miércoles, 20 de septiembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 22 DE SEPTIEMBRE – VIERNES – 24 – SEMANA DE T.O. – A – San Mauricio de Agauno y compañeros

 


22 DE SEPTIEMBRE – VIERNES

– 24 – SEMANA DE T.O. – A –

San Mauricio de Agauno y compañeros

 

      Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (6,2c-12):

 

Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar. Si alguno enseña otra cosa distinta, sin atenerse a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad, es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir atendiendo sólo a las palabras. Esto provoca envidias, polémicas, difamaciones, sospechas maliciosas, controversias propias de personas tocadas de la cabeza, sin el sentido de la verdad, que se han creído que la piedad es un medio de lucro.

Es verdad que la piedad es una ganancia, cuando uno se contenta con poco. Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Teniendo qué comer y qué vestir nos basta. En cambio, los que buscan riquezas caen en tentaciones, trampas y mil afanes absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la perdición y la ruina. Porque la codicia es la raíz de todos los males, y muchos, arrastrados por ella, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos.

Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto; practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.

Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 48

 

R/. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos

 

¿Por qué habré de temer los días aciagos,

cuando me cerquen y acechen los malvados,

que confían en su opulencia

y se jactan de sus inmensas riquezas,

si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate? R/.

 

Es tan caro el rescate de la vida,

que nunca les bastará

para vivir perpetuamente

sin bajar a la fosa. R/.

 

No te preocupes si se enriquece un hombre

y aumenta el fasto de su casa:

cuando muera, no se llevará nada,

su fasto no bajará con él. R/.

 

Aunque en vida se felicitaba:

«Ponderan lo bien que lo pasas»,

irá a reunirse con sus antepasados,

que no verán nunca la luz. R/.

 

      Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,1-3):

 

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

 

Palabra del Señor

 

1.   No es fácil, para quienes vivimos en el siglo XXI, comprender la libertad y el atrevimiento que supone lo que se dice, en este evangelio, sobre las mujeres que acompañaban a Jesús y sus discípulos.

En aquel tiempo y aquella cultura, tenía que resultar casi incomprensible ver, por los caminos de Galilea, a un grupo mixto de hombres y mujeres, todos en bloque, de pueblo en pueblo.

Las leyes y costumbres del judaísmo no permitían semejante libertad sospechosa o incluso escandalosa. En el Imperio, la mujer era para vivir dedicada al marido, a los hijos y a la casa (Robert C. Knapp).

Entre los judíos, todo esto era más estricto. Según Filón, "mercados, consejos, tribunales, procesiones festivas, reuniones de grandes multitudes de hombres, en una palabra:  toda la vida pública…, está hecha para los hombres. A las mujeres les conviene quedarse en casa y vivir retiradas... Las mujeres están recluidas y no salen del patio de la casa (De Spec. Leg. III, 169; cf. J. Jeremias).

 

2.   Jesús rompió con todo esto. Y formó una comunidad mixta, de forma que siempre, que se encontró en situaciones de conflictividad con las mujeres, se puso de parte de ellas. Baste recordar los casos de la samaritana (Jn 4), la gran prostituta (Lc 7), la adúltera (Jn 8), la anulación de la ley que permitía al hombre expulsar a la mujer de la casa por cualquier causa (Mt 19; Deut 24, 1), el derroche de María al perfumar a Jesús con lo más caro que se vendía entonces (Jn 12).

Es más, cuando los hombres habían huido asustados, las mujeres acompañaron a Jesús en el camino del Calvario (Lc 21, 27 ss), ante la cruz y cuando agonizaba, se menciona solo un grupo de mujeres, allí frente al ajusticiado (Mc 15, 40-41). Y es bien sabido que quienes tuvieron el privilegio de ser los primeros que vieron al Resucitado fueron las mujeres (Mt 28, 1 ss; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-13; Jn 20, 11-18).

 

3. Por todo esto resulta admirable la libertad de Jesús y su humanidad, que se pone en evidencia en el trato con las mujeres. Jesús, al proceder así, defendió de hecho, la igualdad del hombre y la mujer. Y devolvió a la mujer la dignidad que se le había quitado. Una tarea urgente y apremiante para los cristianos y para la Iglesia en este mundo de tantas desigualdades e injusticias.

