19 DE SEPTIEMBRE
–MARTES –
24 –
SEMANA DE T.O. – A –
San Jenaro de Nápoles
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a Timoteo (3,1-13):
Es cierto que
aspirar al cargo de obispo es aspirar a una excelente función. Por lo mismo, es
preciso que el obispo sea irreprochable, que no se haya casado más que una vez;
que sea sensato, prudente, bien educado, digno, hospitalario, hábil para
enseñar; no dado al vino ni a la violencia, sino comprensivo, enemigo de
pleitos y no ávido de dinero; que sepa gobernar bien su propia casa y educar
dignamente a sus hijos.
Porque, ¿Cómo podrá cuidar de la Iglesia
de Dios quien no sabe gobernar su propia casa? No debe ser recién convertido,
no sea que se llene de soberbia y sea por eso condenado como el demonio.
Es necesario que los no creyentes tengan
buena opinión de él, para que no caiga en el descrédito ni en las redes del
demonio. Los diáconos deben, asimismo, ser respetables y sin doblez, no dados
al vino ni a negocios sucios; deben conservar la fe revelada con una conciencia
limpia. Que se le ponga a prueba primero y luego, si no hay nada que
reprocharles, que ejerzan su oficio de diáconos.
Las mujeres deben ser igualmente
respetables, no chismosas, juiciosas y fieles en todo. Los diáconos, que sean
casados una sola vez y sepan gobernar bien a sus hijos y su propia casa. Los
que ejercen bien el diaconado alcanzarán un puesto honroso y gran autoridad
para hablar de la fe que tenemos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios
Salmo: 100
R/. Andaré con rectitud de corazón.
Voy a cantar
la bondad y la justicia;
para ti, Señor, tocaré mi música.
Voy a explicar el camino perfecto.
¿Cuándo vendrás a mí? R/.
Quiero
proceder en mi casa con recta conciencia.
No quiero ocuparme de asuntos indignos,
aborrezco las acciones criminales. R/.
Al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar;
al altanero y al ambicioso
no los soportaré. R/.
Escojo a gente
de fiar
para que vivan conmigo;
el que sigue un camino perfecto
será mi servidor. R/.
Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (7,11-17):
En aquel
tiempo, se dirigía Jesús a una población llamada Naín, acompañado de sus
discípulos y de mucha gente. Al llegar a la entrada de la población, se
encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda, a la
que acompañaba una gran muchedumbre.
Cuando el Señor la vio, se compadeció de
ella y le dijo:
«No llores.»
Acercándose al ataúd, lo tocó y los que
lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo Jesús:
«Joven, yo te lo mando: levántate.»
Inmediatamente el que había muerto se
levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.
Al ver esto, todos se llenaron de temor
y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo:
«Un gran profeta ha surgido entre
nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.»
La noticia de este hecho se divulgó por
toda Judea y por las regiones circunvecinas.
Palabra del Señor
1. El capítulo siete del evangelio de Lucas se centra, sobre todo, en presentar a Jesús como "profeta". Lo repetiremos de nuevo enseguida. Esta idea central del "profeta" es la que explica, en gran medida, el episodio que se relata en este evangelio.
Como es lógico, resulta inevitable que,
para el lector común de los evangelios, surjan dudas sobre el valor histórico
de este episodio, como de otros parecidos (resurrección de muertos, poderío
sobre las fuerzas de la naturaleza...). Por eso es conveniente saber que, en la
literatura antigua, una forma literaria de enaltecer la memoria de un personaje
consistía en atribuirle hechos extraordinarios y milagros en general (J. E.
Meier).
2. Por otra parte, está fuera de duda que el evangelio de Lucas, en su capítulo séptimo, destaca la intención de presentar a Jesús como un profeta (Lc 7,16. 39), un "gran profeta" (prophétes megas). Y para eso, relata un hecho que tiene notables paralelismos con los primeros profetas de Israel: Elías (1 Re 17, 8-24) y Eliseo (2 Re 4, 18-36), que ambos resucitaron a dos niños, hijos de mujeres extranjeras, una viuda de Sarepta y una sunamita. Así, el evangelio de Lucas elogia la misión profética de Jesús, es decir, presenta a Jesús como el más grande de los profetas que Dios envió a su pueblo. Es la idea que se apunta en la tradición romana cuando se menciona el milagro de Apolonio de Tiana (en la antigua Capadocia), que, según Flavio Filóstrato, resucitó también a un muerto.
Teniendo en cuenta siempre que una cosa
es resucitar (pasar a la "otra" vida; y otra es revivir (volver a
"esta" vida).
