lunes, 8 de julio de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 - DE JULIO – MIERCOLES – 14ª – SEMANA DEL T.O. - B San Cristóbal de Licia

 


 

 10 - DE JULIO – MIERCOLES – 

14ª – SEMANA DEL T.O. - B

San Cristóbal de Licia

 

      Lectura de la profecía de Oseas (10,1-3.7-8.12):

 

      Una viña arrasada es Israel,
el fruto es como ella. Por la abundancia de sus frutos,
multiplicó sus altares. Cuanto más rica era su tierra, más adornaban sus estelas.
      Su corazón es inconstante,
así pues pagarán.
      Él mismo hará pedazos sus altares, demolerá sus estelas.
Entonces dirán: «no tenemos rey
porque no tuvimos temor del Señor..., y el rey ¿qué haría por nosotros?».
      Ha desaparecido el rey de Samaría, como una rama de la superficie del agua.
      Serán destruidos los altozanos de la Iniquidad, ¡pecado de Israel!
Espino y maleza crecerán sobre sus altares.
      Dirán a las montañas: «Cubridnos», y a las colinas: «Caed sobre nosotros».
      Sembrad con justicia, recoged con amor. Poned al trabajo un terreno virgen.
      Es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y haga llover sobre vosotros la justicia.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 104

R/. Buscad continuamente el rostro del Señor

 

Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas; gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. R/.

 

Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro.

     Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.

 

¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido!

     El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,1-7):

 

En aquel tiempo, Jesús llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.»

 

Palabra de Dios

 

1. El capítulo 10 del evangelio de Mateo presenta el segundo gran discurso de Jesús.

El primer discurso, el del sermón del monte (cap. 5-7), trata principalmente de las relaciones mutuas entre los seres humanos; el segundo discurso, se refiere a la misión de los discípulos, que el mismo Jesús ha elegido.

Mateo ha preparado este nuevo discurso -como hemos visto en el evangelio de ayer- hablando de la misión del propio Jesús, que iba de pueblo en pueblo, anunciando la llegada del reinado de Dios y curando enfermos y aliviando penas, al tiempo que el mismo Jesús se quejaba de la escasez de obreros para la inmensa tarea que urgía realizar.

- ¿De qué tarea se trata? O sea,

- ¿Qué pensaba Jesús de la tarea que debían realizar aquellos discípulos que él mismo había elegido y designado?

 

2. Jesús no los envió a una tarea o misión universal. Todo se tenía que concentrar en las "ovejas descarriadas de Israel".

Jesús no los envió tampoco a una misión religiosa o sagrada. No les habla de templo, ni de culto sagrado, ni de rituales o normas litúrgicas.

Su destino es anunciar que se acerca el Reino (reinado) de Dios. Se trata de decirle a la gente que se acerca el momento en que Dios va a ser el que reina, el que determina lo que tenemos que hacer los humanos: hacer lo que Dios quiere.

Por otra parte -y, sobre todo- aquel grupo de "los Doce" no se iba a perpetuar, es decir aquello no era una especie de pequeño grupo dirigente.

Cuando se suicidó Judas, eligieron a Matías para completar el número de doce (Hech 1, 15-26). Pero este número de "los doce" duró hasta que vino el Espíritu en Pentecostés. Después, los que fueron muriendo de aquellos doce, nunca fueron cargos renovados. Hasta que se extinguieron.

La Iglesia nunca tuvo conciencia de que aquellos doce hombres se tenían que mantener.

El origen del episcopado y de los obispos, como "sucesores de los apóstoles", es una idea que se fijó en el s. III (Y. Congar, J. A. Estrada).

 

3. A estos discípulos, Jesús les dio "autoridad". Ellos prolongan la autoridad que tuvo Jesús para anunciar el reinado de Dios y curar enfermos (Mt 7,29; 9,6. 8).

Jesús los envía a expulsar demonios (que era una forma de indicar en aquel tiempo algunas enfermedades) (O. Bócher) (Mt 4, 23-24; 8, 1-4. 5-13. 14-16; 9, 1-8...) y a curar enfermedades y dolencias (Mt 4, 23-24; 8, 1-4, etc.).

La misión de estos discípulos, tal como la presenta Mateo, era reformar la religión de Israel, dándole otra orientación: una religión no centrada en el templo, el culto y los sacerdotes, sino en:

1) Presentar una nueva imagen de Dios, el Padre de bondad y misericordia.

2) Un nuevo proyecto, el reinado de Dios.

3) Fomentar una nueva conciencia ética, las relaciones más profundamente humanas (sermón del monte).

4) Mejorar la situación del pueblo oprimido, aliviando sus males, dolencias y opresiones.

Este proyecto tendría que ser la base del proyecto y de la misión de la Iglesia en el mundo.

 

San Cristóbal de Licia

 




En Licia, san Cristóbal, mártir. Patrón de los transportistas y conductores.

 

 

Vida de San Cristóbal de Licia

 

 

Cristóbal significa "el que carga o portador de Cristo".

¿Quién era? Con la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo v. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él.

Cristóbal sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vio temblando un día cuando le mencionaron al demonio.

Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entonces si él le temía a las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le pregunto entonces si el demonio temía también a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una Cruz donde murió él tal Jesucristo.

¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aun después de morir? Se lanza a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo.

Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.

--¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?

--Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.

Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo.

San Cristóbal es un Santo muy popular, y poetas modernos, como García Lorca y Antonio Machado, lo han cantado con inspiradas estrofas. Su efigie, siempre colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, y nos inspira a todos protección y confianza.

Sus admiradores, para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un árbol lleno de hojas por báculo.

Esto ha dado lugar a las leyendas con que se ha oscurecido su vida. Se le considera patrono de los transportadores y automovilistas.

 

 

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