7 - DE JULIO – DOMINGO –
14ª – SEMANA DEL T.O. - B
San Fermín
Lectura de la
profecía de Ezequiel (2,2-5):
En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me
decía:
«Hijo de Adán, yo
te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí.
Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son
testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: "Esto dice
el Señor."
Ellos, te hagan
caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta
en medio de ellos.»
Palabra de Dios
Salmo:122
R/.
Nuestros ojos están en el Señor, esperando su
misericordia
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas
en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos
de sus señores. R/.
Como están los ojos de la esclava fijos en las
manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su
misericordia. R/.
Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados
de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de
los orgullosos. R/.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,7b-10):
Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel
de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al
Señor verme libre de él; y me ha respondido:
«Te basta
mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.»
Por eso, muy a
gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de
Cristo.
Por eso, vivo
contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las
persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil,
entonces soy fuerte.
Palabra de Dios
Lectura del
santo evangelio según san Marcos (6,1-6):
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el
sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba
asombrada:
«¿De dónde
saca todo eso? - ¿Qué sabiduría es ésa que le han
enseñado? - ¿Y esos milagros de sus manos? - ¿No es éste
el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y
sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les
resultaba escandaloso.
Jesús les decía:
«No desprecian a
un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer
allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se
extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor
El misterio de la incredulidad.
Nazaret a comienzos del siglo XX,
más parecida a la de Jesús que la actual.
El domingo
pasado nos recordaba el evangelio de Marcos dos ejemplos de fe: el de la mujer
con flujo de sangre y la vuelta a la vida de la hija de Jairo. Hoy nos ofrece
la postura opuesta de los nazarenos, que sorprenden a Jesús con su falta de fe.
…y la gente, al oírlo, decía asombrada: «¿De dónde le viene a este todo
esto? ¿Cómo tiene tal sabiduría y hace tantos milagros? ¿No es éste el
carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de
Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros?». Y se escandalizaban de él.
Jesús les dijo: «Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian
al profeta». Y no pudo hacer allí ningún milagro, aparte de curar a algunos
enfermos imponiéndoles las manos. Y se quedó sorprendido de su falta de fe.
Éxito en
Cafarnaúm
Resulta
interesante comparar lo ocurrido en Nazaret con lo ocurrido al comienzo del
evangelio: también un sábado, en Cafarnaúm, Jesús actúa en la sinagoga y la
gente se pregunta, llena de estupor: «¿Qué significa esto? Es una
enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus inmundos les da órdenes y
le obedecen.» Enseñanza y milagros despiertan admiración y confianza en
Jesús, que realiza esa misma tarde numerosos milagros (Mc 1,21-34).
Fracaso en
Nazaret
Otro sábado,
en la sinagoga de Nazaret, la gente también se asombra. Pero la enseñanza de
Jesús y sus milagros no suscitan fe, sino incredulidad. La apologética
cristiana ha considerado muchas veces los milagros de Jesús como prueba de su
divinidad. Este episodio demuestra que los milagros no sirven de nada cuando la
gente se niega a creer. Al contrario, los lleva a la incredulidad.
Los milagros
de Jesús han representado un enigma para las autoridades teológicas de la
época, los escribas, y ellos han concluido que: «Lleva dentro a Belcebú y
expulsa los demonios por arte del jefe de los demonios» (Mc 3,22).
Los nazarenos
no llegan a tanto. Adoptan una extraña postura que no sabríamos cómo calificar
hoy día: no niegan la sabiduría y los milagros de Jesús, pero, dado que lo
conocen desde pequeño y conocen a su familia, no les encuentran explicación y
se escandalizan de él.
Jesús, motivo
de escándalo
En griego, la
palabra escándalo designa la trampa, lazo o cepo que se coloca para cazar
animales. Metafóricamente, en el evangelio se refiere a veces a lo que
obstaculiza el seguimiento de Jesús, algo que debe ser eliminado radicalmente
(«si tu mano, tu pie, tu ojo, te escandaliza… córtatelo, sácatelo»).
