lunes, 7 de diciembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 7 de Diciembre - LUNES – IIª – Semana de Adviento “ SAN AMBROSIO”, obispo




7 de Diciembre  - LUNES –
IIª – Semana de Adviento
“ SAN  AMBROSIO”, obispo

Evangelio: Lc 5, 17-26

      Sucedió que un día estaba Jesús enseñando y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por dónde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. Él, viendo la fe que tenían, dijo: “Hombre, tus pecados están perdonados”.  Los letrados y los fariseos se pusieron a pensar: “¿ Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?” Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: “¿ Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir, “tus pecados quedan perdonados” o decir: levántate y anda?” Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados... —dijo al paralítico— a ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa” Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: “Hoy hemos visto cosas admirables”.

1.   Este relato es (y será siempre) un quebradero de cabeza, mientras no tengamos claro lo que es el “perdón de los pecados”. Cómo nos representamos el pecado quienes creemos en él. El pecado es el mal que hacemos. Pero ese mal nos lo podemos “representar” de tres maneras: 1) Como mancha. Y eso es “magia”. 2) Como culpa. Y eso es un “sentimiento humano” que brota en nosotros desde que nacemos, antes de conocer la moral o la religión, y es fruto del amor, el odio y los consiguientes mecanismos de reparación (S. Freud, Melanie Klein, Carlos Domínguez). 3) Como ofensa (Paul Ricoeur). ¿Qué decir de esto?

2.   La magia no tiene nada que ver en nuestra relación con Dios. La culpa es un sentimiento humano, que se produce en todo ser humano normal. La ofensa del ser humano al Trascendente es imposible. Dice santo Tomás de Aquino: “Dios no se siente ofendido por nosotros, si no es porque actuamos contra nuestro propio bien” (Sum. cont. Gent., III, 122). 0 sea: solo puede ser pecado hacerle mal a alguien, ya sea uno mismo, ya sea otra persona.

3.   Por tanto, el pecado se perdona solamente remediando (anulando) el mal que se le ha hecho al ofendido. No tiene sentido hacerle mal a la mujer, al vecino, al trabajador..., y luego ir a pedir perdón a un sacerdote del que pensamos que representa a Dios. Pero Jesús dijo: “para que veáis que (yo) tengo poder para perdonar pecados, digo al paralítico... (estás curado) (cf. Lc 5, 24). Jesús tenía poder para perdonar pecados porque remediaba el sufrimiento humano. Esto es lo que más se parece al que alivia el mal o sufrimiento que padece otro.

