24 DE SEPTIEMBRE
– DOMINGO
– 25 –
SEMANA DE T.O. – A –
Nuestra Señora de la
Merced
Lectura del
libro de Isaías (55, 6-9):
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que
el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor,
y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son
vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–.
Como el cielo es
más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes
que vuestros planes.
Palabra de Dios
Salmo: 144
R/. Cerca
está el Señor de los que lo invocan
Día tras día, te bendeciré, Dios mío
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor y merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,20c-24.27a):
Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para
mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida
mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger.
Me encuentro en
ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho
lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para
vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de
Cristo.
Palabra de Dios
Lectura del
Santo Evangelio Según San Mateo (20,1-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El Reino de los
Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros
para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los
mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la
plaza sin trabajo, y les dijo:
"Id también
vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron.
Salió de nuevo
hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y
encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo estáis aquí el día entero
sin trabajar?" Le respondieron:
"Nadie nos
ha contratado."
Él les dijo:
"Id también
vosotros a mi viña."
Cuando oscureció,
el dueño de la viña dijo al capataz:
"Llama a los
jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los
primeros."
Vinieron los del
atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros,
pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.
Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
"Estos
últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros,
que hemos aguantado el peso del día y el bochorno."
Él replicó a uno
de ellos:
"Amigo, no
te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y
vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para
hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy
bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor
¿Injusticia o bondad? Marruecos, Libia y la alternativa de Pablo.
A cada uno un denario
Una parábola
provocadora
Durante el
período de formación de los discípulos, tal como lo cuenta el evangelio de
Mateo, Jesús parece disfrutar desconcertándolos con sus ideas sobre el
matrimonio, la importancia de los niños, la riqueza. Pero el punto culminante
del desconcierto lo constituye esta parábola sobre el pago por el trabajo
realizado.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a
contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario
por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin
trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo
debido." Ellos fueron…..
El
protagonista es un terrateniente con capacidad para contratar a gran número de
obreros. No es un señorito que se dedica a disfrutar de los productos del
campo. Al amanecer ya está levantado, en la plaza del pueblo, contratando por
el jornal habitual de la época: un denario. Y tres veces más, a las 9 de la
mañana, a las 12, incluso a las 5 de la tarde, vuelve del campo al pueblo en
busca de más mano de obra. A estos no les dice cuánto les pagará. Pero les da
lo mismo. Algo es algo.
Hasta
ahora todo va bien. Un propietario rico, preocupado por su finca, atento todo
el día a que rinda el máximo. Se intuye también un aspecto más positivo y
social: le preocupa el paro, el que haya gente que termine el día sin nada que
llevar a su casa.
Pero este
personaje tan digno se comporta al final como un cabrón. Al atardecer, cuando
llega el momento de pagar, ordena al administrador que no empiece por los
primeros, sino por los últimos. Cuando estos, sorprendidos, reciben un denario
por una sola hora de trabajo, los demás, especialmente los de las 6 de la
mañana, alientan la esperanza de recibir un salario mucho más elevado. Con gran
indignación de su parte, reciben lo mismo. Es lógico que protesten.
¿Por qué no
empezó el propietario por los primeros, los dejó marcharse, y luego pagó a los
otros sin que nadie se enterase? ¿Por qué quiso provocar la protesta? Porque sin
el escándalo y la indignación no caeríamos en la cuenta de la enseñanza de la
parábola.
¿Cabrón o
bueno?
Los
jornaleros de la primera hora plantean el problema a nivel de justicia. En
cambio, el terrateniente lo plantea a nivel de bondad. Él no ha cometido
ninguna injusticia, ha pagado lo acordado. Si paga lo mismo a los de la última
hora es por bondad, porque sabe que necesitan el denario para vivir, aunque
muchos de ellos sean vagos e irresponsables.
¿Quiénes son
los de las 6 de la mañana y los de las 5 de la tarde?
En la comunidad de Mateo, formada por cristianos procedentes del judaísmo y del
mundo pagano, predicar que Dios iba a recompensar igual a unos que a otros
podía levantar ampollas. El judío se sentía superior a nivel religioso: su
compromiso con Dios se remontaba a siglos antes, a Moisés; llevaba el sello de
la alianza en su carne, la circuncisión; había cumplido los mandatos y decretos
del Señor; no habían faltado un sábado a la sinagoga.
- ¿Cómo iban a pagarles lo mismo a estos paganos recién convertidos, que
habían pasado gran parte de su vida sin preocuparse de Dios ni del prójimo?
Usando unas
palabras del profeta Daniel,
- ¿cómo iban
a brillar en el firmamento futuro igual que ellos?
