lunes, 18 de septiembre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 DE SEPTIEMBRE – MIERCOLES – 24 – SEMANA DE T.O. – A – San Andrés Kim y Pablo Cong

 


20 DE SEPTIEMBRE – MIERCOLES

 – 24 – SEMANA DE T.O. – A –

San Andrés Kim y Pablo Cong

 

       Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (3,14-16):

 

Aunque espero ir a verte pronto, te escribo esto por si me retraso; quiero que sepas cómo hay que conducirse en la casa de Dios, es decir, en la asamblea de Dios vivo, columna y base de la verdad.

Sin discusión, grande es el misterio que veneramos: Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, predicado a los paganos, creído en el mundo, llevado a la gloria.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 110,1-2.3-4.5-6

 

R/. Grandes son las obras del Señor

 

Doy gracias al Señor de todo corazón,

en compañía de los rectos, en la asamblea.

Grandes son las obras del Señor,

dignas de estudio para los que las aman. R/.

 

Esplendor y belleza son su obra,

su generosidad dura por siempre;

ha hecho maravillas memorables,

el Señor es piadoso y clemente. R/.

 

Él da alimento, a sus fieles,

recordando siempre su alianza;

mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,

dándoles la heredad de los gentiles. R/.

 

       Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,31-35):

 

En aquel tiempo, dijo el Señor:

«¿A quién se parecen los hombres de esta generación?

¿A quién los compararemos?

Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis."

Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenla un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores."

Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón.»

 

Palabra del Señor

 

1.  En realidad, lo que aquí se relata es una parábola original y elocuente.  Se trata de la parábola de los dos grupos de niños que juegan en la plaza de un pueblo (Mt 11, 16-19).

Esta parábola no es la acusación que Jesús hace contra los "hombres de aquella generación", sino la enseñanza de la parábola en sí.

Porque, en ese relato tan breve, lo que se nos presenta es el hecho de dos proyectos de vida.  Dos formas de buscar a Dios. Es decir, dos caminos hacia Dios, pero que son contradictorios.

Se trata del camino de Juan Bautista, por una parte. Y del camino de Jesús (el Hijo del Hombre), por otra parte.  

Dos programas ejemplares, absolutamente opuestos, y que, por supuesto, dan que pensar.

 

2.  La cuestión es la siguiente. En la plaza (se supone, de un pueblo o aldea), un grupo de niños toca la flauta, que era la música característica de las bodas; en tanto que otro grupo de chiquillos cantan lamentaciones, el canto que acompañaba los entierros. Hasta aquí, todo normal.  

Pero lo sorprendente es que Jesús asocia el entierro con la forma de vida que llevó Juan Bautista, "que ni comía ni bebía", mientras que la boda la asocia con la vida que llevaba el propio Jesús, "que come y bebe". Lo que menos nos interesa a nosotros es la maldad que había en las gentes que dijeron que el Bautista estaba endemoniado, al tiempo que, de Jesús lo que dijeron es que era "un comilón y un borracho".

Evidentemente esto quiere decir que aquellas gentes rechazaron lo mismo a Juan que a Jesús. Pero, insistamos en que eso no es lo que a nosotros nos interesa.

Entonces, ¿Qué nos viene a decir esta pequeña historia?

 

3.  La cosa está clara. El Evangelio presenta dos caminos para buscar a Dios.

          El camino de la "boda" y el del "entierro". La boda es vida, felicidad, alegría, fiesta. El entierro es muerte, tristeza, sufrimiento. Juan Bautista, con su vida de asceta se asocia a un entierro. Jesús, con sus amistades, comidas y banquetes, se asocia a una boda. Lo que el Evangelio nos enseña es que el camino que traza Jesús no es el camino de la ascética y todo lo que eso lleva consigo de dureza y privaciones, sino el camino de la convivencia gozosa, compartiendo la alegría de vivir. Y compartiendo esa alegría precisamente con quienes casi nadie quiere compartir la amistad, con "publicanos y pecadores", o sea, con las gentes marginales, los peor vistos por la sociedad puritana y que se considera a sí misma como intachable. 

En la medida en que todo esto crea divisiones y exclusiones, despreciadores y despreciados, Jesús no quiere ese camino. 

Más dura que la "ascética ejemplar" es la "felicidad compartida con todos" aun a costa de ser visto por algunos como un individuo sospechoso o incluso escandaloso.  Pero lo que importa y lo que Dios quiere es que pasemos por la vida contagiando felicidad a quienes se relacionan con nosotros a lo largo de la vida.

 

San Andres Kim y Pablo Cong


 

La fiesta que hoy recordamos es conocida como la de San Andrés Kim y Compañeros Mártires. Fue la primera canonización que se realizó fuera de Roma en los últimos 700 años, y es que la situación lo ameritaba, porque estaban siendo premiados con la santidad el primer sacerdote coreano y sus 102 compañeros.

San Andrés Kim, el primer sacerdote de la Iglesia en el oriente, creció comprendiendo el valor de defender su fe. Él nació el 21 de agosto de 1821, años antes su bisabuelo había muerto martirizado, y cuando sólo era un niño, tuvo que afrontar por el mismo motivo, la muerte de su padre, mientras su madre era destinada a vivir en la calle y pedir limosna, debido a la represión religiosa que azotó Corea hasta finales del siglo XIX, y que hoy, un siglo más tarde sigue estando vigente.

En 1836 Andrés fue elegido como seminarista por un misionero que pasaba por su población. En 1844 fue ordenado diácono en China y un año más tarde ordenado sacerdote en Shangai. De allí se dirigió nuevamente a Corea en donde cumplió la gran parte de su trabajo pastoral.

Sirvió al Señor como sacerdote sólo un año y pocos meses. En junio de 1846 fue arrestado y enviando a una cárcel en Seúl; allí estuvo tres meses y el 16 de septiembre fue decapitado, cuando apenas tenía 26 años. Entre sus pertenencias se encontró una carta en coreano, dirigida a sus fieles. “En este difícil tiempo, para ser victorioso se debe permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades como valientes soldados completamente armados en el campo de batalla”.

Junto con el padre Kim se destaca la canonización del laico Pablo Chong, nacido en Korea en 1795. Sus padres, una hermana y un hermano, fueron martirizados entre los años 1801 y 1839. Cuando tenía 20 años partió hacia Seúl para tratar de reconstruir la Iglesia en este lugar. Decidió intentar llevar misioneros al país, pero sus intentos se vieron bloqueados por la misma persecución, uno de ellos, murió antes de poder ingresar al país.

 

En 1839, a la edad de 45 años, fue arrestado por ser considerado como uno de los que había intentado llevar misioneros extranjeros a Korea. Fue decapitado en Seúl el 22 de septiembre.

Las figuras del Padre Andrés y de Pablo Chong son sólo una pequeña muestra de la persecución religiosa de las que son víctimas los cristianos en el oriente. En la actualidad los católicos no gozan de plena libertad para practicar su fe y como sucedió con estos santos, siguen siendo perseguidos por sus creencias.

Su amor a Dios y la Iglesia fue reconocido el 19 de junio de 1988, cuando el Papa Juan Pablo II canonizó y proclamo santos a 117 mártires que derramaron su sangre en la Conchinchina, Annam y Tonkín, en la actualidad el norte de Vietnam. Entre los mártires había 11 españoles, un grupo de franceses, y los demás coreanos. Ellos murieron víctimas de suplicios, hambre, sed, asfixia, insultos y burlas. Murieron perdonando todo lo que les habían hecho.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario