24 DE OCTUBRE
– MARTES
– 29 – SEMANA DE T.O. – A –
San Antonio María
Claret
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos (5,12.15b.17-19.20b-21):
Lo mismo que
por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la
muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Si por la transgresión
de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la
gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud.
Por el delito de un solo hombre comenzó
el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo
hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche
de gracia y el don de la justificación.
En resumen: si el delito de uno trajo la
condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida.
Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la
obediencia de uno todos se convertirán en justos. Si creció el pecado, más
desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, as!
también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una
justificación que conduce a la vida eterna.
Palabra de Dios
Salmo: 39,7-8a.8b-9.10.17
R/. Aquí estoy, Señor, para
hacer tú voluntad
Tú no quieres
sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«–Como está
escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado
tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
Alégrense y
gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (12,35-38):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened ceñida la cintura y encendidas
las lámparas.
Vosotros estad como los que aguardan a
que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor,
al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a
la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de
madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»
Palabra del Señor
1. Lo primero, que se debe tener presente, es que suele ser frecuente que estas palabras de Jesús, tal como las presenta Lucas, sean leídas como un llamamiento para que estemos vigilantes y pensando en que la muerte nos puede pillar desprevenidos.
De ser esta la intención de Jesús, su
mensaje sería una llamada apremiante para vivir siempre preparados con vistas a
evitar la condenación y obtener la salvación.
En definitiva, un mensaje para que el sujeto piense en sí mismo, en su propio destino eterno, en la futura felicidad o su posible desgracia para siempre.
Por desgracia, muchas veces leemos tan
mal el mensaje de Jesús, que deducimos de él la enseñanza opuesta de lo que se
nos quiere inculcar.
Ante este texto, hay quien piensa en su
propio interés y no en el servicio a los demás. O sea, el Evangelio al revés.
2. En realidad (sin formularlo así, tan burdamente), esto es lo que se le ha predicado al pueblo cristiano, al menos en Europa, durante muchos siglos. Hasta el punto de que el pecado y el miedo son dos ideas y dos sentimientos que han marcado decisivamente la cultura de Occidente, concretamente la cultura de Europa (J. Delumeau).
Y esto mismo es lo que estuvo muy
presente en "la formación de la cultura burguesa en el s. XVIII" (B.
Groethuysen).
El pecado y el miedo, dos sentimientos que
se han convertido en una carga insoportable para mucha gente. Y que resulta
intolerable para las nuevas generaciones, cada día más y más, desde hace unos
treinta años. De ahí el abandono masivo y creciente de las creencias religiosas
en Occidente.
Nuestra sociedad se ha secularizado, en
gran medida por culpa de la misma Iglesia y sus clérigos.
3. La intención de Jesús no fue, en ningún momento, centrar a la gente en su propio interés, por más que se trata de un interés "sobrenatural", presuntamente "divino" y "eterno". Nada de eso.
Lo que Jesús quiso (y quiere) es que los humanos vivamos vigilantes con vistas a tratar a los demás como los tenemos que tratar.
San Pablo les dice a los cristianos de
Corinto: "Estad vigilantes manteneos en la fe, sed humanos, sed
fuertes".
En esto consiste la vigilancia que pide
Jesús. No consiste, por supuesto, en estar confesados y en gracia. En eso, ni pudo pensar Jesús, ya que todo ese lenguaje es producto de la
teología medieval.
Nació en 1807 en Sallent (Barcelona,
España). Se ordenó sacerdote y ejerció su ministerio con gran celo por toda
Cataluña. Fundó la Congregación de los Misioneros del Corazón de María,
conocidos popularmente como claretianos. Fue nombrado arzobispo de Cuba y
después confesor de la reina Isabel II. Sufrió atentados físicos y muchas contradicciones
que supo soportar con gran visión sobrenatural. Murió en 1870, en su exilio de
Francia.
Vida de San Antonio María Claret
Infancia: Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de
diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará.
Le bautizaron el día de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le
pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que
Antonio se quedó en la casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo
todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la
providencia.
La cuna de Claret fue sacudida constantemente por el traqueteo de los
telares de madera que su padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde sus
primeros años Antonio dio muestras de una inteligencia y de buen corazón. A los
cinco años, pensaba en la eternidad: por la noche, sentado en la cama, quedaba
impresionado por aquel "siempre, siempre, siempre". El mismo
recordaría estas palabras, más tarde, siendo Arzobispo:
"Esta idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por lo tierno
que empezó en mí o ya sea por las muchas veces que pensaba en ella, lo cierto
es que es lo que más tengo presente. Esta misma idea es la que más me ha hecho
y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la conversión de
los pecadores" (Aut. nº 9)
La guerra popular contra Napoleón embargaba vivamente el ambiente de la
época. Sus soldados pasaban frecuentemente por la villa entre los años 1808 y
1814. Hasta los sacerdotes del pueblo se habían sumado a la lucha. En 1812 se
promulgaba la nueva Constitución.
