7 - DE OCTUBRE
–LUNES –
27ª – SEMANA DEL T.O. – B –
Nuestra
Señora del Rosario
Lectura de la profecía de Zacarías 2,
14-17
Alégrate y goza, Sion,
pues voy a habitar en medio de ti
—oráculo del Señor—.
Aquel día se asociarán al Señor
pueblos sin número; ellos serán mi pueblo, y habitaré en medio de ti.
Entonces reconocerás que el Señor
del universo me ha enviado a ti.
Judá será la herencia del Señor, su
lote en la tierra santa,
y volverá a elegir a Jerusalén.
¡Silencio todo el mundo ante el
Señor que se levanta de su morada santa!
Palabra de Dios
Salmo Lc 1, 46b-47. 48-49. 50-51. 52-53.
54-55
El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su
nombre es santo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu
en Dios, mi salvador. R/.
Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitaran todas
las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es
santo. R/.
Y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R/.
Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a
los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. R/.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como
lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por
siempre. R/.
Lectura del Santo Evangelio según san
Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas
palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has
encontrado gracia ante Dios. Concebirás
en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será
grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David,
su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá
fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco
varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti,
y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a
nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un
hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, "porque
para Dios nada hay imposible"».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra».
Y
el ángel se retiró.
Palabra del Señor
1. La alegría inunda las lecturas, como un nuevo
amanecer que se despereza al compás de una fiesta que se enraíza en un jardín
de rosas. La devoción del Rosario, con tantos siglos de historia y tan
arraigada en la religiosidad del pueblo cristiano, es una forma de oración
asequible a todos los que nos ayuda a contemplar, con la mirada de María, los
misterios de la vida del Señor para identificarnos con Él y ser cada día
mejores discípulos suyos.
En este camino de unión con
Dios, la Virgen María es nuestra maestra, por su docilidad a la Palabra. Y la
oración del Rosario el modo más sencillo para contemplar con los ojos de María
los Misterios de la vida, muerte y resurrección de su Hijo. Oración que nos
hace contemplar a Cristo a partir de la experiencia de María.
2. Hoy siguen resonando como nuevas las
palabras de San Juan Pablo II al afirmar que el Rosario nos ayuda a recordar,
configurarse, rogar y anuncia a Cristo con María y comprender a Cristo desde
Ella. Recordar no es sólo, mirar al pasado con nostalgia, sino actualizar
permanentemente un acontecimiento de salvación. María, en el Rosario, nos va
llevando de la mano hacia esos acontecimientos salvadores, para experimentar en
nosotros la salvación y abrirnos constantemente a la gracia que brota de ellos.
Con María, nos hacemos contemporáneos de esos misterios que dan sentido a
nuestra vida y nos van haciendo crecer en la fe. En el recorrido espiritual que
hacemos en el Rosario, basado en la contemplación incesante del rostro de Cristo,
en compañía con María, este ideal de configuración con El se va consiguiendo a
través de una especie de asidua amistad, de repetición amorosa, que nos va
metiendo de un modo que podríamos llamar natural en la vida de Cristo. Nos mete
en una atmósfera en la que casi de forma imperceptible nuestra mentalidad se va
aproximando cada vez más a su mentalidad y a sus sentimientos. El Rosario es a
la vez meditación y súplica. María
apoya nuestra oración con su intercesión materna. Esa plegaria insistente del
avemaría que se va repitiendo una y otra vez se apoya en la confianza segura de
que Ella con su intercesión lo puede todo ante el corazón de su Hijo. El
Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización en el misterio
de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la
experiencia humana. La contemplación de los misterios de Cristo llena de
contenido y de esperanzas esos diversos momentos de nuestras experiencias
humanas.
3.
No basta con aprender las cosas
de El, su enseñanza, lo importante es comprenderle. Entrar en su intimidad.
Conocer sus sentimientos. Identificarnos con su misión. Y nadie como María
puede ayudarnos a comprender a Jesús. Recorrer con María las escenas del
Rosario es como ir a su escuela para conocer a Cristo, para penetrar en sus
secretos e intimidades y para entender su mensaje.
Necesitamos ir con asiduidad
a la escuela de María, la esclava del Señor, la del eterno Magnificat, la
alegría y el gozo de Sión.
Nuestra Señora del
Rosario
Esta conmemoración fue instituida por el
papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos
en la batalla naval de Lepanto (1571), victoria atribuida a la Madre de Dios,
invocada por la oración del Rosario.
La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los
misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un
modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección
del Hijo de Dios.
El 7 de octubre se celebra a la Virgen del Rosario, advocación que hace
referencia al rezo del Santo Rosario que la propia Madre de Dios pidió que se
difundiera para obtener abundantes gracias.
En el año 1208 la Virgen María se le apareció a Santo Domingo y le enseñó a
rezar el Rosario para que lo propagara. El santo así lo hizo y su difusión fue
tal que las tropas cristianas, antes de la Batalla de Lepanto (7 de octubre de
1571), rezaron el Santo Rosario y salieron victoriosos.
El Papa San Pío V en agradecimiento a la Virgen, instituyó la fiesta de la
Virgen de las Victorias para el primer domingo de octubre y añadió el título de
“Auxilio de los Cristianos” a las letanías de la Madre de Dios.
Más adelante, el Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la Fiesta al de
Nuestra Señora del Rosario y Clemente XI extendió la festividad a toda la
Iglesia de occidente. Posteriormente San Pío X la fijó para el 7 de octubre y
afirmó: “Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo”.
Rosario significa “corona de rosas y, tal como lo definió el propio San Pío
V, “es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir
repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro
entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida
de Nuestro Señor".
San Juan Pablo II, quien añadió los misterios luminosos al rezo del Santo
Rosario, escribió en su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” que este
rezo mariano “en su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este
tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a
producir frutos de santidad”.
El Papa peregrino termina esa misma Carta con una hermosa oración del Beato
Bartolomé Longo, apóstol del Rosario, que dice:
Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios,
vínculo de
amor que nos une a los Ángeles,
torre de
salvación contra los asaltos del infierno,
puerto seguro
en el común naufragio, no te dejaremos jamás.
Tú serás
nuestro consuelo en la hora de la agonía.
Para ti el
último beso de la vida que se apaga.
Y el último
susurro de nuestros labios será tu suave nombre,
oh Reina del
Rosario de Pompeya,
oh Madre
nuestra querida,
oh Refugio de
los pecadores,
oh Soberana
consoladora de los tristes.
Que seas
bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo.
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