28 - DE JULIO – DOMINGO –
17ª – SEMANA DEL T.O. - B
SAN VICTOR – I
Lectura del
Libro segundo de los Reyes 4, 42-44
En aquellos días, acaeció que un hombre de Baal Salisá vino trayendo
al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en
espiga. Dijo Eliseo:
«Dáselo a la gente y que coman».
Su servidor respondió:
«¿Cómo voy a poner esto delante de
cien hombres?».
Y él mandó:
«Dáselo a la gente y que coman,
porque así dice el Señor: “Comerán y sobrará”».
Y lo puso ante ellos, comieron y
aún sobró, conforme a la palabra del Señor.
Palabra de Dios
Sal. 144,
10-11. 15-16. 17-18:
Abres tú la
mano, Señor, y nos sacias.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus
fieles.
Que proclamen la gloria de tu
reinado, que hablen de tus hazañas. R/.
Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su
tiempo; abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus
acciones.
Cerca está el Señor de los que lo
invocan, de los que lo invocan sinceramente. R/.
Lectura de la
carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 1-6
Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os
ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed
siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor,
esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un
solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a
la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de
todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.
Palabra de Dios
Lectura del
santo Evangelio según san Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea,
o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que
hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña
y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta
de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha
gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para
que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien
sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no
bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el
hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene
cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en
el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco
mil.
Jesús tomó los panes, dijo la
acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo
que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus
discípulos:
«Recoged los pedazos que han
sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con
los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta
que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para
proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Palabra del Señor
Jesús alimenta a su comunidad y prepara un discurso
El domingo pasado, el evangelio de Marcos
nos presentaba a Jesús enseñando al pueblo, reunido de muy distintos lugares.
Inmediatamente después, lo presenta alimentándolo mediante la multiplicación de
los panes y peces. Pero este relato no se ha toma hoy de Marcos, sino de Juan,
porque los cuatro domingos siguientes los dedica la liturgia a la lectura del
discurso del pan de vida, que solo cuenta Juan.
Jesús y Eliseo
Es
raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún
relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos
casos. Y los cuatro evangelios toman como punto de referencia el milagro
atribuido a Eliseo en el Antiguo Testamento. Este profeta, rodeado de una
comunidad de unos cien hombres, muy pobres, recibió un día como regalo veinte
panes de cebada y cierta cantidad de espigas. Teniendo en cuenta las
dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo
para cada uno. Al criado le parecen pocos; pero, en contra de sus dudas,
comieron todos y sobró.
El
milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de
Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil
(según Mc, Lc y Jn; Mt añade «sin contar mujeres y niños», lo cual obligaría a
pensar en unos veinte mil). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de
cinco.
A
pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de
Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen
doce canastos de sobras de los cinco panes.
Queda
claro el poder superior de Jesús. Pero los Sinópticos añaden un detalle
importante: este milagro ocurre «en un lugar desierto», y esto trae a la
memoria la marcha del pueblo por el desierto, cuando Dios lo alimenta con el
maná. Jesús, nuevo Moisés y superior a él, también alimenta a su comunidad
(quizá por eso Mt hace mención expresa de las mujeres y niños). Jn desarrollará
en el discurso posterior la relación con el maná y con Moisés.
La multiplicación de los panes y peces
según Juan
A pesar de las semejanzas, el relato de Juan ofrece notables diferencias
con el de los Sinópticos.
1. La indicación temporal falta en
los Sinópticos: «Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.» De este
modo, Jn relaciona la multiplicación de los panes con la fecha de la muerte de
Jesús. Jn no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro,
ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su
pueblo.
2.
La preocupación por la gente no parte de los discípulos, sino de Jesús. En los
Sinópticos, son ellos quienes se acercan a decirle que despida a la gente para
que se busque algo de comer. En Jn es el mismo Jesús quien toma la iniciativa
preguntando a Felipe cómo resolverán el problema.
3. Lo anterior demuestra que los discípulos
descargan la responsabilidad en el pueblo: son ellos los que tiene que buscarse
de comer. En cambio, Jesús se encarga de darles de comer.
4. Para dejar clara la
dificultad del problema, Felipe indica lo que costaría alimentar a esa gente:
200 denarios. El denario era el jornal de un campesino; 200 denarios suponen
una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús.
5.
La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara
en Juan, ya que, mientras los Sinópticos hablan simplemente de «cinco panes»,
Juan indica que son «panes de cebada», como los que regalan a Eliseo.
6.
El momento culminante difiere de manera notable. Los Sinópticos dicen que Jesús
«levantando los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los dio a los
discípulos para que los repartieran a la gente». Tres acciones (alzar la
mirada, bendecir, partir), pero quienes reparten el pan a la gente son los
discípulos. En Jn, Jesús solo realiza una acción, dar gracias (euvcaristh,saj);
pero lo más importante es que es él mismo quien distribuye el pan a todos los
presentes. Es claro que se trata de un dato simbólico. Un camarero para cinco
mil personas es imposible. Jn quiere indicar que, en la eucaristía, es Jesús
mismo quien nos alimenta.
