25 - DE
OCTUBRE –VIERNES –
29ª – SEMANA DEL T.O. – B –
San Frutos, San Valentín y Santa Engracia de Segovia
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Efesios (4,1-6):
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a
la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed
comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad
del Espíritu con el vínculo de la paz.
Un solo cuerpo y un solo Espíritu,
como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados.
Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo,
y lo penetra todo, y lo invade todo.
Palabra de Dios
Salmo: 23,1-2.3-4ab.5-6
R/. Ésta es la generación que
busca tu rostro, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y
todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro
corazón, que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará
justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (12,54-59):
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
«Cuando veis subir una nube por el
poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando
sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si
sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, - ¿cómo no sabéis
interpretar el tiempo presente? - ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que
se debe hacer?
Cuando te diriges al tribunal con
el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras
vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al
guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí
hasta que no pagues el último céntimo.»
Palabra del Señor
1.- San
Pablo en los capítulos anteriores, expone a la comunidad de Éfeso el misterio
de Cristo y de la Iglesia. El plan salvador de Dios que, a través de Cristo
“nos ha enriquecido con toda clase de bienes espirituales” y casi al final del
capítulo primero continua “y vosotros también, los que acogisteis la palabra de
la verdad, que es la buena noticia que os salva al creer en Cristo, habéis sido
sellados por él, con el Espíritu Santo prometido”
Envueltos
en tanta riqueza espiritual como acaba de recordar, nos invita a vivir “según
la vocación a la que habéis sido llamados” con unas actitudes determinadas para
no desperdiciar la gracia que nos habita y en la que habitamos.
Exige
un compromiso concreto en nuestra manera de actuar. Se nos recuerda, una vez
más, que nuestra vida cristiana, nuestra espiritualidad tiene un test de
veracidad de nuestra fe, de nuestro compromiso cristiano: las actitudes
que manifestamos en nuestra vida diaria.
Hay también una preocupación en este texto y en toda la carta, por
la unidad de la Iglesia en al que el autor puede observar en las comunidades de
Éfeso, cierto peligro de fragmentación. Estas virtudes que se nos recuerdan
como compromiso de nuestra vocación de creyentes: Humildad, paciencia para
sobrellevarnos con amor. Tratar a los otros con amabilidad. El ejercicio de
estas virtudes ayuda a los creyentes a “conservar, mediante el vínculo de la
paz, la unidad que es fruto del Espíritu”
Estas
virtudes que el apóstol expresa aquí nos ayudarán también en el hoy de nuestras
comunidades o de nuestra sociedad. Termina la cita invitándonos a mantenernos
unidos ”…un solo cuerpo, un solo Espíritu…una esperanza que encierra la
vocación a la que habéis sido llamados”
2.- Lucas
se dirige a una comunidad de la segunda generación con peligro de perder “el
ardor primero “en el seguimiento de Jesús, con el riesgo de acomodarse a la
situación que viven. Aparece la tentación de la rutina. Es una situación de la
comunidad a la cual se dirige Lucas pero que puede tener algunas coincidencias
con las nuestras.
Por
otra parte, el texto que reflexionamos está ubicado en el camino de Jesús a
Jerusalén, en un periodo próximo a su final, que aprovecha Lucas para poner
toda la enseñanza que Jesús quiere transmitir sobre el Reino y las actitudes
que debieran acompañar a sus seguidores. El tiempo apremia y hay que aprovechar
las enseñanzas del Maestro.
Sabemos de la importancia que tiene leer e interpretar los signos
de los tiempos, la importancia de analizar la realidad, la importancia de saber
interpretar bien la realidad que vivimos. En una palabra, discernir bien los
acontecimientos para tomar las decisiones adecuadas.
3.-
Nos sorprende Jesús, diciéndonos a nosotros sus seguidores ¿cómo es que
veis, observáis la naturaleza, los acontecimientos, bien en imágenes del tiempo
meteorológico, en los informativos que muestran diferentes y preocupantes
realidades sociales, en la calle, en la realidad concreta de cada persona
y no acabáis de descubrir las señales que Dios os está enviando, lo que está
queriendo deciros y que atañe a la manera de responder a esa realidad, como
creyentes, como comunidad de fe, como miembro de la sociedad en la que vivo?
Porque
eso mismo les recrimina Jesús a la multitud que le seguía, veintiún siglos
atrás. ¿De modo que sois buenos observadores e interpretáis bien las
señales de la naturaleza y no habéis descubierto todavía las señales del Reino
de Dios, no habéis descubierto en mi persona las señales de la llegada del
Reino, de mi paso entre vosotros como Mesías? Jesús, como gran pedagogo,
expresa una experiencia humana común a todos los hombres para hacerles más
comprensible su mensaje: la lluvia sobre justos e injustos etc.
San Lucas nos invita a ser
observadores atentos de la realidad.
Si volvemos a leer el texto situándolo en el hoy y en las circunstancias
concretas de cada persona quizá descubramos, continuando con su relato y sus
exigencias, que el mensaje que Jesús nos lanza a través de la contemplación de
lo que vivimos, tiene una repercusión inmediata en nuestra práctica de vida.
Caminamos junto con otros, también en nuestro entorno, hay guerras, conflictos…,
muy claramente Jesús también nos da una pauta para que nuestras decisiones,
nuestro discernimiento en cada situación, sea conforme a lo que Dios quiere.
¿Qué
puedo hacer para favorecer la paz, qué puedo hacer para favorecer la acogida,
qué puedo hacer para evitar que la naturaleza sufra, qué puedo hacer para
acompañar la soledad, para aportar comprensión en un conflicto, qué puedo
hacer…?