Jesús vio claramente que el futuro de la humanidad estará resuelto el día que se hayan superado las diferencias y se haya logrado la igualdad, en dignidad y derechos, de todos los humanos.

 

San Mauricio de Agauno y compañeros

 


En Agauno (hoy Saint Maurice d´Agaune), en la región de Valais, en el país de los helvecios, santos mártires Mauricio, Exuperio, Cándido, que, siendo soldados, al decir de san Euquerio de Lyon, fueron sacrificados por su fe en Cristo, en tiempo del emperador Maximiano, juntamente con sus compañeros de la misma legión Tebea y el veterano Víctor, ilustrando así a la Iglesia con su gloriosa pasión (c. 302).

 

San Euquero, muerto a mediados del siglo V, quiso recoger por escrito las tradiciones orales para «salvar del olvido las acciones de estos mártires». Su relato está escrito a la distancia de siglo y medio adelante de los hechos descritos que siempre fueron propuestos con valor de ejemplaridad y por cristianos que cantan las glorias de sus héroes. Es decir, el relato euqueriano presenta algunos elementos del género épico, pero es innegable que la verdad cruda, histórica y real aparece bajo la depuración de los elementos innecesarios.

 

¿Qué fue lo que pasó?

Diocleciano ha asociado a su Imperio a Maximiano Hércules. Ambos son acérrimos enemigos del nombre cristiano y decretaron la más terrible de las persecuciones.

En las Galias se produce una rebelión y Maximiano acude a sofocarla. Entre sus tropas se encuentra la legión Tebea procedente de Egipto y compuesta por cristianos. Su jefe es Mauricio que antes de incorporarse a su destino ha visitado en Roma al papa Marcelo. En los Alpes suizos, antes de introducirse por los desfiladeros, Maximiano ordena un sacrificio a los dioses para impetrar su protección en la campaña emprendida.

Los componentes de la legión Tebea rehúsan sacrificar, se apartan del resto del ejército y van a acampar a Agauna, entre las montañas y el Ródano, no lejos del lado oriental del lago Leman.

Maximiano, al conocer el motivo de la deserción, manda diezmar a los legionarios rebeldes, pasándolos a espada. Los sobrevivientes se reafirman en su decisión y se animan a sufrir todos los tormentos antes que renegar de la verdadera religión.

Maximiano, cruel como una fiera enfurecida, manda diezmar una segunda vez la legión formada por soldados cristianos y doblegarla. Mientras se lleva a cabo la orden imperial, el resto de los tebanos se exhortan entre sí a perseverar animados por sus jefes: Mauricio («negro» o «moro»), Cándido («blanco») y Exuperio («levantado en alto»). Encendidos con tales exhortaciones, los soldados envían una delegación a Maximiano para exponerle su resolución: que obedecerán al emperador siempre que su fe no se lo impida, y que, si determina hacerlos perecer, renunciarán a defenderse, como hicieron sus camaradas, cuya suerte no temen seguir.

Viendo el emperador su inflexibilidad, da órdenes a su ejército para eliminar a la legión de Tebea que se deja degollar como mansos corderos. En el campo corren arroyos de sangre como nunca se vio en las más cruentas batallas.

Víctor («victorioso»), un veterano licenciado de otra legión, pasa por el lugar mientras los verdugos están celebrando su crueldad. Al informarse de los hechos se lamenta de no haber podido acompañar a sus hermanos en la fe. Los verdugos le sacrifican junto con los demás.

Solo conocemos el nombre de estos cuatro mártires, los otros nombres Dios los conoce. Según San Euquero, la legión estaba formada por 6.600 soldados.

Ya en el siglo IV se daba culto en la región a los mártires de Tebea. Luego, la horrenda matanza de militares que se dejó martirizar por su fe en Cristo dio la vuelta al mundo entre los bautizados. Los que por su oficio tuvieron que pelear mucho, a lo largo de los siglos se acogieron a San Mauricio y a sus compañeros en las batallas (el piadoso rey Segismundo, Carlomagno, Carlos Martel, la Casa de Saboya, las Órdenes de San Lázaro y la del Toisón de Oro, el mismo Felipe II…). Y hasta el mundo del arte dejó para la posteridad, en los pinceles del Greco, la gesta de quienes habían aprendido aquello de que es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres y prefirieron, consecuentemente, perder la vida a traicionar su fe.

 

Archimadrid.org

 

 

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