29 - DE
OCTUBRE –MARTES –
30ª – SEMANA DEL T.O. – B –
San Narciso de Jerusalén
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,21-33):
Sed sumisos unos a otros con respeto
cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el
marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que
es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también
las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se
entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del
agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni
arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada.
Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que
son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia
carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque
somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran
misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno
de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.
Palabra de Dios
Salmo: 18,2-3.4-5
R/. Dichosos los que temen al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus
caminos.
Comerás del
fruto de tu trabajo,
serás
dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de
tu casa;
tus hijos,
como renuevos de olivo,
alrededor de
tu mesa. R/.
Esta es la bendición del hombre que teme
al Señor.
Que el Señor
te bendiga desde Sión,
que veas la
prosperidad de Jerusalén
todos los
días de tu vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,18-21):
En aquel tiempo, decía Jesús:
«- ¿A qué se parece el reino de Dios?
- ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto;
crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió:
« - ¿A qué compararé el reino de Dios?
Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de
harina, hasta que todo fermenta.»
Palabra del Señor
1.- En la carta a los Efesios Pablo nos exhorta a
vivir en clave del amor que Cristo nos dio al entregar si vida en la cruz. En
el desarrollo de la carta el apóstol nos ayudará a hacer vida ese amor en
nuestras relaciones: en el ámbito personal, doméstico y social. El pasaje que
comenzamos a leer hoy nos hace poner nuestra atención en el ámbito doméstico
poniendo nuestra mirada en amor de pareja. En el Antiguo Testamento el amor
esponsal era la imagen privilegiada para expresar de forma plástica cómo es el
amor de Dios. Se habla de Alianza (berit, en hebreo) que corresponde a la idea
de pacto de Dios con su pueblo. Esa imagen servirá para expresar la relación de
Dios con su pueblo. Pablo da un paso mas y nos habla de ese amor referido a la
relación de Cristo con la Iglesia. Nuestra tarea es amar como Cristo nos amó,
entregando la vida.
2.- Jesús nunca define el Reino de Dios, pero nos
brinda a través de las parábolas una serie de imágenes que nos ayudan a
profundizar en el dinamismo que este actuar divino impregna en la realidad. Las
imágenes, que se utilizan en el pasaje al que hacemos referencia hoy, nos
remiten a como el Reino tiene la capacidad de crecer en extensión, como el
grano de mostaza, y en intensidad, como la levadura. La semilla y la levadura
permiten, por la acción del Espíritu, que la realidad se transforme. En la pequeñes
de lo cotidiano Dios actúa. Cuantas cosas en nuestra vida son posible gracias a
lo pequeño que nos impulsa a obrar; En cada gesto, palabra, opciones y acciones
se va generando la utopía del Reino.
Nuestra vida cristiana
está llamada a ser fermento en la masa. Por eso transformar toda la masa,
convirtiéndola en un espacio propicio para que todos los seres humanos tengan
una vida digna, siempre es nuestro compromiso.
San Narciso de Jerusalén
Conmemoración de san
Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad, paciencia
y fe. Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana, manifestó estar de
acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que el domingo para
celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó en el Señor a
la edad de ciento dieciséis años (c. 222).
Vida de San Narciso de Jerusalén
Narciso nació a finales del
siglo I en Jerusalén y se formó en el cristianismo bebiendo en las mismas
fuentes de la nueva religión. Debieron ser sus catequistas aquellos que el
mismo Salvador había formado o los que escucharon a los Apóstoles.
Era
ya presbítero modelo con Valente o con el Obispo Dulciano. Fue consagrado
obispo, trigésimo de la sede de Jerusalén, en el 180, cuando era de avanzada
edad, pero con el ánimo y dinamismo de un joven. En el año 195 asiste y preside
el concilio de Cesarea para unificar con Roma el día de la celebración de la
Pascua.
Tres
de sus clérigos —también de la segunda o tercera generación de cristianos- no
pudieron resistir el ejemplo de su vida, ni sus reprensiones, ni su éxito. Se
conjuraron para acusarle, sin que sepamos el contenido, de un crimen atroz.
Viene el perdón del santo a
sus envidiosos difamadores y toma la decisión de abandonar el gobierno de la
grey, viendo con humildad en el acontecimiento la mano de Dios. Secretamente se
retira a un lugar desconocido en donde permanece ocho años.
Uno
de los maldicientes hace penitencia y confiesa en público su infamia. Regresa
Narciso de su autodestierro y permanece ya acompañando a sus fieles hasta bien
pasados los cien años. En este último tramo de vida le ayuda Alejandro, obispo
de Flaviada en la Capadocia, que le sucede.
Fuente:
http://www.archimadrid.es/
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