18 - DE JULIO – JUEVES –
15ª – SEMANA DEL T.O. – B
TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.
BEATO
Lectura
del libro de Isaías (26,7-9.12.16-19):
La senda del justo es
recta. Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios, Señor, te
esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo. Mi alma te ansía de noche, mi
espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de la
tierra, y aprenden justicia los habitantes del orbe.
Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas
tú. Señor, en el peligro acudíamos a ti, cuando apretaba la fuerza de tu
escarmiento. Como la preñada cuando le llega el parto se retuerce y grita
angustiada, así éramos en tu presencia, Señor: concebimos, nos retorcimos,
dimos a luz... viento; no trajimos salvación al país, no le nacieron habitantes
al mundo.
¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los
que habitan el polvo! Porque tu rocío es rocío de luz, y la tierra de las
sombras parirá.
Palabra de Dios
Salmo:
101
R/.
El Señor desde el cielo se ha fijado en la tierra
Tú permaneces para siempre, y tu nombre de generación en generación.
Levántate y ten misericordia de Sión, que ya es hora y
tiempo de misericordia.
Tus siervos aman sus piedras, se compadecen de sus ruinas. R/.
Los gentiles temerán tu nombre, los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión, y aparezca en su gloria, y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones. R/.
Quede esto escrito para
la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso
santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los
cautivos y librar a los condenados a muerte. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (11,28-30):
En aquel tiempo,
exclamó Jesús:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor.
1. Jesús, que es imagen de Dios, es también alivio y descanso
para todos los que se sienten cansados y agobiados. Pero, si Dios es alivio y
descanso, ¿por qué hay tanta gente que no lo percibe así? ¿Por qué hay tantos
agnósticos y tantos ateos?
No cabe duda de que o Dios no es como lo presenta el Evangelio; o somos
nosotros los que lo hemos deformado hasta hacer de Él o bien una cosa que no
interesa; o quizá -lo que es más grave- una cosa que molesta y que una enorme
cantidad de gente no soporta y no lo puede aguantar. ¿Por qué ocurre esto?
2. Decimos que Dios es un "Enigma", un
"Misterio". Pero, sobre todo, decimos que es el
"Trascendente". Ahora bien, desde el momento en que afirmamos eso de
Dios, estamos diciendo que Dios no está a nuestro alcance y nadie lo puede
conocer. Pero, entonces, ¿Qué pasa?
Sencillamente, que, al no poder saber nada de Dios, quedamos a merced de
"los entendidos", "los sabios", "los teólogos", que nos
lo explican (seguramente sin darse cuenta) de acuerdo con sus conveniencias e
intereses. De donde resulta que, para mucha gente, Dios es tan inaceptable, y
quizá tan odioso, como inaceptables y odiosos nos hemos hecho muchos de los que
lo representamos o explicamos. Y por eso a Dios se le han atribuido tantas
violencias y atropellos que se han cometido contra personas, religiones y
países enteros precisamente por personas que invocaban a Dios o que en su
nombre han privado de libertad o humillado a gentes indefensas.
3. La imagen que tenemos de Dios es Jesús. Por eso, en Jesús, en
su vida y en su humanidad, aprendemos cómo es la humanidad y la cercanía de
Dios. Por eso Dios es alivio y descanso.
TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.
BEATO
Tiburcio Arnaiz Muñoz nació en Valladolid el 11 de agosto de 1865, en el
seno de una modesta familia de tejedores. Dos días después, sus cristianos
padres, Ezequiel y Romualda, lo llevaron a bautizar a la iglesia parroquial de
San Andrés, imponiéndole el nombre del santo del día.
Con sólo
cinco años quedó huérfano de padre, y su madre hubo de ingeniárselas para
educar y sacar adelante a los dos hijos: Gregoria y Tiburcio.
“Tenía
talento”, pero “era un calavera de estudiante”
SEMINARISTA Y SACERDOTE
Era un joven vivo, alegre y de buen corazón, cuando entró en el seminario
con trece años. Sacó los estudios con bastante aprovechamiento y brillantez
porque “tenía talento”, pero advierte un compañero suyo que “era un calavera de
estudiante, en el buen sentido de la palabra; no cogía un libro de texto en
casa, si acaso lo que pescaba en los claustros del Seminario antes de la
clase”.
Para ayudar
algo a la precaria economía de su casa ejerció las funciones de sacristán, en
el convento de Dominicas de S. Felipe de la Penitencia en el mismo Valladolid.
