domingo, 13 de diciembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 14 de Diciembre – LUNES – San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia





14 de Diciembre – LUNES –
San Juan de la Cruz,
presbítero y doctor de la Iglesia

Evangelio: Mateo 21, 23-27

En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
- «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Jesús les replicó:
-«Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?»
Ellos se pusieron a deliberar:
-«Si decimos "del cielo", nos dirá: "¿Por qué no le habéis creído?" Si le decimos "de los hombres". tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.»
Y respondieron a Jesús:
- «No sabemos.»
Él, por su parte, les dijo:
- «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»

Cristo enseña con autoridad. Aunque haya quien la cuestione. La cuestionaron y se sigue cuestionando. La respuesta inteligente de Jesús, el maestro de Nazaret, evidencia la pretensión del cuestionamiento de su autoridad.  Hoy ocurre como ayer.  Los cristianos, cuando en nuestro modo de proceder actuamos como el Nazareno, tenemos la posibilidad de neutralizar, de callar o evidenciar la intencionalidad de quienes cuestionan el mensaje liberador del Evangelio. El mensaje del evangelio que dignifica la condición humana y nos hace ser más plenos.  Cuando no reaccionamos con inteligencia y mansedumbre damos pie a que otros muestren sus tesis tenebrosas.

San Juan de la Cruz,
presbítero y doctor de la Iglesia

Por el 1529 se casa Gonzalo de Yepes con Catalina Alvarez. Fueron bendecidos con tres hijos: Francisco, Luis y nuestro protagonista, el ínclito y dulce San Juan de la Cruz. Nace en Fontiveros el 1542. Luis muere muy pronto. Francisco será terciario carmelita y llevará una vida ejemplar.
Jugando de muy niño cae en un pozo y «vio estando dentro, a una Señora muy hermosa, que le pedía la mano alargándole la suya, y él no se la quería dar por no ensuciarla y estando en esta ocasión llegó un labrador con una hijada que llevaba, la lanzó y sacó fuera». Esta Señora, sabrá después este niño, era la Virgen María del Carmen que cuidaba ya de su persona porque el día de mañana será carmelita y perfeccionará su Orden del Carmen.
Queda huérfano de padre y se ve obligado a emigrar con su madre y hermano por tierras de Medina. Asiste al Colegio. Dice su hermano Francisco de él: «Juan diose tan buena maña a su estudio, ayudándole en él nuestro Señor, que aprovechó mucho en poco tiempo».
Su madre para que gane algo para la marcha de la casa, pues las cosas van muy escasas, le coloca en varios trabajos manuales. Pero en todos fracasa. Se distrae. Está absorto. Le pusieron como monaguillo y lo hacía a las mil maravillas. Los que le siguen de cerca ya han descubierto su futuro: Vale mucho para los estudios que se le dan muy bien, goza de una gran inteligencia y preciosa memoria y también sirve para las cosas de la Iglesia... «Será un buen clérigo o fraile» dicen. Y no se engañaron.
Un día, ni corto ni perezoso, se dirige al Convento de los Carmelitas de aquella villa de Medina y ruega al P. Prior, Ildefonso Ruiz, que lo acepte en su orden porque «quiere consagrarse a Dios en la vida religiosa en la Orden de los Hermanos de la Virgen María del Monte Carmelo». Así empieza su noviciado con el nombre de Fray Juan de Santo Matía. El 1564 el P. Provincial, Ángel de Salazar, le recibe los votos religiosos y pasa a estudiar al célebre Colegio de San Andrés de Salamanca. Aquí se entrega de lleno a la vida de oración, de observancia y de estudio. Es la admiración de todos. Si alguien habla algo menos correcto, o está faltando, al verle llegar, dicen: «Callad, que viene Fray Juan».
A sus 25 años celebra, con gran fervor, su Primera Misa. Con esta ocasión va a Medina y tiene un providencial encuentro con la santa Madre Teresa de Jesús que acaba de fundar allí su segundo palomarcito de la Virgen María. Ésta le habla de su reforma y Juan de su deseo de mayor perfección. Quedan encantados. Después la santa Madre dice a sus monjas: «Ya tengo fraile y medio para la Reforma». El entero era él, el medio, el P. Antonio de Jesús Heredia.
Aquí empieza la nueva etapa de la vida del P. Juan de la Cruz, como se llamará ya para siempre. Entra a formar parte de la Reforma Descalza. Trabaja con ahínco para que el Carmelo sea lo que debiera ser y ahora se halla un tanto alejado en algunos conventos. Es nombrado Maestro de Novicios, Confesor de monjas, fundador de nuevos conventos, consejero provincial... Por no cumplir con lo que dicen las Leyes de entonces lo meten en la cárcel de Toledo. Hubo de sufrir mucho por parte de los que no quieren la reforma y por los mismos hijos que él ha formado, porque les llamó la atención cuando eran sus novicios. Los PP. Diego Evangelista y Francisco Crisóstomo, entre otros, le harán cargar con la cruz que un día pidió al Señor. Escribió obras inmortales: Cántico espiritual, Subida al Monte Carmelo, Noche Obscura, Llama de amor, Avisos, Poesías, Cautelas, Cartas... Es el «Místico Doctor». Lleno de méritos muere en Úbeda el 14 de diciembre de 1591.


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