Mientras, Antonio jugaba, estudiaba, crecía... Dos amores destacaban ya en
el pequeño Claret: la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a la misa;
dejaba momentáneamente el juego para visitar a Jesús en la iglesia siempre que
no ocasionara molestias a sus compañeros; iba con frecuencia, acompañado de su
hermana Rosa, a la ermita de Fusimaña y rezaba diariamente el rosario.
Una debilidad de Antonio eran los libros. Se los devoraba. Pocas cosas
contribuyeron tanto a la santidad de Antonio como sus lecturas, las primeras
lecturas de su infancia. Porque sus lecturas eran escogidas. Pero ya entonces
Antonio tenía una ilusión: llegar a ser sacerdote y apóstol. Sin embargo, su
vocación debería recorrer todavía otro itinerario.
Entre los Telares: Toda su adolescencia la pasó Antonio en el taller de su
padre. Pronto consiguió llegar a ser maestro en el arte textil. Para
perfeccionarse en la fabricación pidió a su padre que le permitiera ir a
Barcelona, donde la industria estaba atrayendo a numerosos jóvenes. Allí se
matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja. Trabajaba de día, y de
noche estudiaba. Aunque seguía siendo un buen cristiano, su corazón estaba
centrado en su trabajo. Gracias a su tesón e ingenio llegó pronto a superar en
calidad y belleza las muestras que llegaban del extranjero. Un grupo de
empresarios, admirados de su competencia, le propusieron un plan halagüeño:
fundar una compañía textil corriendo a cuenta de ellos la financiación y el
montaje de la fábrica. Pero Antonio, inexplicablemente, se negó. Dios andaba
por medio.
Unos cuantos hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de Dios. a) Un
amigo a quien estimaba mucho tenía el grave vicio del juego. Llegó a robarle
sus ahorros para jugarlos y cuando los perdió, desesperado robó una joyas
valiosas, las cuales también perdió en el juego. La policía siguiendo el rastro
de las joyas dio con él y lo encarceló; todos comenzaron a calumniar a Antonio,
diciendo que era cómplice de su amigo. Esta experiencia empezó a crear en su
corazón un disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas.
El segundo hecho que le ocurrió fue estando un día con unos amigos en la
playa, metió los pies para refrescarse en el agua, y de pronto una ola
gigantesca lo arrastró hacia mar adentro, y Antonio que no sabía nadar se
estaba ahogando. De sus labios solo salió un grito "Virgen Santa,
salvadme" , y sin saber cómo, Antonio estaba en la orilla, sano y salvo y
para colmo sus vestidos secos totalmente.
c)El tercer hecho fue el que le ocurrió al ir a visitar a un amigo a su casa.
Cuando llegó, el amigo no se encontraba y quien estaba en casa era la esposa.
Ella, dándose cuenta de la gallardía de Antonio, quedó cegada con un amor
indigno y le dijo: "Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo, siempre
agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos buenos amigos".
Por fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar
todo el mundo si pierde su alma?", le impresionaron profundamente.
Los telares se pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los
oratorianos de San Felipe Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse cartujo y
así se lo comunicó a su padre. Su decisión de ser sacerdote llegó a oídos del
obispo de Vic D. Pablo de Jesús Corcuera que quiso conocerle. Antonio salía de
Barcelona a principios de septiembre de 1829 camino de Sallent y Vic. Tenía 21
años y estaba decidido a ser sacerdote.
En el Seminario En el seminario de Vic, forja de apóstoles, Claret se formó
como seminarista externo viviendo como fámulo de Don Fortià Bres, mayordomo del
palacio episcopal. Pronto iba a destacar por su piedad y por su aplicación.
Eligió como su confesor y director al oratoriano P. Pere Bac. Después de un año
llegó el momento de llevar a cabo su decisión de entrar en la cartuja de
Montealegre, y hacia allí salió, pero una tormenta de verano que lo sorprendió
en el camino dio al traste con sus planes. Tal vez Dios no le quería de
cartujo. Dio media vuelta y retornó a Vic.
Este hecho nos muestra la apertura tan grande de San Antonio a las
inspiraciones del Espíritu Santo y a las obras y señales de Dios.
Al siguiente año, Antonio pasó la prueba de fuego de la castidad en una
tentación que le sobrevino un día en que yacía enfermo en la cama. Vio que la
Virgen se le aparecía y, mostrándole una corona, le decía: "Antonio, esta
corona será tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas
desaparecieron. Siempre la Virgen Santísima sale a la defensa y auxilio de sus
hijos.
Bajo la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario era
óptimo. En él trabó amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de Diácono en la
misma ceremonia en que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue en esta época cuando
Claret entró en un profundo contacto con la Biblia, que le impulsaría a un
insaciable espíritu apostólico y misionero.
Sacerdote: A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray
Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confería, por fin, el
sagrado orden del Presbiterado, junto con otros compañeros seminaristas. Su
primera misa la celebró en la parroquia de Sallent el día 21 de junio, con gran
satisfacción y alegría de su familia. Su primer destino fue precisamente
Sallent, su ciudad natal.
