20 - DE OCTUBRE
–DOMINGO –
29ª – SEMANA DEL T.O. – B –
SAN CORNELIO, CENTURION
Lectura del libro
de Isaías (53,10-11):
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como
expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere
prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se
saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los
crímenes de ellos.
Palabra de Dios
Salmo: 32,4-5.18-19.20 y 22
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre
nosotros, como lo esperamos de ti
Que la palabra
del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su
misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar
sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de
hambre. R/.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro
auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16):
Mantengamos la
confesión de la fe, ya que tenemos un no sacerdote grande, que ha atravesado el
cielo, Jesús, Hijo Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse
nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como
nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de
la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie
oportunamente.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según
san Marcos (10,35-45):
En aquel
tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le
dijeron:
«Maestro, queremos que hagas lo que te vamos
a pedir.»
Les preguntó:
«¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron:
«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu
derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de
beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo
me voy a bautizar?»
Contestaron:
«Lo somos.»
Jesús les dijo:
«El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y
os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a
mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron
contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:
«Sabéis que los que son reconocidos
como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que
quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha
venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos.»
Palabra del Señor
¿Triunfar o servir?
En las
lecturas de los domingos anteriores Jesús ha ido instruyendo a los discípulos a
propósito de los más diversos temas (los niños, el divorcio, la riqueza, etc.).
En el de hoy da su última gran enseñanza antes de subir a Jerusalén para la
pasión.
En lo que piensa Jesús
Todo comienza con el tercer anuncio de la
pasión y resurrección, que no se lee, pero que es fundamental para entender lo
que sigue. Jesús repite una vez más a los discípulos que los sumos sacerdotes y
los escribas lo condenarán a muerte, lo entregarán a los paganos, se burlarán
de él, le escupirán, azotarán y matarán.
En lo que piensan Santiago y Juan:
Presidente del Gobierno y Primer Ministro
Igual que en los casos anteriores, al
anuncio de la pasión sigue una muestra de incomprensión por parte de los
apóstoles: Santiago y Juan, dos de los más importantes, de los más cercanos a
Jesús, ni siquiera han prestado atención a lo que dijo.
En
aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y
le dijeron:
-Maestro,
queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
Les
preguntó:
-¿Qué
queréis que haga por vosotros?
Contestaron:
-Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu
derecha y otro a tu izquierda.
Mientras Jesús habla de sufrimiento, ellos
quieren garantizarse el triunfo: “sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. “En tu gloria” no se refiere al cielo, sino
a lo que ocurrirá “en la tierra”, cuando Jesús triunfe y se convierta en rey de
Israel en Jerusalén: quieren un puesto a la derecha y otro a la izquierda,
Presidente de Gobierno y Primer Ministro. Para ellos, lo importante es
subir.
Jesús replicó:
-No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de
beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
Contestaron:
-Lo
somos.
Jesús les dijo:
-El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo
con que yo me voy a bautizar. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no
me toca a mí concederlo; está ya reservado.
La respuesta de Jesús, menos dura
de lo que cabría esperar, procede en dos pasos.
En primer lugar, les recuerda que
para triunfar hay que pasar antes por el sufrimiento, beber el mismo cáliz de
la pasión que él beberá. No queda claro si Juan y Santiago entendieron lo que
les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo, pero responden que están
dispuestos a lo que sea.
Entonces Jesús, en un segundo
paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que, aunque beban el cáliz,
eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya reservados, no se dice
para quién.
La reacción de los otros diez y la gran
enseñanza de Jesús
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra
Santiago y Juan.
Jesús,
reuniéndolos, les dijo:
-Sabéis
que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los
grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea
vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el
Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida
en rescate por todos.
¿Por qué se indignan?
Probablemente porque también ellos ambicionan los
primeros puestos. Jesús aprovecha la ocasión para enseñarles cómo deben ser las relaciones
dentro de la comunidad. En la postura de los discípulos detecta una actitud muy
humana, de simple búsqueda del poder. Para que no caigan en ella, les
presenta dos ejemplos opuestos:
1) el que no deben imitar es el de los reyes y monarcas
helenísticos, famosos por su abuso del poder:
“Sabéis que los jefes de las naciones las
tiranizan y que los grandes las oprimen”.
2) el que deben imitar es el del mismo Jesús, que ha venido a
servir y a dar su vida en rescate por todos.
En
medio de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital:
“el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser
primero, sea esclavo de todos”.
En la
comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto.
Pero
esto es lo que debe ocurrir “entre vosotros”, dentro de la comunidad. Jesús no
dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica
indirectamente el abuso de poder.
Primera lectura: Isaías 53,10-11
Este texto se ha elegido como comentario de
las palabras de Jesús: “el Hijo del Hombre
no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos” y de sus referencias anteriores a la pasión (el cáliz y el bautismo).
Por eso comienza diciendo que El Señor quiso triturarlo con el
sufrimiento; unas palabras que escandalizan por la forma de hablar de Dios,
pero que hay que interpretarlas como un recurso para el triunfo final. De
hecho, el texto de Isaías insiste más en el éxito de Jesús (verá su
descendencia, prolongará sus años, verá y se hartará) y de su obra (el
plan de Dios prosperará por sus manos, justificará a muchos).