En este
planteamiento se comprende el reproche que les hace el propietario (Dios):
vuestro problema no es la justicia sino la envidia, os molesta que yo sea
bueno.
Desde la época de Mateo han pasado veinte siglos; la interpretación anterior ya
no resulta actual y podemos sustituirla por otra: los cristianos que han
cumplido desde niños la voluntad de Dios, que no han faltado un domingo a misa,
ni han tomado la píldora anticonceptiva, y se enteran de que Dios va a
compensar igual que a ellos a gente que sólo pisa la iglesia para entierros y
bodas y que interpretan la moral de la Iglesia según les convenga. A algunos de
ellos puede parecerles una gran injusticia. Dios no lo ve así, porque piensa
recompensarles cómo se merecen. Si da lo mismo a los otros no es por justicia,
sino por bondad.
¿No es de
hipócritas indignarse?
Si alguno se
sigue indignando con la actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o
tonto. En el fondo, el que se indigna es porque piensa que lleva trabajando
desde las 6 de la mañana, que lo ha hecho todo bien y merece una mayor
recompensa de parte de Dios. Si examina detenidamente su vida, quizá advierta
que empezó a trabajar a las 11 de la mañana, y que se ha sentado a descansar en
cuanto pensaba que el capataz no lo veía. A buen entendedor, pocas palabras.
En cambio, el
que es consciente de haber rendido poco en su vida, de no haberse comportado en
muchos momentos como debiera, de haber empezado a trabajar a las 5 de la tarde,
se sentirá animado con esta parábola.
Las cinco de
la tarde
Cabe el
peligro de interpretar lo anterior como “Dios es muy bueno y podemos dedicarnos
a la gran vida”. La invitación a ir a trabajar a las 5 de la tarde, aunque sólo
sea una hora, es un toque de atención No se trata de seguir vagueando
irresponsablemente. Siempre hay tiempo para echar una mano al propietario de la
finca.
Este es el
tema de la 1ª lectura, tomada de Isaías, que usa un lenguaje mucho más severo.
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca;
que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al
Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no
son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los
vuestros, mis planes, que vuestros planes.
No habla de
desocupados sino de malvados y criminales. Pero los exhorta a regresar al
Señor, que “tendrá piedad” porque “es rico en perdón”.
En el
evangelio, con fuerte contraste, no son malvados y criminales los que van en
busca de Dios; es el mismo Dios quien sale al encuentro, cuatro veces al día,
de todas las personas que necesitan de su ayuda.
Tanto el
evangelio como Isaías coinciden en afirmar, cada uno a su estilo, que los
planes y los caminos de Dios son muy distintos y más elevados que los nuestros.
La alternativa de
Pablo y la pandemia (Fil 1,20c.24.27a)
Igual que el
domingo pasado, la segunda lectura no tiene relación con el evangelio, pero sí
mucha con la realidad actual de los miles de muertos provocados por el
terremoto de Marruecos y las inundaciones en Libia.
Pablo está en
la cárcel, y no sabe si saldrá absuelto o lo condenarán a muerte. Para
nosotros, la elección sería clara: absolución. Pablo ve las cosas de otro modo:
la absolución le permitiría seguir trabajando por sus cristianos y por la
extensión del evangelio; pero la muerte le permitiría «estar con Cristo,
que es con mucho lo mejor». En esta alternativa, no sabe qué escoger.
Lo absolverán,
y continuará su obra unos años más, hasta que la muerte le permita estar con
Cristo. En esta época en que solo se habla de la muerte como fría estadística o
tragedia personal y familiar, Pablo nos recuerda a los cristianos que la muerte
es el paso a disfrutar eternamente de la compañía del Señor.
La Santísima Virgen es venerada con el título «de la Merced» en España,
sobre todo en Aragón y Cataluña, y en Hispanoamérica. El formulario –teniendo
en cuenta la finalidad para la que san Pedro Nolasco instituyó la Orden
mercedaria en el año 1218, la redención de los cautivos cristianos– invoca a
Cristo, «Redentor de los hombres», que «nos mereció con su sacrificio» «la
verdadera libertad de hijos» (Oración colecta).
Alfonso el Sabio, en plena Edad Media, ya empleaba el
término merced relacionándolo con la redención de los cautivos: «sacar a los
omes de captivo es cosa que place mucho a Dios, porque es obra de merced». Así
empleaba el término para expresar misericordia, gracia, caridad o limosna.
Indudablemente, para él, los cautivos son «aquellos que caen en prisión de omes
de otra religión».