7.
Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de
la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo
eucarístico. Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: «Recoged los
trozos sobrantes para que nada se pierda», la refieren los discípulos sólo a
los panes, no se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de
Jesús reflejen la práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan
eucarístico no podía ser tratado como otro cualquiera.
8. La reacción del pueblo y la
de Jesús. En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En
Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta
esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera
vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el
futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban
en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas. La intención del pueblo es
claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César
romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y
huye. «Mi reino no es de este mundo», dirá a
Pilato.
Un milagro que continúa en un discurso
En
los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone
el punto de partida para el largo discurso que se leerá en los próximos
domingos. Es importante subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su
poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la
oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el
relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno». El
milagro de los panes sirve para presentar a Jesús como el verdadero pan de
vida.
Receta para conseguir la unidad (2ª
lectura: Efesios 4,1-6)
El domingo pasado, la carta a los Efesios recordaba que Dios reconcilió a
judíos y paganos mediante la muerte de Jesús. Pero esa unidad puede
resquebrajarse fácilmente. Nos solo entre los dos pueblos, sino también dentro
de las comunidades del mismo origen. La experiencia de veinte siglos lo
demuestra. Pablo, desde la cárcel, aconseja las actitudes que ayudan a mantener
la unidad: humildad, amabilidad, comprensión, sobrellevarse mutuamente,
esforzarse en mantener el vínculo de la paz. Así se llegará a ser un solo
cuerpo y un solo espíritu, basados en «un Señor, una fe, un bautismo». Este
texto recuerda, con palabras muy distintas, el gran deseo de Jesús en su
despedida, según el evangelio de Juan: «Padre, que todos sean uno, como tú en
mí y yo en ti». Y, en relación con el evangelio, nos recuerda que somos uno
todos los que comemos el mismo pan.
SAN VICTOR – I
XIV Papa de la Iglesia
y Mártir
Martirologio
Romano: En
Roma, san Víctor I, papa, africano de nacimiento, que fijó para todas las
Iglesias la celebración de la fiesta de Pascua en el domingo que sigue
inmediatamente a la Pascua judía (c. 200).
Breve
Biografía
Natural de África. Hijo de
Félix. Sucedió a san Eleuterio en el 189. Será el primer papa que afirme la
existencia de un magisterio moral del obispado de Roma sobre los otros
obispados de la Iglesia y comienza a sustituir el griego utilizado en la
liturgia por el latín, aunque la misa seguirá celebrándose en griego hasta el
año 230.
Durante su pontificado,
Víctor sentó las bases para la celebración de los concilios al ordenar a los
obispos del orbe cristiano que se reunieran en sínodos para considerar
-confiaba él- la condena de la celebración de la Pascua según la costumbre
judía que la celebraba el día 14 del mes de Nisán aunque no coincidiera en
domingo.
Los obispos de Asia Menor,
encabezados por Polícrates obispo de Éfeso, rehusaron abandonar la práctica
que, según ellos y tal y como le expresó Polícrates al papa en una carta que le
envió hacia 190 D.d J.C., esta práctica, conocida como “cuarto decimal” fue la
de los apóstoles Felipe y Juan, y la de los santos Policarpo de Esmirna y
Melitón de Sardes. Como respuesta, Víctor envió una carta a los obispos
declarando excluidos de la comunión a las iglesias de Asia. Esta decisión trajo
un gran revuelo entre los obispos. Entonces intervino san Ireneo de Lyon y,
después de afirmar que él personalmente mantenía el domingo para la celebración
de la Pascua, le rogaba al Papa Víctor a seguir la posición de sus predecesores
y que aceptara la duplicidad de costumbre.
Parece ser que Víctor quiso
imponer su voluntad sobre la celebración dominical de la Pascua, pues Blasto,
que era un fuerte defensor de la práctica cuarto decimal se separó de la
Iglesia creando un cisma.
Aproximadamente en el 198,
Víctor excomulgó a Teodoto, un curtidor de Bizancio por practicar la doctrina
adopcionista, aunque no pudo impedir que sus discípulos siguieron propagando
sus ideas en Roma.
Por otra parte, estableció
que, en casos de emergencia, se pudiese utilizar cualquier agua para el
bautismo, sin necesidad de estar bendecida.
Mantuvo relaciones con la
casa imperial a traves de Marcia, catecúmena cristiana que era la concubina del
emperador Cómodo. Víctor le entregó una lista de cristianos condenados a las
minas en Cerdeña y consiguió su liberación. Le sucedió san Ceferino.
San Víctor murió antes de
que comenzase la persecución de Septimio Severo, pero las persecuciones que
debió sufrir por su enérgico celo para defender la fe le merecen el título de
mártir. Según San Jerónimo, este santo fue el primero en celebrar los sagrados
misterios en latín.
Por: Cristina Huete
García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com
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