A la muerte de Fernando VII la situación política española se había agravado.
Los constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se habían adueñado
del poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la supresión de todos los
Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se
azuzó al pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este
desorden pronto se levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País
Vasco, estallando la guerra civil entre carlistas e isabelinos.
Pero Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y alma a
los quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le suponía
el ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía límites. Por eso,
los horizontes de una parroquia no satisfacían el ansia apostólica de Claret.
Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse en "Propaganda Fide", con
objeto de ir a predicar el Evangelio a tierras de infieles... Corría el mes de
septiembre de 1839. Tenía 31 años.
En Roma busca su identidad misionera: Con un hatillo y sin dinero, a pie, un
joven cura atravesó los Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a Marsella
tomó un vapor a Roma. Ya en la ciudad eterna, Claret hizo los ejercicios
espirituales con un padre de la Compañía de Jesús. Y se sintió llamado a
ingresar como novicio jesuita; había ido a Roma para ofrecerse como misionero
del mundo, pero Dios parecía no quererle ni misionero "ad gentes" ni
tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte dolor en la pierna derecha- le hizo
comprender que su misión estaba en España. Después de tres meses abandonó el
noviciado por consejo del P. Roothaan.
Regresado a España, fue destinado provisionalmente a Viladrau, pueblecito
entonces de leñadores, en la provincia de Gerona. En calidad de Regente (el
párroco era un anciano impedido) emprendió su ministerio con gran celo. Tuvo
que hacer también de médico, porque no lo había ni en el pueblo ni en sus
contornos, utilizando yerbas y ungüentos medicinales para aliviar las penas de
los que venían a verle.
Misionero
Apostólico en Cataluña: Como Claret no
había nacido para permanecer en una sola parroquia, su espíritu le empujó hacia
horizontes más vastos. En julio de 1841, cuando contaba con 33 años recibió de
Roma el título de Misionero Apostólico. Por fin era alguien destinado al
servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de misioneros
había desaparecido desde San Juan de Avila. A partir de entonces su trabajo fue
misionar. Vic iba a ser su residencia. Claret, siempre a pie, con un mapa de
hule, su hatillo y su breviario, caminaba por la nieve o en medio de las
tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y
comerciantes y les hablaba del Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas
quedaron grabadas en todos los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona,
Tarragona, Lérida, Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de
gente cuando hablaba el P. Claret.
Caminando hacia Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él respondía
con humor: "Yo soy como los perros, que sacan la lengua pero nunca se
cansan".
"Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono burlón.
"Quien se ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7 años sin
hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.
En otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista,
convirtiendo en alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les
echaron el alto. La mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando, al llegar
a su casa, observó que el fardo de alubias se había convertido de nuevo en
tabaco. Son algunas de las "florecillas claretianas" de aquella
época.
Otros hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud
de penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que procuraban
impedir su labor misionera teniendo que salir en su defensa el arzobispo de
Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo resistía y salía airoso de
todas las emboscadas que le tendían.
Además de la predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios
Espirituales al clero y a las religiosas, especialmente en verano. En 1844 ,
por ejemplo, los daba a las Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos
Santa Joaquina Vedruna.
Durante este
tiempo también publicó numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe
destacar el "Camino Recto", publicado en 1843 por primera vez y que
sería el libro de piedad más leído del siglo XIX. Tenía 35 años. En 1847
fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu D'Urgel y Antonio
Palau la "Librería Religiosa". Ese mismo año fundaba la
Archicofradía del Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad
del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad,
compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y mujeres.
Apóstol de
las Islas Canarias: ( marzo 1848 -
mayo 1849) El 6 de marzo de 1848 salía de Cádiz para las islas Canarias con el
recién nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Y es que tras la
nueva rebelión armada de 1847 ya no era posible dar misiones en Cataluña. Desde
el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta los ásperos arenales de Lanzarote
resonó la convincente voz de Claret. Misionó Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar,
Guía, Firgas, Teror... El milagro de Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo
que predicar en las plazas, sobre los tablados, al campo libre, entre
multitudes que lo acosaban. A pesar de una pulmonía no cesó en su intenso
trabajo. En Lanzarote da misiones en Teguise y Arrecife.
Gastó 15 meses de su vida en las Canarias, y
dejó atrás conversiones, prodigios, profecías y leyendas. Los canarios vieron
partir con lágrimas en los ojos un día a su "padrito" y lo
despidieron con añoranza. Era en los últimos días de mayo de 1849. Aún perdura
su recuerdo.
"Estos canarios me tienen robado el
corazón... será para mí muy sensible el día en que los tendré que dejar para ir
a misionar a otros lugares, según mi ministerio" (Carta al obispo de Vic,
27 de sept.).
S. Antonio M. Claret es Copatrono de la
Diócesis de Canarias junto con la Virgen del Pino.
Fundador y
director espiritual
Poco después, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda
del seminario de Vic fundaba San Antonio María Claret la Congregación de los
Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Tenía 41 años. Eran los
Cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas
y Jaime Clotet.
"Hoy comienza una gran obra" -dijo
el P. Claret.
¿Cómo serán los Hijos del Inmaculado Corazón
de María?
"Un hijo del Inmaculado Corazón de
María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea
eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego
del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los
trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en
los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar,
sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la
salvación de las almas"
El Padre
Claret sabía que era impulsado por Dios; y Dios le reveló tres cosas:
1) Que la Congregación se extendería por
todo el mundo. 2) Que duraría hasta el fin de los tiempos. 3) Que todos los que
murieran en la Congregación se salvarían.
En la espléndida floración de nuevos
institutos religiosos que se operó en el siglo XIX, fue el confesor real el más
decidido colaborador que se encontraron casi todos los fundadores y fundadoras
de su tiempo. Con la Madre París ya había fundado en Cuba el año 1855 el
Instituto de Religiosas de María Inmaculada, llamadas misioneras claretianas,
para la educación de las niñas.
Bajo su dirección espiritual se incluyen
Santa Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de las Adoratrices, y Santa
Joaquina de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad.
Intervino directa o indirectamente en otras
fundaciones. Se relacionó con Joaquím Masmitjà, fundador de las Hijas del
Santísimo e Inmaculado Corazón de María, con D. Marcos y Dña. Gertrudis
Castanyer fundadores de las Religiosas Filipenses, con María del Sagrado
Corazón fundadora de las Siervas de Jesús, con Ana Mogas fundadora de las
Franciscanas de la Divina Pastora. Le encontramos con Fracesc Coll fundador de
las Dominicas de la Anunciata. También tuvo parte en la fundación de las
Esclavas del Corazón de María, de la M. Esperanza González. Y habría que añadir
su influjo en la Compañía de Santa Teresa, Religiosas de Cristo Rey, etc.
Todas estas instituciones nacieron o
germinaron gracias al P.Claret.
Arzobispo de
Santiago de Cuba: (1851-1857) Un hecho de capital
importancia puso pronto en peligro su recién fundado Instituto. El P. Claret
era nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba. Aceptó el cargo después de todos
los intentos de renuncia el 4 de octubre de 1849 y el día 6 de octubre de 1850
era consagrado obispo en la catedral de Vic. Tenía 42 años. Antes de embarcarse
para Cuba y después de ir a Madrid a recibir el palio y la gran cruz de Isabel
la Católica efectuó tres visitas: a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la
Virgen de Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en Sallent, su Patria chica. Y
aún le dio tiempo, antes de partir, para fundar las "Religiosas en sus
Casas o las Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación Cordimariana."
En el puerto de Barcelona un inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret con
una apoteósica manifestación.
En el viaje hacia La Habana aprovechó para
dar una misión a bordo para todos los pasajeros, oficialidad y tripulación. Y
al fin... Cuba. Seis años gastaría Claret en la diócesis de Santiago de Cuba,
trabajando incansablemente, misionando, sembrando el amor y la justicia en
aquella isla en la que la discriminación racial y la injusticia social reinaban
por doquier.
Fue un Arzobispo evangelizador por excelencia.
Renovó todos los aspectos de la vida de la iglesia: sacerdotes, seminario,
educación de niños, abolición de la esclavitud... En cinco años realizó cuatro
veces la visita pastoral de la diócesis. El pueblo de Baracoa, por ejemplo,
tenía 62 años que no veía obispo alguno.
Se enfrentó a los capataces, les arrancó el
látigo de las manos... Un día reprendió a un rico propietario que maltrataba a
los pobres negros que trabajaban en su hacienda. Viendo que aquel hombre no
estaba dispuesto a cambiar de conducta, el Arzobispo intentó darle una lección.
Tomó dos trozos de papel, uno blanco y otro negro. Les prendió fuego y
pulverizó las cenizas en la palma de su mano. "Señor, -le dijo- ¿podría
decir qué diferencia hay entre las cenizas de estos dos papeles? Pues así de
iguales somos los hombres ante Dios".
El P. Claret tenía una capacidad inventiva
que denotaba un ingenio poco común. En Holguín se organizaron fiestas
populares. El número fuerte del programa era el lanzamiento de un globo
tripulado por un hombre. El artefacto aerostático era de los primeros que se
ensayaban en aquellos tiempos. No tuvo éxito; comenzó a elevarse, pero el
piloto perdió el control y cayó en un pequeño barranco. El Arzobispo estudió el
problema y un día sorprendió a todos: "Hoy he dado con el sistema de la
dirección de los globos". Y les mostró un diseño, que todavía hoy se
conserva.
Era un hombre
práctico. Fundó en todas las parroquias
instituciones religiosas y sociales para niños y para mayores; creó escuelas
técnicas y agrícolas, estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros,
fundó asilos, visitó cuatro veces todas las ciudades, pueblos y rancherías de
su inmensa diócesis. Siempre a pie o a caballo.
