sábado, 2 de septiembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 4 DE SEPTIEMBRE – LUNES – 22 – SEMANA DE T.O. – A San Bonifacio I papa

 

 

 


 

4 DE SEPTIEMBRE – LUNES –

22 – SEMANA DE T.O. – A

San Bonifacio I papa

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (4,13-18):

 

No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues sí creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.

Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.

Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor.

Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

 

Palabra de Dios

 

Salmo 95,1.3.4-5.11-12a.12b-13

 

R/. El Señor llega a regir la tierra

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,

cantad al Señor, toda la tierra.

Contad a los pueblos su gloria,

sus maravillas a todas las naciones. R/.

 

Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,

más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,

mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.

 

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar

y cuanto lo llena; vitoreen los campos

y cuanto hay en ellos. R/.

 

Aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega, ya llega

a regir la tierra: regirá el orbe con justicia

y los pueblos con fidelidad. R/.

 

       Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,16-30):

 

En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura.

Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.»

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.

Y él se puso a decirles:

«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»

Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

Y decían:

«¿No es éste el hijo de José?»

Y Jesús les dijo:

«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo" y' "haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún".»

Y añadió:

«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

 

Palabra del Señor

 

1.   Para entender este relato de Lucas, al comienzo de la vida pública Jesús, hay que saber que, en el mundo romano del siglo primero, a nadie se ocurría pensar que la religión y la política estuvieran separadas. Roma afirmaba que su imperio era tal por mandato de los dioses. Aquellos a quienes consideramos jefes religiosos con sede en Jerusalén, sumos sacerdotes y escribas, eran en realidad los jefes políticos de Judea y aliados de Roma (Josefo, Ant. 20. 251). Por esto es por lo que Lucas empieza el relato de la actividad de Jesús recordando el primer enfrentamiento de Jesús con los fanáticos que quisieron matar a Jesús porque había presentado el amor de Dios con los extranjeros y los que no pertenecían a los "elegidos" (cf. Warren Carter).

 

2.  Por esto se comprende el texto de Lucas, que centra su interés en el tema de la "libertad": liberación de los esclavos y de los encarcelados.

El evangelio presenta a Jesús como el libertador de los que sufren en su cuerpo y en su espíritu. A fin de cuentas, salud y libertad son dos de los bienes que más apreciamos y necesitamos los humanos. 

Los vecinos de Nazaret no comprendían que Jesús, un hijo de aquel pueblo, viniera para decir que los profetas Elías y Eliseo cuidaran de los extranjeros antes que de los israelitas.

 

3.  En el caso del evangelio de Lucas, que hoy se recuerda, hay que notar el contraste de lo que ocurrió en la sinagoga de Nazaret.

Jesús anuncia la liberación de los oprimidos. Y todos los oyentes sufrían, sin duda, opresión. Pero —sea cual sea la lectura que se haga de la mejor traducción del texto griego original— el hecho es que el anuncio esperanzador de Jesús terminó en conflicto y, por poco, aquello acaba en un homicidio.

El texto, en efecto, relata que los vecinos de Nazaret quisieron despeñar a Jesús por un tajo.

¿Por qué?

Sin duda alguna, porque había herido sus sentimientos nacionalistas y xenófobos.

La cosa está clara: hay gente que antepone el nacionalismo a la libertad.

Jesús rechaza todo tipo de conductas que, en definitiva, anteponen "lo propio" a "lo humano", lo que a todos nos une.

Los nazarenos se creían superiores a los extranjeros. Pero Jesús es precisamente eso lo que no tolera. Esta postura, por poco, no le costó la vida.

 

San Bonifacio I papa


XLII Papa

 

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Máximo, en vía Salaria Nueva, sepultura de san Bonifacio I, papa, que trabajó para solucionar muchas controversias sobre disciplina eclesiástica (422).

 

Etimología: Bonifacio = que hace el bien. Viene de la lengua latina.

Elegido el 28 diciembre del 418; falleció en Roma, el 4 de septiembre del 422. Poco se conoce de su vida previa a su elección. El "Liber Pontificalis" lo llama un romano, e hijo del presbítero Jocundus. Se cree que ge ordenado por el Papa Damasus I (366-384) y que fue representante de Inocencio I en Constantinopla (c. 405).

