16 DE OCTUBRE
– LUNES
– 28 –
SEMANA DE T.O. – A –
Santa Eduvigis
Comienzo de la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos (1,1-7):
Pablo, siervo
de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de
Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas,
se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David;
constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su
resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor.
Por él hemos recibido este don y esta
misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su
nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús.
A todos los de Roma, a quienes Dios ama
y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios,
nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios
Salmo: 97
R/. El Señor da a conocer su victoria
Cantad al
Señor un cantico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a
conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines
de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (11,29-32):
En aquel
tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación
perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás.
Como Jonás fue un signo para los
habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
Cuando sean juzgados los hombres de esta
generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella
vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y
aquí hay uno que es más que Salomón.
Cuando sea juzgada esta generación, los
hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se
convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»
Palabra del Señor
1. Cuando en los evangelios se habla de "generación" (frecuente en los sinópticos), es término, sobre todo cuando va precedido de "esta" o seguido del calificativo "perversa", que sin duda procede de la redacción más tardía de la fuente Q, de origen helenista, y tiene un sentido claramente despectivo y condenatorio. Es una expresión que se refiere a la porción del pueblo de Israel, que, a juicio de los primeros cristianos, rechazó al Mesías, es decir, a Jesús.
Se trata, por tanto, de una
interpretación particular de la que, sin duda, participaron bastantes
cristianos de la Iglesia antigua. Por eso, cuando aparece en los evangelios esa
expresión, es siempre con sentido despectivo o de rechazo.
2. Aquella "generación" exigía un "signo" (semeion). Esta palabra designaba una "señal espectacular" que tuviera fuerza probatoria, para demostrar sin lugar a dudas que Jesús venía de parte de Dios. Pero, según los evangelios Jesús nunca quiso hacer signos de este tipo o con intenciones apologéticas.
Por eso Jesús rechazó siempre la petición
de que hiciera milagros para probar que venía de Dios (Mt 12, 38 s; Lc 11,
29-32; Mt 16, 1. 4; Mc 8, 11 s; Lc 17, 20 s).
Esto quiere decir, como es lógico, que
Jesús nunca pretendió hacer cosas prodigiosas para demostrar su condición
divina o cosas parecidas.
3. Con los ejemplos de Salomón y de Jonás, lo que Jesús pretende es dejar claro que lo que nos tiene que importar a los creyentes no es ver signos extraordinarios (apariciones, milagros, revelaciones, portentos...). Lo que nos tiene que interesar es escuchar "la Palabra de Dios", acoger esa Palabra, hacerla vida en nuestras vidas. Y vivir de acuerdo con lo que nos exige la Palabra del Señor.
La gente va gustosamente a Lourdes,
Fátima... y tantos otros sitios famosos de piadosas peregrinaciones.
La gente, sin embargo, no se pone a leer, estudiar, meditar el contenido y el mensaje de los evangelios. Esto también da que pensar.
Santa
Eduvigis
Nació en 1647 en la diócesis de Autun
(Francia). Entró a formar parte de las monjas de la Visitación de
Paray-le-Monial; llevó una vida de constante perfección espiritual y tuvo una
serie de revelaciones místicas, referentes sobre todo a la devoción al Corazón
de Jesús, cuyo culto se esforzó desde entonces por introducir en la Iglesia.
Murió el día 17 de octubre del año 1690.
Hacia el año 1174 nació en Baviera la niña Eduviges, hija del conde Bertoldo
de Andechs. Sus padres la confiaron a las religiosas del monasterio de
Kintzingen, en Franconia. Gertrudis, hermana de Eduviges, fue madre Santa
Isabel de Hungría.
A los doce años, Eduviges contrajo matrimonio con el duque Enrique de
Silesia, quien sólo tenía dieciocho años. Dios los bendijo con siete hijos. El
esposo de Eduviges heredó el ducado a la muerte de su padre, en 1202.
Inmediatamente, a instancia de su esposa, fundó el gran monasterio de
religiosas cistercienses de Trebnitz, a cinco kilómetros de Breslau. Se cuenta
que todos los malhechores de Silesia fueron ordenados a trabajar en la
construcción del monasterio, que fue el primer convento de religiosas en
Silesia. El duque y su mujer fundaron además otros muchos monasterios, con lo
cual no sólo propagaron en sus territorios la vida religiosa, sino también la
cultura germánica. Entre los monasterios fundados por los duques, los había de
cistercienses, de canónigos de San Agustín, de dominicos y de franciscanos.
Enrique fundó el Hospital de la Santa Cruz en Breslau, y Santa Eduviges, un
hospital para leprosas en Neumarkt donde solía asistir personalmente a las
enfermas.
Después del nacimiento de su último hijo, en 1209, Eduviges y su marido de
mutuo acuerdo hicieron voto de continencia perpetua. Según se cuenta, en sus
restantes treinta años de vida, Enrique no volvió a llevar oro, plata o
púrpura.
