martes, 1 de octubre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE OCTUBRE – JUEVES – 26ª – SEMANA DEL T.O. – B – San Francisco de Borja

 


 

3 - DE OCTUBRE – JUEVES –

26ª – SEMANA DEL T.O. – B –

San Francisco de Borja

  

       Lectura del libro de Job 19, 21-27

 

      Dijo Job:
       ¡Piedad, piedad, amigos míos, que me ha herido la mano de Dios!
       ¿Por qué me perseguís como Dios y no os hartáis de escarnecerme?
       ¡Ojalá se escribieran mis palabras!
       ¡Ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y con plomo se escribieran para siempre en la roca!
      Yo sé que mi redentor vive y que al fin se alzará sobre el polvo:
después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios.
       Yo mismo lo veré, y no otro; mis propios ojos lo verán.
      ¡Tal ansia me consume por dentro!

 

Palabra de Dios

 

     Salmo 26:

      R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

 

     Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.
      Oigo en mi corazón:
     «Buscad mi rostro.»
R.

 

    Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
     No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches.
R.

 

      Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
       Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
R.

 

       Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-12):

 

  En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.

  Y les decía:

  «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.

   Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."

  Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»

 

Palabra del Señor

 

  1.  Se discute si el número original, de los nuevos enviados que indica Lucas, era setenta y dos o solamente setenta. En cualquier caso, la utilización del número siete indica plenitud, totalidad. Es decir, los Doce no tienen, en la comunidad de Jesús, el monopolio de la verdad evangélica o de los poderes en la Iglesia.

  Es probable que Jesús no pensara en que este ministerio de los setenta y dos no tuviera que perpetuarse en el movimiento que el mismo Jesús puso en marcha. Pero tampoco se perpetuó el ministerio de los Doce, ya que, a medida que fueron muriendo, a nadie se le ocurrió nombrar el sucesor de cada uno. Es problemático que se tuviera conciencia de este asunto concreto en el caso de Pedro, al menos desde el primer momento.

 

  2.  La misión de anunciar el Evangelio es para toda la Iglesia. La distinción entre Iglesia docente (la que enseña) e Iglesia discente (la que aprende) ha sido utilizada para justificar dos categorías de cristianos, unos activos y otros pasivos. Pero eso no ha beneficiado a la Iglesia.

   Por supuesto, los obispos son en cuanto sucesores de los apóstoles, algo querido por Dios para su Iglesia. Pero la fractura en la Iglesia entre clero y fieles ni es de fe, ni debe seguir como se viene gestionando hasta ahora.

    La pasividad de los laicos en la Iglesia, por una parte, y el excesivo protagonismo del clero, por otra, rompen la unidad querida por Jesús.

 

  3.  Urge repensar la estructura organizativa de la Iglesia. La crisis del clero, que va en aumento, puede tener un efecto benéfico para recuperar la Iglesia que pudo nacer del Evangelio. Eso no será seguramente fruto de un concilio, por muy genial que fuera ese concilio. Lo que importa de verdad es recuperar la centralidad del Evangelio en la Iglesia.  

 

San Francisco de Borja

 


1510 - 1572

  En Roma, san Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración.

 

Vida de San Francisco de Borja

 

  San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primogénito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.

  En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesús. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.

  Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.

 

  Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su tierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.

 

 

 

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