29 DE SEPTIEMBRE
– VIERNES
– 25 –
SEMANA DE T.O. – A –
Miguel, Gabriel y Rafael
Lectura de la profecía de Daniel (7,9-10.13-14):
Durante la visión, vi que colocaban unos
tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera
como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río
impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones
estaban a sus órdenes.
Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión
nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó
al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los
pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su
reino no tendrá fin.
Palabra de Dios
Salmo: 137,1-2a.2b-3.4-5.7c-8
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de
los ángeles tañeré para ti,
me postraré
hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre:
por tu
misericordia y tu lealtad,
porque tu
promesa supera a tu fama;
cuando te
invoqué, me escuchaste,
acreciste el
valor en mi alma. R/.
Que te den gracias, Señor, los reyes de
la tierra,
al escuchar
el oráculo de tu boca;
canten los
caminos del Señor,
porque la
gloria del Señor es grande. R/.
Lectura
del libro del Apocalipsis12,7-12a
Hubo un combate en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el
dragón, y el dragón combatió, él y sus ángeles. Y no prevaleció y no quedó
lugar para ellos en el cielo. Y fue precipitado el gran dragón, la serpiente
antigua, el llamado Diablo y Satanás, el que engaña al mundo entero; fue
precipitado a la tierra y sus ángeles fueron precipitados con él.
Y
oí una gran voz en el cielo que decía:
«Ahora
se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la
potestad de su Cristo; porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche. Ellos lo vencieron en virtud
de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio que habían dado, y no
amaron tanto su vida que temieran la muerte. Por eso, estad alegres, cielos, y
los que habitáis en ellos».
Palabra de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,47-51):
En aquel tiempo, vio Jesús que se
acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?»
Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te
vi.»
Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas
mayores.»
Y le añadió:
«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y
bajar sobre el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor
Homilía del Papa en Santa Marta
Las lecturas
del día nos presentan imágenes muy fuertes: la visión de la gloria de Dios
narrada por el profeta Daniel, con el Hijo del Hombre, Jesucristo, ante el
Padre (cfr. Dan 7,9-10.13-14); la lucha del Arcángel Miguel y sus ángeles
contra el gran dragón, la serpiente antigua, el llamado diablo que seduce a
toda la tierra habitada, pero es derrotado, como afirma el Apocalipsis (cfr. Ap
12,7-12); y el Evangelio en el que Jesús le dice a Natanael (cfr. Jn 1,47-51):
Veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del
hombre (Jn 1,51).
El
Apocalipsis dice que la lucha entre el demonio y Dios viene después de que
Satanás intente destruir a la mujer que está a punto de dar a luz al hijo.
Satanás siempre procura destruir al hombre: ese hombre que Daniel veía en la
gloria, y que Jesús decía a Natanael que vendría en su gloria. Desde el
principio, la Biblia nos habla de esto: de la seducción para destruir, de
Satanás. Quizá por envidia. Leemos en el salmo 8: Tú hiciste al hombre superior
a los ángeles (S 8,5), y la inteligencia tan grande del ángel no podía aguantar
esa humillación, que una criatura inferior fuese hecha superior; por eso quería
destruirlo. Satanás intentar destruir a la humanidad, a todos nosotros. Tantos
planes —quitando nuestros pecados—, tantos y tantos proyectos de
deshumanización del hombre, son obra de él, simplemente porque odia al hombre.
¡Es astuto!: ya lo dice la primera página del Génesis; es astuto. Presenta las
cosas como si fueran buenas, aunque su intención es la destrucción.
Pero los
ángeles nos defienden. Defienden al hombre y defienden al Hombre-Dios, al
Hombre superior, a Jesucristo, que es la perfección de la humanidad, el más
perfecto. Por eso, la Iglesia honra a los ángeles, porque están en la gloria de
Dios y defienden el gran misterio escondido de Dios: que el Verbo se hizo carne
(Jn 1,14). También la tarea del pueblo de Dios es proteger al hombre: al Hombre
Jesús, porque es el hombre que da vida a todos los hombres. En cambio, en sus
planes de destrucción, Satanás inventa excusas humanísticas, pero que van
contra el hombre, contra la humanidad y contra Dios.
La lucha es
una realidad diaria en la vida cristiana: en nuestro corazón, en nuestra vida,
en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestras iglesias... ¡Si no se lucha,
seremos derrotados! Afortunadamente, el Señor dio esa tarea principalmente a
los ángeles: luchar y vencer. ¡Qué bonito es el canto final del Apocalipsis,
después de esa lucha: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de
nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el
acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y
noche (Ap 12,10).
