1 DE OCTUBRE
– DOMINGO
– 26 –
SEMANA DE T.O. – A –
Santa Teresita del
Niño Jesús
Lectura de la
profecía de Ezequiel (18,25-28):
Así dice el Señor:
«Comentáis:
"No es justo el proceder del Señor". Escuchad, casa de Israel: ¿es
injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto?
Cuando el
justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad
que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica
el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte
de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»
Palabra de Dios
Salmo:
24,4bc-5.6-7.8-9
R/. Recuerda,
Señor, que tu misericordia es eterna
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y
Salvador,
y todo el día te estoy esperando. R/.
Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son
eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con
rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,1-11):
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos
une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría:
manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por
rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre
superiores a los demás.
No os
encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos, el interés de los demás.
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de
su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a
la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le
concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua
proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (21,28-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo:
«¿Qué os
parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo,
ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero
después recapacitó y fue.
Se acercó al
segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no
fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
«El primero.»
Jesús les
dijo:
«Os aseguro
que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del
reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la
justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le
creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le
creísteis.»
Palabra del Señor.
Ir por lana y salir trasquilado
Esto es lo que ocurre a los nuevos
protagonistas que presenta el evangelio de Mateo. Hasta este momento,
sacerdotes y “ancianos” (equivalentes a nuestros senadores) no han desempeñado
papel alguno. Jesús no ha tenido contacto con ellos en Galilea. Pero ahora,
cuando la liturgia, en un vuelo asombroso, nos traslada a Jerusalén durante el
lunes santo, se presentan ante Jesús pidiéndole cuentas de lo que ha hecho el
día antes, cuando purificó el templo, expulsando a mercaderes y cambistas, y
curó en el recinto sagrado a cojos y ciegos, a los que estaba prohibida la
entrada en el templo.
Una pregunta
y tres respuestas
Lo
anterior va a provocar que los responsables religiosos (sacerdotes) y políticos
(ancianos) le pregunten a Jesús: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha
dado esa autoridad?». El evangelio de Mateo responde en tres pasos.
1) En el primero, Jesús pone a las autoridades entre la espada y la pared,
preguntándoles: «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los
hombres?» Viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro,
responden: «No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os
digo con qué autoridad hago esto».
2) Inmediatamente pasa al contrataque, con la parábola que leemos este
domingo: la de los dos hijos (Mt 21,28-32).
3)
Sin interrupción, añade una nueva parábola: los viñadores homicidas, que
leeremos el próximo domingo.
En
conjunto, la denuncia de sacerdotes y ancianos es durísima:
1) no se atreven a dar una opinión sobre
Juan Bautista;
2) son peores que los recaudadores de
impuestos y las prostitutas, que sí le hicieron caso a Juan;
3) para apoderarse de una viña que no
les pertenece, deciden asesinar al hijo del propietario (Dios).
No
es raro que, tras escuchar estas tres acusaciones, decidieran matar a Jesús.
La
lectura de hoy se centra en el segundo punto.
Obras son amores, y no buenas razones
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
― ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos
hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la
viña". Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó
y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy,
señor" Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?
Contestaron:
― El primero.
Jesús les dijo:
― Os aseguro que los publicanos y las
prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino
Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en
cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto,
vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.
La
historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos caen en
la trampa. ¿Quién cumple la voluntad del padre? ¿El hijo protestón y maleducado
que termina haciendo lo que le piden, o el hijo amable y sonriente que hace lo
que le da la gana? La respuesta es fácil: el primero. Lo importante no es decir
palabras bonitas; tampoco importa protestar mucho. Lo importante es hacer lo
que el padre desea. «Obras son amores, y no buenas razones».
Pero
Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de mala
manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma aparentemente
piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las palabras
hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al final te
conviertes, que ser obispo, sacerdote, o pertenecer a cualquier congregación o institución
religiosa y ser incapaz de convertirse.
¿En
qué consiste la conversión? Nueva sorpresa. No se trata de aceptar a Jesús y su
mensaje, sino a Juan Bautista, que mostraba el camino de la justicia, de la
fidelidad a Dios, como primer paso hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde
indirectamente a la pregunta que no habían querido responder las autoridades:
«¿De dónde procedía el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo
de Juan era cosa de Dios, su predicación marcaba el camino recto. Las
prostitutas y los recaudadores, representados por el hijo protestón, pero
obediente, creyeron en él. Las autoridades religiosas, representadas por el
hijo tan amable como falso, no le creyeron.
¿Tirando piedras contra el propio tejado?
Lo
curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse contra
Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna de
crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen,
personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir,
ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas
pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal.
Además,
el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos piadosos de
nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y si en algo
tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan extrañas y
discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero, Pedro
Casaldáliga o el Papa Francisco.
Así
adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «los publicanos y las
prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar
en ese reino, hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un
corte drástico y doloroso con la vida anterior. La institución religiosa
seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el argumento de la parábola para
rechazar a Juan y a Jesús. Sin embargo, el Reino se irá incrementando con esas
personas indignas de crédito, pero que creen en quien les muestra el camino de
una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas personas que, como dice el profeta
Ezequiel en la primera lectura, son capaces de recapacitar y convertirse.
Así dice el Señor: Comentáis: “No es
justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi
proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se
aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que
cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el
derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de
los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.
Santa Teresita del Niño
Jesús
Memoria de santa Teresa del Niño
Jesús, virgen doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio
de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en
Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección
cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística
solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su
vida a los veinticinco años, el día treinta de septiembre.
Vida de Santa Teresita del Niño
Jesús
Santa Teresa del Niño Jesús nació en la
ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran
Luis Martin y Acelia María Guerin, ambos venerables. Murió en 1897, y en 1925
el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las
misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán
de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta
joven carmelita. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan
Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones).
«Siempre he deseado, afirmó en su
autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he
constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la
misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y
el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de
desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables,
por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más
grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis
imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un
camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera
yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy
demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Teresa era la última de cinco hermanas -
había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia
muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho
que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración».
Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió,
y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría
sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar
siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas,
especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una
ternura materna y paterna a la vez.
Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar
y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era
para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la
ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la
certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.
Durante su infancia siempre destacó por su
gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o
afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por
ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque
si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá
muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se
preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo
amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona
de él».
Cuando sólo tenía quince años, estaba
convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no
se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa.
Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; él le dijo: «Entraréis,
si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y
convincente que se me grabó en el corazón».
En el Carmelo vivió dos misterios: la
infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño
Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de
renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie
de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino
del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de tuberculosis;
murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos
tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos
enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus
oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier
como patrona de las misiones.
https://www.santopedia.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario