lunes, 4 de septiembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE SEPTIEMBRE – MIERCOLES – 22 – SEMANA DE T.O. – A San Zacarías profeta

 

 


 

6 DE SEPTIEMBRE – MIERCOLES

– 22 – SEMANA DE T.O. – A

San Zacarías profeta

 

      Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,1-8):

 

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos que viven en Colosas, hermanos fieles en Cristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre.

En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad.

Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad la gracia de Dios.

Fue Epafras quien os lo enseñó, nuestro querido compañero de servicio, fiel ministro de Cristo para con vosotros, el cual nos ha informado de vuestro amor en el Espíritu.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 51,10.11

 

R/. Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás

 

Pero yo, como verde olivo,

en la casa de Dios,

confío en la misericordia de Dios

por siempre jamás. R/.

 

Te daré siempre gracias

porque has actuado;

proclamaré delante de tus fieles:

«Tu nombre es bueno.» R/.

 

      Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,38-44):

 

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella.

Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.

Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.

De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:

«Tú eres el Hijo de Dios.»

Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.

Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.

Pero él les dijo:    

«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»

Y predicaba en las sinagogas de Judea.

 

Palabra del Señor

 

1.  En este relato nos encontramos con la primera narración de un conjunto abundante de curaciones de enfermos, realizadas por Jesús.

El tema de las curaciones plantea una serie de preguntas a las que resulta fácil dar una respuesta clara e indiscutible.

En la Antigüedad, hablar de "milagros" era un "género literario", que está presente en las culturas de otros pueblos de aquel tiempo (John P. Meier, con abundante bibliografía).

En relación a estos presuntos "milagros", se plantea una pregunta capital:

- ¿Qué se nos plantea mediante estos relatos?

- ¿Su "historicidad" o su "ejemplaridad"?

De la historicidad, no podemos estar seguros. En todo caso, lo que es indiscutible es su ejemplaridad.

- ¿Qué significa esto?

Muy sencillo y muy claro: la mayor preocupación que tuvo Jesús fue la mayor preocupación que tenemos todos los humanos: "nuestra salud'.

Por eso, las curaciones de enfermos son tan frecuentes en los evangelios.

 

2.  En esto se ve, se palpa, la enorme humanidad de Jesús.

Jesús estaba convencido de que la salud humana integral de las personas es lo primero en la vida. Porque eso de dar vida, suprimir el dolor, aliviar el sufrimiento, aumentar la felicidad es como nos acercaremos más a Dios.

En la medida en que somos más humanos.

 

3.  Pero es evidente que esto no se puede llevar adelante si no nos anima y nos motiva una profunda espiritualidad. Por eso Jesús se retiraba, con tanta frecuencia, a la soledad. Y pasaba las noches en oración. Dialogando constantemente con el Padre del Cielo.

La vida ejemplar, la generosidad sin límites, eso es, ya en sí mismo, la más profunda mística que podemos vivir.

Una mística, reducida a meros sentimientos de nuestro espíritu, puede ser un engaño.

 

San Zacarías profeta

 


Profeta bíblico que desplegó su actividad profética hacia los años 520-518 a. de C. y al que se atribuye la autoría del Libro de Zacarías, libro del Antiguo Testamento perteneciente a los Libros Proféticos, concretamente al grupo de los llamados Libros de los Profetas Menores.

 

El Libro de Zacarías se divide en dos secciones: capítulos 1-8 y 9-14. En general, se piensa que tan sólo la primera parte es obra propiamente de Zacarías, mientras que la segunda, añadida posteriormente, es obra de un autor o autores anónimos. En la primera parte, Zacarías es llamado el hijo de Baraquías, hijo de Ado, lo cual da a entender que pertenecía a una familia sacerdotal. Así se explica el impulso que da al proceso iniciado por Ezequiel en favor del sacerdocio, impulso que más tarde desembocaría en el sometimiento de la función profética a la sacerdotal. Zacarías se muestra como un hombre de firme esperanza y de lenguaje claro. Por eso proclama sus visiones mirando hacia el futuro, en un estilo apocalíptico (1,7-6.8). Nunca, sin embargo, logró la independencia que caracterizó a los profetas anteriores al exilio.

La primera parte del Libro de Zacarías se inicia con una exhortación al arrepentimiento y a la conversión, a la que siguen un conjunto de ocho visiones nocturnas que el profeta experimentó en el 518 a.C. y una colección de oráculos. En la exhortación se pone de manifiesto su exigencia de pureza y moralidad interiores, pues no se contenta con condenar los errores rituales, sino que en sus palabras se descubre el sentido de pecado y de malicia; la transformación de la ciudad debe llevar a la transformación del pueblo. Las visiones nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías, predicen la inminente llegada de una era mesiánica.

A diferencia de la primera, la segunda parte carece de alusiones históricas, y falta toda precisión en torno a fechas y nombres; tampoco existe la preocupación por la construcción del templo, constante en la primera parte. Mientras que el estilo de la primera parte es prosaico y redundante, el de la segunda es poético y a menudo de difícil interpretación. No obstante, el espíritu apocalíptico de la primera continúa en ésta y alcanza en el capítulo 14 su más alta expresión. Más que la obra de un determinado autor, esta segunda parte parece la expresión final de una tradición inspirada. Su composición se debió prolongar a lo largo del primer siglo de la época helenista (a partir del 332, probablemente antes del 200 a.C.), pues en el Eclesiástico ya se mencionan los doce profetas menores.

En esta segunda parte se distinguen tres secciones: en la primera el oráculo se dirige a los pueblos sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios sacará un resto que le servirá (9,1-11,3); la segunda es una especie de acción simbólica en la imagen del pastor para expresar el abuso de los malos pastores y la venganza que sobre ellos tomará el Señor, a quien han menospreciado (11,4-17 con 13,7-9); finalmente, la tercera es una exposición de diecisiete unidades escatológicas, introducidas todas con la expresión "aquel día". El mensaje de esta segunda parte se centra en la doctrina mesiánica: se anuncia el resurgimiento de la estirpe del rey David y la llegada de un Mesías humilde. Estos rasgos se armonizan en la persona de Jesucristo, razón por la cual el Nuevo Testamento hará referencia frecuente al profeta Zacarías.

 

 

 

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