Reflexiones
1. Este pasaje constituye la última
enseñanza de Jesús antes de la pasión, en la que nos deja su forma de entender
su vida: “El Hijo del Hombre
no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos”. Este ejemplo es válido para todos los cristianos, no sólo para papas y
obispos.
2. Esta espléndida enseñanza no nos habría llegado
si Santiago, Juan y los otros diez hubieran sido menos ambiciosos. Los fallos
humanos pueden traer grandes beneficios.
3. La enseñanza de Jesús ha calado muy poco en la
Iglesia después de veinte siglos y en ella se sigue dando un choque de
ambiciones al más alto nivel. La única solución será tener siempre presente el
ejemplo de Jesús.
4. El texto de Isaías nos ayuda a
mirar con esperanza los momentos difíciles de nuestra vida. Aunque la impresión
que podemos tener a veces es que Dios nos está triturando con el sufrimiento,
no es ésa su intención, sino sacar de nosotros algo muy bueno.
SAN CORNELIO, CENTURION
Conmemoración de san Cornelio, centurión,
que en la ciudad de Cesarea de Palestina fue bautizado por el apóstol san
Pedro, como primicia de la Iglesia de los gentiles.
Había en Cesarea un hombre, llamado Cornelio, centurión de la cohorte
Itálica, piadoso y temeroso de Dios. Como toda su familia, daba muchas limosnas
al pueblo y continuamente oraba a Dios.
Vio claramente en visión, hacia la hora
nona del día, que el Ángel de Dios entraba en su casa y le decía:
-«Cornelio»
Él le miró fijamente y lleno de espanto
dijo:
-« ¿Qué pasa, señor?»
Le respondió:
-«Tus oraciones y tus limosnas han subido
como memorial ante la presencia de Dios. Ahora envía hombres a Joppe y haz
venir a un tal Simón, a quien llaman Pedro. Este se hospeda en casa de un tal
Simón, curtidor, que tiene la casa junto al mar.»
Apenas se fue el ángel que le hablaba,
llamó a dos criados y a un soldado piadoso, de entre sus asistentes, les contó
todo y los envió a Joppe.
Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad,
subió Pedro al terrado, sobre la hora sexta, para hacer oración. Sintió hambre
y quiso comer. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis, y vio los
cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa, así como un gran lienzo,
atado por las cuatro puntas. Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos,
reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo:
-«Levántate, Pedro, sacrifica y come.»
Pedro contestó:
-«De ninguna manera, Señor; jamás he
comido nada profano e impuro.»
La voz le dijo por segunda vez:
-«Lo que Dios ha purificado no lo llames
tú profano.»
Esto se repitió tres veces, e
inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo.
Estaba Pedro perplejo pensando qué podría significar la visión que había
visto, cuando los hombres enviados por Cornelio, después de preguntar por la
casa de Simón, se presentaron en la puerta; llamaron y preguntaron si se
hospedaba allí Simón, llamado Pedro. Estando Pedro pensando en la visión, le
dijo el Espíritu:
-«Ahí tienes unos hombres que te buscan.
Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo los he enviado.»
Pedro bajó donde ellos y les dijo:
-«Yo soy el que buscáis; ¿por qué motivo
habéis venido?»
Ellos respondieron:
-«El centurión Cornelio, hombre justo y
temeroso de Dios, reconocido como tal por el testimonio de toda la nación
judía, ha recibido de un ángel santo el aviso de hacerte venir a su casa y de
escuchar lo que tú digas.»
Entonces les invitó a entrar y les dio
hospedaje. Al día siguiente se levantó y se fue con ellos; le acompañaron
algunos hermanos de Joppe.
Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando. Había
reunido a sus parientes y a los amigos íntimos. Cuando Pedro entraba salió
Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pedro le levantó
diciéndole:
-«Levántate, que también yo soy un
hombre.»
Y conversando con él entró y encontró a
muchos reunidos. Y les dijo:
-«Vosotros sabéis que no le está
permitido a un judío juntarse con un extranjero ni entrar en su casa; pero a mí
me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre. Por
eso al ser llamado he venido sin dudar. Os pregunto, pues, por qué motivo me
habéis enviado a llamar.»
Cornelio
contestó:
-«Hace cuatro días, a esta
misma hora, estaba yo haciendo la oración de nona en mi casa, y de pronto se
presentó delante de mí un varón con vestidos resplandecientes, y me dijo:
'Cornelio, tu oración ha sido oída y se han recordado tus limosnas ante Dios;
envía, pues, a Joppe y haz llamar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en
casa de Simón el curtidor, junto al mar'. Al instante mandé enviados donde ti,
y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros, en la presencia de
Dios, estamos dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el
Señor.»
Entonces Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Verdaderamente comprendo que Dios no
hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y
practica la justicia le es grato. Él ha enviado su Palabra a los hijos de
Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es
el Señor de todos. Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por
Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le
ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y
curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; y
nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en
Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le
resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el
pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que
comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó
que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está
constituido por Dios juez de vivos y muertos. De éste todos los profetas dan
testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de
los pecados.»
Estaba Pedro
diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que
escuchaban la Palabra. Y los fieles circuncisos que habían venido con Pedro
quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado
también sobre los gentiles, pues les oían hablar en lenguas y glorificar a
Dios. Entonces Pedro dijo:
-«¿Acaso
puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu
Santo como nosotros?»
Y mandó
que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se
quedase algunos días.
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