Los hijos de Enrique y Eduviges les hicieron sufrir mucho. En 1212, el duque
repartió sus posesiones entre Enrique y Conrado, sus hijos varones, pero
ninguno de los dos quedó contento con su parte. A pesar de que Santa Eduviges
hizo cuanto pudo por reconciliarlos, los dos hermanos y sus partidarios
trabaron batalla, y Enrique derrotó a su hermano Conrado. Esa pena ayudó a
Santa Eduviges a deplorar la vanidad de las cosas del mundo y a despegarse más
y más de ellas. De los siete hijos solo Gertrudis sobrevivió a sus padres y fue
abadesa de Trebnitz.
A partir de 1209, la santa fijó su principal residencia en el
monasterio de Trebnitz, a donde solía retirarse con frecuencia. Durante sus
retiros, dormía en la sala común con las otras religiosas y observaba
exactamente la distribución. No usaba más que una túnica y un manto, lo mismo
en invierno que en verano y llevaba, sobre sus carnes una camisa de pelo con
mangas de seda para que nadie lo sospechase. Como acostumbraba a caminar hasta
la Iglesia con los pies desnudos sobre la nieve los tenía destrozados, pero
llevaba siempre en la mano un par de zapatos para ponérselos si encontraba a
alguien por el camino. Un abad le regaló en cierta ocasión un par de zapatos
nuevos y le arrancó la promesa de que los usaría. Algún tiempo después, el abad
volvió a ver a la santa descalza y le preguntó dónde estaban los zapatos.
Eduviges los sacó de entre los pliegues de su manto, diciendo: “Siempre los
llevo aquí”
En 1227, los duques Enrique de Silesia y Ladislao de Sadomir se reunieron
para organizar la defensa contra el ataque del “svatopluk” de Pomerania. Pero
el svatopluk se enteró y cayó sobre ellos, precisamente durante la reunión y
Enrique, que estaba en el baño, apenas logró escapar con vida. Santa Eduviges
acudió lo más pronto posible a cuidar a su marido, pero éste había partido ya
con Conrado de Masovia para defender los territorios de Ladislao, quien había
perecido a manos del svatopluk. La victoria favoreció a Enrique, el cual se
estableció en Cracovia. Pero al poco tiempo fue nuevamente atacado por sorpresa
en Mass, y Conrado de Plock le tomó prisionero. La fiel Eduviges intervino y
consiguió que ambos duques llegasen a un acuerdo, mediante el matrimonio de las
dos nietas de Enrique con los dos hijos de Conrado. Así se evitó el encuentro
entre ellos con gran regocijo de Santa Eduviges, quien siempre hacía cuanto
estaba de su mano para evitar el derramamiento de sangre.
En 1238, murió el marido de Santa Eduviges y fue sucedido por su hijo
Enrique, apodado el “Bueno”. Cuando la noticia de la muerte del duque llegó al
monasterio de Trebnitz, las religiosas lloraron mucho; Eduviges fue la única
que permaneció serena y reconfortó a las demás: ¿Por qué os quejáis de la
voluntad de Dios? Nuestras vidas están en sus manos, y todo lo que Él hace está
bien hecho, lo mismo si se trata de nuestra propia muerte que de la muerte de
los seres amados”. La santa tomó entonces el hábito religioso de Trebnitz, pero
no hizo los votos para poder seguir administrando sus bienes en favor de los
pobres. En cierta ocasión, Santa Eduviges encontró a una pobre mujer que no
sabía el Padrenuestro y comenzó a enseñárselo; como la infeliz aldeana no
consiguiese aprenderlo, la santa la llevó a dormir a su propio cuarto para
aprovechar todos los momentos libres y repetirle la oración hasta que la mujer
consiguió aprenderla de memoria y entender lo que decía.
En 1240, los tártaros invadieron Ucrania y Polonia. El duque Enrique II les
presentó la batalla cerca de Wahlstadt. Se dice que los tártaros emplearon
entonces gases venenosos: “un humo espeso y nauseabundo brotaba en forma de
serpiente de unos tubos de cobre y embrutecía a los soldados polacos.” Enrique
pereció en la batalla. Santa Eduviges tuvo una revelación sobre la muerte de su
hijo tres días antes de que llegase la noticia y dijo a su amiga Dermudis: “He
perdido a mi hijo; se me ha escapado de las manos como un pajarito y jamás
volveré a verle.” Cuando el mensajero trajo la triste noticia, Santa Eduviges
consoló a su propia hija Gertrudis y a Ana, la esposa de Enrique.
Dios premió la fe de su sierva con el don de milagros. Una religiosa ciega
recobró la vista cuando la santa trazó sobre ella la señal de la cruz. El
biógrafo de Eduviges relata varias otras curaciones milagrosas obradas por ella
y menciona diversas profecías de la santa, entre las que se contaba la de su
propia muerte. Durante su última enfermedad, aunque todos la creían fuera de
peligro, santa Eduviges pidió la extremaunción. Murió en octubre de 1243 y fue
sepultada en Trebnitz. Su canonización se llevó a cabo en 1267. En 1706, la
fiesta de Santa Eduviges fue incluida en el calendario universal de la Iglesia
de occidente.
Fuente: Vidas de Santos Tomo IV; Butler.
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