20 DE SEPTIEMBRE
– MIERCOLES
– 24 – SEMANA DE T.O. – A –
San Andrés
Kim y Pablo Cong
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a Timoteo (3,14-16):
Aunque espero
ir a verte pronto, te escribo esto por si me retraso; quiero que sepas cómo hay
que conducirse en la casa de Dios, es decir, en la asamblea de Dios vivo,
columna y base de la verdad.
Sin discusión, grande es el misterio que
veneramos: Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, contemplado por
los ángeles, predicado a los paganos, creído en el mundo, llevado a la gloria.
Palabra de Dios
Salmo: 110,1-2.3-4.5-6
R/. Grandes son las obras del Señor
Doy gracias al
Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R/.
Esplendor y
belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente. R/.
Él da
alimento, a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (7,31-35):
En aquel
tiempo, dijo el Señor:
«¿A quién se parecen los hombres de esta
generación?
¿A quién los compararemos?
Se parecen a unos niños, sentados en la
plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos
lamentaciones y no lloráis."
Vino Juan el Bautista, que ni comía ni
bebía, y dijisteis que tenla un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y
bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y
pecadores."
Sin embargo, los discípulos de la
sabiduría le han dado la razón.»
Palabra del Señor
1. En realidad, lo que aquí
se relata es una parábola original y elocuente. Se trata de la
parábola de los dos grupos de niños que juegan en la plaza de un pueblo (Mt 11,
16-19).
Esta parábola no es la acusación que
Jesús hace contra los "hombres de aquella generación", sino la
enseñanza de la parábola en sí.
Porque, en ese relato tan breve, lo que
se nos presenta es el hecho de dos proyectos de vida. Dos formas de
buscar a Dios. Es decir, dos caminos hacia Dios, pero que son contradictorios.
Se trata del camino de Juan Bautista, por una parte. Y del camino de Jesús (el Hijo del Hombre), por otra parte.
Dos programas ejemplares, absolutamente
opuestos, y que, por supuesto, dan que pensar.
2. La cuestión es la
siguiente. En la plaza (se supone, de un pueblo o aldea), un grupo de niños
toca la flauta, que era la música característica de las bodas; en tanto que
otro grupo de chiquillos cantan lamentaciones, el canto que acompañaba los
entierros. Hasta aquí, todo normal.
Pero lo sorprendente es que Jesús asocia
el entierro con la forma de vida que llevó Juan Bautista, "que ni comía ni
bebía", mientras que la boda la asocia con la vida que llevaba el propio
Jesús, "que come y bebe". Lo que menos nos interesa a nosotros es la
maldad que había en las gentes que dijeron que el Bautista estaba endemoniado,
al tiempo que, de Jesús lo que dijeron es que era "un comilón y un
borracho".
Evidentemente esto quiere decir que
aquellas gentes rechazaron lo mismo a Juan que a Jesús. Pero, insistamos en que
eso no es lo que a nosotros nos interesa.
Entonces, ¿Qué nos viene a decir esta
pequeña historia?
3. La cosa está clara. El
Evangelio presenta dos caminos para buscar a Dios.
El camino de la "boda" y el del "entierro". La boda es vida, felicidad, alegría, fiesta. El entierro es muerte, tristeza, sufrimiento. Juan Bautista, con su vida de asceta se asocia a un entierro. Jesús, con sus amistades, comidas y banquetes, se asocia a una boda. Lo que el Evangelio nos enseña es que el camino que traza Jesús no es el camino de la ascética y todo lo que eso lleva consigo de dureza y privaciones, sino el camino de la convivencia gozosa, compartiendo la alegría de vivir. Y compartiendo esa alegría precisamente con quienes casi nadie quiere compartir la amistad, con "publicanos y pecadores", o sea, con las gentes marginales, los peor vistos por la sociedad puritana y que se considera a sí misma como intachable.
En la medida en que todo esto crea divisiones y exclusiones, despreciadores y despreciados, Jesús no quiere ese camino.
Más dura que la "ascética ejemplar" es la "felicidad compartida con todos" aun a costa de ser visto por algunos como un individuo sospechoso o incluso escandaloso. Pero lo que importa y lo que Dios quiere es que pasemos por la vida contagiando felicidad a quienes se relacionan con nosotros a lo largo de la vida.
San Andres Kim y
Pablo Cong
La fiesta que
hoy recordamos es conocida como la de San Andrés Kim y Compañeros Mártires. Fue
la primera canonización que se realizó fuera de Roma en los últimos 700 años, y
es que la situación lo ameritaba, porque estaban siendo premiados con la
santidad el primer sacerdote coreano y sus 102 compañeros.
San Andrés
Kim, el primer sacerdote de la Iglesia en el oriente, creció comprendiendo el
valor de defender su fe. Él nació el 21 de agosto de 1821, años antes su
bisabuelo había muerto martirizado, y cuando sólo era un niño, tuvo que
afrontar por el mismo motivo, la muerte de su padre, mientras su madre era
destinada a vivir en la calle y pedir limosna, debido a la represión religiosa
que azotó Corea hasta finales del siglo XIX, y que hoy, un siglo más tarde
sigue estando vigente.
En 1836 Andrés
fue elegido como seminarista por un misionero que pasaba por su población. En
1844 fue ordenado diácono en China y un año más tarde ordenado sacerdote en
Shangai. De allí se dirigió nuevamente a Corea en donde cumplió la gran parte
de su trabajo pastoral.
Sirvió al
Señor como sacerdote sólo un año y pocos meses. En junio de 1846 fue arrestado
y enviando a una cárcel en Seúl; allí estuvo tres meses y el 16 de septiembre
fue decapitado, cuando apenas tenía 26 años. Entre sus pertenencias se encontró
una carta en coreano, dirigida a sus fieles. “En este difícil tiempo, para ser
victorioso se debe permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades
como valientes soldados completamente armados en el campo de batalla”.
Junto con el
padre Kim se destaca la canonización del laico Pablo Chong, nacido en Korea en
1795. Sus padres, una hermana y un hermano, fueron martirizados entre los años
1801 y 1839. Cuando tenía 20 años partió hacia Seúl para tratar de reconstruir
la Iglesia en este lugar. Decidió intentar llevar misioneros al país, pero sus
intentos se vieron bloqueados por la misma persecución, uno de ellos, murió
antes de poder ingresar al país.
En 1839, a la
edad de 45 años, fue arrestado por ser considerado como uno de los que había
intentado llevar misioneros extranjeros a Korea. Fue decapitado en Seúl el 22
de septiembre.
Las figuras
del Padre Andrés y de Pablo Chong son sólo una pequeña muestra de la
persecución religiosa de las que son víctimas los cristianos en el oriente. En
la actualidad los católicos no gozan de plena libertad para practicar su fe y
como sucedió con estos santos, siguen siendo perseguidos por sus creencias.
Su amor a Dios
y la Iglesia fue reconocido el 19 de junio de 1988, cuando el Papa Juan Pablo
II canonizó y proclamo santos a 117 mártires que derramaron su sangre en la
Conchinchina, Annam y Tonkín, en la actualidad el norte de Vietnam. Entre los
mártires había 11 españoles, un grupo de franceses, y los demás coreanos. Ellos
murieron víctimas de suplicios, hambre, sed, asfixia, insultos y burlas.
Murieron perdonando todo lo que les habían hecho.
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