Pero ni siquiera en Cuba le dejaron en paz
sus enemigos. La tormenta de atentados llegó al cúlmen en Holguín, donde fue
herido gravemente por un sicario a sueldo de sus enemigos, al que había sacado
poco antes de la cárcel, cuando salía de la iglesia. El P. Claret, casi
agonizando, pidió que perdonaran al criminal. A pesar de todo, sus enemigos
siguieron sin perderle de vista.
Estas son las palabras del propio Santo:
"Yo bajé del púlpito fervorosísimo, cuando he aquí que al concluir la
función, había mucha gente y todos me saludaban. Se acercó un hombre, como si
me quisiera besar el anillo; pero al instante alargó el brazo, armado con una
navaja de afeitar, y descargó el golpe con todas su fuerza. Pero yo llevaba la
cabeza inclinada y con el pañuelo que tenía en la mano derecha me tapaba la
boca, en lugar de cortarme el cuello, como intentaba, me rajó la cara, o
mejilla izquierda, desde la frente a la oreja hasta la punta de la barba, y de
escape me cogió el brazo derecho.
Hecha la primera cura, me llevaron a la
casa. No puedo yo explicar el placer, el gozo y alegría que sentía mi alma al
ver que había logrado lo que tanto deseaba, que era derramar la sangre por el
amor de Jesús y de María y poder sellar con la sangre de mis venas las verdades
Evangélicas.
En la curación de las heridas ocurrieron
tres cosas prodigiosas: la primera fue la curación momentánea de una fístula
que los facultativos habían dicho que duraría. Con el corte de la herida se
rompieron completamente las glándulas salivales. Tenían que operarme al día
siguiente. Yo me encomendé a la Santísima Virgen María, me ofrecí y resigné a
la voluntad de Dios, y al instante quedé curado.
El segundo prodigio fue que la cicatriz del
brazo quedó como una imagen de la Virgen Dolorosa, de medio cuerpo, y además de
relieve tenía colores blanco y morado. Se fue desvaneciendo con los años.
El tercer prodigio fue el pensamiento de la
Academia de San Miguel, pensamiento que tuve en los primeros días de hallarme
en cama y que fue aprobada por el Papa Pío IX."
Los católicos de Cuba lo recuerdan con profundo
cariño y veneración.
Confesor de la Reina Isabel II y Misionero en la Corte y en España:
(1857-1868). Al cabo de seis años en Cuba un día le entregaron un despacho
urgente del capitán general de La Habana en el que se le comunicaba que su
Majestad la Reina Isabel II le llamaba a Madrid. Era el 18 de marzo de 1857.
Llegado a Madrid, supo el P. Claret que su cargo era definitivamente el de
confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo tres condiciones: no
vivir en palacio, no implicarle en política y no guardar antesalas teniendo
libertad de acción apostólica.
Tenía 49 años cuando regresó de Cuba. Pero Claret no había nacido para
cortesano. En los 11 años que permaneció en Madrid, su actividad apostólica en
la Corte fue intensa y continuada. Pocas fueron las iglesias y conventos donde
su voz no resonara con fuerza y convicción. Desde la iglesia de Italianos,
situada en la actual ampliación de las Cortes y desde la iglesia de Montserrat,
donde está situado actualmente el Teatro Monumental, desarrolló una imparable
actividad. Principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo y en sus
ejercicios al clero.
Restauró El
Escorial y organizó en él un centro de estudio.
"Pero en la
corte me sentía como un pájaro enjaulado... como perro atado... Tengo unos
deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a predicar por todo el mundo que
no lo puedo explicar... Sólo Dios sabe lo que sufro... Cada día tengo que hacer
actos de resignación conformándome a la voluntad de Dios..."
"No tengo reposo, ni mi alma halla
consuelo sino corriendo y predicando"
Los viajes con la Reina. Mientras la
acompañaba en sus giras por España aprovechaba también para desarrollar un
intenso apostolado. A primeros de junio de 1858 la real caravana rodaba por las
llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete, Valencia... y en julio por Castilla,
León, Asturias y Galicia.
El recorrido por el sur fue de un entusiasmo
extraordinario, llegando a predicar en un solo día 14 sermones. El Reino de
Dios era anunciado y el pueblo respondía con generosidad. "En estos
viajes, la Reina reúne a la gente y yo les predico".
"Oh Virgen Y Madre de Dios... soy hijo
y misionero vuestro formado en la fragua de vuestra misericordia y amor...
Presidente del Monasterio de El Escorial: La
Reina le nombró Presidente del Real Monasterio de El Escorial para su
restauración, dado su lastimoso estado a raíz de la ley de exclaustración de
1835. Desempeñó este cargo desde el año 1859 hasta el año 1868. Corto tiempo,
pero suficiente para dar muestras de su talento organizador. Se repararon las
torres y alas del edificio, así como la gran basílica. Se restauraron el coro y
los altares, se instalaron dos órganos, se adquirió material científico para
los gabinetes de Física y laboratorios de Química, se restauró la destartalada
biblioteca y se construyó otra nueva; se repoblaron los jardines, se plantaron
gran cantidad de árboles frutales y de jardín. Con todo, el Arzobispo ponía
anualmente en manos de la Reina un buen superávit. Parecía un milagro.