Lo curioso
del pasaje de hoy es que quien se convierte en obstáculo para seguir a Jesús es
el mismo Jesús, no por lo que hace, sino por su origen. Cuando uno pretende
conocer a Jesús, saber «de dónde viene», quién es su familia; cuando lo
interpreta de forma puramente humana, Jesús se convierte en un obstáculo para
la fe. Desde el punto de vista de Marcos, los nazarenos son más lógicos que
quienes dicen creer en Jesús, aunque lo consideran un profeta como otro
cualquiera.
Asombro e
impotencia de Jesús
A Marcos le gusta presentar a Jesús como Hijo de Dios, pero dejando muy
clara su humanidad. Por eso no oculta su asombro ni su incapacidad de realizar
en Nazaret grandes milagros a causa de la falta de fe. Adviértase la diferencia
entre la formulación de Marcos: «no pudo hacer allí ningún
milagro» y la de Mateo: «Por su incredulidad, no hizo allí
muchos milagros».
Nazaret como
símbolo
Los tres
evangelios sinópticos conceden mucha importancia al episodio de Nazaret,
insistiendo en el fracaso de Jesús (la versión más dura es la de Lucas, en la
que los nazarenos intentan despeñarlo). Se debe a que consideran lo ocurrido
allí como un símbolo de lo que ocurrirá a Jesús con la mayor parte de los
israelitas: «Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian al
profeta».
El fracaso no
lo desanima
El evangelio
de hoy termina con estas palabras: «Recorrió después las aldeas del
contorno enseñando.» Jesús ha fracasado en Nazaret, pero esto no le lleva
al desánimo ni a interrumpir su actividad. Igual que Ezequiel (1ª lectura), le
escuchen o no le escuchen, dejará claro testimonio de que en medio de Israel se
encuentra un profeta.
Ezequiel (1ª lectura: Ez 2,2-5).
…el espíritu entró en mí, …Les dirás: Esto dice el
Señor Dios. Escuchen o no escuchen -puesto que son una raza de rebeldes-,
sabrán que en medio de ellos se encuentra un profeta.
Un remedio
contra la soberbia y el narcicismo (2ª lectura).
Aunque sin
relación con el evangelio, el texto de Pablo enseña algo muy útil para todos.
Él es consciente de haber recibido unas revelaciones especiales de Dios. La más
importante, después de la conversión, que Jesús vino a salvarnos a todos, no
solo a los judíos, y que el evangelio debe proclamarse por igual a todas las
personas, sin tener en cuenta su raza, género o condición social. Una
revelación totalmente revolucionaria. Esto pudo provocar en él una reacción de
orgullo y soberbia. Para contrarrestarla, Dios «le clava una espina en el
cuerpo», que le humilla profundamente. No sabemos a qué se refiere. Se ha
pensado en su enfermedad de la vista, de la que habla en la carta a los
Gálatas, que coartaba su actividad misionera. Por lo que dice a continuación,
le humillaban las propias flaquezas y las persecuciones, insultos y críticas
procedentes de todas partes. Sin olvidar sus arrebatos de ira, que le llevaron
a pelearse con Bernabé, su mejor amigo, al que tanto debía; o que le hacían
escribir cosas terribles contra los judíos, e incluso contra los cristianos que
no compartían sus puntos de vista, a los que llama «falsos hermanos». En
cualquier caso, avergonzado de su conducta, pide a Dios que le saque esa
espina. Quiere ser bueno y sentirse bueno. Sin fallo alguno. Narcisismo puro. Y
Dios le responde: «Te basta mi gracia, pues mi poder triunfa en la
flaqueza».
A ninguno de
nosotros nos faltan espinas en el cuerpo y en el alma que nos gustaría
arrancarnos; o, mejor, que Dios las arrancara para dejarnos vivir tranquilos,
satisfechos de nosotros mismos. Pero nos dice como a Pablo: «Te basta mi
gracia». Y nosotros debemos repetir como él: «Me alegro de mis flaquezas, de
los insultos, de las dificultades, de las persecuciones, de todo lo que sufro
por Cristo».
