viernes, 18 de octubre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 - DE OCTUBRE –DOMINGO – 29ª – SEMANA DEL T.O. – B – SAN CORNELIO, CENTURION

 

 


20 - DE OCTUBRE –DOMINGO –

 29ª – SEMANA DEL T.O. – B –

SAN CORNELIO, CENTURION

 

Lectura del libro de Isaías (53,10-11):

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.

Palabra de Dios

 

  Salmo: 32,4-5.18-19.20 y 22

 

        R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti

  Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

 

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.

      Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R/.

 

  Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16):

  Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un no sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

 

Palabra de Dios

 

        Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,35-45):

  En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

  «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»

  Les preguntó:

  «¿Qué queréis que haga por vosotros?»

  Contestaron:

  «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»

  Jesús replicó:

  «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»

  Contestaron:

  «Lo somos.»

  Jesús les dijo:

  «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»

  Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.

  Jesús, reuniéndolos, les dijo:

   «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

 

Palabra del Señor

 

¿Triunfar o servir?

 


   En las lecturas de los domingos anteriores Jesús ha ido instruyendo a los discípulos a propósito de los más diversos temas (los niños, el divorcio, la riqueza, etc.). En el de hoy da su última gran enseñanza antes de subir a Jerusalén para la pasión.

 

  En lo que piensa Jesús

 

  Todo comienza con el tercer anuncio de la pasión y resurrección, que no se lee, pero que es fundamental para entender lo que sigue. Jesús repite una vez más a los discípulos que los sumos sacerdotes y los escribas lo condenarán a muerte, lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, le escupirán, azotarán y matarán.

 

   En lo que piensan Santiago y Juan: Presidente del Gobierno y Primer Ministro

 

   Igual que en los casos anteriores, al anuncio de la pasión sigue una muestra de incomprensión por parte de los apóstoles: Santiago y Juan, dos de los más importantes, de los más cercanos a Jesús, ni siquiera han prestado atención a lo que dijo.

 

            En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

            -Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.

            Les preguntó:

            -¿Qué queréis que haga por vosotros?

            Contestaron:
         -Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
    

 

  Mientras Jesús habla de sufrimiento, ellos quieren garantizarse el triunfo: sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. “En tu gloria” no se refiere al cielo, sino a lo que ocurrirá “en la tierra”, cuando Jesús triunfe y se convierta en rey de Israel en Jerusalén: quieren un puesto a la derecha y otro a la izquierda, Presidente de Gobierno y Primer Ministro. Para ellos, lo importante es subir.

 

Jesús replicó:

-No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

Contestaron:
            -Lo somos.

Jesús les dijo:

-El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

 

   La respuesta de Jesús, menos dura de lo que cabría esperar, procede en dos pasos.

   En primer lugar, les recuerda que para triunfar hay que pasar antes por el sufrimiento, beber el mismo cáliz de la pasión que él beberá. No queda claro si Juan y Santiago entendieron lo que les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo, pero responden que están dispuestos a lo que sea.

   Entonces Jesús, en un segundo paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que, aunque beban el cáliz, eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya reservados, no se dice para quién.

 

                La reacción de los otros diez y la gran enseñanza de    Jesús                                                                              

 

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.

            Jesús, reuniéndolos, les dijo:

            -Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.    

 

   ¿Por qué se indignan? Probablemente porque también ellos ambicionan los primeros puestos. Jesús aprovecha la ocasión para enseñarles cómo deben ser las relacio­nes dentro de la comunidad. En la postura de los discípulos detecta una actitud muy humana, de simple búsqueda del poder. Para que no caigan en ella, les presenta dos ejemplos opuestos:

 

           1) el que no deben imitar es el de los reyes y monarcas helenísticos, famosos por su abuso del poder:

“Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las opri­men”.

 

   2) el que deben imitar es el del mismo Jesús, que ha venido a servir y a dar su vida en rescate por todos.

   En medio de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital: 

el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. 

   En la comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto.

   Pero esto es lo que debe ocurrir “entre vosotros”, dentro de la comunidad. Jesús no dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica indirectamente el abuso de poder.

 

   Primera lectura: Isaías 53,10-11

 

   Este texto se ha elegido como comentario de las palabras de Jesús: “el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos” y de sus referencias anteriores a la pasión (el cáliz y el bautismo). Por eso comienza diciendo que El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento; unas palabras que escandalizan por la forma de hablar de Dios, pero que hay que interpretarlas como un recurso para el triunfo final. De hecho, el texto de Isaías insiste más en el éxito de Jesús (verá su descendencia, prolongará sus años, verá y se hartará) y de su obra (el plan de Dios prosperará por sus manos, justificará a muchos).

