lunes, 9 de octubre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 11 DE OCTUBRE – MIERCOLES – 27 – SEMANA DE T.O. – A – Santa Soledad Torres Acosta.

  


 

11 DE OCTUBRE – MIERCOLES

– 27 – SEMANA DE T.O. – A –

Santa Soledad Torres Acosta,

 

      Lectura de la profecía de Jonás (4,1-11):

 

Jonás sintió un disgusto enorme y estaba irritado. Oró al Señor en estos términos:

«Señor, ¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a Tarsis, porque sé que eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que te arrepientes de las amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.»

Respondió el Señor:

«¿Y tienes tú derecho a irritarte?»

Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se había hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destino de la ciudad. Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol. Jonás se alegró mucho de aquel ricino. Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó. Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.

Deseó Jonás morir, y dijo:

«Más me vale morir que vivir.»

Respondió el Señor a Jonás:

«¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino?»

Contestó él:

«Con razón siento un disgusto mortal.»

Respondió el Señor:

«Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 85,3-4.5-6.9-10

 

R/. Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad

 

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,

que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo,

pues levanto mi alma hacia ti. R/.

 

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,

rico en misericordia con los que te invocan.

Señor, escucha mi oración,

atiende a la voz de mi súplica. R/.

 

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor;

bendecirán tu nombre:

«Grande eres tú, y haces maravillas;

tú eres el único Dios.» R/.

 

       Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-4):

 

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:

«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»

Él les dijo:

«Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»

 

Palabra del Señor

 

1.   Como explican los especialistas en el estudio de los evangelios, llama la atención la diferencia que hay entre la redacción del "Padre nuestro" en el evangelio de Mateo (6, 7-15) y la que aquí tenemos de Lucas. La de Mateo es más extensa. Pero, aunque hay diferencias, ambas versiones del Padre nuestro tienen en común las peticiones más fundamentales. Y, sobre todo, se debe tener en cuenta la forma de oración en primera persona del plural. Esto parece indicar que esta oración se utilizaba en las reuniones de las comunidades cristianas, concretamente en las oraciones litúrgicas que cada domingo se celebraban en las comunidades cristianas (U. D. G. Dunn).

 

2.   Por otra parte, esta era la oración que mejor definía lo que diferenciaba a la comunidad cristiana. Y era lo que se veía como lo específico de los cristianos, que llamaban a Dios "Padre"; que respetaban profundamente ese nombre, exactamente ese, cosa en la que ponían especial cuidado, ya que era lo primero que pedían y deseaban; que anhelaban la venida del reinado de Dios en este mundo, es decir, todo lo que Jesús había dicho y hecho al anunciar el Reino; que se conformaban con el pan de cada día; y que se distinguían por su capacidad de perdonar a todo el que les ofendía o todo  lo que se les debía, en el más increíble desprendimiento económico.

 

3.   La rutina ha hecho del "Padre nuestro" una oración que se dice "de carretilla", pero que en realidad representa muy poco en la vida de los creyentes en Jesús.

Urge recuperar el significado y la experiencia original de la Iglesia.

Es decir, nos urge a todos tomar conciencia y repensar hasta qué punto el "Padrenuestro" marca nuestra vida y es un distintivo de los creyentes en Jesús.

 

Santa Soledad Torres Acosta,

Fundadora de las Siervas de María,

 

 


 

       Martirologio Romano: En Madrid, España, Soledad (Manuela) Torres Acosta, virgen, que desde su juventud demostró gran solicitud hacia los enfermos pobres, a los que atendió con total abnegación, especialmente al fundar la Congregación de Siervas de María Ministras de los Enfermos († 1887).

 

     Breve Biografía        

 

      Manuela Torres Acosta nació en Madrid (España), el 2 de diciembre de 1826. Sus padres, Manuel Torres y Antonia Acosta, era una modesta pareja de labriegos que poseían una lechería en Chamberí, barrio pobre del Madrid del ochocientos. De niña fue a la escuela que las Hijas de la Caridad abrieron en el Hospital de Incurables. Ayudaba en la lechería de sus padres y al mismo tiempo cuidaba los niños de las vecinas organizándoles juegos para entretenerlos.

A los veinticinco años pidió la admisión como hermana lega en el convento de dominicas, pero tenía que esperar hasta que hubiera lugar... En esa espera conoció los planes de fundación del cura de Chamberí, padre Miguel Martínez, de una asociación de mujeres para asistir a enfermos en casa. En 1851 reunió a siete mujeres en comunidad que el día 15 de agosto recibieron el hábito y el nombre de Siervas de María. Manuela tenía veintisiete años y escogió el nombre de María Soledad en honor a la Virgen. A finales de 1853 la pequeña comunidad de Siervas llegó a veinticuatro. En 1855, de las siete fundadoras sólo quedaba una, la hermana Soledad, que había llegado la última, y que el padre había recibido a regañadientes: cuatro de las fundadoras habían abandonado el grupo y dos habían muerto.
    

 

     Finalmente, en 1856 también el padre Miguel abandonó la asociación por él fundada dejando sola a sor María Soledad que se convirtió en fundadora y superiora de doce religiosas distribuidas en tres casas: Madrid, Getafe y Ciudad Rodrigo.

 

      El 13 de noviembre de 1856 el nuevo director, padre Francisco Morales, decidió cambiar a la superiora y el cardenal de Toledo pensó en suprimirlas. Cambiaron entonces al padre Francisco por el padre Gabino Sánchez, fraile capuchino, quien en 1857 repuso a la madre Soledad en el puesto de superiora; ambos redactaron unos estatutos para la asociación y, con el apoyo de la reina de España, Isabel II, evitaron la supresión.

       Dos años después de la aprobación, en octubre de 1878, madre Soledad visitó Roma. Ante el papa León XIII quien le puso las manos sobre la cabeza y le dijo palabras cariñosas, no pudo sino llorar. En 1875, con ayuda del obispo Orberá, fundaron una casa en Cuba. A partir de entonces se aceleró el crecimiento de la congregación en España: Santander, Almería, Zaragoza... De 1877 a 1887 se pusieron en pie un total de veintinueve fundaciones. También se les confió el Hospital de San Carlos del Escorial. En la epidemia del cólera del año 1885 las Siervas, con madre Soledad al frente, ayudaron a cuidar a los enfermos. El 21 de noviembre el cardenal Rampolla, nuncio del Papa en España, inauguró la casa madre y el noviciado. Estuvieron presentes veintiocho superioras que representaban a casi trescientas religiosas. Se aprovechó esa circunstancia para celebrar un capítulo general extraordinario, quedando madre Soledad como superiora general. A finales de septiembre de 1887 madre Soledad cayó enferma. Al acercarse la muerte, le pidieron su bendición. Una hermana le sostuvo la mano mientras decía: Hijas, que tengáis paz y unión.

 

     Murió el 11 de octubre. El papa Pío XII la beatificó el 5 de febrero de 1950 y fue canonizada por el papa Pablo VI el 25 de enero de 1970.

 

 P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

 

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