A la muerte del Papa Zosimus, la Iglesia Romana entró en el quinto de sus cismas, con el resultado de dobles elecciones papales que perturbaron su paz durante las primeras centurias. Poco después de las exequias de Zosimus, el 27 diciembre, 418, una facción del clero romano formada principalmente por diáconos, tomó la basílica de Lateran y eligió como papa al Archidiácono Eulalius. El alto clero intentó entrar, pero fue violentamente rechazado por una chusma de partidarios de Eulalian.

Al día siguiente, ellos se reunieron en la iglesia de Theodora y eligieron como Papa, contra su voluntad, al anciano Bonifacio, un sacerdote muy estimado por su caridad, conocimientos, y buen carácter. El domingo 29 diciembre, fueron consagrados los dos, Bonifacio en la Basílica de San Marcelo, apoyado por nueve obispos provinciales y unos setenta sacerdotes; Eulalius en la basílica de Lateran en presencia de los diáconos, unos pocos sacerdotes y el Obispo de Ostia que fue convocado desde su lecho de enfermo para ayudar en la ordenación. Los dos procedieron a actuar como papas, y Roma comenzó a vivir en una tumultuosa confusión por el ruido producido por las facciones de ambos rivales. El Prefecto de Roma, Symmachus, hostil a Bonifacio, informó el problema al Emperador Honorius de Ravenna, y aseguró la confirmación imperial de la elección de Eulalius. Bonifacio fue expulsado de la ciudad. Sus partidarios, sin embargo, lograron hacerse oír por el emperador que convocó a un sínodo de obispos italianos en Ravenna para reunir a los papas rivales y discutir la situación (febrero, marzo, 419). Incapaz de alcanzar una decisión, el sínodo tomó unas pocas decisiones prácticas pendientes hasta un concilio general de obispos italianos, galos y africanos, a ser convocados en mayo para solucionar la dificultad. Pidió que ambos demandantes dejaran Roma hasta que se alcanzara una decisión, y prohibió el retorno bajo pena de condenación. Como Pascua, el 30 de marzo, estaba acercándose, Achilleus, Obispo de Spoleto, fue delegado para encabezar los servicios Pascuales en la vacante sede romana. Bonifacio fue enviado, aparentemente, al cementerio de Santa Felicitas en la Vía Salaria, y Eulalius a Antium. El 18 marzo, Eulalius volvió audazmente a Roma, reunió a sus partidarios avivando nuevamente la disputa, y rechazó con desprecio las órdenes del prefecto para dejar la ciudad; tomó la basílica de Lateran el sábado Santo (29 marzo), decidido a presidir las ceremonias pascuales. Las tropas imperiales fueron convocadas para deponerlo y hacer posible para Achilleus dirigir los servicios. El emperador, profundamente indignado con estos procedimientos, se negó a considerar nuevamente las demandas de Eulalius reconociéndose a Bonifacio como Papa legítimo (3 de abril, 418). Este último volvió a Roma el 10 abril y ge aclamado por el pueblo. Eulalius fue designado Obispo de Nepi en Toscana o de alguna sede en Campania, según los contradictorios datos de las fuentes del "Liber Pontificalis". El cisma había durado quince semanas. A comienzos de 420, la crítica enfermedad del papa, animó a los partidarios de Eulalius a hacer otro intento. Ya recuperado, Bonifacio pidió al emperador (1o. de julio, 420) prever alguna manera de evitar un nuevo cisma en el caso de su muerte. Honorius promulgó una ley estableciendo que, en el caso de elecciones Papales disputadas, no debe reconocerse ningún candidato, y debe efectuarse una nueva elección.