Con la restauración material emprendió la
espiritual. Creó una verdadera Universidad eclesiástica, con los estudios de
humanidades y lenguas clásicas, lenguas modernas, ciencias naturales,
arqueología, escolanía y banda de música. Estudios de Filosofía y Teología, con
Patrística, Liturgia Moral y ciencias Bíblicas, lenguas caldaica, hebrea,
arábiga, etc. Hizo de este monasterio uno de los mejores centros de España. Y
gracias a su afán recuperó su esplendor la octava maravilla del mundo.
Apóstol de la
prensa: "Antonio, escribe", -le dijeron Cristo y la Virgen-.
Como una enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba continuamente
los signos de los tiempos: "Uno de los medios que la experiencia me ha
enseñado ser más poderoso para el bien es la imprenta, -decía-, así como es el
arma más poderosa para el mal cuando se abusa de ella".
Escribió unas 96 obras propias (15 libros y
81 opúsculos) y otras 27 editadas, anotadas y a veces traducidas por él. Sólo
si se tiene en cuenta su extrema laboriosidad y las fuerzas que Dios le daba,
se puede comprender el hecho de que escribiera tanto llevando una dedicación
tan intensa al ministerio apostólico. Claret no era solamente escritor. Era
propagandista. Divulgó con profusión los libros y hojas sueltas. En cuanto a su
difusión alcanzó cifras verdaderamente importantes.
Jamás cobraba nada de la edición y venta de
sus libros; al contrario, invertía en ello grandes sumas de dinero. ¿De dónde
lo sacaba? De lo que obtenía por sus cargos y de los donativos.
"No todos pueden escuchar sermones...
pero todos pueden leer..." "El predicador se cansa... el libro
siempre está a punto... Son los libros la comida del alma..."
Entre el centenar de obras de todos tamaños
que escribió, destacan: "Avisos" a toda clase de personas. "El
camino recto" "El catecismo explicado" "El colegial
instruido"
"Los
libros son la mejor limosna".
En el año 1848 había fundado la Librería Religiosa junto al Dr.Caixal,
futuro obispo de Seo de Urgel, precedida por la "Hermandad espiritual de
los libros buenos", que durante los años que estuvo bajo su dirección
hasta su ida a Cuba imprimió gran cantidad de libros, opúsculos y hojas
volantes, con un promedio anual de más de medio millón de impresos. En el
primer decenio de la fundación recibió la felicitación personal del Papa Pío
IX.
Aún sacerdote fundó la Hermandad del
Santísimo e Inmaculado Corazón de María, cuya finalidad era la de mantener
permanentemente la difusión de los libros y constituyó uno de los primeros
ensayos de apostolado seglar activo por estar integrada por sacerdotes y
seglares de ambos sexos.
Una de sus obras más geniales fue la
fundación de la Academia de San Miguel (1858). En ella pretendía agrupar las
fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las organizaciones
católicas; artistas, literatos y propagandistas de toda España para la causa
del Señor. Gracias a su prestigio consiguió reunir en ella las figuras más
representativas del campo católico español. En nueve años se difundieron
gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se repartió un
número incalculable de hojas sueltas.
Y fundó las bibliotecas populares en Cuba y
en España. Más de un centenar llegaron a funcionar en España en los últimos
años de su vida.
Bien merece
el P.Claret el título de apóstol de la prensa.
Un hombre Santo: La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret vivir como
el religioso más observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su
austeridad era proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas, admirable.
Este era su horario. Dormía apenas seis
horas levantándose a las tres de la mañana. Antes que se levantaran los demás
tenía dos horas de oración y lectura de la Biblia, luego otra hora con ellos,
celebraba su Eucaristía y oía otra en acción de gracias, desde el desayuno
hasta las diez confesaba y luego escribía. Lo que peor soportaba era la hora de
audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba, visitaba hospitales,
cárceles, colegios y conventos.
Su pobreza era ejemplar. Un día se llevó un
susto al llevarse la mano al bolsillo. Le pareció haber encontrado una moneda,
pero enseguida se repuso, no era una moneda, sino una medalla. En una ocasión
no teniendo otra cosa para poder auxiliar a un pobre empeñó su cruz arzobispal.
San Antonio era un verdadero místico. Varias
veces se le vio en estado de profundo ensimismamiento ante el Señor. Un día de
Navidad, en la iglesia de las adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al
Niño Jesús en sus brazos.
En Intimidad con el Señor: La clave de toda
la espiritualidad de San Antonio es el amor al Santísimo Sacramento, que devoró
su corazón durante toda su vida. Este amor es el que le hace transformarse en
Cristo, en Cristo paciente y sacrificado.
