jueves, 21 de septiembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 23 DE SEPTIEMBRE – SÁBADO – 24 – SEMANA DE T.O. – A – San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío

 



23 DE SEPTIEMBRE – SÁBADO

– 24 – SEMANA DE T.O. – A –

San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío

 

        Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (6,13-16):

 

   En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 99  

 

      R/. Entrad en la presencia del Señor con vítores

 

    Aclama al Señor, tierra entera,

servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con vítores. R/.

 

    Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

 

    Entrad por sus puertas con acción de gracias,

por sus atrios con himnos,

dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.

 

    «El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades.» R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,4-15):

 

    En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola:

    «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.»

    Dicho esto, exclamó:

    «El que tenga oídos para oír, que oiga.»

    Entonces le preguntaron los discípulos:

    «¿Qué significa esa parábola?»

    Él les respondió:

    «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

    El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»

 

Palabra del Señor

 

1.   Para entender esta parábola, lo primero es tener muy presente que la "palabra" es "inseparable del que la pronuncia".

Una palabra es creíble cuando el que la pronuncia merece credibilidad.   - ¿Cómo va a tener aceptación y acogida una palabra, un discurso, que proviene de una persona cuya forma de vivir está en contradicción con lo que dice? 

Una "palabra" solo puede dar fruto cuando la vida del que la pronuncia es concorde con lo que dice. Por eso Jesús insistió tanto en que su autoridad no se basa en sus títulos o su saber, sino en sus "obras":   "Si realizo las obras de mi Padre, aunque no me creáis a mí, creed en mis obras" (Jn 10, 38).

- ¿Qué predicador puede decir "si no creéis en lo que digo, por qué no creéis en mi forma de vivir?"

Esto vale para predicadores, para catequistas, para todo el que se ponga a hablar del Evangelio.

 

2.   No vendría mal que quien explica la parábola (el hablante) se pare a pensar si el problema no estará en que "el sembrador no siembra lo que tiene que sembrar". Porque se trata de sembrar la Palabra.

Ahora bien, no se siembra la Palabra en cuanto uno se pone a hablar, sino que se siembra la Palabra únicamente cuando, al hablar, se dan las condiciones de lo que se ha llamado la "acción comunicativa" (J. Habermas).

Condiciones básicas:

1) Que lo que dice el hablante resulte comprensible. 

2)  Que el hablante sea fiable; es decir, que tenga credibilidad. 

3) Que la comunicación tenga relación con un contexto normativo vigente, o sea que se hable de cosas que se aceptan como normas de conducta ahora, no hace mil años.

4) Que la intención del hablante sea la que él expresa, por ejemplo, no utilizar la religión para hablar de otros intereses.

Si no se dan estas condiciones, el problema no está en la tierra, sino en el sembrador, que no siembra palabra alguna.

 

3.  Pero igualmente "el oyente de la palabra" (K. Rahner) tiene que repensar su vida a partir de lo que dice la parábola: - ¿tienes un corazón duro?  - ¿Un corazón con piedras? - ¿Con espinas? - ¿Cómo acogemos la palabra del Evangelio? - ¿Qué atención y qué interés concedemos a la palabra que nos viene de los demás? 

Aquí está el problema.

 

San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío

 


25 de mayo de 1887 - 23 de septiembre de 1968

Nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, Italia. En 1903 entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos. El 27 de enero de 1907 hizo la profesión solemne.

Fue ordenado sacerdote en 1910. Por motivos de salud permaneció con su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte. Toda su vida se dedicó a la dirección espiritual, la confesión y la celebración de la Eucaristía. Fundó en 1956 la «Casa del alivio del sufrimiento».

Estigmatizado, soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. Aceptó con profunda humildad y resignación investigaciones y restricciones en su servicio sacerdotal.

Murió el 23 de septiembre de 1968. Juan Pablo II lo beatificó en 1999 y lo canonizó el 16 de junio de 2002.

Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el Padre Pío de Pietrelcina ha sido el primer sacerdote en llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión. Él ya fue conocido en el mundo como el "Fraile" estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios donó particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad de Fraile, llegan hasta nuestros días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu.

El Padre Pío de Pietrelcina que se llamó Francesco Forgione, nació en Pietrelcina, en un pequeño pueblo de la provincia de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Nació en una familia humilde donde el papá Grazio Forgione y la mamá Maria Giuseppa Di Nunzio ya tenían otros hijos.

Desde la tierna edad Francesco experimentó en sí el deseo de consagrarse totalmente a Dios y este deseo lo distinguiera de sus coetáneos. Tal "diversidad" fue observada de sus padres, parientes y de sus amigos. Mamá Peppa contó - "no cometió nunca ninguna falta, no hizo caprichos, siempre obedeció a mí y a su padre, cada mañana y cada tarde iba a la iglesia a visitar a Jesús y a la Virgen. Durante el día no salió nunca con los compañeros. A veces le dije: "Francì sal un poco a jugar. Él se negó diciendo: no quiero ir porque ellos blasfeman". Del diario del Padre Agostino de San Marco in Lamis, quien fuè uno de los directores espirituales del Padre Pío, se enteró de que el Padre Pío, desde el 1892, cuando apenas tenía cinco años, ya vivió sus primeras experiencias carismáticas espirituales. Los Éxtasis y las apariciones fueron tan frecuentes que al niño le pareció que eran absolutamente normales.

