8 - DE JULIO – LUNES –
14ª – SEMANA DEL T.O. - B
San Procopio
Lectura de la
profecía de Oseas (2,16.17b-18.21-22):
Así dice el Señor:
«Yo la
cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá
allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto.
Aquel día
–oráculo del Señor–, me llamará Esposo mío, no me llamará ídolo mío. Me casaré
contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en
misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del
Señor.»
Palabra de Dios
Salmo:144
R/. El Señor es
clemente y misericordioso
Día tras día, te bendeciré y alabaré tu
nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. R/.
Una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito
tus maravillas. R/.
Encarecen ellos tus temibles proezas, y yo narro
tus grandes acciones; difunden la memoria de tu inmensa
bondad, y aclaman tus victorias. R/.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la
cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (9,18-26):
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se
arrodilló ante él y le dijo:
«Mi hija
acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.»
Jesús lo
siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre
desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto,
pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla, le dijo:
«¡Ánimo,
hija! Tu fe te ha curado.»
Y en aquel
momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a
casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:
«¡Fuera! La
niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de
él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se
puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
Palabra del Señor
1. Es
evidente que la actividad de Jesús, por lo que nos cuentan los evangelios, giró
en torno a tres tareas que ocuparon prácticamente toda su vida pública:
1) La salud
de los enfermos.
2) La
comensalía compartiendo la mesa con toda clase de personas, sobre todo con
pobres y pecadores.
3) La
enseñanza a la gente en torno al tema de las buenas relaciones humanas.
Es verdad
que, en el fondo de esta actividad, siempre está la referencia al Padre, del
que habla con frecuencia y al que dedica horas y noches enteras de oración.
Pero el Padre es el motivo y el referente último.
2. La
actividad de Jesús no se centró ni en torno al templo, ni en las reuniones de
la sinagoga. No fue una actividad "religiosa", Como la de un
profesional de la religión. El centro de la actividad de Jesús fue el ser
humano: su salud, su alimentación, sus buenas relaciones con los demás.
Sin duda, en
eso vio Jesús lo que más quiere el Padre del Cielo. Y el único camino que nos
lleva al Padre, es decir, que da sentido a nuestras vidas. Jesús no
fue un agitador social. Y menos aún un revolucionario. Lo que ocurre es que vio
que no hay más camino para ir a Dios que humanizar este mundo.
3. En
la curación de la mujer de las hemorragias y en la devolución de la vida a la
niña del personaje, Jesús muestra su preocupación central por la vida.
No olvidemos que el grupo humano más despreciado de que aquella cultura
era la mujer. Y más, si se trataba de una mujer que padecía una enfermedad que
impurificaba; o si era una niña, que se podía abandonar o venderla como
esclava.
Para Jesús,
todas las mujeres tenían la misma importancia y dignidad que los varones.
San Procopio
En Cesarea de Palestina, san Procopio, mártir, que en tiempo del emperador
Diocleciano fue conducido desde la ciudad de Scytópolis a Cesarea, donde, por
manifestar audazmente su fe, fue inmediatamente decapitado por el juez Fabiano
(c. 303).
Vida de San Procopio
El primero de los mártires en Palestina fue Procopio. Era un varón lleno de
la gracia divina, que desde niño se había mantenido en castidad y había
practicado todas las virtudes. Había domado su cuerpo hasta convertirlo, por
decirlo así, en un cadáver; pero la fuerza que su alma encontraba en la palabra
de Dios daba vigor a su cuerpo. Vivía a pan y agua; y sólo comía cada dos o
tres días; en ciertas ocasiones, prolongaba su ayuno durante una semana entera.
La meditación de la palabra divina absorbía su atención día y noche, sin la
menor fatiga. Era bondadoso y amable, se consideraba como el último de los
hombres y edificaba a todos con sus palabras. Sólo estudiaba la palabra de Dios
y apenas tenía algún conocimiento de las ciencias profanas. Había nacido en
Aelia (Jerusalén), pero residía en Escitópolis (Betsán), donde desempeñaba tres
cargos eclesiásticos. Leía y podía traducir el sirio, y arrojaba los malos
espíritus mediante la imposición de las manos. Enviado con sus compañeros de
Escitópolis a Cesárea, fue arrestado en cuanto cruzó las puertas de la ciudad.
Aun antes de haber conocido las cadenas y la prisión, se encontró ante el juez
Flaviano, quien le exhortó a sacrificar a los dioses. Pero él proclamó en voz
alta que sólo hay un Dios, creador y autor de todas las cosas. Esta respuesta
impresionó al juez. No encontrando qué replicar, Flaviano trató de persuadir a
Procopio de que por lo menos ofreciese sacrificios a los emperadores. Pero el
mártir de Dios despreció sus consejos. "Recuerda —le dijo— el verso de
Homero: No conviene que haya muchos amos; tengamos un solo jefe y un solo
rey." Como si estas palabras constituyesen una injuria contra los
emperadores, el juez mandó que Procopio fuese ejecutado al punto. Los verdugos
le cortaron la cabeza, y así pasó Procopio a la vida eterna por el camino más
corto, al séptimo día del mes de Desius, es decir, el día que los latinos
llaman las nonas de julio, el año primero de nuestra persecución. Este fue el
martirio que tuvo lugar en Cesárea.
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