Reflexión
Bastantes veces
he oído decir: «Si fuésemos mejores, si la Iglesia fuera como la quería Jesús,
si actuásemos como él, la gente aceptaría el mensaje del evangelio y no habría
tanta incredulidad». Las lecturas de hoy demuestran que esta idea es ingenua.
Nunca seremos mejores que Jesús, pero él también fracasó. No solo en Nazaret,
sino en Corozaín, Betsaida, Cafarnaún, Jerusalén… Sin embargo, nunca renunció a
cumplir la misión que el Padre le había confiado. Este es el gran ejemplo que
nos da en el evangelio de hoy.
San Fermín
Según cuenta la leyenda, San Fermín era hijo
del jefazo romano de Pamplona hacia el siglo III. Un cura francés que estaba de
visita por aquí, San Saturnino, lo convirtió al cristianismo, así que se fue a
Toulouse (Francia) a hacer un máster de obispo y volvió para liberar al pueblo
trabajador de sus supersticiones. Luego regresó otra vez a Francia, cristianizó
a miles de paganos y se quedó a vivir en Amiens.
Alguna bronca debió de tener con las
autoridades, porque acabó torturado y degollado. Su cuerpo reposa en Amiens,
aunque anda repartido por ahí en forma de reliquias (en Pamplona hay tres).
La verdad es que, con este curriculum, es una
ironía que le den tu nombre a una bacanal famosa en todo el mundo. Así es la
vida. De todos modos, no todo en estas fiestas es juerga. Al santo le dedicamos
una procesión muy bonita el día de su onomástica y él, en agradecimiento, nos
hace de doblador en los encierros protegiendo a los corredores: es lo que
llamamos el famoso “capotico de San Fermín”.
Cuenta la tradición que el presbítero Honesto
llegó a la Pamplona romana, enviado por San Saturnino para evangelizarla, y que
el senador Firmo se convirtió al cristianismo con toda su familia. Fermín, su
hijo, fue educado por Honesto y, cuando tuvo diecisiete años, comenzó a
predicar por los alrededores. Más tarde, a los veinticuatro, fue consagrado
obispo por Honorato, que era prelado de Toulouse.
A la edad de treinta y un años, Fermín
marchó a predicar el Evangelio a las Galias: en un primer momento, estuvo en
Aquitania, Auvernia y Anjou; más tarde, en Amiens, donde consiguió muchas
conversiones, sufrió cárcel y, con posterioridad, el martirio por decapitación,
un veinticinco de septiembre.
Su cuerpo fue sepultado en secreto por
algunos cristianos, apareció siglos después, el trece de enero del año 615, en
el episcopado de san Salvio, y fue trasladado a la cercana ciudad: unos
magníficos relieves góticos del siglo XV, labrados en el trasaltar de aquella
catedral que conserva los restos del santo, narran esta historia.
¿Existió San Fermín?
Mucha gente ha oído hablar sobre San Fermín
o, por lo menos, conoce su nombre gracias a las fiestas que se celebran en
Pamplona en su honor. Pocos saben, sin embargo, que su historia, al igual que
la de otros santos, es una leyenda que para muchos estudiosos carece de base
histórica.
La leyenda nació hacia el siglo IX en la
localidad francesa de Amiens, y desde allí llegó a Pamplona en el siglo XII,
convirtiéndose en un santo de devoción para cientos de pamploneses.
Recientemente, una tesis elaborada por el
historiador Roldán Jimeno, hijo del prestigioso historiador pamplonés Jimeno
Jurío, ha refrendado la conclusión a la que llegaron en 1970 varios
historiadores de la capital navarra y arqueólogos de Amiens: ambos investigaron
por separado, y concluyeron que la historia de San Fermín no tenía base
histórica alguna. A pesar de ello, Amiens y Pamplona siguen rindiendo culto a
este santo y miles de personas en el mundo han oído hablar de él gracias a las
fiestas de Sanfermin.