Acostumbrémonos
a encomendarnos a los Arcángeles y a rezar aquella oración antigua, pero tan
bonita, al Arcángel san Miguel*, para que siga defendiendo el misterio más
grande de la humanidad: que el Verbo se hizo Hombre, murió y resucitó. Ese es
nuestro tesoro. Que continúe luchando para protegerlo.
* Oración a san Miguel: Arcángel
San Miguel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la maldad y las
asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su
imperio; y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno con el
poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados, que andan por el
mundo tratando de perder a las almas. Amén.
Santos Arcángeles Miguel,
Gabriel y Rafael
Miguel, fuerte
protector de la Iglesia contra las asechanzas del Maligno. Su nombre indica su
fidelidad ilimitada y su celo por la gloria de Dios en el combate librado
contra los ángeles rebeldes a Dios.
Gabriel, mensajero de Dios, anunció a María
y al mundo la inauguración de los tiempos mesiánicos.
Rafael, medicina de Dios, compañero de
ruta de la Iglesia, que peregrina todavía por este mundo. Su nombre evoca su
misión de médico y compañero de viaje del joven Tobías.
Los 3 Arcángeles, los únicos cuyos nombres
constan en la Biblia
Martirologio Romano: Fiesta de los
santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En el día de la dedicación de la
basílica bajo el título de San Miguel, en la vía Salaria, a seis miliarios de
Roma, se celebran juntamente los tres arcángeles, de quienes la Sagrada
Escritura revela misiones singulares y que, sirviendo a Dios día y noche, y
contemplando su rostro, a él glorifican sin cesar.
Breve Semblanza
Son los nombres con que se presentan en la
Sagrada Escritura estos tres príncipes de la corte celestial.
Miguel aparece en defensa de los intereses
divinos ante la rebelión de los ángeles malos; Gabriel, enviado por el Señor a
diferentes misiones, anunció a la Virgen Maria el misterio de la Encarnación
del Hijo de Dios y su maternidad divina; Rafael acompañó al joven Tobías cuando
cumplia un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su
esposa.
Actualmente, se habla mucho de los ángeles: se
encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden
"angelitos" de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al
cuello y comentan su importancia y sus nombres.
Hay que tener cuidado, pues se puede caer en
dar a los ángeles atribuciones que no les corresponden y elevarlos a un lugar
de semidioses, convertirlos en "amuletos" que hacen caer en la
idolatría, o crear confusiones entre lo que son las inspiraciones del Espíritu
Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes
en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo
que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses.
A pesar de que están de moda, por otro
lado, es muy fácil que nos olvidemos de su existencia, por el ajetreo de la
vida y principalmente, porque no los vemos.
Este olvido puede hacernos desaprovechar
muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles.
Por esta razón, la Iglesia ha fijado dos
festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles
y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado
un ángel custodio y aprovechemos estos días para pedir su ayuda.
Misión de los ángeles
Los ángeles son seres espirituales creados
por Dios por una libre decisión de su Voluntad divina. Son seres inmortales,
dotados de inteligencia y voluntad. Debido a su
naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los
sentidos.
En algunas ocasiones muy especiales, con la
intervención de Dios, se han visto y oído materialmente. La reacción de las
personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, los
profetas Daniel y Zacarías.
En el siglo IV, el arte religioso representó
a los ángeles con forma de figura humana. En el siglo V, se le añadieron las
alas, como símbolo de su prontitud en realizar la Voluntad divina y en
trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad.
En la Biblia encontramos algunos motivos para
que los ángeles sean representados como seres brillantes, de aspecto humano y
alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un "ser que parecía
varón" -se refería al arcángel Gabriel- volando rápidamente, vino a él
(Daniel 8, 15-16; 9,21). Y, en el libro del Apocalipsis, son frecuente las
apariciones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son
portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que
están de pie en cada uno de los cuatro puntos cardinales de la tierra o junto
al trono del Cordero, Cristo.
La misión de los ángeles es amar, servir y
dar gloria a Dios, ser mensajeros y cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están
constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando,
adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones.
Se puede decir que son mediadores, custodios, guardianes, protectores y
ministros de la justicia divina.
La presencia y la acción de los ángeles
aparece a lo largo del Antiguo Testamento, en muchos de sus libros sagrados.
Aparece frecuentemente, también, en la vida y enseñanzas de Nuestro Señor,
Jesucristo, en la Carta de san Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y,
principalmente, en el Apocalipsis.
Con la lectura de estos textos, podemos
descubrir algo más acerca de los ángeles: nos protegen, nos defienden
físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal. luchan con todo
su poder por y con nosotros.
Como ejemplo, está la milagrosa liberación de
San Pedro que pudo huir de la prisión ayudado por un ángel (Hechos 12, 7 y
siguientes). También, aparece un ángel deteniendo el brazo de Abraham, para que
no sacrificara a su hijo, Isaac.