Santa María de la Merced fue el nombre mediterráneo de
la Virgen en el siglo XIII. Siglos de lucha y de fe. Son aguas infectadas de
turcos y sarracenos que abordan barcos en el mar; cuando pisan las costas dejan
a su paso ruina y destrucción. El viejo abuso de la sociedad que se llama
esclavitud era el pan de cada día. Fruto de luchas religiosas. Pedro Nolasco no
podía sufrir este mal social. Pedía a la Virgen el remedio corporal y
espiritual para los pobres desgraciados cautivos. Más, vendió sus bienes y,
como mercader, se propuso tratar la compra y rescate de los cautivos.
La fundación de la Merced es uno de los acontecimientos
religiosos más notables acaecidos durante el reinado de Jaime I rey de Aragón,
protagonista de la incorporación a sus dominios de Mallorca y del reino de
Valencia. La fecha de fundación fue objeto de largas controversias; pero hay
que situarla alrededor de 1212. Según la tradición, en la noche del 2 de agosto
de 1218, la Virgen se apareció a Pedro Nolasco, nativo del sur de Francia, a
Ramón (Raimundo) de Penyafort y al rey Jaime I para manifestarle su voluntad
consistente en fundar una orden religiosa que tuviera como fin la imitación de
Jesús con la redención de los cristianos cautivos de los infieles, dándose si
fuera necesario a cambio. Fue el 10 de agosto de 1218, en Barcelona, en la
catedral y en el altar de santa Eulalia, cuando el obispo Berenguer vistió el
hábito blanco, con las armas reales bajo la cruz en el pecho, a Pedro Nolasco y
a otros jóvenes fundándose la orden de la Merced. El rey la protegió
largamente, ha sido venerado siempre como patrono y fundador, le concedió
privilegios y en los últimos años de su vida se los confirmó.
Su organización era muy parecida a la de las órdenes
militares y, hasta 1312, sus maestros generales eran caballeros laicos. En
1235, el Papa Gregorio IX, a instancias de Ramón de Penyafort, les autorizó a
constituirse en orden religiosa. Adoptaron la regla de san Agustín. Pronto se
le une una caterva de jóvenes llenos de fe dispuestos a secundarle.
Rápidamente se fundaron conventos en Barcelona,
Mallorca, Santa María del Puig, Valencia, etc. La orden tuvo amplia difusión en
la Cristiandad por su función religiosa, humanitaria y social.
En torno a la redención de los cautivos, hay en el
mercedario primacía de lo espiritual y una intensa predicación de Cristo entre
los infieles.
Es preciso recabar fondos para conseguir la libertad. Y
eso se hace con una intensa predicación de la caridad en nombre de la Virgen de
la Merced. Se habla a nobles y sencillos; hay un pulular de mercedarios por los
templos, los castillos, las calles y los campos pidiendo limosna para ayudar a
otros. Es preciso motivar a la gente con el fin de que, por Dios, piensen en
los demás. Lo que hace creíble a la Iglesia de todos los tiempos es la caridad.
Luego viene la oferta y la demanda en tierra de moros
para liberar cautivos. Fez, Argel, Tetuán y otros puntos son el terreno propio
de la transacción. Se busca a los cautivos principalmente en las cárceles y
desde allí se tocan las almas de los que se tienen a sí mismos como perdidos
para la fe, otros están flacos, en muchos casos se previene la apostasía y se
combate el error del Corán, manteniendo una presencia de la Iglesia allí donde
hay tanto sufrimiento.
Y, si llega el triste momento de que peligrara la fe,
el mercedario sustituye al cautivo como lo atestigua el número de los mártires
mercedarios. Y entre tanto, la Virgen, la oración, la esperanza, el consuelo y
la ilusión hasta que se rompan los grilletes de la esclavitud.
La vuelta, el regreso a los puertos españoles,
franceses e italianos es triunfal y rayana en lo apoteósico. Esperan las novias
o esposas, las madres y los hijos de los cautivos. Se escuchan cantos de
libertad con estandarte de redención. No puede faltar la acción de gracias al
Señor que lo ha hecho posible y la Procesión con la Virgen de la Merced.
Después, hace falta prestar atención médica, alimentos,
descanso y disponer las cosas para que los centenares de cautivos puedan
reintegrarse a su hogar. Así va corriendo de boca en boca el nombre de la
Virgen de la Merced por los caminos y posadas, y se le nombra en los puertos y
ciudades y se celebra su mediación en las iglesias y en las casas. Lo cantan
los poetas. Gratitud y alabanza.
Venerada públicamente la Virgen de la Merced ya desde
el 1230.
La Cofradía de la Merced colabora con los misioneros
mercedarios.
Y las primeras mercedarias aparecen en 1265 con María
de Cervellón.
Conocer, amar y servir a Santa María está en la médula
de vivir mercedario. ¡Qué bien nos vendría hoy una actividad apostólica
mercedaria intensa que ayudara a librar tanto cautivo de las nuevas
esclavitudes!
Archimadrid.org
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