8 - DE JUNIO – SÁBADO –
9ª – SEMANA DEL T.O. - B
SDO. CORAZON DE MARIA
Lectura del profeta Isaías (61,9-11):
La estirpe de
mi pueblo será célebre entre las naciones, y sus vástagos entre los pueblos.
Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor. Desbordo
de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido con un
traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone
la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y
los himnos ante todos los pueblos.
Palabra de
Dios
Salmo: 1Sam 2,1-8
R/. Mi corazón se regocija por el Señor,
mi salvador
Mi corazón se
regocija por el señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.
Se rompen los
arcos de tus valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía. R/.
El Señor da la
muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.
Él levanta del
polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (2,41-51):
Cuando Jesús
cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó,
se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus
padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se
pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se
volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el
templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles
preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las
respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le
dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te
buscábamos angustiados.»
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que
yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que
quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre
conservaba todo esto en su corazón.
Palabra del
Señor
1. Cuando Dios
decidió venir al mundo lo hizo en forma de niño, con un corazón de niño. De
Jesús, en un momento dado de su vida, se nos dice que: “iba creciendo en edad,
en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,52).
Pero, su corazón no creció como suelen hacerlo los de los otros seres humanos,
que se hacen más desconfiados, suspicaces y maliciosos, sino en la línea de la
inocencia, de la sencillez y de la confianza. De ahí que llegara a decir: “Aprended
de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Jesús lo aprendió de su
Madre, María. Con ella lo vivió y lo practicó primero; luego, más tarde, no
hizo más que seguir en aquella dirección con todos.
2. “Sólo se ve
bien con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos”: Antoine de Saint
Exupery.
En nuestra cultura occidental, hablar del corazón es hablar de afectos, de
sentimientos, de amor o de odio. Lo específicamente humano, lo espiritual, lo
afectivo, lo intelectual es invisible para los ojos. La amistad, la bondad, la
belleza, la verdad, la sinceridad no son visibles más que con el corazón. Los
ojos son importantísimos, pero su misión, al final, es llevarnos a la otra
dimensión y, al llegar, retirarse, para que el corazón tome las riendas de lo
que es competencia suya.
Al celebrar el Corazón de María, estamos
hablando de lo que María veía y cómo lo veía. Los ojos le mostraban un niño,
ella veía a Dios; los ojos le mostraban un José que no entendía qué es lo que
pasaba; María veía en él a la persona puesta y dispuesta por Dios para el
cometido más delicado que se pudiera pensar. Y así con todo lo demás. Y, porque
María todo eso lo intuía y veía con el corazón, lo celebramos, lo admiramos, se
lo agradecemos y, en la medida en que podemos, la imitamos. Porque ser ciego es
una de las mayores desgracias, pero “no tener corazón” es todavía peor; o
tenerlo, no de carne, sino de piedra, insensible, es algo que todos detestamos.
María fue muy humana, muy sensible, muy delicada, piadosa y compasiva.
3. “María lo guardaba
todo en su corazón”
Y, al mismo tiempo, María seguía siendo humana. Y, como tal, no lo entendía
todo. Y, en lugar de pedir cuentas a Dios o disgustarse, protestar o retirarse,
su actitud fue muy distinta: lo guardaba todo, como algo sagrado, en lo más
hondo de su corazón. Y allí lo rezaba, lo discernía, lo recordaba, lo volvía a
vivir. Y esperaba como buena madre que llegara el momento de entender aquello,
o de no entenderlo porque no era suyo sino de Dios.
No sé si estaré acertado o equivocado,
pero tengo para mí que una cosa, una verdad, un misterio, todo aquello con
capacidad para estar en un libro o en Google y en el Corazón de María, cambia
substancialmente si está en un sitio o en otro. En apariencia es la misma
realidad, pero realmente es distinto. La persona y el corazón de María tienen
capacidad suficiente para hacer las cosas “según Dios”, no sólo según los
hombres. A mí me da mucha más seguridad contemplar lo que María guardaba en su
corazón sobre cualquier aspecto de Jesús que lo que pueda aprender a través de
otros medios. Esto no es fácil explicarlo ni demostrarlo; pero intuyo que
nosotros, los seguidores de Jesús y de María, tampoco lo necesitamos. Por eso
celebramos su Corazón, y, al hacerlo, celebramos también todo lo que allí
guardaba y la forma en la que lo hacía. Pidiendo únicamente ser capaces de
parecernos a ella, por madre y por maestra.
SDO. CORAZON DE MARIA
La devoción al
Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón de Jesús, fue
promovida por San Juan Eudes en el siglo 17.
El Papa Pío VII y
Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo Corazón de María.
En 1944, el Papa Pío extendió esta devoción a toda la Iglesia fijando la
celebración del Inmaculado Corazón de María el 22 de agosto, ocho días después
de la Asunción.
Con la renovación
litúrgica, se le restó importancia a esta fiesta para dársela a las principales
fiestas marianas y, se cambió la fecha para un día después de la fiesta del
Sagrado Corazón de Jesús.
