23 - DE
OCTUBRE –MIERCOLES –
29ª – SEMANA DEL T.O. – B –
San Juan de Capistrano
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Efesios (3,2-12):
Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado
en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, del
que os he escrito arriba brevemente. Leedlo y veréis cómo comprendo yo el
misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros
tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y
profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y
participes de la promesa de Jesucristo, por el Evangelio, del cual yo soy
ministro por la gracia que Dios me dio con su fuerza y su poder.
A mí, el más insignificante de
todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza
insondable que es Cristo, aclarar a todos la realización del misterio,
escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así,
mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora
la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo
Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la
fe en él.
Palabra de Dios
Salmo: Is 12,2-3.4bcd.5-6
R/. Sacaréis aguas con gozo de las
fuentes del Salvador
Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi
salvación.
Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R/.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que
su nombre es excelso. R/.
Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a
toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el santo de Israel.» R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (12,39-48):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño
de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo
vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo
del hombre.»
Pedro le preguntó:
«Señor, ¿has dicho esa parábola por
nosotros o por todos?»
El Señor le respondió:
«¿Quién es el administrador fiel y
solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les
reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo
encuentre portándose así.
Os aseguro que lo pondrá al
frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en
llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y
beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que
menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son
fieles.
El criado que sabe lo que su amo
quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no
lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le
dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»
Palabra del Señor
1.- La fe es algo absolutamente gratuito y por
tanto es patrimonio de todos: judíos y gentiles. Cierto que Dios, en su
designio de Amor escogió a un pueblo, necesitaba una coyuntura concreta, un
medio en que adquirir y desarrollar su humanidad (lo mismo que necesitó unos
padres).
Ya así comenzaba la
kénosis, el abajamiento del Dios humanado en Jesús “tenía que parecerse en todo
a nosotros menos en el pecado”. Así como los padres estaban preparados por la
Gracia precedente, el pueblo escogido fue concreto y preparado desde siglos y
siglos; hubo judíos que fueron fieles y esperaron y acogieron y reconocieron y
por lo tanto gozaron de la Salvación del Mesías… pero la mayoría “no supieron
reconocerle” …eran signos y realidades en que se presentaba, que no concordaba
con lo que se habían imaginado: un soberano todopoderoso y vencedor. Cuando
vieron un Niño, un pobre, un sencillo y humilde, un derrotado… … no pudieron
traslucir su Amor y Misericordia, su mensaje y su vida, sus milagros, su
promesa y su paz. Y el Reino no podía pararse, porque era para todos.
2,. Pablo lo había vivido en su propia carne,
había comprendido que los gentiles, los que los judíos despreciaban y no
consideraban dignos, podían y debían reconocer al Salvador, ese que era para
los pobres y pequeños, para los que no cuentan, para los de fuera… y a Pablo se
le revela desde el Cielo, con la firmeza de haber sido rescatado y convencido.
Así afirma que son (los gentiles): miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la
misma promesa en Jesucristo; que él, como testigo, les va a conducir a aceptar
este Regalo que, desde siempre también, estaba destinado para ellos.
Conocemos así que nuestro
Dios, en su Hijo por el Espíritu Santo, es Padre y Salvador de todos los
hombres y les asiste para la Redención final. Importa aprovechar el momento y
la Gracia que se nos otorga en cada momento y reconocer que todo es DON sin merecimiento
de nuestra parte. Hoy la Iglesia reclama nuestra unidad.
3.- El profeta Isaías nos viene expresando la
Paz universal que trae el Salvador, la que produce en los hombres que lo
reconocen y se dejan iluminar y poseer por Él; manifiesta su interés por
rescatar a los elegidos, por volver a buscarlos y hace que cesen las divisiones
y resistencias porque Dios lo es de todos “esclavos y libres, hombres y
mujeres… porque todos sois uno en Cristo Jesús”.
Impresiona constatar cómo
la intervención continua de Dios en su pueblo conduciendo y haciendo relucir la
justicia, la protección, la insistencia, la manifestación de su Amor…va
rodeando a los hombres en el camino hacia la Plenitud para el que estamos todos
llamados y cómo estos caminos no difieren de los nuestros; así podemos
reconocer nuestra historia personal y eclesial en lo que ocurrió hace miles de
años. Por eso esta oración de gratitud, de confianza, de deseo de
plenitud y su posibilidad en “Dios mi Salvador”, en la real certeza de esta
Salvación que me hace no temer… es la actitud del pueblo fiel que avanza en su
momento y lugar, sabiendo que la hazaña de Dios en favor de su pueblo fue y es
descomunal, de proporciones tan grandiosas imposibles para nosotros y tan
evidente de su intervención.