Hagámoslo
ahora que vamos de camino, en este camino de la vida, no nos limitemos a
escrutar, y discernir. Discernir requiere tiempo, reflexión, escucha y búsqueda
sincera de lo mejor según los criterios del evangelio.
San Frutos, San Valentín y Santa Engracia de Segovia
En las cercanías de Segovia, en Hispania, san Frutos, que llevó vida
eremítica junto a una escarpada montaña (c. 715).
Vida de San Frutos, San Valentín y Santa Engracia de
Segovia
San Frutos, Santa Engracia
y San Valentín, mártires
Los cuerpos de San Frutos,
Santa Engracia y San Valentín, venerados por los cristianos segovianos, se
conservaron en la ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde
comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI.
El rey Alfonso VI concedió
esta ermita al monasterio de San Sebastián de Silos —hoy Santo Domingo de
Silos- para que la cuidasen y facilitasen la creciente devoción del pueblo; se
hizo escritura en el 1076. Los monjes recomponen la ermita como de nuevo y la
habilitan para que puedan vivir en ella algunos monjes. Terminadas las obras en
el año 1100, la consagra D. Bernardo, el primer Arzobispo de Toledo. Está
construida sobre roca escarpada, como cortada a pico, a orillas del río
Duratón, afluente del Duero. En ese nuevo lugar se depositan las reliquias de
los tres santos.
Restaurada Segovia y
restituida a su dignidad episcopal, se pasan a su catedral la mitad de las
reliquias desde el monasterio de Silos, con autorización y mandato del
arzobispo de Toledo, en el 1125.
Tan celosamente se guardan
que se pierde el sitio donde fueron depositadas hasta que se encontraron
milagrosamente, en tiempos del celoso obispo D. Juan Arias de Ávila.
En el año 1558 se
depositaron finalmente en la nueva catedral. Allí, en el trascoro, reposan los
restos del Patrono de la Ciudad, teniendo por fondo el retablo que trazó
Ventura Rodríguez para el palacio de Riofrío y que Carlos III donó para la
catedral segoviana.
¿Quién fue el hombre que
desde catorce siglos atrás es polo de atracción de tantas generaciones de
segovianos?
Nació Frutos, en el año
642, en el seno de una familia rica que tuvo otros dos hijos con los nombres de
Valentín y Engracia. Debió ser una familia de profundas convicciones cristianas
que supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus hijos. Sin que se sepa la
causa, murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son herederos de unos bienes y
comienzan a conocer en la práctica la dureza que supone el ser fieles a los
principios. Parece ser que tanto tedio provocaron en ellos los vicios,
maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno humano, que Frutos
les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la misma libertad y libre
determinación deciden vender sus bienes y los dan a los pobres. Dejaron la
ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de la soledad, oración
y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla del río Duratón les
pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos. Hacen tres ermitas
separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo de su vida de modo
definitivo al trato con Dios.
A partir de aquí se tiene noticias de
Frutos cuando el estallido de la invasión musulmana y su rápida dominación del
reino visigodo. Frutos, en su deseo de servir a Dios, intervino de alguna
manera —y con vivo deseo de martirio- en procurar la conversión de algunos
mahometanos que se aproximaron a su entorno; defendió a grupos de cristianos
que huían de los guerreros invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los
espíritus de quienes se desplazaban al norte; fue protagonista de algunos
sucesos sobrenaturales y murió en la paz del Señor, con el halo de santo, el
año 715.
La misma historia refiere
que sus hermanos Valentín y Engracia fueron de los mártires decapitados por los
sarracenos y sus cuerpos colocados con el del Santo.
Lo que se sabe hoy del
entorno en que viven y mueren estos santos facilita cubrir las lagunas o los
interrogantes que pueden presentarse. La invasión musulmana, su rápido avance
por el reino hispano-visigodo y el martirio de cristianos tuvieron su génesis.
La unidad del reino tan lograda por la conversión del arrianismo a la fe
católica de Recaredo en el 589 presentaba ahora una falsa cohesión por su
fragilidad. Los clanes de nobles, civiles y eclesiásticos, con intereses
políticos y económicos contrapuestos, tratan de controlar cada uno
alternativamente el trono de Toledo y son una fuente continua de conflictos. La
nobleza que en un principio recibió unos territorios para ejercer en ellos
funciones administrativas, fiscales y militares, al hacerse hereditarias,
quedan prácticamente privatizadas con detrimento progresivo de las funciones
públicas características de un estado centralizado y llevan a la fragmentación
del poder del monarca. La clase aristócrata asienta aún más la diferencia
social con el pueblo cada vez más pobre, indefenso, desorientado, abandonado y
hastiado del lujo de sus señores. Hay que añadir desastres naturales que asolan
el país especialmente desde el reinado de Kindasvinto (642-653) como epidemias
que diezmaban a la población, plagas de langostas, sequía, pestes y
despoblamiento. El vicio, la amoralidad y desenfreno reina en la sociedad al
amparo de lo que sucede en las casas de la nobleza. A la muerte de Witiza, los
partidarios de Akhila, su hijo primogénito, no consiguen ponerlo en el trono
ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y piden ayuda a los bereberes. El
desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que fue una simple ayuda de los moros
capitaneados por Tariq se convirtiera en toda una invasión y conquista
posterior que colma los planes estratégicos del Islam por la decrepitud que se
había ido gestando en el interior del reino visigodo.
santopedia.com
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