Los ángeles nos comunican mensajes
importantes del Señor en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de
dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un
problema, actuar acertadamente y para descubrir la verdad.
Por ejemplo, tenemos las apariciones a la
Virgen María, a San José y a Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los
ángeles.
Los ángeles cumplen, también, las sentencias
de castigo del Señor, como el castigo a Herodes Agripa (Hechos de los
Apóstoles) y la muerte de los primogénitos egipcios (Exódo 12, 29).
Los ángeles presentan nuestras oraciones al
Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos
conducirán, con toda bondad, después de nuestra muerte, hasta el trono de Dios
para nuestro encuentro definitivo con Él. Este será el último servicio que nos
presten pero el más importante. El arcángel Rafael dice a Tobías: "Cuando
ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor", (Tob 12, 12 - 16).
Ellos nos animan a ser buenos pues ven
continuamente el rostro de Dios y también ven el nuestro. Debemos tener
presentes las inspiraciones de los ángeles para saber obrar correctamente en
todas las circunstancias de la vida. "Los ángeles se regocijan cuando un
pecador se arrepiente", (Lucas 15, 10).
Jerarquía de los ángeles
Se suelen enumerar nueve coros u órdenes
angélicos. Esta jerarquía se basa en los distintos nombres que se encuentran en
la Biblia para referirse a ellos. Dentro de esta jerarquía, los superiores
hacen participar a los inferiores de sus conocimientos.
Cada tres coros de ángeles constituyen una
jerarquía y todos ellos forman la corte celestial.
Jerarquía Suprema:
serafines
querubines
tronos
Jerarquía Media:
ominaciones
virtudes
potestades
Jerarquía Inferior:
Serafines: Son los "alabadores" de
Dios. Serafín significa "amor ardiente". Los serafines alaban
constantemente al Señor y proclaman su santidad.
(Isaías 6, 17)
Querubines: Son los "guardianes" de las
cosas de Dios. Aparecen como encargados de guardar el arca de la alianza y el
camino que lleva al árbol de la vida. Entre dos querubines comunica Yahvé sus
revelaciones. "Se sienta sobre querubines".
(Génesis, Éxodo, en la visión de Ezequiel, 1, 4 y Carta a los Hebreos,
9,5).
Potestades, Virtudes, Tronos, Principados y
Dominaciones:
En la Biblia encontramos estos diversos
nombres cuando se habla del mundo angélico. Hay quien interpreta los nombres de
los ángeles como correspondientes a su grado de perfección. Para San Gregorio,
los nombres de los ángeles se refieren a su ministerio:
los principados son los
encargados de la repartición de los bienes espirituales
las virtudes son los encargados de hacer los
milagros las potestades son los que luchan contra las fuerzas adversas las dominaciones son los que
participarán en el gobierno de las sociedades los tronos son los que están
atentos a las razones del obrar divino.
Existe, también,
una jerarquía basada en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia
para referirse a ellos. A los arcángeles les podríamos llamar los
"asistentes de Dios". Son ángeles que están al servicio directo del
Señor para cumplir misiones especiales.
Arcángel San Miguel: es el que arrojó del Cielo a Lucifer
y a los ángeles que le seguían y quien mantiene la batalla contra Satanás y demás
demonios para destruir su poder y ayudar a la Iglesia militante a obtener la
victoria final. El nombre de Miguel significa "quien como Dios". Su
conducta y fidelidad nos debe invitar a reconocer siempre el señoría e Jesús y
buscar en todo momento la gloria de Dios.
Arcángel San Gabriel: en hebreo
significa "Dios es fuerte", "Fortaleza de Dios". Aparece
siempre como el mensajero de Yahvé para cumplir misiones especiales y como
portador de buenas noticias. Anunció a Zacarías el nacimiento de Juan, el Bautista
y a la Virgen María, la Encarnación del Hijo de Dios.
Arcángel San Rafael: su nombre quiere
decir "medicina de Dios". Tiene un papel muy importante en la vida
del profeta Tobías, al mostrarle el camino a seguir y lo que tenía que hacer.
Tobías obedeció en todo al arcángel San Rafael, sin saber que era un mensajero
de Dios. Él se encargó de presentar sus oraciones y obras buenas a Dios,
dejándole como mensaje bendecir y alabar al Señor, hacer siempre el bien y no
dejar de orar. Se le considera patrono de los viajeros por haber guiado a
Tobías en sus viajes. Es patrono, también, de los médicos (de cuerpo y alma)
por las curaciones que realizó en Tobit y Sara, el padre y la esposa de Tobías.
Los ángeles custodios
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para
protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo.