4.- Por eso el hombre que ha sabido lo que es la
protección del Dios que nos salva y se da cuenta de que estos gestos son sólo
la señal del Amor que Dios nos tiene… no para de dar gracias y alabarle, de
proclamar a todos su Salvación que percibe, en la que vive y cimenta su vida,
se convierte en evangelizador y testigo. Él nos amó primero.
El Evangelio es exigente,
pero no pide nada que no sea lógico. Para ser cristiano y seguidor fiel de
Cristo no hay que ser excepcionales sino normales, con la firmeza propia de un
ser humano sensato y responsable, cuerdo y consecuente. Porque la fe y su práctica,
no nos hacen superiores sino plenamente humanos y ya esta naturaleza requiere
una formación en los principios, tareas y costumbres que hacen posible que todo
el que se ha encontrado con Jesús sea fiel (Él se hizo hombre) y el que no lo
ha encontrado, tiene camino abierto para ello.
Este Evangelio no hace sino
describir la actitud del que comprende y valora la comunión entre los hombres,
cada cual, en su puesto, porque todos somos miembros y colaboradores del Bien.
¡Cuánto más si pasamos estas actitudes al Seguimiento de Cristo, entramos en la
relación base del seguimiento que es producto del Amor recibido y
correspondido!
Habiendo recibido
tantos beneficios de nuestro Amo que nos amó primero, sólo tendría que
brotarnos la gratuidad y la entrega, como Él: hasta el extremo. En el Amor no
hay medida ni límites, además este amo, ya vemos que es capaz de servirnos a
nosotros sus siervos a los que llama Amigos… con Él nos salimos de los límites
de la norma y somos contagiados e invadidos de su gran Amor y servicio hasta
dar la vida. Ojalá que podamos captar esa realidad que nos hará Felices y
capaces de construir el mundo nuevo donde habite la justicia y el derecho y no
haya opresores ni oprimidos y habrá una tierra y un cielo nuevos; así viviendo
el Evangelio estaremos instalado los cimientos para ello, será algo que nos
deslumbrará y asombrará.
Puesto que los hombres
estamos configurados para ser constructores de Paz , ¿podríamos decir que aún
es posible soñar y esperar que cesen las
guerras?
Al menos pongamos nuestro
granito de arena en el propio entorno y Aquel que todo lo puede hará cosas
mayores.
San Juan de Capistrano
Año 1456
Nació en Capistrano, en la región de los Abruzos, en el año 1386. Estudió
derecho en Perusa y ejerció por un tiempo el cargo de juez. Ingresó en la Orden
de los Frailes Menores y, ordenado sacerdote, ejerció incansablemente el
apostolado por toda Europa, trabajando en la reforma de costumbres y en la
lucha contra las herejías. Murió en Ilok (Austria) en el año 1456.
Gran apóstol: alcánzanos de Dios entusiasmo y valor para defender siempre
nuestra amada religión católica.
Orad y trabajad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será
vuestro bien (S. Biblia. Jeremías 29).
Misiones de California Es este uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia
Católica.
Nació en un pueblecito llamado Capistrano, en la región montañosa de Italia,
en 1386. Fue un estudiante sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser
abogado y juez, y gobernador de Perugia. Pero en una guerra contra otra ciudad
cayó prisionero, y en la cárcel se puso a meditar y se dio cuenta de que, en
vez de dedicarse a conseguir dinero, honores y dignidades en el mundo, era
mejor dedicarse a conseguir la santidad y la salvación en una comunidad de
religiosos, y entró de franciscano.
Como era muy vanidoso y le gustaba mucho aparecer, dispuso vencer su orgullo
recorriendo la ciudad cabalgando en un pobre burro, pero montado al revés,
mirando hacia atrás, y con un sombrero de papel en el cual había escrito en
grandes letras: "Soy un miserable pecador". La gente le silbó y le
lanzaron piedras y basura. Así llegó hasta el convento de los franciscanos a
pedir que lo recibieran de religioso.