 

   Reflexiones

 

   1. Este pasaje constituye la última enseñanza de Jesús antes de la pasión, en la que nos deja su forma de entender su vida: “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Este ejemplo es válido para todos los cristianos, no sólo para papas y obispos.

 

   2. Esta espléndida enseñanza no nos habría llegado si Santiago, Juan y los otros diez hubieran sido menos ambiciosos. Los fallos humanos pueden traer grandes beneficios.

 

   3. La enseñanza de Jesús ha calado muy poco en la Iglesia después de veinte siglos y en ella se sigue dando un choque de ambiciones al más alto nivel. La única solución será tener siempre presente el ejemplo de Jesús.   

 

   4. El texto de Isaías nos ayuda a mirar con esperanza los momentos difíciles de nuestra vida. Aunque la impresión que podemos tener a veces es que Dios nos está triturando con el sufrimiento, no es ésa su intención, sino sacar de nosotros algo muy bueno.

 

SAN CORNELIO, CENTURION

 




Conmemoración de san Cornelio, centurión, que en la ciudad de Cesarea de Palestina fue bautizado por el apóstol san Pedro, como primicia de la Iglesia de los gentiles.

   Había en Cesarea un hombre, llamado Cornelio, centurión de la cohorte Itálica, piadoso y temeroso de Dios. Como toda su familia, daba muchas limosnas al pueblo y continuamente oraba a Dios.

        Vio claramente en visión, hacia la hora nona del día, que el Ángel de Dios entraba en su casa y le decía:

       -«Cornelio»

      Él le miró fijamente y lleno de espanto dijo:

      -« ¿Qué pasa, señor?»

      Le respondió:

      -«Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios. Ahora envía hombres a Joppe y haz venir a un tal Simón, a quien llaman Pedro. Este se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, que tiene la casa junto al mar.»

      Apenas se fue el ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso, de entre sus asistentes, les contó todo y los envió a Joppe.

   Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, subió Pedro al terrado, sobre la hora sexta, para hacer oración. Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis, y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa, así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas. Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y una voz le dijo:

      -«Levántate, Pedro, sacrifica y come.»

      Pedro contestó:

      -«De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro.»

      La voz le dijo por segunda vez:

      -«Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.»

       Esto se repitió tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo.

  Estaba Pedro perplejo pensando qué podría significar la visión que había visto, cuando los hombres enviados por Cornelio, después de preguntar por la casa de Simón, se presentaron en la puerta; llamaron y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro. Estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu:

       -«Ahí tienes unos hombres que te buscan. Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo los he enviado.»

      Pedro bajó donde ellos y les dijo:

      -«Yo soy el que buscáis; ¿por qué motivo habéis venido?»

      Ellos respondieron:

     -«El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, reconocido como tal por el testimonio de toda la nación judía, ha recibido de un ángel santo el aviso de hacerte venir a su casa y de escuchar lo que tú digas.»

       Entonces les invitó a entrar y les dio hospedaje. Al día siguiente se levantó y se fue con ellos; le acompañaron algunos hermanos de Joppe.

  Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando. Había reunido a sus parientes y a los amigos íntimos. Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pedro le levantó diciéndole:

       -«Levántate, que también yo soy un hombre.»

      Y conversando con él entró y encontró a muchos reunidos. Y les dijo:

       -«Vosotros sabéis que no le está permitido a un judío juntarse con un extranjero ni entrar en su casa; pero a mí me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre. Por eso al ser llamado he venido sin dudar. Os pregunto, pues, por qué motivo me habéis enviado a llamar.»

       Cornelio contestó:

          -«Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo haciendo la oración de nona en mi casa, y de pronto se presentó delante de mí un varón con vestidos resplandecientes, y me dijo: 'Cornelio, tu oración ha sido oída y se han recordado tus limosnas ante Dios; envía, pues, a Joppe y haz llamar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar'. Al instante mandé enviados donde ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros, en la presencia de Dios, estamos dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el Señor.»

      Entonces Pedro tomó la palabra y dijo:

       -«Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato. Él ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos. Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. De éste todos los profetas dan testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados.»

    Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra. Y los fieles circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo:

         -«¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?»

         Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos días.

 

 

 

 

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