Desde niño acudía con frecuencia a la Santa
Misa, reconociendo a Cristo realmente presente en la Eucaristía, fuente de toda
su vida.
Dice San Antonio: "Sentía cómo el Señor
me llamaba y me concedía el poder identificarme con El. Le pedía que hiciese siempre
su voluntad.
La vivencia de la presencia de Jesús en la
Eucaristía, en la celebración de la Misa o en la adoración de Jesús
Sacramentado era tan profunda que no la sabía explicar. Sentía y siento su
presencia tan viva y cercana que me resulta violento separarme del Señor para
continuar mis tareas ordinarias".
Un privilegio incomparable del que fue
objeto fue la conservación de las especies sacramentales de una comunión a otra
durante nueve años. Así lo escribió en su Autobiografía:
"El día 26 de agosto de 1861,
hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La Granja, a las siete de la
tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies
sacramentales, y tener siempre día y noche el santísimo sacramento en mi pecho.
Desde entonces debía estar con mucho más devoción y recogimiento interior.
También tenía que orar y hacer frente a todos los males de España, como así me
lo manifestaba el Señor en otras oraciones."
Esta presencia, casi sensible, de Jesús en
el P. Claret debió ser tan grande, que llegó a exclamar: "En ningún lugar
me encuentro tan recogido como en medio de las muchedumbres".
Devoción a la
Virgen María, Madre y Maestra:
Desde niño, la devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron la vida de
San Antonio. La Virgen Santísima era para él la estrella que le guiaba en su
vida. Siempre la visitaba en el altar de su parroquia y se imaginaba que sus
oraciones subían al cielo por unos "hilos misteriosos". Le gustaba
visitar a la Santísima Virgen en su santuario de Fusimaña.
De niño, todos los días rezaba una parte del
Santo Rosario y cuando mayor lo rezaba completo, los quince misterios todos los
días. Era gran devoto del Santo Rosario a tal punto que la Virgen le dijo un
día: "Tú serás el Domingo de estos tiempos. Promueve el Santo
Rosario"
Pasaba largo tiempo frente a una imagen de
la Virgen haciendo sus oraciones y rezos, y hablándole con cordialidad y
confianza, porque estaba convencido de que la Santísima Virgen lo escuchaba...
En obsequio a la Virgen María se abstenía no
sólo de pecados mortales, sino hasta de veniales, de faltas e imperfecciones, y
aún se abstenía de cosas lícitas, solo para mortificarse y abstenerse de alguna
cosa en obsequio a María Santísima.
El amaba a María, pero María le amaba más a
él, pues siempre le concedía lo que pedía y aún cosas que nunca pidió, le
concedió. La Virgen Santísima lo libró de enfermedades, de peligros y aun de la
muerte muchas veces, por mar o por tierra; le libró de tentaciones y de
ocasiones de pecar.
Decía el Santo: "Ya veis cuanto importa
ser devoto de María Santísima. Ella os librará de males y desgracias de cuerpo
y alma. Ella os alcanzará los bienes terrenales y eternos. ...Rezadle el Santo
Rosario todos los días con devoción y fervor y veréis como María Santísima será
vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera, vuestra maestra, vuestro
todo después de Jesús".
En otro lado dice: "Ni en mi vida
personal, ni en mis andanzas misioneras podía olvidarme de la figura maternal
de María. Ella es todo corazón y toda amor. Siempre la he visto como Madre del
Hijo amado y esto la hace Madre mía, Madre de la Iglesia, Madre de todos. Mi
relación con María siempre ha sido muy íntima y a la vez cercana y familiar, de
gran confianza. Yo me siento formado y modelado en la fragua de su amor de
Madre, de su Corazón lleno de ternura y amor. Por eso me siento un instrumento
de su maternidad divina. Ella está siempre presente en mi vida y en mi
predicación misionera. Para mí, María, su Corazón Inmaculado, ha sido siempre y
es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi modelo, mi Maestra, mi todo después de
Jesús".
"Oh Virgen Madre de Dios... soy hijo y
misionero vuestro, formado en la fragua de vuestra misericordia y amor...
Un hombre perseguido: No es de extrañar que
un hombre de la influencia del P. Claret, que arrastraba a las multitudes,
atrajera también las iras de los enemigos de la Iglesia. Pero las amenazas y
los atentados se iban frustrando uno a uno, porque la Providencia velaba sobre
él que se alegraba en las persecuciones. Fueron numerosos los atentados
personales que sufrió en vida. La mayor parte frustrados por la conversión de
los asesinos.
Pero fue peor la campaña difamatoria que se
organizó a gran escala por toda España para desacreditarlo ante las gentes
sencillas. Se le acusó de influir en la política, de pertenecer a la famosa
"camarilla" de la Reina con Sor Patrocinio, Marfori y otros, de ser
poco inteligente, de ser obsceno en sus escritos refiriéndose a "La Llave
de Oro", de ser ambicioso y aún de ladrón. Pero Claret supo callar,
contento de sufrir algo por Cristo.