El Padre maestro de novicios dispuso ponerle pruebas muy duras para ver si
en verdad este hombre de 30 años era capaz de ser religioso humilde y
sacrificado. Lo humillaba sin compasión y lo dedicaba a los oficios más
cansones y humildes, pero Juan en vez de disgustarse le conservó una profunda
gratitud por toda su vida, pues le supo formar un verdadero carácter, y lo
preparó para enfrentarse valientemente a las dificultades de la vida. Él
recordaba muy bien aquellas palabras de Jesús: "Si el grano de trigo no
cae en tierra y no muere, se queda sin producir fruto, pero si muere producirá
mucho fruto"(Jn. 12,24).
A los 33 años fue ordenado de sacerdote y luego, durante 40 años
recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales. Tuvo por
maestro de predicación y por guía espiritual al gran San Bernardino de Siena, y
formando grupos de seis y ocho religiosos se distribuyeron primero por toda
Italia, y después por los demás países de Europa predicando la conversión y la
penitencia.
Juan tenía que predicar en los campos y en las plazas porque el gentío tan
enorme no cabía en las iglesias.
Su presencia de predicador era impresionante. Flaco, pálido, penitente, con
voz sonora y penetrante; un semblante luminoso, y unos ojos brillantes que
parecían traspasar el alma, conmovía hasta a los más indiferentes. La gente lo
llamaba "El padre piadoso", "el santo predicador". Vibraba
en la predicación de las verdades eternas. La gente al verlo y oírlo recordaba
la figura austera de San Juan Bautista predicando conversión en las orillas del
río Jordán. Y les repetía las palabras del Bautista: "Raza de víboras:
tienen que producir frutos de conversión. Porque ya está el hacha de la
justicia divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no produce frutos de
obras buenas será cortado y echado al fuego" (Lc. 3,7).
Muchos pedían a gritos la confesión, prometiendo cambiar de vida y
estallaban en llanto de arrepentimiento. Las gentes traían sus objetos de
superstición y los libros de brujería y otros juegos y los quemaban en públicas
hogueras en la mitad de las plazas.
Muchos jóvenes al oírlo predicar se proponían irse de religiosos. En
Alemania consiguió 120 jóvenes para las comunidades religiosas y en Polonia
130.
Sus sermones eran de dos y tres horas, pero a los oyentes se les pasaba el
tiempo sin darse cuenta. Atacaba sin miedo a los vicios y malas costumbres, y
muchísimos, después de escucharle, dejaban sus malas amistades y las
borracheras.
Después de predicar se iba a visitar enfermos, y con sus oraciones y su
bendición sacerdotal obtenía innumerables curaciones.
Juan convertía pecadores no sólo por su predicación tan elocuente y fuerte,
sino por su gran espíritu de penitencia. Dormía pocas horas cada noche. Vestía
siempre trajes sumamente pobres. Comía muy poco, y siempre alimentos burdos y
nunca comidas finas ni especiales. Una artritis muy dolorosa lo hacía cojear y
dolores muy fuertes de estómago lo hacían retorcerse, pero su rostro era
siempre alegre y jovial. En su cuerpo era débil, pero en su espíritu era un
gigante.
Después de muerto reunieron los apuntes de los estudios que hizo para
preparar sus sermones y suman 17 gruesos volúmenes.
La Comunidad Franciscana lo eligió por dos veces como Vicario General, y
aprovechó este altísimo cargo para tratar de reformar la vida religiosa de los
franciscanos, llegando a conseguir que en toda Europa esta Orden religiosa
llegara a un gran fervor.
Muchos se le oponían a sus ideas de reformar y de volver más fervorosos a
los religiosos. Y lo que más lo hacía sufrir era que la oposición venía de sus
mismos colegas en el apostolado. Se cumplía en él lo que dice el Salmo:
"Aquél que comía conmigo el pan en la misma mesa se ha declarado en contra
de mí". Pero esas incomprensiones le sirvieron para no dedicarse a buscar
las alabanzas de las gentes, sino las felicitaciones de Dios. Él repetía la
frase de San Pablo: "Si lo que busco es agradar a la gente, ya no seré
siervo de Cristo".
