26 - DE JUNIO – MIERCOLES –
12ª – SEMANA DEL T.O. – B
San Pelagio (o Pelayo), mártir
Lectura del segundo libro de los Reyes22,8-13; 23,1-3
En aquellos días, el sumo sacerdote,
Jilquías, dijo al secretario Safán:
«He hallado en el templo del Señor un libro de la ley».
Jilquías entregó el libro a Safán, que lo leyó. El secretario Safán,
presentándose al rey, le informó:
«Tus servidores han fundido el dinero depositado en el templo y lo han
entregado a los capataces encargados del templo del Señor».
El secretario Safán añadió también:
«El sumo sacerdote Jilquías me ha entregado un libro».
Y Safán lo leyó ante el rey. Cuando el rey oyó las palabras del libro de la
ley, rasgó sus vestiduras. Y dirigiéndose al sacerdote Jilquías, a Ajicán, hijo
de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asaías, ministro
del rey, les ordenó:
«Id a consultar al Señor por mí, por el pueblo y por todo Judá, a propósito
de las palabras de este libro que ha sido encontrado, porque debe de ser grande
la ira del Señor encendida contra nosotros, ya que nuestros padres no
obedecieron las palabras de este libro haciendo lo que está escrito para
nosotros».
El rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se reunieron
ante él. Subió el rey al templo del Señor con todos los hombres de Judá y los
habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, profetas y todo el pueblo, desde el
menor al mayor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la Alianza
hallado en el templo del Señor. Se situó el rey de pie junto a la columna y, en
presencia del Señor, estableció la alianza, con el compromiso de caminar tras
el Señor y guardar sus mandamientos, testimonios y preceptos, con todo el
corazón y con toda el alma, y poner en vigor las palabras de la alianza
escritas en el libro.
Todo el pueblo confirmó la alianza.
Palabra de Dios.
Salmo 118:
R/Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
Muéstrame, Señor, el camino de tus
decretos, y lo seguiré puntualmente.
Enséñame a cumplir tu ley y a guardarla
de todo corazón. R/
Guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo. R/
Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés. R/
Aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra. R/
Mira cómo ansío tus mandatos: dame vida con tu justicia. R/
Lectura del
santo evangelio según san Mateo (7,15-20):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con
los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos
rapaces. Por sus frutos los conoceréis.
A ver, ¿acaso
se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?
Los árboles
sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no
puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no
da fruto bueno se tala y se echa al fuego.
Es decir, que
por sus frutos los conoceréis.
Palabra del Señor
1. En
el cristianismo primitivo existía, sin duda alguna, el peligro, para los creyentes en Jesús, de verse asaltados por "profetas falsos". Es
decir, ya entonces percibieron la amenaza que representan los hombres tramposos
y embusteros, que se presentan con apariencia de salvadores, cuando en realidad
son auténticos "salteadores" de caminos por los que transita gente
inocente (cf. 1 Jn 2, 18-27; 4, 1-6; Tit 1, 12; Ap 2, 20; Did. 11, 3; Pastor de
Hermas, m. 11, además de los montanistas y no pocos grupos gnósticos) (A.
Piñero).
Teniendo
en cuenta que lo que se les reprocha a los "profetas falsos" no es el
error, sino la maldad (anomía) (Mt 7, 23).
2. El
principio o criterio, que aquí establece Jesús, tiene esta característica: fundamenta la ética, no en principios filosóficos o en leyes religiosas,
sino en las consecuencias del propio comportamiento.
El
comportamiento humano, por supuesto. Pero el comportamiento
humano que sigue el comportamiento que tuvo Jesús. Este criterio se parece
mucho al llamado pragmatismo americano, que entiende la fe como "aquello
en virtud de lo cual un hombre está dispuesto a obrar" (N. J. Green).
No nos damos
cuenta, por lo general, de la disociación y el desacuerdo que existe entre lo
que pensamos y lo que hacemos. Por eso es tan importante recordar el criterio
ético de R. Rorty: el hombre solidario es el que lucha por disminuir la
violencia, el sufrimiento y "la humillación que soportan algunos seres
humanos a causa de otros seres humanos".
3. Cada cual
nos tenemos que preguntar por las consecuencias que se siguen de nuestras conductas. Por ejemplo, es muy aleccionador tener
presente si cada cual, en el ambiente en el que se mueve, contagia bienestar, alegría, paz, sosiego, ganas de vivir. O, por el contrario, lo que contagia
es un clima insoportable, malestar,
tensiones, violencia, atropellos...
En eso es
donde está la respuesta al problema de la ética. Mi bondad o mi maldad se
perciben, ante todo, en la cara que ponen los que conviven conmigo.
San
Pelagio (o Pelayo),
Mártir
Martirologio
Romano: San Pelagio (o Pelayo), mártir, que a los trece años, por
querer conservar su fe en Cristo y su castidad ante las costumbres deshonestas
de Abd ar-Rahmán III, califa de los musulmanes, consumó en Córdoba, en la
región hispánica de Andalucía, su glorioso martirio, al ser despedazado con
tenazas († 925).
Breve
Biografía
Nació en (* Albeos,
Crecente (España), en el 911. Murió el 26 de junio de 925 en Córdoba.
Fue un
cristiano martirizado durante el califato de Abderramán III, y canonizado
posteriormente por la Iglesia Católica, como ejemplo de la virtud de la
castidad juvenil frente a la homosexualidad. Su día en el santoral católico es
el 26 de junio.
Su martirio, descrito truculentamente en
el santoral, fue por despedazamiento o desmembramiento mediante tenazas de
hierro. Tras la batalla de Valdejunquera (920), muchos cristianos del Reino de
León fueron llevados prisioneros a Córdoba, entre los que estaban él y su tío,
Hermigio, obispo de Tuy. Éste es liberado con el fin de reunir el rescate,
mientras que Pelayo queda en calidad de rehén.
Se dice que el califa Abderramán III le
requirió contactos sexuales, a los que se negó, lo que provocó su tortura y
muerte.
Su hagiografía refleja que durante los
cuatro años que pasó en Córdoba en calidad de rehén, sin que el rescate fuera
pagado por su tío obispo, el muchacho destacó por su inteligencia y su fe,
haciendo proselitismo de Cristo, insistiendo en que esta actividad fue la que
provocó que fuera tentado por Abderramán III para convertirse al islamismo, lo
que él rechazó con vehemencia:
"Si, oh rey, soy cristiano. Lo he
sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No
pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo,
aunque no lo quieras".
El martirio en defensa de su fe justifica
su canonización.
Enseguida pasó a recibir culto. A partir
del siglo XI, en que los reinos cristianos intervenían en la política interior
de los reinos de taifas, muchos santos cristianos fueron trasladados al norte,
y este fue lo que ocurrió con sus restos: primero a León y luego al monasterio
benedictino de Oviedo que lleva su nombre (y que no debe confundirse con el de
Don Pelayo, el primer rey de Asturias).
San Pelayo es el santo patrón de:
Seminario Menor de Tuy (provincia de Pontevedra, España); Villanueva Matamala
(provincia de Burgos, España); Castro-Urdiales (Burgos, España) y de Zarauz
(Guipúzcoa, País Vasco, España).
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
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