31 DE OCTUBRE
– MARTES
– 30 –
SEMANA DE T.O. – A –
San Alonso Rodríguez
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,18-25):
Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día
se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena
manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por
su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la
creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar
en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque
sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de
parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios,
la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una
esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que
ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
Palabra de Dios
Salmo:
125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
R/. El Señor ha
estado grande con nosotros
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (13,18-21):
En aquel tiempo, decía Jesús:
«¿A qué se
parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
Se parece a
un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace
un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió:
«¿A qué
compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete
en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Palabra del Señor
1. Podemos
decir que, mediante las parábolas más breves, Jesús dice lo más profundo. Y así traza un plan proyecto para la Iglesia. Como es bien
sabido, el grano de mostaza es de lo más pequeño que hay entre las simientes.
Sin embargo, de lo más pequeño nace, crece y se hace un arbusto en el que ponen
su nido y se cobijan las aves del cielo.
Lo que Jesús
quiere destacar, mediante esta parábola, tan breve y tan sencilla, es la fuerza
y la vitalidad que tiene lo pequeño, lo que parece insignificante, todo aquello
a lo que la mayoría de la gente no le concede importancia. Sin
embargo, está bien demostrado que el gigantismo está condenado al fracaso.
Hace millones
de años, en la tierra había dinosaurios y hormigas. Los dinosaurios
desaparecieron y de ellos solo quedan fósiles. Las hormigas siguen adelante.
2. Abunda
la gente que tiene pasión por la grandeza. Dedican tiempo y dinero a actos solemnes de grandeza. Porque se imaginan que así el tema
de Dios, el problema de la religión, la presencia de la Iglesia, todo eso
está más presente en la sociedad y en la vida.
¡Qué gran engaño! ¡Y
qué gran mentira!
Por eso,
hemos hecho catedrales grandes. Y organizamos grandes encuentros de carácter
religioso. Todo eso es pura patraña. Y engaño de ingenuos, propio de
chiquillos, de personas con una mentalidad infantil y que no pasa de una vanidad tan pueril como su mente.
Jesús no
organizó nada grandioso, llamativo o fastuoso. No quería ni que los demonios o
los enfermos curados por él fueran proclamando, en plan propagandístico, las
maravillas que él hacía. Jesús no organizó concentraciones.
A Jesús lo
buscaba la gente. Y, por cierto, la gente más sencilla, los pobres, los
lisiados, los pecadores, todo lo marginal y que suele ser despreciado en la
sociedad. Pero Jesús no organizaba nada. Jesús seducía.
3. Lo
mismo la parábola del grano de mostaza, que la de la levadura, lo que destacan,
en definitiva, es que Jesús quiere que el Evangelio se difunda cambiando lo interior de las personas.
No en la
pomposidad de lo externo, lo solemne, lo
que ocupa un espacio llamativo en la ciudad de los hombres.
La
religiosidad de Jesús se identifica con la vida, sobre todo con la vida
sencilla de los más sencillos, de los humildes,
de los pobres y los niños. Porque eso es lo que cambia el corazón humano. Y lo
que nos humaniza. Lo demás es pomposidad y fatuidad engañosa.
San Alonso Rodríguez
En la ciudad de Palma,
en la isla de Mallorca, san Alfonso Rodríguez, que, al perder su esposa e
hijos, entró como religioso en la Compañía de Jesús y estuvo como portero del
colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad,
obediencia y constancia en una vida penitente.
Vida de San Alonso Rodríguez
Estaba
un día enfermo y le llevó el enfermero la comida a la cama con un mandato de
parte del Padre Superior: «que se coma todo el plato». Cuando regresa el
enfermero, le encuentra deshaciendo el plato y comiéndolo pulverizado. El santo
se impuso a sí mismo una obediencia ciega; se exigió a sí mismo tanto que uno
de los padres le dijo un buen día «que obedecía a lo asno».
Nació
en Segovia en el año 1533, segundo de los once hijos del matrimonio formado por
Diego Rodríguez y María Gómez que vivían del comercio de paños.
Su
niñez y juventud estuvieron ligadas a la Compañía de Jesús. A los doce años
fueron alojados en su casa Pedro Fabro y otro jesuita, cuyas enseñanzas
atesoró. Estudió en el Colegio de los jesuitas de Alcalá de Henares.
A la
muerte de su padre se encarga de sacar adelante el negocio familiar, pero su
incompetencia es notable para el negocio de los paños.
Contrae
matrimonio con María Juárez con quien tiene dos hijos. Pero la mala fortuna
parece que le persigue: muere uno de sus hijos y su mujer y el negocio va de
mal en peor; luego fallece su otro hijo y su madre. Alonso se ha quedado solo.
Se
produce entonces una crisis fuerte que resuelve con confesión general y con el
deseo de comenzar una nueva vida tomando un impresionante ritmo interior de
trato con Dios y que mantiene por seis años. Cede a sus hermanos sus bienes y
marcha a Valencia en 1569 con el propósito de ingresar en la Compañía; pero no
contaba con insalvables obstáculos: su edad, la falta de estudios y escasa
salud.
Trabaja entonces en comercio y de ayo.
Por
fin es admitido en el Colegio Monte Sión en el año 1571; desde el año 1572
ocupa el cargo de portero hasta el 1610 que hacen casi cuarenta años
Es
considerado en la Compañía como modelo para los hermanos legos por su ejercicio
permanente para lograr auténtica familiaridad con Dios, por su obediencia
absoluta y por su amor y deseo de tribulación.
Este
humilde y santo portero fue durante su vida un foco radiante de espiritualidad
de la que se beneficiaron tanto los superiores que le trataron como los
novicios con los que tuvo contacto; un ejemplo representativo está en San Pedro
Claver, el apóstol de los esclavos.
Con
sus cartas ejerce un verdadero magisterio. Su lenguaje es sencillo y el popular
de la época, pero logra páginas de singular belleza al tratar temas de mayor
entusiasmo. La santidad que describe en sus escritos no es aprendida en los
libros, es fruto de su experiencia espiritual.
Fue
canonizado por el papa León XIII junto con San Pedro Claver.
(Fuente: archimadrid.es)
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