domingo, 15 de octubre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 DE OCTUBRE – MARTES – 28 – SEMANA DE T.O. – A – San Ignacio de Antioquía

 

 



17 DE OCTUBRE – MARTES

– 28 – SEMANA DE T.O. – A –

San Ignacio de Antioquía

 

         Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (1,16-25):


     Yo no me avergüenzo del Evangelio; es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree, primero para el judío, pero también para el griego. Porque en él se revela la justicia salvadora de Dios para los que creen, en virtud de su fe, como dice la Escritura:

    «El justo vivirá por su fe.»

       Desde el cielo Dios revela su reprobación de toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen la verdad prisionera de la injusticia. Porque, lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista; Dios mismo se lo ha puesto delante.

       Desde la creación del mundo, sus perfecciones invisibles, su poder eterno y su divinidad, son visibles para la mente que penetra en sus obras. Realmente no tienen disculpa, porque, conociendo a Dios, no le han dado la gloria y las gracias que Dios se merecía, al contrario, su razonar acabó en vaciedades, y su mente insensata se sumergió en tinieblas.

        Alardeando de sabios, resultaron unos necios que cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles. Por esa razón, abandonándolos a los deseos de su corazón, los ha entregado Dios a la inmoralidad, con la que degradan ellos mismos sus propios cuerpos; por haber cambiado al Dios verdadero por uno falso, adorando y dando culto a la criatura en vez de al Creador.   

        ¡Bendito él por siempre!     Amén.

Palabra de Dios

 

      Salmo:18,2-3.4-5
  

        R/. El cielo proclama la gloria de Dio     

 

     El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. 
R/.

     Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. 
R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,37-41):

 

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa.

Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo:

«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Estas invectivas de Jesús contra los fariseos son paralelas a las que recoge Mt 23, pero ordenadas de forma distinta. Aquí, por tanto, se plantean las mismas preguntas que en el capítulo 23 de Mt. Sea cual sea la respuesta que se dé a esas cuestiones de tipo histórico y de redacción, lo que interesa es el mensaje religioso que, en este y en los textos siguientes, nos presenta el Evangelio.

 

2.  Lo primero que está claro, en este relato, es que Jesús no observaba los rituales religiosos de purificación que tan celosamente observaban los fariseos.

Se sabe que Jesús no estaba de acuerdo en bastantes cosas con lo que hacían y decían los fariseos. Pero eso no le impide ir a casa de uno de ellos y sentarse a la mesa con él.

Al fariseo, lo que le interesa es la observancia de los rituales religiosos. A Jesús, lo único que le interesa es la comensalía ("simposio", que se denominaba en las culturas antiguas) la mesa compartida, que es símbolo universal de la vida compartida.

Jesús salta por encima de todas las diferencias ideológicas y éticas. Sobre todo, Jesús se desentendió de los ritos que imponía la religión y buscó, ante todo, lo que puede unir a las personas.

 

3.  Jesús desplazó el centro de la religión. Para Jesús, ese centro no estaba en los ritos y normas, sino en una forma de vida en la que lo importante es, no lo exterior, la apariencia, es decir, la imagen externa, lo que ve la gente.

Lo importante, para Jesús, el ser. Y, más que el "ser", lo decisivo en el Evangelio es el "acontecer": las "obras" que el ser humano realiza. O los "frutos" que produce su vida.

 

San Ignacio de Antioquía

 



 

Ignacio fue el segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía. Condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado a Roma y allí recibió la corona de su glorioso martirio en el año 107, en tiempos del emperador Trajano.

En su viaje a Roma, escribió siete cartas dirigidas a varias Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la constitución de la Iglesia y de la vida cristiana. Ya en el siglo IV, se celebraba en Antioquía su memoria el mismo día de hoy.

 

Fue el tercer obispo de Antioquía, lugar donde se empezó a conocer a los seguidores de Cristo como cristianos. Ignacio fue el primero en llamar a la Iglesia católica. Fue condenado a morir devorado por los leones. Oraba intensamente para que los leones le destrozaran por amor a Dios. Durante el viaje al martirio escribió siete cartas a las Iglesias de Asia Menor

Poco se sabe de la vida familiar de Ignacio de Antioquía. Casi todo lo que hoy se sabe de él proviene de las siete cartas que él mismo escribió mientras era llevado al martirio.

Se dice que él fue el niño al que Jesucristo llamó para invitar a sus apóstoles a hacerse como niños: «Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: Os aseguro que, si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos».

Ignacio fue el tercer obispo de Antioquía, situada en Siria. La ciudad era una de las más importantes de toda la cristiandad. Fue allí donde se empezó a llamar cristianos a los discípulos de Cristo. Fue allí también donde Ignacio se refirió a la Iglesia como católica, es decir, universal. Antioquía, en orden de importancia, se situaba solo detrás de Roma y Alejandría. Era una ciudad con gran número de cristianos.

Antioquia era gobernada bajo las órdenes del emperador Trajano, que, si bien al principio respetó a los cristianos, posteriormente los persiguió por oponerse a los dioses que él adoraba. Ignacio fue arrestado por negarse a adorar a dichos dioses y por proclamar la existencia de un solo Dios verdadero.

Fue conducido a Roma para ser martirizado. Durante el viaje escribió sus famosas siete cartas, que se pueden dividir en dos grupos. Las primeras seis cartas iban dirigidas a las iglesias de Asia Menor para exhortarlas a mantener la unidad interna y prevenirlas contra las enseñanzas judaizantes, entro otras. La séptima carta está dirigida a la Iglesia de Roma. En ella, les pide que no intercedan por él para salvarle del martirio. Al contrario, les escribió: «Por favor: no le vayan a pedir a Dios que las fieras no me hagan nada. Esto no sería para mí un bien sino un mal. Yo quiero ser devorado, molido como trigo, por los dientes de las fieras para así demostrarle a Cristo Jesús el gran amor que le tengo. Y si cuando yo llegue allá me lleno de miedo, no me vayan a hacer caso si digo que ya no quiero morir. Que vengan sobre mí, fuego, cruz, cuchilladas, fracturas, mordiscos, desgarrones, y que mi cuerpo sea hecho pedazos con tal de poder demostrarle mi amor al Señor Jesús».

En cada parada de viaje aprovechaba para reunirse con los cristianos de la zona, que salían junto con su obispo para escuchar a Ignacio y recibir su bendición.

Al llegar a Roma, fue conducido al Coliseo donde fue echado a la tierra para ser devorado por las fieras. Las autoridades soltaron dos leones hambrientos que destrozaron a Ignacio, otorgándole la gloriosa corona del martirio que tanto ansiaba por amor a Jesucristo. San Ignacio murió en el año 107. Sus restos fueron trasladados de nuevo a Antioquía.

 

José Calderero @jcalderero

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario