jueves, 5 de octubre de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 7 DE OCTUBRE – SÁBADO – 26 – SEMANA DE T.O. – A – Nuestra Señora del Rosario

 


7 DE OCTUBRE – SÁBADO

– 26 – SEMANA DE T.O. – A –

Nuestra Señora del Rosario

 

      Lectura del libro de Baruc (4,5-12.27-29):

     Ánimo, pueblo mío, que llevas el nombre de Israel. Os vendieron a los gentiles, pero no para ser aniquilados; por la cólera de Dios contra vosotros os entregaron a vuestros enemigos, porque irritasteis a vuestro Creador, sacrificando a demonios y no a Dios; os olvidasteis del Señor eterno que os había criado, y afligisteis a Jerusalén que os sustentó.  

      Cuando ella vio que el castigo de Dios se avecinaba dijo:

     «Escuchad, habitantes de Sión, Dios me ha enviado una pena terrible: vi cómo el Eterno desterraba a mis hijos e hijas; yo los crie con alegría, los despedí con lágrimas de pena. Que nadie se alegre viendo a esta viuda abandonada de todos.

      Si estoy desierta, es por los pecados de mis hijos, que se apartaron de la ley de Dios. Ánimo, hijos, gritad a Dios, que el que os castigó se acordará de vosotros.

     Si un día os empeñasteis en alejaros de Dios, volveos a buscarlo con redoblado empeño. El que os mandó las desgracias os mandará el gozo eterno de vuestra salvación.»


Palabra de Dios

 

     Salmo: 68,33-35.36-37
     R/. El Señor escucha a sus pobres.   

 

    Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
      Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas. 
R/.

      El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella. 
R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,17-24):

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús:

«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»

Él les contestó:

 «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó:

 «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»

Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:

«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»

Palabra del Señor

 

1.  En este evangelio se unen, uno tras otro, dos textos que, al menos a primera vista, no parecen estar directamente relacionados entre sí.

El primero de esos textos, recoge la respuesta que, según Lucas, Jesús dio a los setenta y dos al regresar de su misión.

El segundo (paralelo de Mt 11, 25-27), es la expresión de la experiencia más profunda de Jesús en su relación con el Padre. Pero, si todo esto se piensa más a fondo, se advierte que, precisamente porque Jesús tenía tal y tanta intimidad con el Dios Padre, por eso les dio a los discípulos la respuesta que necesitaban escuchar después de su éxito misional.

 

2.  Los discípulos regresan exultantes de la misión, por el éxito que han tenido y por la constatación de que los demonios se les sometían. La respuesta de Jesús no es congratularse con ellos. Por lo visto, Jesús no se congratulaba con nadie por el hecho de conseguir sometimientos, ni siquiera de demonios. Lo que a Jesús le interesaba no eran los éxitos de sus discípulos, sino la liberación de los que sufrían las enfermedades que entonces se atribuían al demonio. Eso es lo que nos tiene que alegrar. Y eso es ver a Satanás caer como un relámpago.

Nuestros éxitos personales no deben ser el motor de lo que hacemos o dejamos de hacer.

 

3.  La intimidad, y hasta la fusión, de Jesús con el Padre es lo que capacita a Jesús para hablar del Padre como nadie más puede darlo a conocer. Hablar de Dios es siempre problemático. Dar a conocer a Dios lo es mucho más. Pero lo es, sobre todo, porque de Dios hablamos por lo que de Él sabemos, no por lo que de Él experimentamos.

Seguramente hablamos de Dios sin saber lo que decimos.  O presentamos a un Dios que poco a nada tiene que ver con el Padre.

Porque nuestra experiencia del Padre poco o nada tiene que ver con la experiencia de Jesús: experiencia de intimidad y experiencia de bondad con todos.

 

Nuestra Señora del Rosario




 

Esta conmemoración fue instituida por el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla naval de Lepanto (1571), victoria atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario.

La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

 

El 7 de octubre se celebra a la Virgen del Rosario, advocación que hace referencia al rezo del Santo Rosario que la propia Madre de Dios pidió que se difundiera para obtener abundantes gracias.

En el año 1208 la Virgen María se le apareció a Santo Domingo y le enseñó a rezar el Rosario para que lo propagara. El santo así lo hizo y su difusión fue tal que las tropas cristianas, antes de la Batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), rezaron el Santo Rosario y salieron victoriosos.

El Papa San Pío V en agradecimiento a la Virgen, instituyó la fiesta de la Virgen de las Victorias para el primer domingo de octubre y añadió el título de “Auxilio de los Cristianos” a las letanías de la Madre de Dios.

Más adelante, el Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la Fiesta al de Nuestra Señora del Rosario y Clemente XI extendió la festividad a toda la Iglesia de occidente. Posteriormente San Pío X la fijó para el 7 de octubre y afirmó: “Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo”.

Rosario significa “corona de rosas y, tal como lo definió el propio San Pío V, “es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor".

San Juan Pablo II, quien añadió los misterios luminosos al rezo del Santo Rosario, escribió en su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” que este rezo mariano “en su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad”.

El Papa peregrino termina esa misma Carta con una hermosa oración del Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario, que dice:

Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios,

vínculo de amor que nos une a los Ángeles,

torre de salvación contra los asaltos del infierno,

puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás.

Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía.

Para ti el último beso de la vida que se apaga.

Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre,

oh Reina del Rosario de Pompeya,

oh Madre nuestra querida,

oh Refugio de los pecadores,

oh Soberana consoladora de los tristes.

Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo.

 

 

 

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