Juan tenía unas dotes nada comunes para la diplomacia. Era sabio, era
prudente, y medía muy bien sus juicios y sus palabras. Había sido juez y
gobernador y sabía tratar muy bien a las personas. Por eso cuatro Pontífices
(Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III) lo emplearon como embajador en
muchas y muy delicadas misiones diplomáticas y con muy buenos resultados. Tres
veces le ofrecieron los Sumos Pontífices nombrarlo obispo de importantes
ciudades, pero prefirió seguir siendo humilde predicador, pobre y sin títulos
honoríficos.
40 años llevaba Juan predicando de ciudad en ciudad y de nación en
nación, con enormes frutos espirituales, cuando a la edad de 70 años lo llamó
Dios a que le colaborara en la liberación de sus católicos en Hungría. Y fue de
la siguiente manera.
En 1453 los turcos musulmanes se habían apoderado de Constantinopla, y se
propusieron invadir a Europa para acabar con el cristianismo. Y se dirigieron a
Hungría.
Las noticias que llegaban de Serbia, nación invadida por los turcos, eran
impresionantes. Crueldades salvajes
contra los que no quisieran renegar de la fe en Cristo, y destrucción de todo
lo que fuera cristiano católico.
Entonces Juan se fue a Hungría y recorrió toda la nación predicando al
pueblo, incitándolo a salir entusiasta en defensa de su santa religión. Las
multitudes respondieron a su llamado, y pronto se formó un buen ejército de
creyentes.
Los musulmanes llegaron cerca de Belgrado con 200 cañones, una gran flota de
barcos de guerra por el río Danubio, y 50,000 terribles jenízaros de a caballo,
armados hasta los dientes. Los jefes católicos pensaron en retirarse porque
eran muy inferiores en número. Pero fue aquí cuando intervino Juan de
Capistrano.
El gran misionero salvó a la ciudad de Bucarest de tres modos. El primero,
convenciendo al jefe católico Hunyades a que atacara la flota turca que era
mucho más numerosa. Atacaron y salieron vencedores los católicos. El segundo,
fue cuando ya los católicos estaban dispuestos a abandonar la fortaleza de la
ciudad y salir huyendo. Entonces Juan se dedicó a animarlos, llevando en sus
manos una bandera con una cruz y gritando sin cesar: Jesús, Jesús, Jesús. Los
combatientes cristianos se llenaron de valor y resistieron heroicamente. Y el
tercer modo, fue cuando ya Hunyades y sus generales estaban dispuestos a
abandonar la ciudad, juzgando la situación insostenible, ante la tremenda
desproporción entre las fuerzas católicas y las enemigas, Juan recorrió todos
los batallones gritando entusiasmado: "Creyentes valientes, todos a
defender nuestra santa religión". Entonces los católicos dieron el asalto
final y derrotaron totalmente a los enemigos que tuvieron que abandonar aquella
región.
Jamás empleó armas materiales. Sus armas eran la oración, la penitencia y la
fuerza irresistible de su predicación.
Las gentes decían que aquellos cuarteles de guerreros más parecían casas de
religiosos que campamentos militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida
llena de virtudes. Todos los capellanes celebraban cada día la santa misa y
predicaban. Muchísimos soldados se confesaban y comulgaban. Y los militares
repetían en sus batallones: "Tenemos un capellán santo. Hay que portarse
de manera digna de este gran sacerdote que nos dirige. Si nos portamos mal no
vamos a conseguir victorias sino derrotas". Y los oficiales afirmaban:
"Este padrecito tiene más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo
jefe de la nación".
Mientras los católicos luchaban con las armas en Hungría, el Sumo Pontífice
hacía rezar en todo el mundo el Angelus (o tres Avemarías diarias) por los
guerreros católicos y la Stma. Virgen consiguió de su Hijo una gran victoria.
Con razón en Budapest le levantaron una gran estatua a San Juan de Capistrano,
porque salvó la ciudad de caer en manos de los más crueles enemigos de nuestra
santa religión.
Y sucedió que la cantidad de muertos en aquella descomunal batalla fue
tan grande, que los cadáveres dispersados por los campos llenaron el aire de
putrefacción y se desató una furiosa epidemia de tifo. San Juan de Capistrano
había ofrecido a Dios su vida con tal de conseguir la victoria contra los
enemigos del catolicismo, y Dios le aceptó su oferta. El santo se contagió de
tifo, y como estaba tan débil a causa de tantos trabajos y de tantas
penitencias, murió el 23 de octubre de 1456.
https://www.ewtn.com/spanish/saints/Juan_Capistrano.htm
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