Afirma sobre este tema San Jerónimo: "Grande es la dignidad de las almas,
cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado
para su custodia".
En el Antiguo Testamento se puede observar
como Dios se sirve de sus mensajeros para proteger a los hombres de la acción
del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando a Elías
lo alimentó un ángel, (1 Reyes, 19, 5).
En el Nuevo Testamento también se pueden
observar muchos sucesos y ejemplos en los que aparecen estos seres: el mensaje
a San José para que huyera a Egipto y los ángeles que sirvieron a Jesús,
después de las Tentaciones en el desierto, entre otros ejemplos.
Se puede decir que los ángeles custodios son
compañeros de viaje, que siempre estarán al lado de cada uno de nosotros, en
las buenas y en las malas, sin separarse ni un solo momento. Está a nuestro
lado mientras trabajamos, descansamos, cuando nos divertimos y cuando rezamos,
cuando le pedimos ayuda y cuando le olvidamos. Y, lo más importante, es que no
se aparta de nosotros ni siquiera cuando perdemos la gracia de Dios por el
pecado. Nos presta auxilio para enfrentar de mejor ánimo las dificultades y
tentaciones de la vida diaria.
Muchas veces se piensa en el ángel de la
guarda como si fuera algo infantil. Pero, si pensamos que al crecer la persona
se enfrentará a una vida con mayores tentaciones y dificultades, el ángel
custodio será de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el
ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el
amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro.
Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda
y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está muy cerca
de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos.
Recordemos que los ángeles no pueden conocer
nuestros pensamientos ni deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de
alguna manera, ya que sólo Dios sabe lo que hay dentro de nuestro corazón.
Ellos, en cambio, sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras
obras, palabras, gestos, etc.
También podemos pedirle favores especiales a
los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de
determinados peligros o las guíen en situaciones difíciles.
¿Qué nos enseñan los ángeles?
Nos enseñan a:
glorificar al Señor, proclamar su santidad y
rendirle sus homenajes de adoración, de amor y de ininterrumpida alabanza.
cumplir con exactitud y prontamente
todas las órdenes que recibimos del señor y a cumplir su Voluntad sin discutir
sus mandatos ni aplazando el cumplimiento de éstas.
servir al prójimo, pues ellos están preocupados por
nosotros y quieren ayudarnos en las diversas circunstancias que se nos
presentan en la vida. Esto nos anima a compartir con nuestros hermanos penas y
alegrías.
¿Quiénes son los ángeles caídos?
Dios creó a los ángeles como espíritus puros,
todos se encontraban en estado de gracia. Pero algunos, encabezados por Luzbel,
el más bello de los ángeles, por su malicia y soberbia se negaron a adorar a
Jesucristo, Dios hecho hombre, por sentirse seres superiores. Así, rechazaron
eternamente a Dios con un acto inteligente y libre de su parte.
A Luzbel -también denominado Lucifer,
Diablo o Satán- junto con los ángeles rebeldes que le siguieron -convertidos en
demonios- fueron arrojados del Cielo al infierno. Quedaron confinados a un
estado eterno de tormento en donde nunca más podrán ver a Dios.
No cambiaron su
naturaleza, siguen siendo seres espirituales y reales.
Lucifer es el enemigo de Dios. Jesús le llama
“el engañador”, “el padre de la mentira”. Su constante actividad en el mundo
busca apartar a los hombres de Dios mediante engaños e invitaciones al mal.
Quiere evitar que lo conozcan, que lo amen y que alcancen la felicidad eterna.
Es un enemigo con el que se tiene que luchar para poder llegar al Cielo.
Los demonios se encuentran organizados en
jerarquías, tal y como fueron creados en un principio, subordinados los inferiores
a los superiores.
Satanás y sus demonios comenzaron sus
maléficas acciones con Adán y Eva y no se dan por vencidos en su labor.
Aprovechan la inclinación del hombre hacia el mal por su naturaleza que quedó
dañada después del pecado original. Son muy astutos, disfrazan el mal de bien.
Su acción ordinaria en el hombre es la tentación. Por ello rezamos en el
Padrenuestro: “...no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.”
¿Por qué creer en los ángeles?
Toda la Sagrada Escritura está llena de
versículos y capítulos completos que hablan de los ángeles. Si creemos en la
Sagrada Escritura, no podemos negar la existencia y la acción de los ángeles.
Además del testimonio de la Revelación,
tenemos el de los Santos Padres de la Iglesia quienes nos dejaron bellas y
sugestivas descripciones de los ángeles que fueron retomadas por Santo Tomás no
sólo en el aspecto teológico sino en un dinamismo cristiano. La Iglesia ha
definido dogma de fe la existencia de los ángeles.
Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario