lunes, 28 de octubre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 - DE OCTUBRE –MIERCOLES – 30ª – SEMANA DEL T.O. – B – San Marcelo de León

 

 


30 - DE OCTUBRE –MIERCOLES –

 30ª – SEMANA DEL T.O. – B –

San Marcelo de León

 

        Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (6,1-9):

       Hijos, obedeced a vuestros padres como el Señor quiere, porque eso es justo.

       «Honra a tu padre y a tu madre» es el primer mandamiento al que se añade una promesa: «Te irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra.»

       Padres, vosotros no exasperéis a vuestros hijos; criadlos educándolos y corrigiéndolos como haría el Señor.

       Esclavos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor, de todo corazón, como a Cristo. No por las apariencias, para quedar bien, sino como esclavos de Cristo que hacen lo que Dios quiere; con toda el alma, de buena gana, como quien sirve al Señor y no a hombres. Sabed que lo que uno haga de bueno, sea esclavo o libre se lo pagará el Señor.

       Amos, correspondedles dejándoos de amenazas; sabéis que ellos y vosotros tenéis un amo en el cielo y que ése no es parcial con nadie.

Palabra de Dios

 

        Salmo: 144,10-11.12-13ab.13cd-14

       R/. El Señor es fiel a sus palabras

       Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. 
R/.

       Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado.
      Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. 
R/.


     El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.
      El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. 
R/.

 

        Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,22-30):

 

  En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.

  Uno le preguntó:

  «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»

  Jesús les dijo:

   «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

  Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:

  "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois."

  Entonces comenzaréis a decir:

  "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas."

  Pero él os replicará:

  "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados."

   Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

   Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

 

Palabra del Seño

 

       1.-  Hoy, tanto en la primera lectura como en el salmo responsorial, vemos que hay dos actitudes fundamentales: la obediencia y la gratitud. San Pablo, en su carta a los efesios, insta a una obediencia “no como sujeción aparente que busca sólo agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios”. Hoy en día la palabra “obediencia” parece que no está de moda, en realidad, a ojos del mundo parece una losa pesada que oprime y quita libertad al ser humano. ¡Qué distinta es la obediencia en Cristo! El cual vivió toda su vida como una obediencia al Padre, en oblación pura y perfecta por nuestra salvación. El apóstol Pablo nos habla de la promesa al honrar padre y madre: “para que seas feliz”, esto es una palabra que alienta a todo cristiano ya que la familia, núcleo vital en toda sociedad, está hoy desvirtuada y tantas veces desestructurada. Honrar al otro no es otra cosa que dar continuas gracias a Dios por el don de su vida y corresponder con un amor gratuito y sin intereses, con verdadero agradecimiento.

 

     2.-  Dice el salmista: “Que todas tus criaturas te den gracias Señor, que te bendigan tus fieles” y es que los cristianos hemos recibido el don inmenso de la fe que nos permite vivir todas las realidades de nuestra vida como lo que son, regalo y donación de un Dios que nos ama como hijos y nos regala la vida eterna. ¿Has dado hoy gracias por el don de la vida, por todo lo que Dios te está concediendo? Te invito a honrar a tu familia de manera concreta, con una palabra, un gesto, una oración, un detalle que refleje el amor que Dios ha puesto en ti. Da gracias también por tus superiores, bien sea en el trabajo, en tus estudios, en tu comunidad, porque son ellos lo que, por medio de una obediencia libre y generosa, te llevan a la hacer de corazón la voluntad del Padre.

 

     3.-  En el Evangelio, Jesús nos llama a entrar por la puerta estrecha, pero ¿cuál es esta puerta? La puerta de la cruz, de la entrega, del salir de uno mismo, en definitiva, la puerta de la verdad que nos hace libres y nos lleva a la verdadera vida. Llama la atención el pasaje en que Jesús dice: “Muchos intentarán entrar y no podrán”, en el fondo todos anhelamos la felicidad, la plenitud, la vida eterna y esto no sólo lo esperamos para cuando se termina el paso de una vida por este mundo, esto lo deseamos constantemente dentro de nuestro corazón, en el día a día. Mira en tu interior, asómate a lo profundo de tu corazón y pregúntate: ¿cuántas veces has intentado alcanzar la felicidad y no has podido? ¿cuántas veces has intentado tener éxito, que todo te salga según tus planes, que los demás reconozcan tu esfuerzo? Y sin embargo de tantos intentos hemos salido cansados y tristes, con un vacío dentro que no se acaba.

 

      4.- Para entrar por una puerta estrecha, es necesario hacernos pequeños, humildes, reconocer que muchas veces vivimos para nosotros mismos y no para Dios ni para el prójimo. La puerta estrecha nos invita a soltar los proyectos a nuestra medida, nuestras prioridades, miedos e inseguridades, para hacer todo según el proyecto de Dios, según su modo y su tiempo. ¿Quieres ser feliz, quieres ser santo? Entra por la puerta estrecha, la que te lleva al Cielo, la que te hará feliz aquí, hoy y en la eternidad. ¿Cuál es la puerta a la que llamas constantemente: a la de tus proyectos y comodidades o a la de Dios que te llama a vivir en comunión y sencillez de corazón? ¡Ánimo, hermanos! Hoy el Señor nos da una Palabra de alegría y plenitud. Frente a todos los problemas y angustias, frente a tantos temores y esclavitudes, soltemos las riendas, la vida verdadera nos espera, un Cielo eterno se nos ha prometido. Vivamos ya hoy alegres y confiados porque todo pasa, sólo Cristo permanece.

 

San Marcelo de León

 


 

  En Tánger, de Mauritania, pasión de san Marcelo, centurión, que el día del cumpleaños del emperador, mientras los demás sacrificaban, se quitó las insignias de su función y las arrojó al pie de los estandartes, afirmando que por ser cristiano no podía seguir manteniendo el juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo, e inmediatamente fue degollado, consumando así su martirio.

  Marcelo fue un Centurión que, según parece, pertenecía a la Legio VII Gemina y el lugar de los hechos bien pudo ser la ciudad de León.

 

   Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero en España, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).

  Fortunato envió a Agricolano el siguiente texto causa del juicio contra Marcelo: «Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores».

  Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.

  Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad, creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano, se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es condenado a la decapitación. 

La leyenda -no necesariamente falsa- abunda en algunos detalles que, si bien no son necesarios para el esclarecimiento del hecho, sí lo explicita, o al menos lo sublima para estímulo de los cristianos. Así, se añade la puntualización de que se trataba de un acto oficial y solemne en que toda la tropa militar estaba dispuesta para ofrecer sacrificios a los dioses paganos e invocar su protección sobre el Emperador.

 

 

 


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