14 - DE JUNIO – VIERNES –
10ª – SEMANA DEL T.O. - B
Digna, Anastasio y Félix,
Mártires de Córdoba
Lectura del primer libro de los Reyes
(19,9a.11-16):
En aquellos
días, cuando Elías llegó a Horeb, el monte de Dios se metió en una cueva donde
pasó la noche.
El Señor le dijo:
«Sal y ponte de pie en el monte ante el
Señor.
¡El Señor va a pasar!»
Vino un
huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante
del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un
terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino
un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una
brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y
se puso en pie a la entrada de la cueva.
Entonces oyó una voz que le decía:
«¿Qué haces, aquí, Elías?»
Respondió:
«Me consume el celo por el Señor, Dios
de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derruido
tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para
matarme.»
El Señor dijo:
«Desanda tu camino hacia el desierto de
Damasco y, cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, rey de Israel a Jehú,
hijo de Nimsí, y profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Prado
Bailén.»
Palabra de Dios
Salmo: 26,7-8a.8b-9abc.13-14
R/. Tu rostro buscaré, Señor
Escúchame,
Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro.» R/.
Tu rostro
buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.
Espero gozar
de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor,
sé valiente, ten ánimo,
espera en el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(5,27-32):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído el mandamiento "no
cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada
deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo
y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno.
Si tu mano derecha te hace caer,
córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero
al infierno.
Está mandado: "El que se divorcie
de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se
divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el
que se case con la divorciada comete adulterio.»
Palabra del Señor
1. Este texto del Sermón del Monte no se refiere al tema de la sexualidad, la pureza y menos aún, al "puritanismo", tan característico de la cultura de los griegos (E. R. Dodds) y de los estoicos. Jesús no se interesó jamás "directamente" por los problemas del sexo o por las prohibiciones religiosas relativas a la vida sexual de los humanos.
2. Jesús no se refiere
a las prohibiciones que los moralistas actuales argumentan desde el sexto
mandamiento, porque Jesús no habla aquí de la relación "amorosa" o
"erótica".
Jesús se refiere a la prohibición del décimo y último mandamiento del decálogo. Este mandamiento prohíbe "el deseo" de lo que pertenece a otro. Así lo dice el libro del Éxodo: "No desearás la casa de tu prójimo: no codiciarás su mujer, ni su siervo, ni su criada, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece" (Ex 20, 17).
El antropólogo René Girard, que estudió
a fondo este asunto, comenta: "El legislador (Dios) que prohíbe el deseo
de los bienes del prójimo se esfuerza por resolver el problema número uno de
toda comunidad humana: la violencia
interna".
3. Y a esto es a lo que
se refiere Jesús. El "deseo" es el motor de la conducta. Y atajar el
deseo, de lo que pertenece a otro, es cortar de raíz el origen de la violencia
y de la corrupción.
Téngase en cuenta que el texto del evangelio se refiere a desear la "mujer casada" (gynaika). Ahora bien, una mujer "casada", en la mentalidad jurídica de la antigüedad, era propiedad del marido. Y Jesús prohíbe "desear" lo que es de otro (que puede ser su mujer, su casa o su asno); o sea, lo que a Jesús le preocupaba era la "justicia", no la "pureza sexual".
De esto último, Jesús no habla. Y lo que
destaca es que tenemos que ser justos, honrados, honestos y jamás apropiarse lo
que pertenece a otro.
Mártires de Córdoba
En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires Anastasio,
presbítero, Félix, monje, y Digna, virgen, que murieron el mismo día.
Anastasio, por confesar su fe cristiana ante los jueces musulmanes, fue
decapitado, y con él murió también Félix, originario de Getulia, en África del
Norte, que había profesado la fe católica y la vida monástica en Asturias.
Digna, aún joven, por haber reprendido al juez por la muerte de los dos
anteriores, fue decapitada de inmediato. († 853)
Breve Biografía
San Anastasio era un sacerdote de Córdoba, hombre venerable que había sido
elevado al sacerdocio después de largos años pasados en el estado monástico. Al
día siguiente del martirio de san Fándilas, se presentó ante los cónsules de la
ciudad y atacó también él, en términos vehementes, a los enemigos de la fe.
Inmediatamente le cortaron la cabeza. Al mismo tiempo ejecutaron a un monje
llamado Félix, originario de Getulia, en África, que había venido por azar a
España; allí se había convertido y abrazado el estado monástico. Ambos cuerpos,
decapitados, se exhibieron junto al río, como el de San Fándilas.
En la tarde de ese mismo día, martirizaron igualmente a una joven religiosa,
llamada Digna. Esta que, a causa de su profunda humildad, se consideraba la
última de todas sus hermanas, decía con frecuencia de la manera más
emocionante: «No me llaméis Digna, sino Indigna, porque mi nombre debe expresar
lo que soy». Durante un sueño vio a santa Ágata deslumbrante de belleza y con
lirios y rosas en sus manos. La santa mártir le dio una rosa roja, exhortándola
a combatir valerosamente por Cristo. Desde entonces, Digna sintió un vivo deseo
de martirio y, cuando los rumores de la ejecución de Anastasio y de Félix
llegaron hasta ella, comprendió que su hora había llegado. Salió secretamente
del monasterio y se presentó ante el juez para reprocharle abiertamente los
asesinatos que acababa de cometer con hombres sin más culpa que la de adorar al
verdadero Dios y de confesar a la Trinidad Santísima. A su vez, Digna fue
decapitada y colgada, como los mártires que le precedieron. La Iglesia ha
reunido a estos tres mártires el día 14 de junio.
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