miércoles, 9 de octubre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia: 11 - DE OCTUBRE –VIERNES – 27ª – SEMANA DEL T.O. – B – Santa Soledad Torres Acosta

 


 

11 - DE OCTUBRE –VIERNES –

27ª – SEMANA DEL T.O. – B –

 Santa Soledad Torres Acosta,

Fundadora de las Siervas de María

   Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (3,7-14):

 

   Comprended de una vez que hijos de Abrahán son los hombres de fe. Además, la Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia:

  «Por ti serán benditas todas las naciones.»

  Así que son los hombres de fe los que reciben la bendición con Abrahán, el fiel.

  En cambio, los que se apoyan en la observancia de la ley tienen encima una maldición, porque dice la Escritura:

  «Maldito el que no cumple todo lo escrito en el libro de la ley.»

  Que en base a la ley nadie se justifica ante Dios es evidente, porque lo que está dicho es que

  «el justo vivirá por su fe», y la ley no arranca de la fe, sino que «el que la cumple vivirá por ella.»

  Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros un maldito, porque dice la Escritura:

  «Maldito todo el que cuelga de un árbol.»

  Esto sucedió para que, por medio de Jesucristo, la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles, y por la fe recibiéramos el Espíritu prometido.

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 110,1-2.3-4.5-6

 

  R/. El Señor recuerda siempre su alianza

 

  Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea.

       Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. R/.

 

  Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente. R/.

 

  Él da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 15-26 

 

       En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:

       “Si echa los demonios es por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios.

       Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.

       Él, leyendo sus pensamientos, les dijo:

       “Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa.

       Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino?

      Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belcebú; y si yo echo los demonios con el poder de Belcebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan?

       Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces.

       Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros.

       Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.

       El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama.

       Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero como no lo encuentra, dice: “Volveré a la casa de donde salí. Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio”.

 

Palabra del Señor.

 

        1.  Los primeros años de la Iglesia, son tiempos de ir profundizando en la verdad del Evangelio, de ir depurando aspectos que se apartan de su espíritu. Uno de ellos, es el tema de la exigencia de cumplir la ley judía como condición para poder salvarse, planteada por la corriente judaizante dentro del cristianismo incipiente. La manera en que Pablo abordará este tema será fundamental para abrir los horizontes de la Iglesia a una vivencia más fiel a la centralidad del mensaje cristiano: es la fe en Cristo la que salva y no la ley.

         Si los judíos defienden la necesidad de ser hijos de Abrahán, para poder salvarse, Pablo nos muestra a Abrahán como el testigo de la fe, que ha recibido la promesa de ser padre de todas las naciones y nos abre así así al universalismo de la fe que, en Cristo Jesús, es ofrecida a todos, judíos y no judíos.

Es más, la salvación ha llegado a nosotros a través de Cristo. Es Él, a través de la entrega de su vida, por su muerte y Resurrección, quien nos ha abierto el camino de la Vida, de la Salvación. ¡Todo gratis!

        Pero cuánto nos cuesta aceptar esta dinámica de la gratuidad y cuantas veces vivimos un seguimiento de Jesús y una espiritualidad que se desliza por la pendiente de los “merecimientos”, de intentar “dar la talla”, de “ganarnos” el Amor, cuando es precisamente todo lo contrario. ¡Por pura Gracia hemos sido salvados!

 

          2.   Si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, es señal de que el Reinado de Dios ha llegado a vosotros.

         En el evangelio de hoy Jesús entabla un largo debate con aquellos que quieren acusarle, y que son incapaces de ver en su acción bondadosa y liberadora hacia las personas, la acción misma de Dios.

         Pero si algo nos habla de presencia de Dios, es precisamente descubrir a nuestro alrededor y en nosotros mismos signos de transformación, de crecimiento que sólo son han podido ser posibles por la fuerza de su Presencia. Todo lo que es bueno en nuestra vida, siempre proviene de Él, es don suyo, es Gracia que nosotros acogemos.

      

       3.    ¿Cómo me sitúo yo ante los signos de liberación que ocurren en mí y a mi alrededor? ¿Soy capaz de reconocerlos y agradecerlos o me cierro a ellos? ¿Puede acogerlos como don de Dios?

       Pero al mismo tiempo, somos conscientes, y Jesús no hace caer en la cuenta de ello, de la presencia del mal en nuestra vida; y que este mal se manifiesta en la división que provoca allí donde actúa. Una división que nos hace vivir en ruptura con nosotros mismos, con los otros, con la creación y con Dios. Una división, que poco a poco va minando, destruyendo nuestra vida. Es este mismo mal el que nos impide ver con lucidez, el que empaña nuestra vista y nos hace mirar las cosas, las personas, la realidad desde la óptica del poder, la sospecha, la desconfianza, la sensación de amenaza, el miedo, actitudes tan extendidas en nuestra sociedad de hoy que nos llevan a “demonizar,” como les pasó a los detractores de Jesús, todo lo que se sale de nuestras leyes, modos de pensar y formas de ver la vida.