A veces llegaba tarde y las religiosas tenían que avisar a la recadera del
convento; la pobre mujer abría, pero después regañaba severamente al
seminarista. Tiburcio no protestaba ni contestaba; callado, escuchaba la
reprimenda y reconocía su falta, dejando admiradas a las religiosas que
comenzaron a vislumbrar su virtud.
Al acercarse la fecha de su Ordenación Sacerdotal, lo notaban serio y
encerrado en sí, llegando a preocupar a su madre y hermana. Un día se sinceró
con una de las monjas diciéndole: “Piensan en casa que no tengo vocación. Pero
lo que me sucede es que cuanto más Ejercicios hago, más temor tengo, porque veo
más la dignidad sacerdotal y mi indignidad. Pero cada vez me siento con más
vocación”.
Fue ordenado
sacerdote el 20 de abril de 1890. Se le confió primero, durante tres años, la
parroquia de Villanueva de Duero, en Valladolid, y después, durante nueve, la
de Poyales del Hoyo, en Ávila. Las atendió siempre con amorosa solicitud.
Cuando hubo de dejar Poyales para entrar en la Compañía de Jesús decía
conmovido: “Amo tanto a mi pueblo que no le cambiaría por una mitra; sólo la
voz de Dios tiene poder para arrancarme de mi parroquia”.
En estos años
había obtenido la licenciatura y el doctorado en Teología, en la ciudad primada
de Toledo.
Su pensamiento volaba a la vida religiosa pero veía un obstáculo
CONVERSIÓN
Como párroco iba pasando los días y los años, trabajando en la viña de Señor
y al abrigo de su familia. Sin embargo, Dios lo iba espoleando a mayor entrega,
pues en cierta ocasión confesó: “Yo vivía muy a gusto y me daba muy buena vida,
pero temía condenarme”. Su pensamiento volaba a la vida religiosa pero veía un
obstáculo insuperable en su anciana madre, a quien amaba y veneraba, y él era
el único amparo de su vejez. Hasta que un buen día, dispuso Dios llevársela al
cielo; la separación le causó tanta pena que su corazón quedó destrozado: “Fue
tanto lo que sufrí, que me dije: ya no se me vuelve a morir a mí nadie, porque
voy a morir yo a todo lo que no sea Dios”.
Su hermana
Gregoria, una noche después de leer el “Año Cristiano”, exclamó derramando
lágrimas: “¡Ay Tiburcio, cuántas cosas hicieron los santos por Dios y nosotros
qué poco hacemos! ¿Vamos a pasarnos la vida sin hacer nada por Él?, deberíamos
irnos cada uno a un convento y allí servir a Dios con perfección lo que nos
queda de vida”… Así quedó libre el camino para seguir, cada cual, su particular
vocación: ella entró en las Dominicas de S. Felipe, y D. Tiburcio, después de
cerciorarse que quedaba “contenta”, con un: “Pues entonces, ¡hasta el cielo!”,
la despidió y marchó gozoso a pedir su admisión en la Compañía de Jesús.
En Málaga
tuvo lugar su incorporación definitiva a la Compañía de Jesús
ENTRA EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Corría el año 1902 cuando entró en el noviciado de la Compañía en Granada;
Tiburcio tenía 37 años. Desde un principio se dispuso a la práctica de toda
virtud. Dos propósitos hizo en este tiempo y los cumplió con exactitud: “No
pedir nunca nada y contentarme con lo que me den”, “Nunca me negaré a ningún
trabajo, bajo ningún pretexto”. La idea del tiempo perdido y de la edad
avanzada, lo espoleaban a buscar ansiosamente la perfección.
Hizo sus
primeros votos el 3 de abril de 1904. Durante este tiempo asimiló
admirablemente la espiritualidad ignaciana y comenzó a dirigir tandas de
Ejercicios Espirituales; además, se inició en el difícil ministerio de las
Misiones Populares.
Antes de marchar a Loyola en 1911, donde hizo lo que se llama la “Tercera
Probación” (experiencia con la cual la Compañía de Jesús culminaba la formación
de sus miembros), fue destinado a Murcia. Pasó en esta ciudad dos años,
entregado a las almas y dirigiéndolas con admirable acierto. “Este Padre es un
santo y hace santos”, decían cuantos lo trataban. Allí descubrió la necesidad
de acoger a las jóvenes de los campos y pueblecitos inmediatos que venían a
servir y que estaban expuestas a mil peligros. Para ellas buscó una casa donde
tuvieran, además de albergue y amparo, quien las enseñase a conocer y amar a
Dios.
Pasada su
estancia de formación en Loyola, y tras unos breves ministerios durante la
cuaresma en Canarias y Cádiz, marchó a Málaga donde tuvo lugar su incorporación
definitiva a la Compañía de Jesús, pronunciando sus últimos votos el 15 de
agosto de 1912, en la capilla del colegio de S. Estanislao del Palo.
Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento humano no
conocía límites
MINISTERIOS
Su incansable apostolado como misionero popular, director de Ejercicios
Espirituales, confesor y director de almas, aunque se extendió por varios
puntos de España, se multiplicó en Andalucía: Cádiz, Córdoba, Sevilla,
Granada…, y principalmente por toda la diócesis de Málaga, donde tuvo su
residencia habitual y desplegó un celo incansable.
Al terminar las misiones volvía el P. Arnaiz a su casa de Málaga y a veces
ni subía a la habitación, dejaba el maletín en la portería y “volaba” a visitar
enfermos, así, literalmente, porque ocasión hubo en que quisieron seguirlo y no
pudieron.
Acudía a las
salas de los hospitales, pero también a las casas particulares. En estos
encuentros personales la caridad del Padre se desbordaba. Una vez una buena
señora que pedía limosna en las puertas de las iglesias, al llegar a casa
sorprendió al Padre atendiendo a su madre que estaba enferma y repetía
admirada: “Es un santo, es un santo. ¡Si le hubieran visto ustedes preparando
una yema a mi madre, y con la gracia y agrado con que lo hacía!”.
Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento humano no
conocía límites. En la calle Cañaveral, de la misma ciudad, impulsó la
construcción de una casa de acogida para señoras con pocos recursos, con más de
treinta viviendas unipersonales. Promovió la apertura de la Librería Católica
de Málaga y atendió con sumo interés algunas escuelitas y talleres de gente
humilde. También las cárceles eran objeto de sus desvelos; allí, a su paso,
“tocaba” el Señor con su predicación y caridad muchos corazones destrozados,
algunos de los cuales, al salir, buscaban al Padre para seguir sus consejos y
su guía espiritual.
Su influencia
benéfica se multiplicaba gracias a un plantel de incondicionales colaboradores
que tenía ocupados en los diversos apostolados que se le ocurrían, unos en la
ciudad y otros incluso preparándole misiones en los pueblos.
En sus visitas por los barrios marginales, se hizo idea cabal del espíritu
hostil a la religión que en ellos reinaba (una vez le llegaron a tirar una
rata), y fiel al Evangelio y lleno de compasión por tanta ignorancia, que veía
ser la causa de tal animadversión, se dispuso a remediarla.
Los famosos
“corralones” eran casas de vecinos donde cada familia únicamente disponía, para
su intimidad, de una habitación o dos, alrededor de un gran patio. El Padre
alquilaba, o pedía, una de estas estancias y mandaba a algunas de sus dirigidas
para tener allí una escuela improvisada; enseñaban a leer y escribir a aquellas
gentes, nociones de cultura general, y lo más elemental de nuestra fe: que hay
Dios y que nos ama hasta el extremo de dar la vida por nosotros, que tenemos
alma, la vida eterna… El Padre se presentaba al cabo de un mes o dos y les
predicaba a todos como una Misión; se los ganaba pronto y se hacía sentir la
influencia de su santidad, por lo que casi todos se ponían en gracia. Después,
solía dejar a alguna mujer piadosa al frente de esta singular escuelita llamada
“miga”, para que siguiese enseñando a los niños y sostuviese el fruto logrado.
Durante su vida se trabajó así en unos veinte corralones, y el cambio obrado en
ellos redundó en beneficio de la vida social de Málaga.
Esta misma
forma de evangelización, desarrollada por señoritas que se instalaran
temporalmente en los pueblos y cortijadas, fue la Obra más propiamente original
del P. Arnaiz y que continua hasta nuestros días: LA OBRA DE LAS DOCTRINAS
RURALES.
Suscitó conversiones realmente extraordinarias
LAS MISIONES POPULARES
La predicación de Misiones Populares fue uno de sus principales ministerios.