La leyenda de Amiens
Cuenta la leyenda que Firmus, un senador que
vivía en tiempos de los emperadores Diocleciano y Maximiano, era gobernador
general de la región y tenía un hijo llamado Fermín. Así se recoge en uno de
los primeros textos que se conocen acerca de la leyenda de San Fermín, el del
escritor Jacobo de Voragine titulado “La leyenda dorada” y que data de 1264. Al
parecer, Firmus confió la educación de su hijo Fermín al presbítero Honesto,
quien envió a Fermín a realizar sus estudios a Toulouse y pidió al arzobispo de
la localidad que lo ordenase sacerdote para que pudiese predicar la fe
cristiana. Así lo hizo, y Fermín volvió a Pamplona con la misión de
evangelizar, consagrado ya como obispo, donde permaneció hasta los 31 años,
antes de marchar a las Galias.
Fermín primero estuvo en Agen, luego en la
comarca de Beauvais y por último en Amiens donde, tras soportar la persecución
romana, convirtió, según cuenta la leyenda, en tan sólo cuarenta días, a
tresmil personas. Parece ser que a los gobernadores romanos no les hizo
especial gracia y, tras detenerlo y encerrarlo en la cárcel, lo degollaron en
secreto un 25 de septiembre, que es la fecha en la que se recuerda su martirio.
Esta leyenda recogida en el texto de Jacobo
Vorágine data su origen en la Alta Edad Medía, en la localidad francesa de
Amiens, capital de Picardía, situada a unos 150 km. de París. Aunque no existe
una fecha exacta, los primeros datos históricos la sitúan en el siglo IX. Por
aquel entonces, tal y como nos cuenta el historiador Roldán Jimeno, “a la hora
de elegir el santo que cristianizaría a la ciudad, era muy normal escoger un
personaje extranjero que diese cierto toque exótico y relevante a la urbe. En
Amiens escogieron a Fermín, porque era vascón y romano a la vez y les resultó
bastante atractivo. A partir de entonces, construyeron una historia que ha ido
variando con el tiempo, a medida que ha sido transmitida de generación en
generación”.
La leyenda llegó a Pamplona por primera vez
hacia el siglo XII, cuando el entonces arzobispo de Pamplona, Pedro de París,
tuvo noticia de ella y trajo consigo una reliquia que fue depositada en el
altar de la Catedral de Pamplona. Con el tiempo, el culto se fue extendiendo a
toda Navarra. Para los habitantes de Pamplona, que existiera un santo que,
además, había sido el primer arzobispo de Pamplona, fue un auténtico hallazgo;
cambiaron parte de la historia francesa adelantando la evangelización de la capital
navarra al siglo I, dato que contradecía la fecha de la leyenda de Amiens, que
la situaba en el siglo III.
Distintos cronistas navarros recogieron esta
versión y la fueron adornando cada vez más. Con el paso del tiempo, el culto a
San Fermín se fue acrecentando en las dos localidades, con particularidades
locales. En el siglo XVIII se dieron a conocer “Las Actas Sinceras”, de Miguel
Joseph de Maceda, que mostraban la versión pamplonesa de la leyenda. Algún
tiempo más tarde, cuando el texto llegó a Amiens, se suscitó una gran polémica
respecto a la fecha, ya que la tradición pamplonesa decía que San Fermín había vivido
en el siglo I, y la de Amiens, en el siglo III. Finalmente decidieron fundir
ambas tradiciones y fueron recogidas en un libro.
Una leyenda sin base
histórica
Ya en el siglo XX, en la década de los 70, el
bibliotecario de la Catedral de Pamplona, José Goñi Gaztanbide, después de
investigar sobre el tema llegó a la conclusión de que la historia de San Fermín
era “legendaria e inverosímil”, ya que no disponía de base histórica alguna.
Posteriormente, el historiador Jimeno Jurío
realizó un exhaustivo trabajo de investigación que confirmó tales sospechas.
Por aquel entonces se creó cierto debate que no trascendió más allá del ámbito
científico, y más tarde otros autores dieron la razón a estos dos estudiosos.
La reciente tesis de Roldán Jimeno ha vuelto a corroborar dichas afirmaciones.
