno satiriza y subvierte el modo en que millones de personas, dentro del Imperio romano, daban por supuesto que debía actuar alguien con la "forma de Dios" (J. D. Crossan, J. L. Reed).

Esto supuesto, lo decisivo aquí está en tener presente que este "vaciamiento" o kenosis expresa el "proyecto de Dios".

El Dios de Jesús se nos reveló como un "Dios kenótico", no solamente en el momento de abajamiento en que Jesús murió, aquel viernes santo, sino que es la revelación permanente relativa a la naturaleza de Dios.

Los cristianos creemos en un "Dios kenótico". Lo cual, para mucha gente (para el común de los mortales), es algo sencillamente inhumano, imposible, idiota, absurdo. Pero, si es que queremos que la fe en Dios cambie este mundo, la cosa está clara: una comunidad kenótica engendra igualdad; una comunidad patronal engendra desigualdad; la kénosis engendra cooperación; el patronazgo engendra competencia. 

Se trata, en definitiva, por optar entre una sociedad verdaderamente humana o por un auténtico infierno, que es, en demasiados casos y situaciones, lo que tenemos.

 

Exaltación de la Santa Cruz

Fiesta, 14 de septiembre

 


Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.

Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fue llevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.

El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además, la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.

Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.

La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.

Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque Él quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).

En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.

Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.

"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

 

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La Exaltación de la Santa Cruz

 

Himno (laudes)

 

Brille la cruz del Verbo luminosa,

Brille como la carne sacratísima

De aquel Jesús nacido de la Virgen

Que en la gloria del Padre vive y brilla.

Gemía Adán, doliente y conturbado,

Lágrimas Eva junto a Adán vertía;

Brillen sus rostros por la cruz gloriosa,

Cruz que se enciende cuándo el Verbo expira.

¡Salve cruz de los montes y caminos,

junto al enfermo suave medicina,

regio trono de Cristo en las familias,

cruz de nuestra fe, salve, cruz bendita!

Reine el señor crucificado,

Levantando la cruz donde moría;

Nuestros enfermos ojos buscan luz,

Nuestros labios, el río de la vida.

Te adoramos, oh cruz que fabricamos,

Pecadores, con manos deicidas;

Te adoramos, ornato del Señor,

Sacramento de nuestra eterna dicha. Amén

 

ORACIÓN

 

      Señor, Dios nuestro, que has querido salvar a los hombres por medio de tu Hijo muerto en la cruz, te pedimos, ya que nos has dado a conocer en la tierra la fuerza misteriosa de la Cruz de Cristo, que podamos alcanzar en el cielo los frutos de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

 

Himno (vísperas)

 

Las banderas reales se adelantan

Y la cruz misteriosa en ellas brilla:

La cruz en que la vida sufrió muerte

Y en que, sufriendo muerte, nos dio vida.

Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo

Que, al ser herido por la lanza dura,

Derramó sangre y agua en abundancia

Para lavar con ellas nuestras culpas.

En ella se cumplió perfectamente

Lo que David profetizó en su verso,

Cuando dijo a los pueblos de la tierra:

“Nuestro Dios reinará desde un madero”.

¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,

árbol hornado con la regia púrpura

y destinado a que su tronco digno

sintiera el roce de la carne pura!

¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,

en que estuvo colgado nuestro precio,

fuiste balanza para el cuerpo santo

que arrebató su presa a los infiernos!

A ti, que eres la única esperanza,

Te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos

Que acrecientes la gracia de los justos

Y borres los delitos de los malos.

Recibe, oh Trinidad, fuente salubre

La alabanza de todos los espíritus,

Y tú que con tu cruz nos das el triunfo,

Añádenos el premio, oh, Jesucristo. Amén

 

Fuente: evangeliodeldia.org

 

 

 

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