Ante el reconocimiento del Reino de Italia:
El 15 de julio de 1865, el gobierno en pleno se reunía en La Granja para
arrancar a la Reina su firma sobre el reconocimiento del Reino de Italia, que
equivalía a la aprobación del expolio de los Estados pontificios.
El P. Claret ya había advertido a la Reina
que la aprobación de este atropello era, a su parecer, un grave delito, y la
amenazó con retirarse si lo firmaba. La Reina, engañada, firmó. Claret no quiso
ser cómplice permaneciendo en la corte. Oró ante el Cristo del Perdón, en la
iglesia de La Granja, y escuchó estas palabras: "Antonio, retírate".
Transido de dolor al verse obligado a abandonar
a la Reina en aquella situación, se dirigió a Roma. Allí el Papa Pío IX le
consoló y le ordenó que volviera otra vez a la corte. La familia real se alegró
inmensamente de su retorno. Pero una nueva tempestad de calumnias y de ataques
se desencadenó contra él. Se puede decir de Claret que fue uno de los hombres
públicos más perseguidos del siglo XIX.
Desterrado: El 18 de septiembre de 1868, la
revolución, ya en marcha, era incontenible. Veintiún cañonazos de la fragata
Zaragoza, en la bahía de Cádiz, anunciaron el destronamiento de la Reina Isabel
II. Con la derrota del ejército isabelino en Alcolea caía Madrid, y la
revolución, como un reguero de pólvora, se extendió por toda España.
El día 30, la familia real, con algunos
adictos y su confesor, salía para el destierro en Francia. Primero hacia Pau,
luego París. El P. Claret tenía 60 años.
Los desmanes y quema de iglesias se
prodigaron, cumpliéndose otra de las profecías del P. Claret: la Congregación
tendrá su primer mártir en esta revolución. En La Selva del Camp caía asesinado
el P.Crusats.
El 30 de
marzo de 1869 Claret se separaba definitivamente de la Reina y se iba a Roma.
Padre del Concilio Vaticano I: El día 8 de diciembre de 1869 comenzaron a
llegar a Roma 700 obispos de todo el mundo, superiores de órdenes religiosas,
arzobispos, primados, patriarcas y cardenales. Comenzaba el Concilio Ecuménico
Vaticano I. Allí estaba el P. Claret.
Uno de los temas más debatidos fue la
infalibilidad pontificia en cuestiones de fe y costumbres. La voz de Claret
resonó en la basílica vaticana:
"Llevo en mi cuerpo las señales de la
pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las heridas de Holguín-; ojalá pudiera yo,
confesando la infalibilidad del Papa, derramar toda mi sangre de una vez".
Es el único Padre asistente a aquel Concilio
que ha llegado a los altares.
El ocaso de sus días: El 23 de julio de
1870, en compañía del P. Xifré, Superior General de la Congregación, llegaba el
Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés. La Comunidad de misioneros en
el destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes, recibió con gran gozo al
fundador, ya enfermo. El sabía que su muerte era inminente. Pero ni siquiera en
el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron en paz sus enemigos. El día 5 de
agosto se recibió un aviso. Querían apresar al señor Arzobispo. Incluso en el
destierro y enfermo, el P. Claret tuvo que huir. Se refugió en el cercano
monasterio cisterciense de Fontfroide. En aquel cenobio, cerca de Narbona, fue
acogido con gran alegría por sus moradores.
"Me parece que ya he cumplido mi
misión, en París y en Roma he predicado la ley de Dios... En París como capital
del mundo, en Roma capital del catolicismo, lo he hecho de palabra y por
escrito, he observado la santa pobreza...
Su salud estaba completamente minada. El P.
Clotet no se separó de su lado y anotó las incidencias de la enfermedad. El día
4 de octubre tuvo un ataque de apoplejía.
El día 8 recibió los últimos sacramentos e
hizo la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María, a manos del P.
Xifré.
Llegó el día 24 de octubre por la mañana.
Todos los religiosos se habían arrodillado alrededor de su lecho de muerte.
Junto a él, los Padres Clotet y Puig. Entre oraciones Claret entregó su
espíritu en manos del Creador. Eran las 8:45 de la mañana y tenía 62 años.
Su cuerpo fue depositado en el cementerio
monacal con una inscripción de Gregorio VII que rezaba: "Amé la justicia y
odié la iniquidad, por eso muero en el destierro".
Glorificado:
Los restos del P. Claret fueron trasladados más tarde a Vic, en 1897, donde
se veneran. El 25 de febrero de 1934 la Iglesia le inscribió en el número de
los beatos. El humilde misionero apareció a la veneración del mundo en la
gloria de Bernini. Las campanas de la Basílica Vaticana pregonaron su gloria.
Y el 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo
proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día:
"San Antonio María Claret fue un alma
grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y
glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De
apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de
la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el
freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún
en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado
y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo
ilumina, su devoción a la Madre de Dios".
(fuente: corazones.org)
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