“Uno de los datos clave que ha ayudado a ver que se trataba, como en otras
ocasiones, de una leyenda sin base histórica ha sido situar la historia en los
siglos I (Pamplona) y III (Amiens). En el caso de Pamplona, la Cristianización
no llegó hasta el siglo III, y en Amiens tuvo lugar, incluso, algunos siglos
más tarde. Además, hasta el siglo XII no hay en Pamplona ninguna referencia
clara respecto al santo”.
Junto a ello, el hecho de que San Fermín no
tuviese ninguna iglesia, ni ermita a su nombre contribuyó a confirmar dicha
teoría. “No es lógico que un arzobispo de una ciudad como Pamplona no registre
ninguna iglesia o ermita a su nombre hasta el siglo XVII. En Pamplona, la
primera iglesia que lleva su nombre se construyó en la Milagrosa, en la década
de los años 50 del pasado siglo, y las primeras ermitas datan del siglo XVII”,
afirma Roldán Jimeno.
A pesar de la crítica
hagiográfica que realiza la Iglesia Católica durante el Concilio de Trento en
el siglo XVI (en la que se pudo comprobar que la vida de varios santos carecía
de fundamento histórico), la Iglesia todavía no se ha pronunciado respecto al
santo navarro. “Ha habido varios santos que han sido declarados apócrifos por
la Iglesia Católica como, por ejemplo, San Cristóbal, y el hecho no ha tenido
demasiada trascendencia, aunque con otros, al tratarse de santos locales, como
San Fermín, es la propia diócesis la que tiene que pronunciarse al respecto.
Luego también está la respuesta de la gente”.
Actualmente, tanto en Pamplona como en Amiens
el culto a San Fermín sigue atrayendo a cientos de personas y las fiestas que
se celebran en su honor en la capital navarra congregan cada año a miles de
visitantes de todas partes del mundo que, a falta de conocer su historia, han
oído hablar alguna vez del patrono de Navarra.
Historia de la
Procesión en honor a San Fermín
La procesión en honor a San Fermín se remonta
en el tiempo, probablemente tanto como el culto mismo que Pamplona le tributa.
Jesús Arraiza escribe en su obra “San Fermín patrono” que, aunque se desconoce
con certeza, la costumbre pudo haberse iniciado hacia 1187, cuando el obispo
Pedro de Artajona trae de Amiens la primera reliquia del mártir, e impulsa su
veneración en Pamplona.
Por su parte, José María Corella, en su
trabajo “Sanfermines de ayer”, apunta la existencia de testimonios gráficos de
dudosa autenticidad en los que se puede apreciar que, ya en la segunda mitad
del siglo XV, había en Pamplona desfile de caballicos que bailaban en la
procesión. Sin embargo, a diferencia de los actuales ‘zaldikos’ de la Comparsa
de Gigantes y Cabezudos, la gaita la tocaban entonces los mismos bailarines
mientras se movían con sus caballos de madera, compitiendo al parecer entre
ellos por realizar la pirueta más vistosa.
José María Corella también apunta que el
primer testimonio documental fehaciente, en el que consta la procesión de San
Fermín, está fechado en 1527, cuando todavía se celebraba San Fermín el 10 de
octubre. En aquella época ya acudía el Ayuntamiento a la Catedral a recoger al
Cabildo para asistir a la procesión y al acto litúrgico posterior en San
Lorenzo, donde se rendía culto al santo desde antiguo.
Capilla de San Fermín
Lo más importante de la capilla de San Fermín
es que dentro se encuentra la figura que recuerda al santo y allí descansa todo
el año.
Fuente: textos de Juan
José Martinena en varias publicaciones y conferencia de José Luis Molins,
archivero municipal, en el ciclo “San Fermín: culto, fiesta y arquitectura”, de
la Universidad de Navarra.