Su íntimo amigo D. Antonio Membibre, lo acompañó en una de ellas y relataba sus
impresiones a la hermana del P. Arnaiz, ya religiosa:
“Tuve el
consuelo de pasar diez días con tu hermano que es un misionero santo,
mortificado y penitente, pues no suele dormir en la cama, se tira en el suelo y
en paz; a las cuatro se levanta, hace la hora de oración, me llamaba a las
cinco e íbamos a la iglesia; él solía tocar, pues el sacristán nunca estaba a
tiempo; confesábamos, a las seis Rosario de la aurora. Esta carta tenla como si
fuera de tu hermano pues él no tiene tiempo, ni para un solo día, siempre
misionando y no quiere más que trabajar y salvar almas; terminado el Rosario,
yo me vestía en el altar y Tiburcio desde el pulpito explicando los misterios
de la Santa Misa, los ornamentos sagrados, etc. Terminaba a las siete y se iban
los hombres a sus ocupaciones. A las diez doctrina para los niños y a la tarde
a las tres… Restableció el Apostolado de la Oración; no conoces a tu hermano,
está rejuvenecido, todo le gusta, todo le asienta, no tiene comodidades ni
pereza ni necesidades, una gran voz, potente, incansable, predicando todo el
día y toda la noche, vida de penitencias, sacrificios y humillaciones, en
verdad atraen sobre él las gracias que por su ministerio Dios derrama a
torrentes”.
Como bien
decía su amigo D. Antonio, el Señor, por su medio, derramaba gracias a
torrentes y los tibios volvían al fervor de la vida cristiana, los justos se
convertían en apóstoles y los alejados volvían al redil de Cristo, contándose
casos de conversiones realmente extraordinarias.
Leyendo la lista de las ocupaciones simultáneas que tenía, parecía imposible
que las pudiese llevar a cabo, dándose casos como el de Chiclana, pueblo de
Cádiz en el que además de predicar una misión en las dos parroquias, a la vez
dio ejercicios a religiosas, visitó la cárcel y tenía reuniones con diversas
asociaciones piadosas.
En los
pueblos por él misionados, reorganizaba o fundaba asociaciones para mantener la
vida de piedad, como Congregaciones Marianas, las Conferencias de San Vicente
de Paúl, el Apostolado de la Oración o la Adoración Nocturna, y si había algún
convento, ya fuese de vida activa o contemplativa, siempre encontraba un
“hueco” para atender a las religiosas. En Ronda (Málaga) incluso promovió la
fundación de un Carmelo, obra que cuidó con especial esmero en todos sus
detalles hasta la inauguración que, por especial disposición del Señor, resultó
ser el mismo día de su entierro.
Detrás de la
construcción o arreglo de varias iglesias y escuelas, también estuvo la
iniciativa del P. Arnaiz y su colaboración incansable.
A su muerte, su cuerpo fue llevado por las calles de la ciudad
MUERTE Y ENTIERRO
A principios de julio de 1926 estaba el P. Arnaiz en Algodonales (Cadiz),
predicando una Misión, cuando se encontró extraordinariamente mal dispuesto. El
médico diagnosticó bronquitis y pleuritis. Él murmuró expresivo: “Me entrego”.
Fue
trasladado a Málaga, y cuando se supo que el P. Arnaiz había llegado en esas
condiciones, la ciudad se movilizó, incluso hubo que poner, en sitio visible,
el parte médico de cada día.
El 10 de
julio le administraron los últimos Sacramentos quedando desde entonces alegre y
ansioso por irse al cielo; no podía hablar de otra cosa. “¡Qué hermosísimo es
el Corazón de Jesús!… ya le veré pronto… ¡y me hartaré! ¡Qué bueno es! ¡Cuánto
nos quiere!… Y la Virgen, ¡vaya si es amable y me quiere!”.
A las 10 de
la noche del 18 de julio de 1926, entregaba su alma a Dios.
El duelo por
su pérdida fue general. Lo lloraron los humildes y también los de condición
económica elevada. Se obtuvo licencia de Roma y del Ministerio de Gobernación
para que pudiese ser enterrado en la iglesia del Corazón de Jesús.
Su cadáver fue expuesto a la veneración pública durante tres días. Y
todavía, antes de ser inhumado en el crucero derecho del templo, fue llevado
por las calles de la ciudad, por donde durante años, había dirigido él la
procesión del Corazón de Jesús. Cerró el comercio y el cortejo fúnebre fue
presidido por las autoridades religiosas, civiles y militares. Había muerto en
olor de santidad.
El santo
Obispo de Málaga, D. Manuel González, que lo conocía bien, y presidió la
oración fúnebre, definió con gran acierto su personalidad, diciendo del P.
Arnaiz que era “un persuadido, un enamorado, un loco de Jesús”.
El P. Arnaiz desde el cielo continúa su labor apostólica y sigue haciendo el
bien entre sus devotos, y son muchos los favores y hechos milagrosos que se
atribuyen a su intercesión, y numerosas las personas que, diariamente, visitan
su sepultura confiándole sus sufrimientos y anhelos.
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