3. La enseñanza religiosa, que
contienen estas referencias a Jesús como profeta, y profeta de entrañable
misericordia ante el sufrimiento de una pobre viuda que llora la muerte de su
único hijo, destaca que la bondad de Dios hacia su pueblo se revela, no en la
misión sagrada de los sacerdotes, sino en la humanidad bondadosa de los
profetas.
Es sabida la tensión que ha existido, en
la tradición judeo-cristiana, entre sacerdotes y profetas.
En el gran relato del evangelio, esta
tensión sobrepasa el límite supremo de lo admisible, ya que fueron los
sacerdotes los que asesinaron al profeta, que fue Jesús.
No se trata de optar entre el "culto religioso" o la "profecía secular". Pero, cuando el Evangelio insiste en que Dios prefiere la misericordia a los sacrificios, nos está advirtiendo que jamás debemos ver las cosas de la religión de forma que la fidelidad a las observancias sagradas termine ahogando la libertad de la misericordia propia de los profetas de Dios.
San Jenaro de Nápoles
Fue obispo de Benevento en el siglo III;
durante la persecución de Diocleciano, sufrió el martirio, junto con otros
cristianos, en la ciudad de Nápoles, en donde se le tiene una especial
veneración.
San Jenaro, patrón de Nápoles, es famoso
por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace siglos, el día de su
fiesta, el 19 de septiembre. Su sangre, se licua ante la presencia de todos los
testigos que deseen asistir.
Nápoles y Benevento (donde fue obispo) se disputan el nacimiento de San
Jenaro y Benevento.
Durante la persecución de Diocleciano, fueron detenidos en Pozzuoli, por
orden del gobernador de Campania, Sosso, diácono de Miseno, Próculo, diácono de
Pozzuoli, y los laicos Euticio y Acucio. El delito era haber públicamente
confesado su fe.
Cuando San Jenaro tuvo noticias de que su amigo Sosso y sus compañeros
habían caído en manos de los perseguidores, decidió ir a visitarlos y a darles
consuelo y aliento en la prisión. Como era de esperarse, sus visitas no pasaron
inadvertidas y los carceleros dieron cuenta a sus superiores de que un hombre
de Benevento iba con frecuencia a hablar con los cristianos. El gobernador
mandó que le aprehendieran y lo llevaran a su presencia. El obispo
Jenaro, Festo, su diácono y Desiderio, un lector de su iglesia, fueron
detenidos dos días más tarde y conducidos a Nola, donde se hallaba el
gobernador.
Los tres soportaron con entereza los interrogatorios y las torturas a que
fueron sometidos. Poco tiempo después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y
los tres confesores, cargados con pesadas cadenas, fueron forzados a caminar
delante de su carro. En Pozzuoli fueron arrojados a la misma
prisión en que se hallaban sus cuatro amigos. Estos últimos habían sido echados
a las fieras un día antes de la llegada de San Jenaro y sus dos compañeros,
pero las bestias no los atacaron. Condenaron entonces a todo el grupo a ser
echados a las fieras. Los siete condenados fueron conducidos a la arena del
anfiteatro y, para decepción del público, las fieras hambrientas y provocadas
no hicieron otra cosa que rugir mansamente, sin acercarse siquiera a sus
presuntas víctimas.
El pueblo, arrastrado y cegado por las pasiones que se alimentan de la
violencia, imputó a la magia la mansedumbre de las fieras ante los cristianos y
a gritos pedía que los mataran. Ahí mismo los siete confesores fueron
condenados a morir decapitados. La sentencia se ejecutó cerca de Pozzuoli, y en
el mismo sitio fueron enterrados.
Los cristianos de Nápoles obtuvieron las reliquias de San Jenaro que, en el
siglo quinto, fueron trasladadas desde la pequeña iglesia de San Jenaro, vecina
a la Solfatara, donde se hallaban sepultadas. Durante las guerras de los
normandos, los restos del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al
monasterio del Monte Vergine, pero en 1497, se trasladaron con toda solemnidad
a Nápoles que, desde entonces, honra y venera a San Jenaro como su patrono
principal.
Muchos se cuestionan la autenticidad de los hechos arriba mencionados y de
la misma reliquia porque no hay registros sobre el culto a San Jenaro
anteriores al año 431. Pero es significante que ya en esa
época el sacerdote Uranio relata sobre el obispo Jenaro en términos que indican
claramente que le consideraba como a un santo reconocido. Los frescos pintados
en el siglo quinto en la "catacumba de san Jenaro", en Nápoles, lo
representan con una aureola. En los calendarios más antiguos del oriente y el
occidente figura su nombre.