Con el pasar del tiempo, pudo realizarse para Francesco lo que fue el más grande de sus sueños: consagrar totalmente la vida a Dios. El 6 de enero de 1903, a los dieciséis años, entró como clérigo en la orden de los Capuchinos.  Fue ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento, el 10 de agosto de 1910. Tuvo así inicio su vida sacerdotal que, a causa de sus precarias condiciones de salud, se desarrollará primero en muchos conventos de la provincia de Benevento. Estuvo en varios conventos por motivo de salud, luego, a partir del 4 de septiembre de 1916 llegó al convento de San Giovanni Rotondo, sobre el Gargano, dónde se quedó hasta el 23 de septiembre de 1968, día de su sentida muerte. 

En este largo período el Padre Pío iniciaba sus días despertándose por la noche, muy antes del alba, se dedicaba a la oración con gran fervor aprovechando la soledad y silencio de la noche.  Visitaba diariamente por largas horas a Jesús Sacramentado, preparándose para la Santa Misa, y de allí siempre sacó las fuerzas necesarias, para su gran labor para con las almas, al acercarlas a Dios en el Sacramento Santo de la Confesión, confesaba por largas horas, hasta 14 horas diarias, y así salvó muchas almas.

Uno de los acontecimientos que señaló intensamente la vida del Padre Pío fue lo que se averiguó la mañana del 20 de septiembre de 1918, cuando, rogando delante del Crucifijo del coro de la vieja iglesia pequeña, el Padre Pío tuvo el maravilloso regalo de los estigmas. Los estigmas o las heridas fueron visibles y quedaron abiertas, frescas y sangrantes, por medio siglo. Este fenómeno extraordinario volvió a llamar, sobre el Padre Pío la atención de los médicos, de los estudiosos, de los periodistas, pero sobre todo de la gente común que, en el curso de muchas décadas fueron a San Giovanni Rotondo para encontrar al santo fraile.

En una carta al Padre Benedetto, del 22 de octubre de 1918, el Padre Pío cuenta su "crucifixión": “¿Qué cosa os puedo decir a los que me han preguntado cómo es que ha ocurrido mi crucifixión? ¡Mi Dios que confusión y que humillación yo tengo el deber de manifestar lo que Tú has obrado en esta tu mezquina criatura!

Fue la mañana del 20 del pasado mes (septiembre) en coro, después de la celebración de la Santa Misa, cuando fui sorprendido por el descanso en el espíritu, parecido a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores, además de las mismas facultades del alma, se encontraron en una quietud indescriptible. En todo esto hubo un total silencio alrededor de mí y dentro de mí; sentí enseguida una gran paz y un abandono en la completa privación de todo y una disposición en la misma rutina.

Todo esto ocurrió en un instante. Y mientras esto se desarrolló; yo vi delante de mí un misterioso personaje parecido a aquél visto en la tarde del 5 de agosto. Éste era diferente del primero, porque tenía las manos, los pies y el costado que emanaban sangre. La visión me aterrorizaba; lo que sentí en aquel instante en mí; no sabría decirlo. Me sentí morir y habría muerto, si Dios no hubiera intervenido a sustentar mi corazón, el que me lo sentí saltar del pecho.

La vista del personaje desapareció, y me percaté de que mis manos, pies y costado fueron horadados y chorreaban sangre. Imagináis el suplicio que experimenté entonces y que voy experimentando continuamente casi todos los días. La herida del corazón asiduamente sangra, comienza el jueves por la tarde hasta al sábado. Mi padre, yo muero de dolor por el suplicio y por la confusión que yo experimento en lo más íntimo del alma. Temo morir desangrado, si Dios no escucha los gemidos de mi pobre corazón, y tenga piedad para retirar de mí esta situación…”

Por años, de cada parte del mundo, los fieles fueron a este sacerdote estigmatizado, para conseguir su potente intercesión cerca de Dios. Cincuenta años experimentados en la oración, en la humildad, en el sufrimiento y en el sacrificio, dónde para actuar su amor, el Padre Pío realizó dos iniciativas en dos direcciones: un vertical hacia Dios, con la fundación de los "Grupos de ruego", hoy llamados “grupos de oración” y la otra horizontal hacia los hermanos, con la construcción de un moderno hospital: "Casa Alivio del Sufrimiento." 

En septiembre los 1968 millares de devotos e hijos espirituales del Padre Pío se reunieron en un congreso en San Giovanni Rotondo para conmemorar juntos el 50° aniversario de los estigmas aparecidos en el Padre Pío y para celebrar el cuarto congreso internacional de los Grupos de Oración. Nadie habría imaginado que a las 2.30 de la madrugada del 23 de septiembre de 1968, sería el doloroso final de la vida terrena del Padre Pío de Pietrelcina. De este maravilloso fraile, escogido por Dios para derramar su Divina Misericordia de una manera tan especial.

 

 

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