El reino de Bonifacio fue marcado por el gran celo y actividad en organizar la disciplina y la autoridad. Revirtió la política de su predecesor de dotar a ciertos obispos Occidentales con poderes extraordinarios del vicariato papal. Zosimus había dado a Patroclus, Obispo de Arles, extensa jurisdicción en las provincias de Viena y Narbonne, y lo había hecho intermediario entre estas provincias y la Sede Apostólica. Bonifacio disminuyó estos derechos primados y restauró los poderes metropolitanos de los obispos principales de provincias. Así él respaldó a Hilary, Arzobispo de Narbonne, en su elección de un obispo de la sede vacante de Lodeve, contra Patroclus que intentó designar a otro (422). Así, también, insistió para que Maximus, Obispo de Valencia, fuera juzgado por sus supuestos crímenes, no por un primado, sino por un sínodo de obispos galos, y prometió sostener su decisión (419). Bonifacio tuvo éxito en las dificultades de Zosimus con la Iglesia africana con respecto a las apelaciones a Roma y, en particular, en el caso de Apiarius. El Concilio de Cartago, habiendo escuchado las presentaciones de los delegados de Zosimus, envió a Bonifacio el 31 mayo, 419, una carta en respuesta al commonitorium de su predecesor. Declaraba que el concilio había sido incapaz de verificar los cánones que los delegados habían citado como de Nicena, pero que más tarde resultaron ser de Sardican. Estaba de acuerdo, sin embargo en observarlos hasta que pudiera efectuarse la comprobación. Esta carta se cita a menudo para ilustrar la actitud desafiante de la Iglesia africana ante la Sede Romana. Un estudio imparcial de la misma, sin embargo, debe llevar a una conclusión no más extrema que la de Dom Chapman: "fue escrita con considerable irritación, aunque en un muy estudiado tono moderado"(Revisión de Dublín. Julio, 1901, 109-119). Los africanos estaban irritados ante la insolencia de los delegados de Zosimus y se indignaron por ser instados a obedecer leyes que pensaron no tenían una consistente fuerza en Roma. Esto ellos se lo manifestaron a Bonifacio directamente; todavía, lejos de repudiar su autoridad, le prometieron obedecer las leyes sospechosas, mientras que reconocieron la función del Papa como guardián de la disciplina de la Iglesia. En 422 Bonifacio recibió la apelación de Anthony de Fussula que, a través de los esfuerzos de San Agustín, había sido depuesto por un sínodo provincial de Numidia, y decidió que debía ser restaurado en el caso de que su inocencia se estableciera. Bonifacio apoyó ardientemente a San Agustín en su combate contra el Pelagianismo. Habiendo recibido dos cartas de Pelagian que calumniaban a Agustín, se las envió. En reconocimiento de esta lealtad Agustín dedicó a Bonifacio su respuesta, contenida en "Contra das Epístolas Pelagianoruin Libri quatuor".

En el Este, mantuvo celosamente su jurisdicción sobre las provincias eclesiásticas de Illyricurn, sobre las que el Patriarca de Constantinopla estaba intentando afianzar el mando a causa de volverse una parte del imperio Oriental. El Obispo de Thessalonica había sido constituido vicario papal en este territorio, mientras ejercía su jurisdicción por encima de los metropolitanos y obispos. Por las cartas a Rufus, el titular contemporáneo de la sede, Bonifacio vigiló estrechamente los intereses de la iglesia de Illyrian e insistió en la obediencia a Roma. En 421, el descontento expresado por ciertos obispos, a causa de la negativa del Papa para confirmar la elección de Perigines como Obispo de Corinto a menos que el candidato fuera reconocido por Rufus, sirvió como pretexto para que el joven emperador Theodosius II concediera el dominio eclesiástico de Illyricurn al Patriarca de Constantinopla (14 julio, 421). Bonifacio protestó ante Honorius por la violación de los derechos de su sede, y prevaleció sobre él, que instó a Theodosius para que rescinda su promulgación. La ley no fue promulgada, pero permaneció en los códigos de Theodosian (439) y Justiniano (534) y causó muchos problemas a los papas subsiguientes. Por una carta del 11 marzo, 422, Bonifacio prohibió la consagración en Illyricum de cualquier obispo que Rufus no hubiera reconocido. Bonifacio renovó la legislación del Papa Soter, prohibiendo a las mujeres tocar los sagrados linos o intervenir en el quemado de incienso. Dio fuerza a las leyes que prohibían a los esclavos ser clérigos. Fue enterrado en el cementerio de Maximus en la Vía Salaria, cerca de la tumba de su favorito, San. Felicitas en cuyo honor y en gratitud por su ayuda, le había erigido un oratorio encima del cementerio que lleva su nombre.

 

Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

 

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