San Juan Eudes,
decía que el Corazón de María es la fuente y el principio de todas las
grandezas y excelencias que la adornan y que la hacen estar por encima de todas
las creaturas; por ser hija predilecta de Dios Padre, madre muy amada de Jesús
y esposa fiel del Espíritu Santo. Y que ese santísimo Corazón de María es
fuente de todas las virtudes que practicó.
También San
Antonio María Claret, fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de
María, profesó un inmenso amor a esta advocación.
Quiso que sus
misioneros, salieran por todo el mundo extendiendo la devoción al Inmaculado
Corazón de María. Fue un profeta de Fátima, porque en Fátima la Virgen
personalmente nos manifestó que Dios quería salvar al mundo, por medio de su
Inmaculado Corazón.
La fiesta del
Inmaculado Corazón de María sigue a la del Sagrado Corazón de Jesús. El corazón
expresa y es símbolo de la intimidad de la persona. La primera vez que se
menciona en el Evangelio el Corazón de María es para expresar toda la riqueza
de esa vida interior de la Virgen: “María conservaba estas cosas en su corazón”
El corazón de
María conservaba como un tesoro el anuncio del Ángel sobre su Maternidad
divina; guardó para siempre todas las cosas que tuvieron lugar en la noche de
Belén, o la adoración de los pastores ante el pesebre, y la presencia, un poco
más tarde, de los Magos con sus dones,... y la profecía del anciano Simeón, y
las preocupaciones del viaje a Egipto.
Más tarde, el
corazón de María sufrió por la pérdida de Jesús en Jerusalén a los doce años de
edad, según lo relata San Lucas en el evangelio de hoy.
Pero María conservaba todas estas cosas en el corazón....
Jamás olvidaría
los acontecimientos que rodearon a la muerte de su Hijo en la Cruz, ni las
palabras que le oyó decir: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Y al mirar a Juan ella
nos vio a todos nosotros. Vio a todos los hombres. Desde aquel momento nos amó
con su Corazón de madre, con el mismo Corazón que amó a Jesús.
Pero María ejerció
su maternidad desde antes que se consumase la redención en el Calvario, pues
Ella es madre nuestra desde que prestó su colaboración a la salvación de los
hombres en la Anunciación.
En el relato de
las bodas de Cana, San Juan nos revela un rasgo verdaderamente maternal del
Corazón de María: su atenta disposición a las necesidades de los demás. Un
corazón maternal es siempre un corazón atento, vigilante.
La devoción al
Corazón de María no es una devoción más. Nos lleva a aprender a tratar a
nuestra Madre con más confianza, con la sencillez de los niños pequeños que
acuden a sus madres en todo momento: no sólo se dirigen a ellas cuando están en
gravísimas necesidades, sino también en los pequeños apuros que le salen al
paso. Las madres les ayudan a resolver los problemas más insignificantes. Y
ellas – las madres – lo han aprendido de nuestra Madre del Cielo.
Hoy queremos
encontrarnos con María, con nuestra madre. Si recurrimos confiados a ella, ella
nos va a decir qué debemos hacer y sentiremos su amor por nosotros. Ese mismo
amor que Jesús tiene por cada uno de nosotros. y ella nos dirá que nos quiere,
que nos quiere con toda su alma.
Pidamos a Dios que
preparó en el Corazón de María, una morada digna al Espíritu Santo, que haga
que nosotros, por intercesión de la Santísima Virgen lleguemos a ser templos
dignos de su gloria.
Consagración al Sagrado Corazón de María
Oh Corazón
Inmaculado de María, por tu perfecta comunión de amor con el Corazón de Jesús,
eres la escuela viviente de total consagración y dedicación a Su Corazón.
En tu Corazón, Oh
Madre, queremos vivir para aprender a amar, sin divisiones, al Corazón de
Jesús; a obedecerle con diligencia y exactitud; servirle con generosidad y a
cooperar activa y responsablemente en los designios de Su Corazón.
Deseamos
consagrarnos totalmente a tu Corazón Inmaculado y Doloroso que es el camino
perfecto y seguro de llegar al Corazón de Jesús. Tu Corazón, es también refugio
seguro de gracia y santidad, donde nos vamos liberando y sanando de todas
nuestras oscuridades y miserias.
Deseamos
pertenecer a tu Corazón, Oh Virgen Santísima, sin reservas y en total
disponibilidad de amor a la voluntad de Dios, que se nos manifestará a través
de tu mediación maternal.
En virtud de esta
consagración, Oh Inmaculado Corazón, te pedimos que nos guardes y protejas de
todo peligro espiritual y físico. Qué nuestros corazones ardan con el fuego del
Espíritu como arde tu Corazón.
Qué unidos a ti,
que eres la portadora por excelencia de Cristo para el mundo, y ungidos por el
poder del Espíritu Santo, seamos instrumentos para dar a un mundo tan árido y
frío, el amor, la alegría y la paz del Corazón de Jesús.
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