El milagro continúa
Mientras que muchos se cuestionan sobre la historicidad de San Jenaro, nadie
se puede explicar el milagro que ocurre con la reliquia del santo que se
conserva en la Capilla del Tesoro de la Iglesia Catedral de Nápoles, Italia. Se
trata de un suceso maravilloso que ocurre periódicamente desde hace
cuatrocientos años. La sangre del santo experimenta la licuefacción (se hace
líquida). Ocurre cada año en tres ocasiones relacionadas con el santo: la
traslación de los restos a Nápoles, (el sábado anterior al primer domingo de
Mayo); la fiesta del santo (19 de septiembre) y el aniversario de su
intervención para evitar los efectos de una erupción del Vesubio en 1631 (16 de
diciembre)
El día señalado, un sacerdote expone la famosa reliquia sobre el altar,
frente a la urna que contiene la cabeza de san Jenaro. La reliquia es una masa
sólida de color oscuro que llena hasta la mitad un recipiente de cristal
sostenido por un relicario de metal. Los fieles llenan la iglesia en esas
fechas. Es de notar entre ellos un grupo de mujeres pobres conocidas como zie
di San Gennaro (tías de San Jenaro). En un lapso de tiempo que varía por lo
general entre los dos minutos y una hora, el sacerdote agita el relicario, lo
vuelve cabeza abajo y la masa que era negra, sólida, seca y que se adhería al
fondo del frasco, se desprende y se mueve, se torna líquida y adquiere un color
rojizo, a veces burbujea y siempre aumenta de volumen. Todo ocurre a
la vista de los visitantes. Algunos de ellos pueden observar el milagro a menos
de un metro de distancia. Entonces el sacerdote anuncia con toda solemnidad:
"¡Ha ocurrido el milagro!", se agita un pañuelo blanco desde el altar
y se canta el Te Deum. Entonces la reliquia es venerada por el clero y la
congregación.
El 5 de mayo del 2008, reporteros de 20 canales de TV, entre ellos CNN
estaban presentes en la catedral cuando ocurrió el milagro.
El milagro ha sido minuciosamente examinado por personas de opiniones
opuestas. Se han ofrecido muchas explicaciones, pero en base a las rigurosas
investigaciones, se puede afirmar que no se trata de ningún truco y que tampoco
hay, hasta ahora, alguna explicación racional satisfactoria. En la actualidad
ningún investigador honesto se atreve a decir que no sucede lo que de hecho
ocurre a la vista de todos. Sin embargo, antes de que un milagro sea reconocido
con absoluta certeza, deben agotarse todas las explicaciones naturales, y todas
las interrogantes deben tener su respuesta. Por eso la Iglesia favorece la
investigación.
Fruto de las investigaciones.
Entre los elementos positivamente ciertos en relación con esta reliquia,
figuran los siguientes:
1 -La sustancia oscura que se dice es la sangre de San Jenaro (la que, desde
hace más de 300 años permanece herméticamente encerrada dentro del recipiente
de cristal que está sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no
ocupa siempre el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas
veces, la masa dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en
otras ocasiones, ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una tercera
parte de su tamaño.
2 -Al mismo tiempo que se produce esta variación en el volumen, se registra
una variante en el peso que, en los últimos años, ha sido verificada en una
balanza rigurosamente precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a
registrar una diferencia de hasta 27 gramos.
3 -El tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción, no parece
estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera
tenía una temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos
horas antes de que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en
temperaturas mas bajas, de 5º a 8º centígrados, la completa licuefacción se
produjo en un lapso de 10 a 15 minutos.
4 -No siempre tiene lugar la licuefacción de la misma manera. Se han
registrado casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un
color carmesí muy vivo, en otras oportunidades, su color es opaco y su
consistencia pastosa.
Aunque no se ha podido descubrir razón natural para el fenómeno, la Iglesia
no descarta que pueda haberlo. La Iglesia no se opone a la
investigación porque busca la verdad. La fe católica enseña que Dios
es todopoderoso y que todo cuanto existe es fruto de su
creación. Pero la Iglesia es cuidadosa en determinar si un
particular fenómeno es, en efecto, de origen sobrenatural.
La Iglesia pide prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente los
fenómenos. Reconoce la competencia de la ciencia para hacer investigación en la
búsqueda de la verdad, cuenta con el conocimiento de los expertos.
Una vez que la investigación establece la certeza de un milagro fuera de
toda duda posible, da motivo para animar nuestra fe e invitarnos a la
alabanza. En el caso de los santos, el milagro también tiene por fin
exaltar la gloria de Dios que nos da pruebas de su elección y las maravillas
que El hace en los humildes.
El Cardenal Crescenzio Sepe de Nápoles anunció que en el 2009 un grupo de
científicos investigará la milagrosa reliquia.
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