“ SAN  AMBROSIO”, obispo

San Ambrosio, (Tréveris, c. 340 - Milán, 397) fue un destacado arzobispo de Milán, y un importante teólogo y orador. Es uno de los Padres de la Iglesia y uno de los 33 doctores de la Iglesia Católica.
Hijo de un prefecto romano (Simmaco) de las Galias, Ambrosio estudió letras y jurisprudencia en Roma y fue después secretario del prefecto de la ciudad, Petronio Probo. A los 31 años de edad era ya él, a su vez, prefecto de las provincias de Emilia y Liguria, con residencia en Milán. A inicios de su carrera política fue elegido obispo de la diócesis milanesa, que rigió hasta su muerte, acaecida en el año 397.
La leyenda cuenta que un día, cuando aún no sabía hablar, estando en el jardín de la residencia de su padre en Tréveris, acudió un enjambre de abejas a revolotear por su rostro, y que varias de ellas se deslizaron, sin picarle, en el interior de su boca. Al verlo, exclamó el prefecto: "Este niño va a ser algo grande". Con algo más de edad, el niño veía que todos besaban cuando del obispo cuando éste visitaba su casa y él presentaba también la suya a los criados y a su hermana, para que se la besaran, diciendo: "¿No sabéis que también yo voy a ser obispo?". Y cuando Petronio Probo le despedía al partir para tomar posesión de su cargo de prefecto en Milán —nombramiento para el cual le había propuesto al emperador—, le dijo: "Ve, hijo mío, y pórtate, no como juez, sino como obispo".
A los dos años de su prefectura en Milán, cuando apenas había empezado a desarrollar su programa de gobierno, falleció el obispo y se planteó el problema de la elección de sucesor, la cual, según la costumbre establecida, debían hacer el clero y el pueblo. Hubo disputas y un día, mientras el clero deliberaba en la parte superior de la basílica catedral, y el pueblo aguardaba abajo la decisión con una actitud que fácilmente podían degenerar en motín, el gobernador creyó deber suyo presentarse en medio de los fieles para hablarles y tranquilizarles.
Apenas había terminado su exhortación, cuando se oyó una voz infantil, que decía: "Ambrosio, obispo". "¡Ambrosio, obispo!", empezó a gritar la muchedumbre. Y el clero se unió a la aclamación general. El único que protestaba era el elegido y podía alegar una razón magnífica. El Concilio de Nicea, en 325, había prohibido que los no bautizados fuesen escogidos para el episcopado, y Ambrosio no estaba bautizado todavía.
Los electores no cedieron. Se consultó al Papa, quien aprobó la elección, suspendiendo la disposición de Nicea. Pero cuando los obispos designados fueron en busca de Ambrosio, con el propósito de disponerlo y consagrarlo, no lo encontraron en la ciudad; se había evadido al campo y sólo por la traición de un amigo pudieron dar con su paradero.
Recibió el bautismo, la ordenación y la consagración en 374 y seguidamente tomó posesión de su Sede.
El nuevo prelado demostró muy pronto que estaba a la altura de su dignidad. Su vida, ya siempre sobria, se hizo ahora austera y penitente. Distribuyó a los pobres todo su dinero y se trazó un programa pastoral vastísimo, al cual se adaptó con gran actividad durante todo su pontificado. Uno de los rasgos más característicos de su actuación fue siempre la caridad para con los pobres, enfermos, moribundos, cautivos, viudas y huérfanos. Fundó hospitales y albergues.
Más guerrero que intelectual fue el primer cristiano en conseguir que se reconociera el poder de la iglesia por encima de la del estado. Y desterró definitivamente en sucesivas confrontaciones a los paganos de la vida política romana.
En el orden espiritual, lo primero que hizo fue perfeccionar su cultura teológica y bíblica, bajo la guía personal o los escritos de maestros como San BasilioSan Cirilo de AlejandríaSan Gregorio Nacianceno, y otros eclesiásticos de su tiempo, vivientes o ya difuntos, aparte del famoso sacerdote Simpliciano, que le aleccionaba directamente y que había de ser su sucesor como Prelado de Milán.
Desde su juventud había sido Ambrosio hombre de relaciones escogidas. Con San Basilio tuvo una especial comunicación y amistad. Desde su juventud había sido Ambrosio hombre de relaciones escogidas. Ya en sus tiempos de Roma frecuentó seguramente con San Jerónimo, con San Paulino de Nola, con Santa Paula y sus hijas.
Como escritor, su obra más voluminosa es el comentario al evangelio de San Lucas; otras obras son tratados sobre los sacramentos y sobre la virginidad. Dejó también escritos contra los arrianos. Finalmente, compuso para el rezo una serie de himnos solemnes, que se utilizan todavía en la liturgia actual.
La situación de Ambrosio en Milán, su conocimiento de los asuntos políticos y su autoridad de jurista, hacían de él un consejero técnico para los emperadores en materia religiosa, en la cual éstos necesariamente debían intervenir, pues desde que Constantino se había hecho protector de la Iglesia, -y, con tal pretexto, una especie de obispo externo a la Jerarquía- no podían desinteresarse de los conflictos que incesantemente se provocaban entre cristianos y paganos, entre ortodoxos y arrianos.
Fallecido Valentiniano I en 375, quedaba heredero del Imperio su hijo Graciano, de veinte años de edad. El otro hijo era un niño de cuatro, que fue educado en Sirmio por su madre Justina. Ambrosio fue para ambos más que un consejero político, un tutor, un confidente, un padre. Graciano se formó a su lado, y favoreció la caída del paganismo como religión del Estado.
Al principio el reparto de poder entre cristianos y paganos estaba más o menos en equilibrio con Graciano, emperador romano y cristiano católico. A la muerte de Graciano (383), víctima de una sedición cantonal en las Galias capitaneada por un usurpador llamado Máximo, Ambrosio, a súplicas de Justina, se encaminó a Tréveris para parlamentar con él y calmar sus iras. Así ganaba tiempo en favor del pequeño Valentiniano II cuyo trono se veía amenazado. Gracias a la habilidad del Prelado obtuvo una especie de tregua que podría resultar muy provechosa.
Al regresar de la embajada suponía que la emperatriz le estaría agradecida. Pero ella sentía verdadera simpatía por los arrianos, y pidió al obispo una basílica de la ciudad para ellos. La actitud de Ambrosio y su creciente popularidad la hicieron desistir. Él se había encerrado con el pueblo católico en la basílica, y contestó a los emisarios de Justina: "Mis bienes son de la patria, pero lo que es de Dios no tengo derecho a entregarlo".
El pueblo se apiñó en torno a Ambrosio y le defendió. Y Justina tuvo que doblegarse. No mucho tiempo más tarde la emperatriz falleció, pero la lucha entre paganos, herejes y católicos se acentuó definitivamente.
La llamada guerra de las estatuas enfrentaba desde Constantino a las diversas religiones con representación en el senado. En el 384, el partido pagano aprovechó la debilidad de Valentiniano II para devolver la Estatua de la Victoria al senado, lo que provocó la ira de Ambrosio.
Finalmente Ambrosio hizo declarar a Valentino II que los emperadores tenían que estar a las órdenes de Dios al igual que los ciudadanos tenían que estar a las órdenes del emperador como soldados.
A partir de aquí, Ambrosio consigue hacer efectiva una demanda por la que la Iglesia ostenta un poder superior no solo al Estado Romano sino a todos los estados. Estas ideas de la Iglesia como institución universal e internacional por una parte y de control sobre los estados por otra permitiría a la iglesia sobrevivir a la caída del Imperio.
Durante el reinado de Teodosio, éste habría ordenado a un obispo local que sufragara los daños de la destrucción de una sinagoga a manos de los cristianos. El emperador estaba dispuesto a acabar con esas prácticas intimidatorias.
Ambrosio se opuso de nuevo, y consiguió del emperador que declarara libre a la iglesia de tener que responder por tales cuestiones. Algo que resulto muy pernicioso ya que dio vía libre para la persecución cristiana de miles de paganos.
En el 393 el emperador Teodosio I prohibió los Juegos Olímpicos por influencia de San Ambrosio, al considerarlos paganos.
Convirtió y bautizó a san Agustín. Creó nuevas formas litúrgicas y promovió el culto a las reliquias en Occidente.
Su fiesta se celebra el 7 de diciembre.



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