lunes, 3 de junio de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 5 - DE JUNIO – MIERCOLES – 9ª – SEMANA DEL T.O. - B SAN BONIFACIO, obispo y mártir

 


 

 5 - DE JUNIO – MIERCOLES –

9ª – SEMANA DEL T.O. - B

SAN BONIFACIO,

obispo y mártir

 

       Lectura de la segunda carta del san Pablo a Timoteo (1,1-3.6-12):

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio. De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.

Palabra de Dios

 

Salmo:122

 

R/. A ti, Señor, levanto mis ojos

A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.

       Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores. R/.

Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos  en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,18-27):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:

«Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano."

Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último, murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»

Jesús les respondió:

«Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”.

 No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.»

Palabra de Dios

 

1.  Este extraño episodio nos resulta difícil de entender. Entre otras razones, por el caso que los saduceos le plantean a Jesús. Este caso se explica por la antiquísima "ley del levirato" (del latín levir, "cuñado"). Una ley, propia de culturas muy antiguas, que pretendía perpetuar el nombre del marido y, sobre todo, asegurar la propiedad familiar, como derecho del varón y sus descendientes. En la historia bíblica se encuentra el caso de Tamar (Gen 38) y de Rut (rt 2, 20; 3, 12). Era, por tanto, una "ley machista", que ponía en evidencia la desigualdad de derechos del hombre y de la mujer.         

 

2.  Pero el fondo del problema, que plantea este relato, se refiere a la resurrección. Los saduceos no creían en eso.   Pensaban que con la muerte se acababa la vida definitivamente. Hay que tener en cuenta que los saduceos eran el partido político de los más ricos. Y también de los que dominaban el culto y los cargos de mando en el Templo (J. Jeremías).

Las personas y los grupos que tienen un alto nivel de vida y gozan de riquezas, normalmente, no creen nada más que en esta vida y sus disfrutes. Con eso se consideran satisfechos.                  

 

3.  Jesús les desmonta su argumentación. Y les dice, en su cara, que "están muy equivocados".  Jesús afirma con fuerza la fe y la esperanza en la resurrección. Con la muerte no se acaba la vida. O sea, lo que debe regir nuestras vidas es la esperanza en la promesa de Jesús, no la seguridad que nos da el dinero, las cuentas corrientes bien dotadas, los bienes que posee la familia, la diócesis o la orden religiosa. Todo eso nos lleva derechos a vivir en el engaño. Y a perder la verdadera esperanza.

 

SAN BONIFACIO, 

obispo y mártir

 





Apóstol de Alemania

San Bonifacio, obispo y mártir Memoria

Nació en Inglaterra hacia el 673; hizo su profesión religiosa en el monasterio de Exeter. El año 719 marchó a Alemania a predicar la fe cristiana, obteniendo notable éxito. Consagrado obispo de Maguncia, fundó o instauró, con ayuda de varios compañeros, numerosas iglesias en Baviera, Turingia y Franconia, congregó diversos concilios y promulgó leyes.

Fue asesinado por unos paganos durante la evangelización de los frisones en el año 754, y su cuerpo fue sepultado en la abadía de Fulda.

     San Bonifacio nació hacia el año 680, en el territorio de Wessex (Inglaterra). Su verdadero nombre era Winfrido. Ordenado sacerdote, en el año 716 con dos compañeros se encaminó a Turingia; pero aún no era la hora de su apostolado. Regresó a su monasterio y en el año 718 viajó a Roma para solicitar del papa Gregorio II autorización de misionar en el continente. El Sumo Pontífice lo escuchó complacido y, en el momento de otorgarle la bendición, le dijo: "Soldado de Cristo, te llamarás Bonifacio". Este nombre significa "bienhechor".

En 719 se dirigió a Frislandia. Allí estuvo tres años; luego se marchó a Hesse, convirtiendo a gran número de bárbaros. En Amoneburg, a orillas del río Olm, fundó el primer monasterio. Regresó a Roma, donde el papa lo ordenó obispo.

Poco después, en el territorio de Hesse, fundaba el convento de Fritzlar. En el año 725 volvió a dirigirse a Turingia y, continuando su obra misionera, fundó el monasterio de Ordruf. Presidió un concilio donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío de Carlomagno, quien lo apoyó en su empresa. En el año 737, otra vez en Roma, el papa lo elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia. Prosiguió su misión evangelizadora y se unieron a él gran cantidad de colaboradores. También llegaron desde Inglaterra mujeres para contribuir a la conversión del país alemán, emparentado racialmente con el suyo. Entre éstas se destacaron santa Tecla, santa Walburga y una prima de Bonifacio, santa Lioba. Este es el origen de los conventos de mujeres. Prosiguió fundando monasterios y celebrando sínodos, tanto en Alemania como en Francia, a consecuencia de lo cual ambas quedaron íntimamente unidas a Roma.

El anciano predicador había llegado a los ochenta años. Deseaba regresar a Frisia (la actual Holanda). Tenía noticias de que los convertidos habían apostatado. Cincuenta y dos compañeros fueron con él. Atravesaron muchos canales, hasta penetrar en el corazón del territorio. Al desembarcar cerca de Dochum, miles de habitantes de Frisia fueron bautizados. El día de pentecostés debían recibir el sacramento de la confirmación.

Bonifacio se encontraba leyendo, cuando escuchó el rumor de gente que se acercaba. Salió de su tienda creyendo que serían los recién convertidos, pero lo que vio fue una turba armada con evidente determinación de matarlo. Los misioneros fueron atacados con lanzas y espadas. "Dios salvará nuestras almas", grito Bonifacio. Uno de los malhechores se arrojó sobre el anciano arzobispo, quien levantó maquinalmente el libro del evangelio que llevaba en la mano, para protegerse. La espada partió el libro y la cabeza del misionero. Era el 5 de junio del año 754.

El sepulcro de san Bonifacio se halla en Fulda, en el monasterio que él fundó. Se lo representa con un hacha y una encina derribada a sus pies, en recuerdo del árbol que los gentiles adoraban como sagrado y que Bonifacio abatió en Hesse. Es el apóstol de Alemania y el patriarca de los católicos de ese país.

 

 

 

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