San Fermín es un santo muy especial porque
durante las fiestas acuden a él a pedirle favores o pedirle protección en el
encierro tanto devotos fieles como otros que no creen en nada. Desde el siglo
XIV, existía una capilla dedicada a San Fermín. Era gótica y de reducidas
dimensiones. En el siglo XVII, el
Ayuntamiento, muchos ciudadanos de Pamplona y
de otras partes de Navarra y América se involucraron en costear económicamente
la construcción de un templo nuevo (el que ahora conocemos). Por ello, la gente
de Pamplona y de Navarra consideran al santo y su capilla como una cosa casi
suya, y así se ha transmitido de generación en generación.
La capilla de San Fermín está construida
junto a la parroquia de San Lorenzo, al final de la calle Mayor de Pamplona.
Para acceder a la capilla, hay que entrar por la puerta de la parroquia o por
la calle San Francisco.
La capilla de San Fermín se comenzó a
construir en 1696 y se terminó de construir en 1717. El siete de julio de ese
mismo año se inauguró. El arquitecto original es Santiago Raón, y su proyecto
fue continuado por Juan de Alegría y Martín de Zaldúa, manteniendo el estilo
barroco del proyecto original. Una de las anécdotas más importantes sobre la
capilla es que en el siglo XVIII, a resultas de varios pleitos entre el
Ayuntamiento de Pamplona y la Obrería de San Lorenzo, se planteó la posibilidad
de construir un nuevo templo en el lugar que actualmente ocupa el Paseo
Sarasate. En el Archivo Municipal de Pamplona se guardan planos y bocetos de
esta obra que nunca llegó a realizarse y que firma Juan Lorenzo Catalán.
En cuanto a lo que sí ocurrió de verdad en la
capilla de San Fermín es que en 1800 se realizaron reparaciones urgentes a
cargo de Santos Ochandategui, que le dieron el actual aspecto neoclásico, y de
las que se hizo cargo el Ayuntamiento de Pamplona. En 1823, la linterna de la
cúpula de la capilla tuvo que ser reconstruida tras la demolición e incendio
posterior al bombardeo de Pamplona por parte de los ‘Cien mil hijos de San
Luis’.
La efigie de San Fermín está alejada dentro
de la capilla en un altar específico. El original tenía 17 metros de altura,
pero fue sustituido por otro en 1819. Las esculturas y relieves que podemos ver
ahora son de Anselmo Casanova, con proyecto de Pedro Onofre. Las vidrieras son
obra de Mayer y están fabricadas en Londres.
¿Qué es la Corte de
San Fermín?
Esta asociación se fundó en 1885, en gratitud
a los favores de San Fermín quien, según la tradición católica, protegió a la
ciudad de Pamplona de varias epidemias que mermaron las poblaciones cercanas.
La Corte de San Fermín es una asociación religiosa nacida en 1885 y cuenta con
algo más de 800 miembros de ambos sexos. Tiene su sede en el despacho
parroquial de San Lorenzo, en la calle Mayor 74 de Pamplona, ya que el párroco
siempre preside la junta de gobierno de la Corte que además integran un secretario,
un tesorero y cuatro vocales. Su objetivo principal es mantener el culto
(cristiano católico) y promover la devoción a San Fermín. En este momento esta
promoción, más allá de la iniciativa singular de algunos cortesanos, se ciñe al
mantenimiento material de las reliquias de San Fermín y al acompañamiento en la
celebración de las grandes fiestas.
La Corte celebra a San Fermín: el segundo
domingo de enero es la fiesta de las reliquias, que conmemora el traslado de
las mismas desde Amiens (Francia) a Pamplona. El 6 de julio tienen lugar las
Vísperas de San Fermin, el 7 de julio se celebra el día del patrón, con
procesión, a la que se suma la junta de la Corte y los miembros que lo desean,
y la posterior celebración religiosa en la capilla del santo. El día 14 de
julio se celebra a las 11.00 la Octava (siete días después del día del santo),
a la que asiste el Consistorio en cuerpo de ciudad como cierre religioso de
fiesta de Sanfermin.
Además, en septiembre se festeja el día
grande de San Fermín desde el punto de vista religioso. El día 25 se conmemora
el día del Martirio de San Fermín, que va precedido desde el día 17 de una
novena dedicada al santo (nueve funciones religiosas.
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