20 DE OCTUBRE
– VIERNES
– 28 –
SEMANA DE T.O. – A –
SAN CORNELIO, CENTURION
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos (4,1-8):
Veamos el
caso de Abrahán, nuestro progenitor según la carne. ¿Quedó Abrahán justificado
por sus obras? Si es así, tiene de qué estar orgulloso; pero, de hecho, delante
de Dios no tiene de qué.
A ver, ¿qué dice la
Escritura?: «Abrahán creyó a Dios, y esto le valió la justificación.»
Pues bien, a uno que
hace un trabajo el jornal no se le cuenta como un favor, sino como algo debido;
en cambio, a éste que no hace ningún trabajo, pero tiene fe en que Dios hace
justo al impío, esa fe se le cuenta en su haber.
También David
llama dichoso al hombre a quien Dios otorga la justificación, prescindiendo de
sus obras: «Dichoso el hombre que está
absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a
quien el Señor no le cuenta el pecado.»
Palabra de
Dios
Salmo:31,1-2.5.11
R/. Tú eres mi
refugio, me rodeas de cantos de liberación
Dichoso el
que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito. R/.
Habla
pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mí culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.
Alegraos,
justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,1-7):
En aquel tiempo, miles y miles de
personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros. Jesús empezó a hablar,
dirigiéndose primero a sus discípulos:
«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía. Nada
hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a
saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al
oído en el sótano se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el
cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer:
temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis
que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se
olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no
tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»
Palabra del Señor
1. Jesús
les advierte a sus discípulos que es peligrosa "la levadura" de los
fariseos.
La
"levadura" es un término bíblico importante. El poquito de masa ya
fermentada que, incorporada a la masa nueva, hace que fermente el pan era
considerado como un elemento "impuro". De forma que los
panes sin levadura eran los únicos que se podían ofrecer a Dios en sacrificio
(F. Bovon).
Pues bien, la
"levadura" de los hombres más religiosos es la "hipocresía que
es lo mismo que "teatralidad", o sea representar lo que se es (H.
Giesen). muy frecuente entre los hombres de la
religión en tiempos de Jesús.
2. En
esta vida estamos tantos hipócritas, o sea tantos fariseos, que será muy raro
el que se escapa de esta forma de vivir. Todos anteponemos nuestra
imagen pública a la realidad de nuestra vida. Nadie quiere mostrase
externamente como realmente es. Seguramente, cuanto más se baja más en la
escala social y religiosa, menos sitio tiene la hipocresía. En el mendigo o la
prostituta, la imagen pública no tiene más remedio que coincidir con la
realidad. Porque viven de la imagen pública. En los altos cargos, en
las familias, en los buenos religiosos o religiosas, no hay más salida que
esconder cosas que no puedan aparecer ante la opinión pública.
Todos estos
viven una imagen que, menos en casos extraordinarios, no puede coincidir con la
realidad de vidas que, a veces, dejan mucho que desear.
3. Jesús
insiste en que no tengamos que ocultar nada en la vida. Que se sepa todo. Nada
de disimular sentimientos turbios que fomentamos y disfrazados
celosamente.
Jesús es tan
machacón en este asunto porque, seguramente las instituciones y organizaciones
religiosas son de tal naturaleza y funcionan de tal manera que no tienen más
remedio que vivir ocultando, disfrazando y disimulando. Lo cual, en
buena medida, es comprensible. Porque se trata de seres humanos, con sus
consiguientes limitaciones y miserias humanas, al mismo tiempo, tienen que
aparecer ante la gente como profesionales con ejemplaridad.
En grupos
humanos así, la hipocresía es la gran tapadera oculta lo que quizá no
imaginamos. Por eso la religión es tan despreciada y hasta tan
odiada.
SAN CORNELIO, CENTURION
Conmemoración de san Cornelio, centurión,
que en la ciudad de Cesarea de Palestina fue bautizado por el apóstol san
Pedro, como primicia de la Iglesia de los gentiles.
Había en Cesarea un hombre, llamado Cornelio,
centurión de la cohorte Itálica, piadoso y temeroso de Dios. Como toda su
familia, daba muchas limosnas al pueblo y continuamente oraba a Dios.
Vio claramente en
visión, hacia la hora nona del día, que el Ángel de Dios entraba en su casa y
le decía:
-«Cornelio»
Él le miró
fijamente y lleno de espanto dijo:
-«¿Qué pasa,
señor?»
Le respondió:
-«Tus oraciones y
tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios. Ahora envía
hombres a Joppe y haz venir a un tal Simón, a quien llaman Pedro. Este se
hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, que tiene la casa junto al mar.»
Apenas se fue el
ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso, de entre sus
asistentes, les contó todo y los envió a Joppe.
Al día siguiente, mientras ellos iban de
camino y se acercaban a la ciudad, subió Pedro al terrado, sobre la hora sexta,
para hacer oración. Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban le
sobrevino un éxtasis, y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra
una cosa así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas. Dentro de él
había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una
voz le dijo:
-«Levántate,
Pedro, sacrifica y come.»
Pedro contestó:
-«De ninguna
manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro.»
La voz le dijo
por segunda vez:
-«Lo que Dios ha
purificado no lo llames tú profano.»
Esto se repitió
tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo.
Estaba Pedro perplejo pensando qué podría
significar la visión que había visto, cuando los hombres enviados por Cornelio,
después de preguntar por la casa de Simón, se presentaron en la puerta;
llamaron y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro. Estando Pedro
pensando en la visión, le dijo el Espíritu:
-«Ahí tienes unos
hombres que te buscan. Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar,
pues yo los he enviado.»
Pedro bajó donde
ellos y les dijo:
-«Yo soy el que
buscáis; ¿por qué motivo habéis venido?»
Ellos
respondieron:
-«El centurión
Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, reconocido como tal por el
testimonio de toda la nación judía, ha recibido de un ángel santo el aviso de
hacerte venir a su casa y de escuchar lo que tú digas.»
Entonces les
invitó a entrar y les dio hospedaje. Al día siguiente se levantó y se fue con
ellos; le acompañaron algunos hermanos de Joppe.
Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio
los estaba esperando. Había reunido a sus parientes y a los amigos íntimos.
Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies.
Pedro le levantó diciéndole:
-«Levántate, que
también yo soy un hombre.»
Y conversando con
él entró y encontró a muchos reunidos. Y les dijo:
-«Vosotros sabéis
que no le está permitido a un judío juntarse con un extranjero ni entrar en su
casa; pero a mí me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a
ningún hombre. Por eso al ser llamado he venido sin dudar. Os pregunto, pues,
por qué motivo me habéis enviado a llamar.»
Cornelio contestó:
-«Hace cuatro días, a esta misma hora,
estaba yo haciendo la oración de nona en mi casa, y de pronto se presentó
delante de mí un varón con vestidos resplandecientes, y me dijo: 'Cornelio, tu
oración ha sido oída y se han recordado tus limosnas ante Dios; envía, pues, a
Joppe y haz llamar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el
curtidor, junto al mar'. Al instante mandé enviados donde ti, y tú has hecho
bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros, en la presencia de Dios, estamos
dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el Señor.»
Entonces Pedro
tomó la palabra y dijo:
-«Verdaderamente
comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el
que le teme y practica la justicia le es grato. Él ha enviado su Palabra a los
hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo
que es el Señor de todos. Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando
por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret
le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y
curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; y
nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en
Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le
resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el
pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que
comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó
que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está
constituido por Dios juez de vivos y muertos. De éste todos los profetas dan
testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de
los pecados.»
Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el
Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra. Y los fieles
circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del
Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían
hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo:
-«¿Acaso puede
alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo
como nosotros?»
Y mandó que
fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se
quedase algunos días.
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