miércoles, 11 de octubre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 DE OCTUBRE – VIERNES – 27 – SEMANA DE T.O. – A – San Eduardo III el confesor

 

 

 


 

13 DE OCTUBRE – VIERNES

– 27 – SEMANA DE T.O. – A –

San Eduardo III el confesor

 

       Lectura de la profecía de Joel (1,13-15;2,1-2):

 

Vestíos de luto y haced duelo, sacerdotes; llorad, ministros del altar; venid a dormir en esteras, ministros de Dios, porque faltan en el templo del Señor ofrenda y libación. Proclamad el ayuno, congregad la asamblea, reunid a los ancianos, a todos los habitantes de la tierra, en el templo del Señor, nuestro Dios, y clamad al Señor.

¡Ay de este día! Que está cerca el día del Señor, vendrá como azote del Dios de las montañas. Tocad la trompeta en Sión, gritad en mi monte santo, tiemblen los habitantes del país, que viene, ya está cerca, el día del Señor. Día de oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón; como negrura extendida sobre los montes, una horda numerosa y espesa; como ella no la hubo jamás, después de ella no se repetirá, por muchas generaciones.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 9,2-3.6.16.8-9

 

    R/. El Señor juzgará el orbe con justicia

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,

proclamando todas tus maravillas;

me alegro y exulto contigo

y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. R/.

 

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío

y borraste para siempre su apellido.

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,

su pie quedó prendido en la red que escondieron. R/.

 

Dios está sentado por siempre en el trono

que ha colocado para juzgar.

Él juzgará el orbe con justicia

y regirá las naciones con rectitud. R/.

 

      Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,15-26):

 

En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:

«Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.»

Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.

Él, leyendo sus pensamientos, les dijo:

«Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.

Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: "Volveré a la casa de donde salí." Al volver, se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.»

 

Palabra del Señor

 

1.  En nuestra cultura actual, no se suele utilizar el lenguaje relativo a los demonios. De eso se habla solamente en la literatura y en el cine de terror. En las culturas antiguas, "Belcebú" (en griego, Beelzeboul) no era un demonio sin más. Era el nombre de un personaje principal entre los demonios.

Se puede decir que era el príncipe del "reino de Satanás" (Mc 3, 26 par; Mt 12, 26; Lc 11 18). Pero los textos determinantes, relativos a este extraño personaje, se reducen a dos (Mt 10, 17-25; Mc 3, 22-27) (0. D. Bócher).

 

2.  El hecho es que se acusó a Jesús de estar dominado por Belcebú. Y es claro que acusar a alguien de actuar por el influjo, y con el poder del más alto príncipe de los demonios, era algo que evidentemente constituía una ofensa muy grave.

Jesús tuvo que soportar semejante agresión. Cuando en realidad la expulsión de los demonios, es decir, la liberación de este tipo de agresiones (que en determinadas ocasiones podían resultar más duras de soportar que muchas enfermedades), era (y es) la prueba de que el Reino de Dios ha llegado a este mundo y está presente y operante entre los humanos (Lc 11, 20).

 

3.  Actuar eficazmente contra las fuerzas del mal, que causa tanto sufrimiento, es algo que no se puede hacer impunemente. Actuar contra el sufrimiento humano es normalmente elogiado y bien visto. Actuar contra las causas que provocan tanto sufrimiento, se paga caro.  

 Normalmente, detrás de cada desgracia, que provoca mucho dolor, hay responsabilidades de las que los responsables no toleran que se entere la gente.

Incluso un terremoto no es lo mismo en un país pobre que en un país rico. Las enfermedades, las condiciones de vida., tienen detrás a muchos canallas.

 

San Eduardo III el confesor

 




Presentar como excusa para nuestra vida mediocre aquello de que los tiempos no son buenos o que las circunstancias presentan su cara adversa y así no es posible buscar y conseguir la santidad hoy y ahora, no deja de ser un recurso vulgar tras el cual se esconde la pereza para vivir las virtudes cristianas o la falta de confianza en Dios que lleva al desaliento.

De hecho, ni los tiempos en sus usos y costumbres, ni las circunstancias personales facilitaban lo más mínimo la fidelidad cristiana de Eduardo. Nace en Inglaterra en el año 1004, casi con el siglo XI, cuando las incursiones navales de los piratas daneses o escandinavos son causa de numerosos atropellos sangrientos y de represalias aún más crueles. El pueblo sufre desde hace tiempo violencia; está en vilo soportando la ignorancia y pobreza. Los palacios de los nobles están preñados de envidia, ambición y deseos de poder; en el lujo de sus banquetes se sirve la traición.

El mismo Papado en lo externo es en este tiempo más un signo de miseria que un motivo de emulación. Con las basílicas en ruinas, en la elección del Pontífice intervienen los intereses políticos y militares a los que se paga a su tiempo la cuota de dependencia. Hace falta una reforma que por más evidente no llega. Incluso el cisma de Oriente está a punto de producirse y lastimosamente se consuma. Nunca faltó la ayuda del Espíritu Santo a su Iglesia indefectible, pero hacía falta fe teologal para aceptar el Primado, sí, una fe a prueba de cismas y antipapas.

Con diez años tiene que huir Eduardo de Inglaterra, pasando el Canal, a la Bretaña o Normandía donde vivirá con sus tíos —hermanos de su madre— los Duques de Bretaña, en la región por aquel entonces más civilizada de Europa. Allí, al tiempo que crece en su destierro, va recibiendo noticias de la ocupación, saqueo y tiranía del rey Swein de Dinamarca. También de la muerte de su padre, el rey Etelberto, y de su hermano Edmundo que era el príncipe heredero. ¡Claro que su madre Emma llora estos sucesos! Pero un buen día lo abandona, partiendo misteriosamente; se ha marchado para hacerse la esposa de Knut, el nuevo usurpador danés. Tiene Eduardo 15 años y sigue escuchando los consejos de los monjes en Normandía; ya es un regio doncel exilado que se inclina en la oración al buen Dios. A la muerte de Knut, los ingleses le proponen la corona de Inglaterra, pero cuando está a punto de disfrutar del cariño de sus súbditos, le traiciona su madre que quiere el trono para el hijo nacido de Knut; él no quiere un reino ganado con sangre y regresa a Normandía. Los leales súbditos piden una vez más su vuelta y la de su hermano Alfredo; pero es una trampa, Alfredo es asesinado.

Llega a ser rey a los cuarenta años, después de una larga, fecunda y sufrida existencia. Es la hora del heroísmo. No alimenta odio. Está lleno de nobleza y generosidad. Contrae matrimonio con Edith, hija del pernicioso, intrigante y hábil duque de Kent. Relega al olvido el pasado, perdona y no castiga. Se dedica a gobernar. A su madre la recluye en un monasterio. Se entrega a buscar el bien de sus súbditos. De Normandía importa arte y cultura. Como su vida es austera, la Corona se enriquece y pueden limitarse los impuestos. Su dinero es el erario de los pobres. Dotó a iglesias y monasterios de los que Westminster es emblema.

Hoy, a la distancia de casi diez siglos, aún Inglaterra llama a su Corona "de San Eduardo". Fue patrón de Inglaterra hasta ser sustituido por San Jorge.

 

(Fuente: archimadrid.es)

 

 

 

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