       Por eso, el Señor, no dice con fuerza: “El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge, desparrama”. Porque hay caminos incompatibles: o nos dejamos engañar por la seducción de la tentación de querer “ser como dioses” que nos aleja de nuestro ser verdadero o estamos dispuestos a vivir en dinámica de apertura a la Gracia de Dios, a su amor infinito y nos dejamos transformar por Él para poder transitar el camino liberador que conduce a la Reconciliación, a la Paz y a la Vida.

 

Santa Soledad Torres Acosta,

Fundadora de las Siervas de María

 




       Martirologio Romano: En Madrid, España, Soledad (Manuela) Torres Acosta, virgen, que desde su juventud demostró gran solicitud hacia los enfermos pobres, a los que atendió con total abnegación, especialmente al fundar la Congregación de Siervas de María Ministras de los Enfermos († 1887).

 

     Breve Biografía        

 

      Manuela Torres Acosta nació en Madrid (España), el 2 de diciembre de 1826. Sus padres, Manuel Torres y Antonia Acosta, era una modesta pareja de labriegos que poseían una lechería en Chamberí, barrio pobre del Madrid del ochocientos. De niña fue a la escuela que las Hijas de la Caridad abrieron en el Hospital de Incurables. Ayudaba en la lechería de sus padres y al mismo tiempo cuidaba los niños de las vecinas organizándoles juegos para entretenerlos.
       A los veinticinco años pidió la admisión como hermana lega en el convento de dominicas, pero tenía que esperar hasta que hubiera lugar... En esa espera conoció los planes de fundación del cura de Chamberí, padre Miguel Martínez, de una asociación de mujeres para asistir a enfermos en casa. En 1851 reunió a siete mujeres en comunidad que el día 15 de agosto recibieron el hábito y el nombre de Siervas de María. Manuela tenía veintisiete años y escogió el nombre de María Soledad en honor a la Virgen. A finales de 1853 la pequeña comunidad de Siervas llegó a veinticuatro. En 1855, de las siete fundadoras sólo quedaba una, la hermana Soledad, que había llegado la última, y que el padre había recibido a regañadientes: cuatro de las fundadoras habían abandonado el grupo y dos habían muerto.    

     Finalmente, en 1856 también el padre Miguel abandonó la asociación por él fundada dejando sola a sor María Soledad que se convirtió en fundadora y superiora de doce religiosas distribuidas en tres casas: Madrid, Getafe y Ciudad Rodrigo.

      El 13 de noviembre de 1856 el nuevo director, padre Francisco Morales, decidió cambiar a la superiora y el cardenal de Toledo pensó en suprimirlas. Cambiaron entonces al padre Francisco por el padre Gabino Sánchez, fraile capuchino, quien en 1857 repuso a la madre Soledad en el puesto de superiora; ambos redactaron unos estatutos para la asociación y, con el apoyo de la reina de España, Isabel II, evitaron la supresión.

       Dos años después de la aprobación, en octubre de 1878, madre Soledad visitó Roma. Ante el papa León XIII quien le puso las manos sobre la cabeza y le dijo palabras cariñosas, no pudo sino llorar. En 1875, con ayuda del obispo Orberá, fundaron una casa en Cuba. A partir de entonces se aceleró el crecimiento de la congregación en España: Santander, Almería, Zaragoza... De 1877 a 1887 se pusieron en pie un total de veintinueve fundaciones. También se les confió el Hospital de San Carlos del Escorial. En la epidemia del cólera del año 1885 las Siervas, con madre Soledad al frente, ayudaron a cuidar a los enfermos. El 21 de noviembre el cardenal Rampolla, nuncio del Papa en España, inauguró la casa madre y el noviciado. Estuvieron presentes veintiocho superioras que representaban a casi trescientas religiosas. Se aprovechó esa circunstancia para celebrar un capítulo general extraordinario, quedando madre Soledad como superiora general. A finales de septiembre de 1887 madre Soledad cayó enferma. Al acercarse la muerte, le pidieron su bendición. Una hermana le sostuvo la mano mientras decía: Hijas, que tengáis paz y unión.

     Murió el 11 de octubre. El papa Pío XII la beatificó el 5 de febrero de 1950 y fue canonizada por el papa Pablo VI el 25 de enero de 1970.

 P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

 

 

 

 

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