miércoles, 30 de diciembre de 2015

Parate un momento: Evangelio del dia 1 de Enero – VIERNES – SANTA MARÍA MADRE DE DIOS Jornada Mundial de la PAZ




1 de Enero – VIERNES –
SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
Jornada Mundial de la PAZ

Lectura del libro de los Números (6,22-27):

     El Señor habló a Moisés: «Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz.
     " Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»

Salmo 66

R/. El Señor tenga piedad y nos bendiga

     El Señor tenga piedad y nos bendiga,
     ilumine su rostro sobre nosotros;
     conozca la tierra tus caminos,
     todos los pueblos tu salvación. R/.

     Que canten de alegría las naciones,
     porque riges el mundo con justicia,
     riges los pueblos con rectitud
     y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

     Oh Dios, que te alaben los pueblos,
     que todos los pueblos te alaben.
     Que Dios nos bendiga; que le teman
     hasta los confines del orbe. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas (4,4-7):

     Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: «¡Abba! (Padre).» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,16-21):

     En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

     1.- Dios se hace presente en la historia. Dónde, cuándo y cómo menos se le podía imaginar. Y de la  manera como menos capaces somos los mortales ni de sospechar que Dios pueda entrar así en nuestras vidas. Nosotros relacionamos la palabra “Dios” con lo que es infinitamente superior a nosotros; altura, fuerza, poder, saber, grandeza ilimitada. Dios no puede tener limite alguno. Por esto es por lo que buscamos a Dios, creemos en Dios y ponemos en Dios el sentido de la vida. Si Dios no fuera así, ¿por qué o para qué creeríamos en Él?

     2.- Ante Dios, la experiencia base, que brota en los creyentes, es el “sentimiento de dependencia”. O, en otras palabras, el “sentimiento de criatura” que se hunde y se anega en su propia nada y hasta “desaparece frente a aquel que está sobre todas las criaturas (Rudolph Otto). Por eso el sentimiento específicamente religioso es siempre, de una manera o de otra, un “sentimiento de dependencia”.   Que es el sentimiento fundamental para que en el mundo pueda existir el “orden”. Solo así, podemos escapar del tan temido “káos”, que sería el desquiciamiento total de nuestra terrena existencia.

     3.- Pero ocurre que todo esto desencadena las consecuencias más patéticas que se podrían imaginar. Hablar así de Dios es lo mismo que hablar del ansía de poder, del deseo de dominar y controlar. De ahí, los “recortes” que nos imponen los que mandan. Y hasta nos convencen de que eso es lo que nos conviene. De ahí que creer en Dios es someterse. Pero apetece poder y someterse son sentimientos contradictorios. De ahí, la base de las mil contradicciones y de los cien mil sin-sentidos que sufrimos y aguantamos. Así, ni entendemos a Dios, ni nos entendemos a nosotros mismos. ¿Queda claro por qué el Dios de Jesús entró en el mundo por un establo, como un niño desvalido, como el último de los últimos?.

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

La Solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primer Fiesta Mariana que apareció en la Iglesia Occidental, su celebración se comenzó a dar en Roma hacia el siglo VI, probablemente junto con la dedicación –el 1º de enero– del templo “Santa María Antigua” en el Foro Romano, una de las primeras iglesias marianas de Roma.
       La antigüedad de la celebración mariana se constata en las pinturas con el nombre de “María, Madre de Dios” (Theotókos) que han sido encontradas en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma, donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa en tiempos de las persecuciones.
       Más adelante, el rito romano celebraba el 1º de enero la octava de Navidad, conmemorando la circuncisión del Niño Jesús. Tras desaparecer la antigua fiesta mariana, en 1931, el Papa Pío XI, con ocasión del XV centenario del concilio de Éfeso (431), instituyó la Fiesta Mariana para el 11 de octubre, en recuerdo de este Concilio, en el que se proclamó solemnemente a Santa María como verdadera Madre de Cristo, que es verdadero Hijo de Dios; pero en la última reforma del calendario –luego del Concilio Vaticano II– se trasladó la fiesta al 1 de enero, con la máxima categoría litúrgica, de solemnidad, y con título de Santa María, Madre de Dios.
       De esta manera, esta Fiesta Mariana encuentra un marco litúrgico más adecuado en el tiempo de la Navidad del Señor; y al mismo tiempo, todos los católicos empezamos el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María.

       El Concilio de Éfeso
       En el año de 431, el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, afirmando: “¿Entonces Dios tiene una madre? Pues entonces no condenemos la mitología griega, que les atribuye una madre a los dioses”. Ante ello, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso –la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años– e iluminados por el Espíritu Santo declararon: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
       Asimismo, San Cirilo de Alejandría resaltó: “Se dirá: ¿la Virgen es madre de la divinidad? A eso respondemos: el Verbo viviente, subsistente, fue engendrado por la misma substancia de Dios Padre, existe desde toda la eternidad... Pero en el tiempo él se hizo carne, por eso se puede decir que nació de mujer”.

       Madre del Niño Dios
       “He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”
       Es desde ese fiat, hágase que Santa María respondió firme y amorosamente al Plan de Dios; gracias a su entrega generosa Dios mismo se pudo encarnar para traernos la Reconciliación, que nos libra de las heridas del pecado.
       La doncella de Nazaret, la llena de gracia, al asumir en su vientre al Niño Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad, se convierte en la Madre de Dios, dando todo de sí para su Hijo; vemos pues que todo en ella apunta a su Hijo Jesús.
Es por ello, que María es modelo para todo cristiano que busca día a día alcanzar su santificación. En nuestra Madre Santa María encontramos la guía segura que nos introduce en la vida del Señor Jesús, ayudándonos a conformarnos con Él y poder decir como el Apóstol “vivo yo más no yo, es Cristo quien vive en mí”.


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